El escritor José Ovejero sigue su periplo por América Latina por la presentación de su novela La invención del amor. Hoy escribe desde Lima
Lima, Perú. Fachada de Miraflores.José Ovejero./elpais.com |
Escribo en la última entrada Buenavista
por Bellavista, en otra, monte Águila por monte Ávila, confundo a Schumann con
Schubert. A partir de ahora seré más clemente con las erratas de los
periodistas. No estoy acostumbrado a escribir así, a salto de mata, enviando la
entrada desde la sala de espera de un aeropuerto justo antes de que salga el
vuelo, desde un cibercafé, desde el hotel entre dos entrevistas. Estoy habituado
a otro ritmo, a releer, a corregir una y otra vez. Estas semanas tengo la
impresión de haber cambiado completamente de oficio.
Llego a Perú, como dije en la entrada
anterior, en medio de las Fiestas Patrias. En cada edificio ondea una bandera
nacional, lo que no responde al espontáneo patriotismo de los peruanos sino a
que es obligatorio ponerla del 27 al 30 de julio, so pena de multa. Hay fotos
en los periódicos de los desfiles y del presidente durante el discurso a la
nación. Pero veo menos fotos de los otros patriotas, los de verdad, los que
salieron a la calle a manifestarse contra la corrupción. A ellos la policía los
dispersa con gases lacrimógenos.
Los indignados. También los hay aquí. Y
los taxistas con los que converso los defienden sin excepción. Aunque no son
muy numerosos quienes salen a la calle. Según una noticia que leo en el
periódico, cinco mil. Y cinco mil policías. Tiene que ser un error. Un gazapo
como los míos.
Los taxistas, por cierto, sacuden la
cabeza con preocupación cuando se dan cuenta de que soy español, y hablan con
pesar sobre la crisis española. Desde el inicio del viaje, en todos los países,
me encuentro con ese pesar, cuando yo creía que me iba a encontrar con un “les
está bien empleado, por prepotentes”.
Ceno con Julio Villanueva Chang. Director
y fundador de la revista Etiqueta Negra,
un modelo de diseño y de cuidado de los textos. Me habla de su manera de
entender las crónicas, no como trabajo aislado del periodista/escritor, sino como
trabajo de equipo, ya desde antes de empezar a escribir. Primero buscan la
orientación, desde qué ángulo contar la historia, descubrir qué es lo que la
hace especial. Y después durante las con frecuencia numerosas correcciones,
continúa el trabajo en equipo. Habla de la revista no como quien presume de
haber logrado una gran obra, sino como un padre orgulloso de la proeza de sus
hijos. Julio es un tipo extraordinariamente simpático, sonriente, amable, y sin
embargo estoy seguro de que es un director firme y testarudo, como lo es quien
tiene claro lo que le importa.
Inevitablemente hablamos de cocina
peruana,y de la ya famosa entrada que hizo Iván Thays en su blog, Vano
oficio, donde criticaba los platos de su tierra, orgullo nacional, lo que le
valió decenas de airados ataques. Ya decía en otro sitio que los ánimos
patrióticos se encienden con cualquier excusa.
En la presentación de mi novela me
acompañan Jerónimo Pimentel y Martín
López de Romaña. Así que, continuando la tradición de leer a autores jóvenes de
los países que visito, empezaré por la poesía del primero y por una novela del segundo.
También leeré Cometa
#3, El primer periódico hecho en cómics de la galaxia. La idea es, cuando
menos, original.
No es verdad que, como dicen, en Lima no
hay horizonte: aunque el gris del mar y el gris del cielo son muy parecidos, si
te fijas bien, ves a lo lejos la línea de separación. Pero sólo si te fijas
bien.
Fotografías de José Ovejero.