martes, 30 de abril de 2013

La "verdadera" revolución de la literatura portátil

Noticias del mundo literario

Fuente: Alanna Cavanagh / Smithsonianmag.com/elpais.com
El iPhone se convirtió en el smartphone más vendido del mundo en parte porque Steve Jobs estaba obsesionado con la ergonomía de la vida diaria, argumenta Clive Thompson en Smithsonian Magazine. Hace 75 años otro innovador, Robert Fair de Graff, fue de la misma opinión/obsesión, por eso inventó el libro de bolsillo que, según Thompson, supuso la verdadera revolución: la literatura portátil no empezó con el libro electrónico sino con los ejemplares de 10 x 15 cm ideados por De Graff. En País, otra innovadora, la librera Marie-Rose Guarnieri ha impulsado un Sant Jordi para reivindicar la labor de las librerías independientes. Empezamos.
ESTADOS UNIDOS
Hubo una época en la que era muy difícil comprar libros en Estados Unidos. En el país solo había unas 500 librerías concentradas en 12 ciudades y los libros costaban 2,50 dólares -unos 40 dólares de hoy-. Robert Fair de Graff revolucionó el mercado editorial en mayo de 1939 con el lanzamiento de los libros de bolsillo gracias al apoyo de Simon & Schuster. Y todo cambió: cualquiera podía permitirse leer y, además, podía hacerlo en cualquier sitio. Los libros costaban 25 céntimos, medían 10 x 15 centímetros y podían encontrarse en supermercados, droguerías y aeropuertos. En dos años se habían vendido 17 millones de ejemplares en rústica. Pero, relata Clive Thompson, el éxito económico fue la condena del libro de bolsillo. "Los conglomerados mediáticos compraron las editoriales especializadas en este tipo de libros y empezaron a subir los precios y a buscar títulos que les reportasen dinero fácil". Ahora hablamos de la revolución de las tabletas y los lectores eletrónicos pero conviene recordar, subraya Thompson, "que la verdadera revolución de la literatura portátil no empezó con los ebooks sino con De Graff, cuyos libros de bolsillo hicieron de la lectura una actividad capaz de viajar a cualquier lugar". (vía Smithsonian magazine)
El escritor James Patterson, autor de títulos como Los puentes de Londres o El cuatro de julio, contrató espacios publicitarios en Publisher's Weekly, The New York Times Book Review y Kirkus para plantear las siguientes preguntas: ¿Quién salvará nuestros libros? ¿Nuestras librerías? ¿Nuestras bibliotecas? Su intención, ha explicado, era "abrir un diálogo" en torno al futuro de los libros porque él considera que, en estos momentos, está estancado y ni los medios ni el gobierno parecen estar interesados en encontrar respuestas. "El gobierno federal ha dado un paso adelante para salvar bancos, a la industria del automóvil, ¿pero dónde están cuando se trata de un asunto tan importante como los libros? ¿Por qué no leemos vehementes editoriales en influyentes revistas o periódicos?". (vía Publisher's Weekly)
El escritor John Le Carré tiene nueva novela, A delicate truth, y para la ocasión la editorial Viking ha presentado este impresionante booktrailer en el que aparece el propio Le Carré:  

(vía Arts Beat)

ARGENTINA
El consultor estadounidense Mike Shatzkin "que vive de imaginar el futuro de la edición" ha visitado la Feria del Libro de Buenos Aires y ha dejado declaraciones como las siguientes:

"[Google, Amazon y Apple] pueden controlar el mercado. Son grandes, tienen escala. Tienen ventajas que la gente en el negocio del libro no tiene. Dentro de diez años va a ser muy difícil mantenerse en el negocio del libro exclusivamente. Los libros van a tener que ser una parte de un negocio más grande. Google con sus búsquedas, Amazon con su sistema de venta de distintos productos y Apple desarrollando la interconectividad para sus medios y dispositivos. Las tres tienen maneras de ganar, más allá de los libros. Va a ser muy difícil competir con ellas".
"La unión de Random House y Penguin es absolutamente siniestra para sus competidores. Los recursos de Random House son espectaculares. Cuenta con la ventaja del tamaño, de la tecnología, los sistemas. Esta fusión es un acontecimiento trascendental: involucra la mitad de los libros que se venden. La mitad. Es una enormidad. Significa que pueden crear outlets con sólo sus libros y para los consumidores estará bien. Es un gran peligro para las demás editoriales. (vía Revista Eñe)
FRANCIA
El pasado sábado las librerías independientes francesas celebraron su Sant Jordi. Un día, escribe Catherine Schwaab en Paris Match, para "defender los comercios donde se ofrece una atención personalizada ante los libros digitales y los supermercados del libro donde no es posible encontrar ni consejos ni opiniones personales". La impulsora de la iniciativa ha sido Marie-Rose Guarnieri, figura destacada del sector editorial francés que buscaba que los franceses se lanzasen "a las barricadas" para defener su red de librerías. (vía Paris Match)
ESPAÑA
El miércoles -por la mañana- podrán leer un avance de Así es como la pierdes, el nuevo libro de relatos del escritor estadounidense Junot Díaz. Y ese mismo miércoles -por la tarde- podrán charlar con Díaz, a a quien ya pueden enviar sus preguntas.
BULGARIA
Los búlgaros leen más que los franceses -y eso que su nivel de vida es menor, apuntan en Radio Bulgaria-. Según un estudio de 2007, en torno al 58% de los búlgaros leen libros. Según otro estudio de 2011, en Bulgaria se editaron un total de 5.000 títulos: 3.500 eran obras de autores nacionales y las 1.500 restantes, traducciones. Y según un estudio del año pasado, las ventas de libros físicos creció un diez por ciento -aproximadamente 12 millones de ejemplares-. ¿Qué leen los búlgaros? Libros relacionados con su profesión, novelas -sobre todo los más mayores- y, cada vez más, títulos de psicología y autoayuda. (vía Radio Bulgaria)

Cercas: "Yo siempre defenderé a Roberto Bolaño"

El escritor español estuvo en la Feria del Libro de Buenos Aires

Javier Cercas recibe en Santiago un doctorado Honoris Causa./latercera.com
Se hizo mundialmente conocido con su tercera novela Soldados de Salamina, donde cuenta la historia de Sánchez Mazas, fundador e ideólogo de la Falange española, que logra sobrevivir a un fusilamiento realizado por el bando republicano.
Es en el comienzo del desenlace de la novela cuando un nuevo personaje aparece. Se trata de Roberto Bolaño, el escritor al que el narrador entrevista y quien lo alienta a terminar su novela y le da todas las pistas para que encuentre por fin a Miralles, un republicano que perdonó la vida de un franquista durante la guerra civil española.
Publicada en 2001, Soldados de Salamina, de Javier Cercas, fue un éxito al que le siguieron en 2005 La velocidad de la luz y en 2009 Anatomía de un instante. Esta última repetiría el éxito de crítica y ventas de Soldados de Salamina. La última novela del español, Las leyes de la frontera, apareció el año pasado.
Ahora, luego de 12 años de haber visitado Latinoamérica por última vez y a 10 años de la muerte del autor de Detectives Salvajes -quien fue su amigo desde el momento de la entrevista para Soldados de Salamina-, Cercas vuelve para estar en la Cátedra Abierta en homenaje a Roberto Bolaño, en su versión bonaerense y santiaguina.
El escritor reflexiona sobre la suerte que corrió la obra del chileno luego de su muerte: “La historia de Bolaño es rara. Por una parte, es muy bonita y, por otra, es fea. Es bonita porque se ha reconocido a Bolaño como un gran escritor, como lo que es. ¡Y lo feo es que se lo reconoció cuando estaba muerto! A mí me hubiese gustado que él hubiese disfrutado en vida de su gloria póstuma. Pero en el fondo da lo mismo, la recompensa de un escritor es escribir grandes libros y él escribió grandes libros”.
Además, intuye un peligro en el fanatismo con el autor de Putas asesinas. “Es que ahora lo idolatran, lo imitan sin parar y se inventan estas leyendas de que si era heroinómano, si era revolucionario. Y me temo que puede ocurrir como con Cortázar, que fue idolatrado hasta extremos extraordinarios y luego los que lo habían idolatrado dicen ahora que Cortázar era un mal escritor. En realidad, dicen eso para distanciarse de cuando ellos eran ‘cortazaritos’. Así que los ‘bolañitos’, cuando dejen de ser ‘bolañitos’, dirán que Bolaño es malo, cuando Bolaño es bueno. Espero que no pase. Pero si pasa, yo lo defenderé como lo he defendido siempre: yo soy un bolañista”.
Javier Cercas estará el martes 30 de abril, a las 12.00, en la Facultad de Comunicación y Letras (Vergara 240) de la Universidad Diego Portales como invitado central de una nueva Cátedra Abierta en homenaje a Roberto Bolaño.

Le Clézio:"En la selva del Darién me sentí como en casa"

El francés Jean Marie-Gustave le Clézio, premio Nobel de Literatura, habla de sus tres años en la selva y de sus infuencias en su escritura

María Jimena Duzán pregunta. J. M. G.Le Clézio responde./Guillermo Torres./semana.com


“No sé muy bien cómo es posible, pero así es. Soy un indio. No lo sabía antes de haberencontrado  a los indios en México y en Panamá. Ahora lo sé. No soy quizás un buen indio. No sé cultivar maíz ni tallar una piragua. El peyote, el mezcal, la chicha no tienen efecto sobre mí. Pero para todo lo demás, la manera de caminar, de hablar, de amar, de tener miedo, puedo decir así: cuando encontré esos pueblos nativos, yo, que no creía tener familia fue como si de pronto hubiera conocido miles de hermanas, hermanos, novias y esposas”.
Fragmento del libro Haï, publicado en 1971 de Jean Marie-Gustave Le Clézio, premio Nobel de Literatura.
MARÍA JIMENA DUZÁN: ¿Sigue sintiéndose como un indio?  

JEAN MARIE LE CLÉZIO: Es una frase un poco radical, que escribí hace 40 años. Pero a pesar de que lo sea, no he cambiado de pensamiento. Lo que yo quise decir en esta frase es que lo que encontré entre los emberas fueron personas muy parecidas a mí y que me mostraron que yo afortunadamente no era un caso aislado. Le recuerdo: soy de las islas Mauricios, pero me crié en el sur de Francia. Mi  educación fue totalmente distinta a la francesa. 
De pequeño me inculcaron el autocontrol, el no hablar demasiado, el respeto ante los mayores y nada de eso era norma en el sur de Francia donde son abiertos, hablan demasiado y son tremendamente expresivos. Ante ellos, yo me sentía como un miembro de una tribu desaparecida. Por eso cuando encontré a estos indígenas y los vi tan elegantes, tan controlados en un medio como la selva y que los niños eran educados en un tremendo respeto por los ancianos y que debían cumplir con unas rígidas normas de disciplina que mi padre también nos imponía, me sentí como en casa. Nosotros teníamos que despertarnos a las seis de la mañana, acostarnos a las ocho de la noche, lavar nuestra ropa, hacer la comida, mientras los demás niños iban al cine.  
M. J. D.: ¿Y aprendió a cazar como lo hacen los emberas y guananas?

J. M. L.:
¡Nooo..!. Soy muy alto y en la selva yo era muy torpe porque me pegaba con todas las ramas de los árboles. Sí salía a cazar, pero es que ellos son atletas extraordinarios y pueden correr por la selva tres días seguidos. Cuando se cansan, se acuestan y descansan sin mayor problema. 
M. J. D.: Usted dice en ese mismo libro Haï que esas comunidades le permitieron conocer sus mitos. Para eso tuvo que aprender su lengua además del español que por cierto, lo habla muy bien. 

J. M. L.: Debo decir que yo soy bueno para escuchar. Me fui a la selva del Darién con la intención de estar abierto a todo y de aprender cosas nuevas. Aprendí la lengua básica, pero después encontré que hay una lengua literaria, un poco como sucede con el árabe, que era muy difícil. Poco a poco fui accediendo a sus mitos. 
M. J. D.: ¿Y podía escribir en la selva?

J. M. L.:
No, no podía. El clima lo impide. La humedad moja el papel, los esferos se secan. Intenté con la grabadora, pero hay una variedad de cucarachas chiquiticas que se comen los transistores y grabadoras. Hay hormigas y montones de insectos que son hostiles a la maquinaria moderna. 
M. J. D.: ¿Y cómo hizo para durar casi tres años sin escribir nada?

J. M. L.:
Es que yo llegué a esa selva para eso, para olvidar el mundo literario. 
M. J. D.: ¿Y por qué quería olvidarlo?
J. M. L.: Ah, porque probablemente estaba atravesando una crisis en mi interior y mis opciones en ese instante eran o ir a donde un psiquiatra o hacer algo completamente nuevo. Escogí lo segundo. Me fui a la selva del Darién y no me equivoqué. Encontré a una gente muy receptiva que tiene un gran conocimiento de la mente y de la psicología humana. Es más, entre ellos tienen especialidades en ese campo. Hay una serie de hombres y mujeres que se dedican a sanar problemas interiores. Allí recuperé mi equilibrio entre el mundo interior y el mundo exterior. 
M. J. D.: ¿Ha vuelto a la selva en estos 40 años? Se lo pregunto porque no sé si sabe que la situación de esas comunidades ha cambiado desde entonces, sobre todo en el lado colombiano donde han sido víctimas del conflicto. Primero de la guerrilla, luego del narcotráfico y ahora de las bandas criminales. Muchos han sido desplazados de sus tierras. 

J. M. L.: Sí, eso me contó el escritor Óscar Collazos. Me ha dicho que hay muchos que se están muriendo de desesperación debido a que son tan respetuosos de los demás y del medio ambiente que cualquier desequilibrio los afecta mucho. Ellos eran seminómadas, pero por la amenaza de los narcos y de las bandas armadas han tenido que agruparse en los pueblos. Ellos eran una democracia anarquista y eso lo han ido perdiendo.
M. J. D.: En su hermoso discurso de aceptación del premio Nobel, El bosque de las paradojas, recordó también a estas comunidades indígenas del Darién y en especial a Elvira, una indígena que según usted era una prodigiosa contadora de historias. 

J. M. L.: Sí, me acordé de ella porque me dio confianza en mí mismo. No escribía, pero sin duda era una gran escritora porque tenía una capacidad impresionante de inventar y de mezclar los mitos y la realidad en las historias que contaba. En mi vida ha habido dos mujeres que influyeron muchísimo. Mi abuela que era una contadora nata, a pesar de que tampoco nunca escribió y Elvira la contadora embera que conocí en la selva. 
Después de haberla conocido, empecé a detectar a las mujeres que me inspiraban por su manera de contar historias y así encontré a mi esposa Jenia, que es también heredera de una sociedad nómada porque su familia proviene del Sahara Occidental. Con ella, fui al Sahara y descubrí que el desierto es como la selva. Un terreno hostil donde no hay nada, ni luz eléctrica.
M. J. D.: ¿Cuántas veces ha estado en Colombia?

J. M. L.:
Con esta, es la segunda vez. La primera fue hace 40 años cuando crucé la frontera entre Panamá y Colombia a pie y llegué hasta Bogotá. Monté en lancha, chalupa, camión, bus, lo que fuera. La travesía por la frontera duró cinco días. Lo hicimos muy rápido porque yo iba con los guananas, que iban a toda prisa. Solo nos paró un aguacero impresionante que jamás he vuelto a presenciar. Luego llegamos a Ríosucio, después de pasar varios pantanos. Subimos por el Atrato hasta Turbo. De ahí tomamos un autobús hasta Medellín y luego nos fuimos a Quibdó a comprar plantas. 
M. J. D.: ¿A comprar plantas?

J. M. L.:
Sí, los guananas que iban conmigo necesitaban comprarlas para estudiarlas. Colombia es la universidad de las plantas para los curanderos. Otro de los guananas que viajaba conmigo iba a conocer a su mamá. La encontró e hizo el viaje de regreso a Panamá cargándola.    

M. J. D.: ¿Y cuánto duró el viaje por Colombia?

J. M. L.:
Ese viaje duró algo más de un mes. Y siempre tuve el temor de que me detuvieran, porque cuando pasamos la frontera nadie me pidió papeles porque no había ninguna autoridad. Y me sorprendió el hecho de que para los guananas esa frontera no estuviera dividida porque siempre la llamaban la Gran Colombia. En ese instante, ya se sentía la presencia de narcotraficantes. En una ocasión, hombres armados nos hicieron parar el camión en el que íbamos y le preguntaron al chofer quién era ese gringo alto que viajaba con los guananas. Al final se fueron porque se dieron cuenta de que iban a desperdiciar sus cartuchos si me disparaban. Esa fue la Colombia que conocí hace 40  años, ahora quiero conocer las otras. Quiero ir a Cartagena y conocer a los palabreros wayuu de La Guajira.  
M. J. D.: ¿No ha vuelto a hablar con sus amigos emberas y guananas?

J. M. L.:
No. Luego de este viaje a Colombia volví a Panamá y me quedé un año más, pero caí enfermo con malaria y tuve que irme a París. Todavía siento la malaria en mi cuerpo. Sobre todo cuando estoy en París y voy al invernadero del jardín botánico, me vienen siempre accesos de malaria.

M. J. D.: Y cuando vuelve a Francia retoma la escritura y escribe su experiencia con los emberas y guananas y a esas crónicas les pone el título de Haï. ¿Eso qué significa en lengua embera?  

J. M. L.: Significa 'verdad interior'. Escribí el libro porque un editor me dijo que escribiera sobre el arte en América Latina. Y le dije que de eso yo no sabía, pero sí podía escribir sobre una población que vivía como artistas. 
M. J. D.: ¿Cómo vio Bogotá, después de 40 años?

J. M. L.:
Obviamente muy cambiada. La de hoy es una ciudad diversa muy distinta a la que yo conocí. Estuvimos en el centro y en la plaza del 7 de agosto porque mi mujer siempre quiere ver las verduras y las frutas. Según ella, esa es la mejor manera de conocer un país.  
M. J. D.: ¿Le cambió la vida el haber ganado el premio Nobel?

J. M. L.:
Cambió mi situación económica porque tenía muchas deudas. Yo digo que cambió la sonrisa de mi banquero. Pero fundamentalmente no me cambió mi vida interior. Mi experiencia en la selva de los guananas me enseñó que la realidad interior no se afecta por los eventos exteriores y que uno tiene su propia fuerza.

Díaz: "Cada joven es un objetivo de las corporaciones"

Junot Díaz, el chico terrible de la literatura estadounidense que ha dado voz a los hispanos, premio Pulitzer y escritor por casualidad, repasa con acidez la política y la narrativa del Imperio. Junot Díaz charlará con los lectores mañana 1 a las 18.00

Junot Díaz. /Pascal Perich./elpais.com
Junot Díaz nació en Villa Juana, una barriada pobre de Santo Domingo, el 31 de diciembre de 1968. Tenía nueve años cuando su familia se trasladó a una zona industrial de Nueva Jersey. Su padre, policía durante la dictadura de Rafael Trujillo, había emigrado a Estados Unidos unos años antes, manteniéndose considerablemente alejado de los suyos durante todo aquel tiempo. Díaz descubrió el milagro de los libros por su cuenta. Recorría a pie las cuatro millas que separaban su casa de la biblioteca pública, donde una funcionaria guio sus primeros pasos como lector. A punto de entrar en los Marine, recibió una carta en la que se le comunicaba que había sido admitido en una modesta universidad. Su infancia y adolescencia estuvieron presididas por el signo de la pobreza y las duras condiciones de trabajo que tenían que arrostrar los miembros de su comunidad. Es de eso de lo que escribe. La publicación de su primer libro, Los boys, un volumen de cuentos, señaló la aparición de una voz como jamás se había dado antes en la tradición literaria norteamericana. Tardó 11 años en publicar su siguiente libro, La maravillosa vida breve de Óscar Wao, novela que fue galardonada con el Pulitzer en 2007. Su tercer libro, Así es como la pierdes (Mondadori), se publica en España el 2 de mayo.
 ¿Cómo ha pasado el día?
 Leyendo manuscritos de los finalistas del Premio Pulitzer, que se anunciarán mañana.
¿Ha sido alto el nivel de calidad de este año?
Altísimo, los miembros del jurado estamos de acuerdo en que ha sido un año muy potente.
"Cuando hablo español soy otro. Mi personalidad es más ligera"
No entre quienes ya conocían mi obra, pero el prestigio del premio ha proyectado mi nombre a otra dimensión. Por lo que se refiere a la escritura en sí, sigue siendo tan jodidamente difícil como siempre.
Su lengua materna es el español, pero escribe en inglés. ¿Cuál es su relación con los dos idiomas?
Cuando llegué a este país perdí el español y de adulto dediqué un gran esfuerzo a intentar recuperarlo. La sensación de pérdida es muy aguda y dolorosa. El inglés siempre ha sido una sombra gigantesca que se cernía sobre el español, pero también es cierto lo contrario. La sombra del español se cierne sobre el inglés. Para mí, hablar bien español siempre ha sido una obsesión, pero lo cierto es que mi español es mediocre, cosa que genera en mí un enorme sentimiento de culpa. Por otra parte, cuando hablo español soy otro, mi personalidad es distinta, más ligera.
¿Qué pasaba en la cabeza y el corazón del niño que era cuando llegó a este país?
Me dio la sensación de haber llegado a otro planeta. La expresión choque de civilizaciones cobra pleno sen­tido si se aplica al contraste entre el noreste de Estados Unidos y el Caribe. El recibimiento que se nos dio fue muy hostil. Lo que más recuerdo es el odio. Odiaba tener que ir a la escuela, odiaba salir de casa y encontrarme en América. Todo me daba miedo. Miraba a mi alrededor y me parecía estar en un país de locos, y me decía: ya sé que nosotros llegamos aquí para mejorar nuestras vidas, pero, coño, esto es demasiado.
Sus historias levantan testimonio del sufrimiento de su comunidad. Me viene a la cabeza la escena de Otra vida, otra vez en la que un trabajador muere aplastado entre los engranajes de una máquina y todo el mundo trata de borrar las huellas del accidente.
Incluso dentro de la comunidad latina a la que pertenezco hay una considerable ignorancia de esas cosas. La generación de mi madre padeció todo aquello. El sufrimiento de esa generación es algo que no se ha explorado nunca. Piense en lo difícil que tuvo que ser para un niño vivir algo que solo ahora como adulto alcanzo a comprender someramente.
¿Cómo era su entorno familiar?
Ultraconservador. Mi padre era policía militar y le parecía bien la dictadura de Trujillo. En mi familia casi todo el mundo tenía algo que ver con el ejército. Mi hermana mayor se casó con un tanquista, mi hermano estuvo en el ejército hasta que el cáncer lo apartó del servicio activo. Mi hermano el pequeño y dos sobrinos son marines y han combatido en Afganistán e Irak. Yo me libré de milagro. Entre los marines que venían a reclutar chicos a mi colegio había uno con el que me entrevisté como cuarenta veces. Me salvó la carta de una universidad en la que me comunicaban que me habían aceptado.
¿Recuerda sus primeras lecturas?
Cuando tenía siete u ocho años cayó en mis manos una serie de biografías de los grandes iconos de la nación norteamericana, gente como Abraham Lincoln o Thomas Edison. Solo había tres mujeres. Lo que me más me impactó de aquellas biografías fue el trasfondo violento del país. Todo remitía a alguna guerra. Había una mitología bélica que lo presidía todo y que a mí me perturbaba profundamente. Luego hubo otro tipo de lecturas que ejercieron una influencia muy profunda en mí, como los primeros libros de Arthur Conan Doyle y las novelas de ciencia ficción de H. G. Wells.

La voz de los hispanos en EE UU

El mérito extraordinario de Junot Díaz (Santo Domingo, 1968) es haber sabido dar voz a un segmento de la sociedad estadounidense que cada vez tiene más peso: los hispanos de Estados Unidos. La concesión del Premio Pulitzer a su primera novela, La maravillosa vida breve de Óscar Wao, ratificaba el reconocimiento a una obra que a pesar de estar escrita en inglés lleva en sí las señas de identidad de una cultura en español que ha cambiado de manera irreversible el rostro de Estados Unidos. En la foto vemos al escritor (a la derecha) con su hermano poco antes de que la familia emigrara siguiendo los pasos de su padre. Así es como la pierdes, colección de cuentos en los que Junot Díaz reafirma su potencia como narrador, es una extraordinaria radiografía del corazón de una comunidad y de las lacras y contradicciones del alma masculina.
Su afición por ciertas formas de la literatura popular, el cine y el cómic son muy importantes en su manera de entender la escritura.
Me encantan los llamados subgéneros, las novelas de terror, de ciencia ficción, el género romántico, aunque lo que más me gusta leer son los libros de historia. Como jurado de los Pulitzer, es esa la categoría en la que soy más combativo. Sobre todo me interesan los recodos más ocultos de la historia y sus manifestaciones más extremas, las situaciones excepcionales. Se da una conexión entre lo que ocurre en esos momentos históricos excepcionales y la importancia de los subgéneros literarios, que exploran los aspectos menos conocidos de una manera que no está al alcance de la literatura realista.
¿Puede profundizar en esa idea?
La llamada literatura realista es muy limitada a la hora de explorar ciertos problemas. En mi opinión, el realismo, como estrategia narrativa, falla miserablemente a la hora de explicar circunstancias como, pongamos por caso, una guerra civil, situación en la que se destruye el tejido cívico de la sociedad. Por la herida que deja abierta una guerra civil se escapan emanaciones fantasmagóricas muy difíciles de atrapar. El realismo no sabe qué hacer con eso. Es incapaz de captar las dimensiones más sutiles de todo un entramado de emociones fugitivas, sentimientos espectrales que se producen en situaciones históricas extremas. Lo mismo ocurre con las novelas de dictadores. Si se escriben en clave realista, no logran atrapar el fondo de terror, lo más problemático de las heridas que abren las dictaduras.
¿Es esa la razón por la que abordó en clave no realista la historia del trujillato en La maravillosa vida breve de Óscar Wao?
Es que de otra manera habría sido imposible. En eso consiste el fallo de La fiesta del Chivo, que por lo demás es una excelente novela. Vargas Llosa fracasa en el intento de llegar al fondo de la historia de un episodio muy importante de la historia de mi país. No consigue capturar en modo alguno los matices más sutiles de lo que significa vivir en una sociedad secuestrada como lo fue aquella.
¿Qué opinión le merece la manera de abordar la dictadura de Trujillo que lleva a cabo Julia Álvarez, escritora latina de origen dominicano que escribe en inglés, igual que usted, en En el tiempo de las mariposas?
Me parece mucho más lograda, en el sentido de que consigue llegar al corazón de un asunto sumamente turbio y misterioso. Julia Álvarez cuenta la historia aterradora del secuestro, violación y asesinato de las hermanas Mirabal, realizando un retrato de las prácticas de Trujillo como depredador sexual en clave de feminismo gótico, lo cual le da una enorme agilidad a su narración. Hacer de mi país una suerte de territorio fantasmagórico, cuyo centro de gravedad es el motivo de las violaciones, la brutalidad de las transgresiones sexuales perpetradas por el dictador. Así revive un tropo muy característico de la literatura gótica escrita por mujeres. Julia Álvarez aborda con suma inteligencia una situación en la que toda una sociedad enloquece febrilmente ante el poder del cuerpo femenino. Llega así mucho más lejos que llevando a cabo una servil narración de los hechos.
¿Cuáles son sus referentes literarios?
En mi caso, quienes mejor me han ayudado a entender el verdadero ser de este país son las escritoras negras. Siempre he pensado que si alguien comprende a un nivel profundo por qué ocurren ciertas cosas son ellas. Les debo lo que soy como escritor. Mi pasado, mi presente y mi futuro lo explica perfectamente alguien como Toni Morrison.
¿Qué opinión le merecen Cormac McCarthy, Thomas Pynchon, Don DeLillo o Philip Roth, todos ellos varones de raza blanca?
Son los mejores escritores vivos de Estados Unidos. Hablar de alguien como Jonathan Franzen, pongamos por caso, no tiene el menor interés, pero hablar de Cormac McCarthy sí. McCarthy ha entendido el verda­dero ser de América como muy pocos. Comprende las terribles raíces apocalípticas que llevan a la locura inenarrable, carismática, escatológica, que subyace a la realidad del país, y que de repente explota en las noticias que nos sorprenden en los periódicos como una bofetada. ¿Y qué quiere que le diga de Philip Roth? Yo soy de Nueva Jersey, y no es posible escribir sobre Nueva Jersey sin tener en cuenta a Philip Roth. Es un narrador formidable, formalmente muy interesante. Cierto que sus personajes femeninos son para darle de bofetadas, pero sus panoramas novelísticos son fascinantes. No, no, no… Cormac McCarthy es muy importante para mí. Philip Roth es muy importante para mí.
Inconmensurable. De hecho, creo que a pesar del reconocimiento de que goza, no se le ha valorado suficientemente. La deuda de la literatura norteamericana para con Don DeLillo es inmensa. Y lo mismo vale para Doctorow.
¿Y qué hacemos con alguien tan difícil e inclasificable como Thomas Pynchon?
Pynchon es lo máximo. Es necesario decir que esa generación hizo los deberes con nota, man. Hay mucho que reconocer y emular en el trabajo de esos tigres. Cuando lees a Pynchon por primera vez es como si te hubiera dado un calambre. No sabes lo que ha pasado, pero luego te das cuenta del milagro. Jamás se me ocurrió pensar que fuera posible escribir una literatura tan delirante que se puede decir que raya en la locura y, sin embargo, al final todo encaja perfectamente.
¿Qué opinión le merece Annie Proulx?
Me encanta Annie. Es tan jodidamente buena que resulta ridículo. Sus novelas son joyas, pero sus cuentos son todavía mejores. Es una de las grandes cuentistas de este país.
¿No cree que se podría escribir la historia de la narrativa norteamericana hablando solo de los cuentistas?
Sin duda, una de las mayores aportaciones de la literatura norteamericana al resto del mundo es la tradición del relato breve. Hay verdadero fervor por este estilo, y no lo digo solo por los creadores. Hay revistas especializadas dedicadas exclusivamente a ello, así como un gran público lector que es devoto del género, siempre lo ha habido.
Aunque usted ha sido muy crítico con él, considera que la llegada de alguien como Obama a la Casa Blanca es un hito en la historia reciente de este país.
Para mí, la elección de Obama es un ejemplo más de la voz de los jóvenes que están hartos de cómo se están llevando las cosas a escala mundial. La misma inquietud que instaló a un negro en la Casa Blanca es la que sacudió en su día la plaza de Tahrir en El Cairo o los indignados de Wall Street.
La elección de Obama es un ejemplo más de la voz de los jóvenes hartos"
Todo eso no es más que el principio de un vasto movimiento que recorre todo el mundo. Es algo subterráneo que está poniendo en relación un montón de fuerzas aparentemente inconexas, a los jóvenes con las fuerzas progresistas díscolas que hay en las maquinarias de los partidos, todo al margen de las estructuras de poder establecido. Estamos atravesando un momento histórico cuyas consecuencias apenas hemos empezado a vislumbrar. La presencia de Obama en la Casa Blanca, con todos los fallos y decepciones de su gestión, no es más que un síntoma. Que Estados Unidos pudiera tener un presidente negro era algo inimaginable hace muy poco tiempo, pero lo más importante es repetir hasta la saciedad que el motor de todos esos cambios es la frustración de las nuevas generaciones, que han comprendido que las cosas no pueden seguir como hasta ahora. Asuntos como el matrimonio gay o la presencia de gais en ciertas instituciones son también síntoma de la misma necesidad de cambio. Y no estamos más que al principio. Creo que la historia nos deparará a todos una sorpresa gigantesca pronto.
Estamos atrapados en los engranajes de la maquinaria aterradora de los servicios de inmigración, que ataca no solo a los sin papeles, sino incluso a los inmigrantes legales. El desencadenante fueron los atentados del 11 de septiembre de 2001. El ataque se convirtió en una especie de referéndum que dio lugar a un pogromo contra los latinos. Es un odio tóxico que no sé muy bien cómo describir, una especie de movimiento xenófobo que se ha extendido por todo el país. Me causa un placer inmenso ver a los republicanos atrapados en una situación de la que no se pueden zafar. La reforma de la ley de inmigración se va a aprobar, vamos a tener algo mucho mejor de lo que hay ahora, y más vale que se den prisa para hacerlo antes de que Hillary Clinton se presente a las próximas elecciones, que según las predicciones va a ganar. Les va a doler más que una estaca clavada en el corazón de un vampiro, pero no tienen otro remedio.
¿Cuál es la raíz de ese miedo?
La resistencia a modificar la estructura del poder político. A fin de conservar su su­premacía, la mejor estrategia es demonizar a un sector concitando el odio de los electores contra él. Y mientras tanto, abandonan por completo a sus bases, al electorado constituido por los blancos pobres, cuyo voto nunca les falla. No mejoran sus condiciones, recortan los programas sociales, pero a cambio les dan una compensación psicológica, haciéndoles creer que son unos privilegiados por no ser negros o hispanos, sino miembros de la raza superior. A sus hijos los mandan a las guerras que tienen por todo el mundo como carne de cañón. Resulta increíble que un nacionalismo supremacista tan extremo funcione, pero es así.
Usted es profesor de escritura creativa en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). ¿Sus estudiantes leen?
No. Están todo el día enganchados a sus maquinitas, pendientes de las redes sociales. MIT es un lugar muy sofisticado. Los estudiantes inventan aplicaciones con la misma facilidad con la que hacemos café.
¿Y no puede ser que hayamos llegado a un punto de la historia de la cultura en la que la lectura ha dejado de ser relevante?
Sinceramente, no lo creo. Todavía tiene que venir alguien capaz de demostrarme que existe un espacio de deliberación y pensamiento mejor que un libro.
Pero usted mismo me acaba de decir que sus estudiantes no leen.
Creo que habría que situar esto en un contexto más amplio. La Universidad como institución ha dejado atrás los valores de la educación para sustituirlos por un modelo de negocios. Mis estudiantes creen que están allí para conseguir un puesto de trabajo.
¿Qué sentido tiene que estudien escritura creativa?
La mayoría de los que se matriculan lo hacen por motivaciones narcisistas. Además que creen que escribir bien es algo que está al alcance de cualquiera, a diferencia de lo que puede ocurrir con oficios que exigen un serio esfuerzo y dedicación como la danza o la música, pongamos por caso. Da la sensación de que se matriculan porque hay una terrible demanda de escritores, como si todo el mundo leyera un promedio de 500 libros al año y no hubiera suficientes títulos para saciar la increíble sed de los lectores, cuando la situación real es la contraria. Nadie lee, pero anda el diablo, hay un maldito reguero de escritores sueltos por ahí. La realidad es que la literatura es una tarta cada vez más pequeña que hay que repartir entre muchos.
¿Por qué es cada vez más pequeña?
Porque las corporaciones invierten miles de millones de dólares para asegurarse de que sea así. En 1983, cuando yo era todavía un adolescente, el Gobierno federal imponía severas restricciones a la publicidad destinada a los jóvenes. Había franjas horarias y medidas precautorias destinadas a proteger a la gente joven. Hoy día son víctimas de un ataque masivo. Cada joven es un objetivo ambulante sobre el que las corporaciones se lanzan despiadadamente a fin de asegurarse que no les queda un solo momento libre. Para cada instante de ocio hay un artilugio de consumo al que son adictos. Los jóvenes son consumidores a quienes no se deja en paz un solo instante. ¿Cómo van a desarrollar la capacidad necesaria para disfrutar el arte con la tranquilidad que exige la contemplación estética cuando los están bombardeando con productos edulcorados de bajísimo valor nutritivo, entretenimiento basura? El problema de Estados Unidos es que el país está enganchado al consumo de bazofia cultural, por la sencilla razón de que es lo que las corporaciones necesitan para seguir ganando dinero de manera incontrolada. Piénselo bien: cada vez que un joven abre un libro es tiempo que pasa sin pulsar botones, sin entrar en Facebook, sin pedir papel higiénico por Amazon. Si a una chica o a un chico les da por leer poesía, se salen de la cadena de producción de dinero y obtención de beneficios. A las corporaciones les resulta insoportable la idea de que nadie le dedique a una novela las 20 o 30 horas que exige su lectura. Las multinacionales han secuestrado la imaginación de los jóvenes y no les van a dejar volver a la lectura. No. Fucking. Way.
¿Cómo ve la situación de la industria editorial?
Hay un tiburón en la bañera que amenaza con devorarlo todo; me refiero a Amazon. Yo escribo muy despacio. Cuando publiqué mi primer libro, en 1996, las cosas no se hacían por Internet. Los manuscritos me llegaban por correo, los revisaba y los devolvía. En 2007, cuando publiqué Óscar Wao, Amazon ya formaba parte del panorama, aunque no era el monstruo insaciable de ahora. Todavía existía Borders, pero aún no había redes sociales. La gente no sabía qué era un tuit. Y ahora publico Así es como la pierdes y todo es a través de las redes sociales. Barnes and Noble está en sus últimos estertores, Amazon es una bestia negra de dimensiones incalculables y todo el mundo lee en Internet. No quiero pensar en cómo serán las cosas cuando publique mi próximo libro. Y no es todo: con cada cambio de modelo tecnológico, la cosa empeora para el autor. Cada avance parece tener como objetivo perjudicar al creador. Scott Turow publicó un editorial en The New York Times denunciando la situación: los escritores ganan cada vez menos pese a que los beneficios que generan son cada vez mayores.

Junot Díaz charlará con los lectores el próximo día 1 de mayo a las 18.00. El día 4 participa en el Festival Primera Persona del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).

Falcones dice que sus lectores le escupirían si sus finales no fueran felices

El novelista barcelonés vuelve a vender miles de ejemplares de su nueva obra, La reina descalza

El escritor Ildefonso Falcones, en una foto de archivo./Carles Castro./lavanguardia.com
El escritor Ildefonso Falcones cree que las novelas merecen finales felices y las suyas los tienen porque, bromea, "no podría pedir a los lectores que lean 750 páginas y que el libro termine mal", ya que le "escupirían" por la calle.
Así lo ha expuesto el novelista barcelonés en una entrevista con Marta Robles en el programa Entre comillas de Efe Radio, en la que se distancia de otros escritores que en sus obras "matan al personaje o te lo dejan tieso", porque, a su juicio, los lectores prefieren "suspirar y sentirse satisfechos" al acabar el libro.
"Hay muchos finales felices diferentes, pero hay que elegir", afirma el autor superventas, que tras las exitosas novelas La catedral del mar y La mano de Fátima vuelve a liderar las listas de libros de ficción más vendidos en España con La reina descalza.
Para esta obra estuvo documentándose "tres años y pico", porque, subraya, la novela histórica exige garantizar todos los detalles, desde las formas de viajar hasta las comidas que se describan.
Que lo contado sea lo más próximo a lo real es "un derecho del lector", dice Falcones.
El escritor, que continúa ejerciendo como abogado pero ya solo a tiempo parcial, "con más tranquilidad", ahora con socios en el bufete, confiesa que la escritura para él siempre fue "la forma de exteriorizar las inquietudes que uno lleva dentro".
Y que es feliz, pero no únicamente por el éxito de sus novelas, ya que "podría soportar" los fracasos, que "también enseñan", sino por el "equilibrio sentimental y familiar" desde hace muchos años con su mujer y sus cuatro hijos, afirma.
Falcones añade que la "tremenda" crisis económica "se nota desgraciadamente" en la literatura "como en cualquier ámbito de la vida".
Eligió como protagonistas para La reina descalza a una gitana andaluza y a una exesclava cubana porque la "sensualidad" femenina era la mejor manera de aproximarse a la música en el siglo XVIII y a "comunidades injustamente tratadas" durante el despotismo ilustrado, los temas que quería tratar.

lunes, 29 de abril de 2013

González: "La mitad de los jóvenes no comprenden lo que leen"

filbo 2013

Según Enrique González, en Colombia leemos poco y lo que es peor la mitad de los jóvenes no comprenden lo que leen. La encuesta que está por salir muestra que está decayendo el promedio. La gente no lee por desinterés, dirá la encuesta

La mesa de Hora 20, se debatió sobre la lectura, en el marco de Filbo 2013./caracarolradio.com.co
Daniel Cassany, Miguel Ángel Manrique, Enrique González y Javier Sanclemente Arciniegas, los panelistas para el debate de este pasado Viernes Hora 20, bajo la dirección de Diana Calderón.
Muchos temas para la mesa de Hora 20 de Caracol este viernes alrededor de la feria del libro 2013.
Daniel Cassany estuvo en los años 98 en la feria. Esta vez la ha visto más crecida, con muchas cosas de interés. En su opinión, hoy en la sociedad han surgido otras formas de difusión y estamos en un momento de cambio e incertidumbre. “Es posible que se acabe el papel pero lo que se escribe seguirá siendo lo mismo”.
Para el escritor Miguel Ángel Manrique hoy hay otras maneras de divertirse, que le compiten, como los videojuegos. La obra siempre mantendrá su esencia pese a los cambios. Pero el libro y otros medios de lectura serán compatibles.
Sobre las tendencias literarias dijo que no son claras, es una producción heterogénea y por tanto no es claro para dónde va.
Según Enrique González, en Colombia leemos poco y lo que es peor la mitad de los jóvenes no comprenden lo que leen. La encuesta que está por salir muestra que está decayendo el promedio. La gente no lee por desinterés, dirá la encuesta.
Advirtió que las ferias del libro nunca desaparecerán, ni siquiera cuando sea más fuerte el mundo digital de la lectura. Pero también destacó que hoy hay una generación de escritores reconocida mundialmente, con traducciones en varios idiomas.
Habló de una transformación de la industria industrial, la impresa se vende como opción importante, pero hay que prepararse para la llegada de la digital.
En los años venideros, en un futuro, los libros se harán a cuatro manos como los gurús lo han advertido desde hace algunos años, es la opinión de González.
Destacó el florecimiento de las editoriales pequeñas que están haciendo una propuesta distinta, que tratan mejor al lector, que en un futuro serán grandes editoriales.
Javier Sanclemente Arciniegas se refirió al trabajo del Inci de la mano del Ministerio en enseñar a los niños a leer en el sistema braille.

Queremos tanto a Bolaño

En el décimo aniversario de su muerte, El hijo de Mister Playa, una semblanza a cargo de la periodista Mónica Maristain, reúne las voces de quienes conocieron, quieren y extrañan al creador de Los detectives salvajes

CALEIDOSCOPIO SALVAJE. Roberto Bolaño, multiplicado en otra de las imagenes de la muestra que se lleva a cabo en Barcelona, España. (CCCB)
FOTO CARNET. El escritor chileno, homenajeado en Archivo Bolaño, la muestra del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. (CCCB)
(NO) BIOGRAFA. Mónica Maristain, la periodista que escribió la semblanza de Bolaño. /Revista Ñ
Saber que antes de salir para el hospital donde moriría tuvo tiempo de escuchar Lucha de gigantes, de Nacha Pop. Que a las 2 de la mañana se levantó para prepararse un arroz –un plato que se ufanaba de cocinar de 1000 maneras  distintas-, que no quiso ambulancias, que en una autopista vacía, con viento en contra, hizo su último viaje entre Blanes y Barcelona, que contó chiste malos en la guardia, que recién se desprendió de sus anteojos –“y se transformó en un moribundo”- cuando lo pasaron de la sala de urgencias a la Unidad de Sangrantes, que en los últimos días –contra el mito que lo pinta trabajando hasta el final- ya casi no prendía la computadora, que estaba segundo en la lista de espera del trasplante que no recibió. Saber todo esto no cambia ni una coma de la obra de Roberto Bolaño, pero no deja de ser un relato conmovedor.  En el capítulo 15, contado por quien fuera su última mujer, Carmen Pérez de Vega, está el fermento de El Hijo de Mister Playa, las enzimas que hacen crecer el texto de la periodista argentina Mónica Moristain, que suplen también algunas carencias –la infancia de Bolaño en el Chile “helado y sin árboles de los ´50”, por ejemplo, se resuelve en menos de tres páginas.
El libro, definido como una semblanza y editado por Almadia, se consigue en México desde noviembre y aún no tiene fecha de salida en la Argentina (Maristain, en diálogo con Ñ digital sólo arriesga un “pronto”). Su publicación coincide con los 60 años del  nacimiento del autor de 2666 (el 28 de abril) y los 10 años de su muerte (el 15 de julio). Y con varios homenajes que se están realizando por estos días como el congreso Estrella Distante en Chile (del 15 al 17 de julio), el Archivo Bolaño en Barcelona (hasta el 30 de junio) o el estreno en Sundance de El Futuro, un filme basado en Una novelita lumpen.
GUIÑOS
“Llegamos al hospital a eso de las cuatro y media de la mañana. Aparcamos, subimos una cuesta que hay hacia la entrada de Urgencias y de pronto lo miré: se mostraba tranquilo, digno y elegante. De repente me tomó la mano y me preguntó: ¿Cómo estás?”, le cuenta Pérez de Vega a Maristain en la Rambla de Barcelona mientras un chico les roba sus teléfonos celulares de la mesa. “Son guiños de Roberto”.
Si bien la periodista no conoció a Bolaño,  tuvo una fluida relación por mail, y fue quien le hizo la famosa última entrevista, publicada en la revista Playboy México, el mes en el que murió. Fragmentos de esta extensa conversación, frívola y encantadora,  aparecen en El hijo de Mister Playa, además de algunos breves correos electrónicos en los que Bolaño le recomienda no beber, no fumar y dedicar su ocio a Bach y a Vivaldi, a Leopardi y a Döblin. ¿Por qué una semblanza y no una biografía? Contesta Maristain desde el DF, sincera: “No tengo las capacidades, el tiempo y la paciencia para elaborar una biografía. Carezco del talento”.
En El hijo de Mister Playa aparece muy poco la voz de la autora. Los testimonios –buena parte se recolectaron durante la grabación de los documentales La Batalla Futura I y La Batalla Futura II donde participó como entrevistadora- se suceden uno debajo de otro. La ausencia más notoria es la de Carolina López (“una mujer sumamente reservada”), madre de los dos hijos de Bolaño, Lautaro y Alexandra, y su heredera legal. Tampoco están su hermana María Salomé ni varios amigos escritores, como Juan Villoro, que afirman haberse cansado un poco de escucharse hablar de él. Sí participan muchos amigos de sus etapas mexicana y española, Rodrigo Fresán, Ignacio Echeverría, Bruno Montané, su primer editor Juan Pascoe y el último, Jorge Herralde y Carmen Boullosa, que lo recuerda como un poeta joven,  curioso, compuestito,  “el único que tenía la ropa planchada”.
¿Por qué nunca volvió a México?, ¿sabía que iba a morirse?, ¿cómo conviven los que lo conocieron con el Bolaño póstumo? Son algunas de las preguntas que van desentrañando los entrevistados. “Me parece que la posteridad de Roberto es un ente autónomo que puede ser muy crápula, se lo puede engullir todo”, reconoce en un momento Pérez de Vega. Algo parecido dice Boullosa: “Si Bola­ño hubiera conseguido su hígado, seguiría entre nosotros escribiendo libros maravillosos. A lo mejor el aplauso que recibiría no sería tan fuerte como el que suena ahora, cuando en el medio hay un cadáver, un sacrificio. Eso no me gusta”.
¿Te preocupa que el libro pueda seguir alimentando esa cultura "de comedores de cadáveres"  de la que habla Carmen Boullosa?
Maristain: Me preocupan mis seres queridos, la salud, el paso del tiempo...no poder leer todos los libros pendientes...o sea: no. Este libro, como mis 12 libros anteriores, nació del azar que propicia el oficio, no fue planeado.

Capicúa entre la vida y la muerte

Poesía de la A a la Z

Hoy se cumplen 80 años de la muerte del poeta Kavafis y 150 de su nacimiento en Alejandría

El poeta griego Konstandinos Kavafis./elpais.com
Para cabalistas y especuladores de la numerología, mucha tela donde cortar a la luz de varias fechas redondas. Konstandinos Kavafis nació el 29 de abril de 1863 en Alejandría y murió 70 años después, en 1933, el mismo día y en la misma ciudad. Para cerrar (o abrir) el círculo, y yendo al origen etimológico de capicúa, Kavafis la cuadró a la perfección, esa misma que le obsesionaba en la escritura.
A finales de 2012 y con las miras puestas en este aniversario, el Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas publicó una nueva antología bilingüe de Kavafis con un jugoso estudio preliminar de Ilinskaia y las traducciones de Alfonso Silván Rodríguez (Almorox, Toledo, 1948), que ya en 1991 publicara la monumental Obra poética completa del alejandrino (Ediciones La Palma, Madrid) hoy ya un codiciado ejemplar de bibliófilo a pesar de que solo han pasado 15 años. Silván puntualiza: “En cuanto a la responsabilidad contraída por mí en las ediciones, son dos casos muy distintos. Yo asumí enteramente la responsabilidad en la primera. La gestación de la Antología bilingüe es diferente. Se parte de un proyecto conjunto de varias universidades europeas: Ioánnina, Berlín, Nápoles y Granada, para la creación de una Biblioteca de Autores Clásicos Neogriegos”.
A la hora de elegir un poema de Kavafis, el traductor no duda: “Yo salvaría dos, si se me permite. Uno porque es de los que mejor sirven para conocer al poeta, y otro porque es de los que más nos ayudan a realizarnos si le escuchamos. El primero es Cesarión. Creo que ahí se deja sorprender Kavafis en lo más íntimo de su alma y de su método como creador”.
Entonces se adentra en la génesis del poema: “Una pequeña mención atrae su atención cuando ya iba a cerrar el libro de Plutarco. Se refiere a Cesarión, el hijo de César y de Cleopatra mandado asesinar en su temprana edad por Octavio para evitar la posible amenaza a su poder. La acción infame motivada por las especulaciones del poder político, que provoca la desaparición en la profundidad de la historia del ser recreado, admirado y deseado, resucitado amorosamente en el presente, proporciona el contraste que realza el firme donde se asienta el ethos poético de Kavafis”.
El otro poema que motiva a Silván es Ítaca: “Es muy conocido y no voy a extenderme, pues seguro que cuantos lo conocen tienen una percepción muy clara de su mensaje. Otras son las riquezas de la apariencia. Ítaca es lo que es por lo que ha provocado en nosotros. El viaje hermoso, el goce sensible, el conocimiento de lo concreto en su multiplicidad de facetas, de su esencia, despidiendo el engaño. Al final el poema, con todo su dinamismo interno, se contempla verdadero como una escultura clásica griega al aire libre, que necesariamente viene del mar”.
Aquí entra en liza Odiseo: “Quisiera añadir que el tema de la búsqueda del conocimiento asociado nítidamente al mito de Odiseo no procede exactamente de la tradición puramente griega del regreso tal como se refleja a partir de la Odisea, sino de Dante, en el que Ulises continúa su viaje a lo desconocido, algo que estudió Kavafis. Acaba de aparecer el excelente estudio de W. B. Stanford El tema de Ulises [Dykinson, Madrid, 2013]. Ítaca ofrece una curiosa solución optimista, gozosa, contrariamente a la variante peligrosa del conocimiento en la línea del poeta toscano, que termina siendo esencial en este poema, y muy saludable en el universo kavafiano; un tipo de solución que la lucidez, en él siempre presente, normalmente no suele permitirse”.
Kavafis ha superado las modas, incluso la muy rentable vulgarización de icono de literatura gay. ¿Es más interesante el Kavafis político, observador desencantado de su tiempo? Desde el estudio científico, Silván puntualiza: “Él nunca olvidó la elegancia y la dignidad a la hora de evidenciar su homosexualidad, que pueden ser elementos conservadores o integrados, pero son los suyos. Y desde luego jamás hubiera respaldado coartada alguna, ni la hubiera utilizado como recurso de promoción identitario más o menos velado en ciertos círculos, como no lo hace tampoco en el aspecto político, que también a mí me interesa más y donde se muestra muy exigente. Al Kavafis político lo considero menos manipulable y más interesante, porque en ese nivel a fin de cuentas se dirime todo”.
Para cerrar —o abrir— el círculo, como apunta la estudiosa Sonia Ilinskaia, el poema de Kavafis La ciudad (su Alejandría) se yergue como una gigantesca metáfora de universalidad y vigencia.

La ciudad

Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí".

Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.

Ítaca



Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
C. P. Cavafis. Antología poética.
Alianza Editorial, Madrid 1999.

El paladar negro

Si hay alguien que encarna todas las versiones posibles en la cima del boom gourmet, ése es Anthony Bourdain: enfant terrible que denunció las miserias de la cocina, bestseller editorial, celebridad televisiva, consumado catador de delicias exóticas, devoto de la comida verdadera que se cocina en las calles y en las casas, polémico enemigo de vegetarianos y militantes, execrado por la crítica establecida. Sus libros, programas y entrevistas lo muestran como una cruza de Indiana Jones culinario y viejo punk rescatado. Su nueva serie y su nuevo libro, sin embargo, lo revelan bajo otra luz: ya padre, más comprensivo, y menos beligerante. Sin embargo, lo amable no le quita el filo. Por eso, Radar repasa su fenómeno, lo muestra como es y, de paso, desempolva los viejos thrillers de cocina que escribió cuando era un aprendiz

Anthony Bourdain, el chef enfant terrible de la cocina televisiva./pagina12.com.ar
En los últimos dos años pareció que el über chico-malo de las celebridades gastronómicas Anthony Bourdain se estaba volviendo más comprensivo, tolerante, hasta amable, inclusive que las crónicas publicadas en su último libro Medium Raw –editado el año pasado acá como En crudo: la cara oculta de la gastronomía (Del Nuevo Extremo)– no parecían escritas por el mismo tipo que diez años antes sacudió el ambiente con su furibundo Kitchen Confidential (Confesiones de un chef), el libro que escarbó en la mugre de las cocinas profesionales y con el que saltó a la fama instantáneamente. ¿Se ablandó el hueso duro?

No necesariamente, pero diez años como celebrity chef y estrella televisiva que estuvo de viaje en viaje accediendo a una visión privilegiada de la comida en el mundo pueden hacerle cambiar bastante las perspectivas sobre uno mismo y quienes lo rodean a cualquiera. La prueba de que a pesar de todo sigue siendo más o menos el mismo la ofrece desde este mismo fin de semana su nuevo programa, Anthony Bourdain: Parts Unknown (“Partes desconocidas”), que acaba de estrenarse en CNN internacional y en CNN en español, y que ostenta cierta nueva potencia hi-tech en su calidad de imagen digital pero sigue buscando en esencia lo mismo que buscó durante nueve temporadas con su programa previo, Sin reservas (No Reservations, que aún puede verse por TLC): los mejores, más auténticos, más ricos platos del mundo. O mejor dicho, la mejor comida que –como ya forma parte fundamental de su filosofía– no siempre se come exactamente “en un plato”, sino en bandejas de plástico, o parado frente a un carrito en la calle. Comida de verdad, dice Bourdain.

MEDIO HECHO


Así, medio hechos, es como cualquiera se imagina que salen después de unos años de abundante trabajo televisivo y de convertir sus nombres en marcas gastronómicas los cocineros estrella, que están por todos lados, llenan señales enteras del cable, y abonan la “gourmetización” absoluta de todo, hasta del viejo carrito de panchos. Ya no tienen que fatigar su puesto junto a las hornallas doce horas al día soportando altas temperaturas, lidiando con los proveedores (y con clientes hinchapelotas), sacando a veces cien cenas en unas pocas horas. Bourdain se las ingenió para convertir todo eso en un escenario de punk rock con su primer libro de memorias, que cosechó enojos, pero también guiños de complicidad de muchos cocineros de todo el mundo, incluyendo algunos de las generaciones previas. “Todavía pasa, varias veces al año –dice Bourdain–, que recibo a altas horas de la noche el llamado de un grupo de cocineros borrachos que me dicen: chabón, ¡vos escribiste mi vida tal cual!” A su vez, el chef ejecutivo de la Brasserie Les Halles de Nueva York se sigue declarando sorprendido por haber podido salir y charlar y cenar con los que fueron algunos de los héroes de su juventud, desde que ingresó al Instituto Culinario de Norteamérica, la escuela –de tradición francesa– más importante de su país.

A pesar de que ya no consume –en sus libros dio cuenta de su pasado de heroinómano, de su disfrute y reviente y también de cómo tocó fondo y luego se rescató– todavía hoy en las firmas de libros cada tanto le deslizan un sobre de merca, subrepticiamente. Así que hoy, cuando le dicen eso de que en una de ésas sí se ablandó un poco, que ya no es el bocón provocativo que se burla de los celebrities chefs, que llama a los veganos los Pol Pot de la comida, el heroinómano recuperado que recuerda con afecto sus días de sexo y droga y rock duro, el que hizo de Kitchen Confidential un best seller, y que en En crudo se muestra casi como “un alma sensible y decente”, incluso a riesgo de arruinar su reputación. “Me alegra que se vea así –dijo en una entrevista–, quise escribir un libro más amable. En ciertos lugares se lo recibió como otra publicación jodida porque pongo con nombre y apellido a algunos de los popes de la crítica culinaria, pero la verdad es que soy consciente de que llevo años sin trabajar en una cocina y en especial estoy consciente cada minuto de que desde hace cinco años (ahora, en 2013) soy padre de una niña. Miro hacia atrás y veo a un tipo realmente arrogante, de una arrogancia sostenida en no mucho. Era arrogante porque tenía que serlo: me iba a dormir aterrado todas las noches, no tenía dinero, debía el alquiler y los impuestos de años, no tenía cobertura médica. La arrogancia era lo que me permitía llegar al final de cada día.”

¿Bourdain, el tipo que, entre otras cosas, sobre sí mismo decía hace no tanto que no se arrepentía de no haber tenido hijos porque hubiera sido “un padre de mierda”, el fumador empedernido y orgulloso que ahora no fuma en casa porque hay una menor? Como él mismo revela, a los 50 conoció a Ottavia, una italiana proveniente del ambiente de los restaurantes al igual que él –y a la que dejó aparecer en varias emisiones de Sin reservas–, se enamoró, y algo cambió. En todo caso, la pregunta es si todos estos eventos de su vida personal alteraron su visión sobre la comida y la respuesta es que no. Lo que cambió desde Kitchen Confidential es que el éxito del libro lo llevó a la televisión, que la televisión lo llevó a viajar dos tercios del año durante una década, y que viajar “te cambia la vida”. “Es una experiencia –dice– que te vuelve más humilde. Uno descubre lo insignificante que es y lo poco que importante que es tu pequeño universo para el resto del mundo. Uno aprende cuánto más duramente trabaja la gente en otros lugares del planeta, y lo difíciles que son sus vidas, las cosas terribles que le pueden pasar a la gente más buena, y esas cosas te dejan una impresión. Cuando te ponés en los zapatos de otros por un tiempo, empezás a tener otra perspectiva.”

Lo cual de algún modo fue pronunciando ciertas creencias que el viejo Anthony de Kitchen Confidential ya sostenía, como que la militancia vegetariana es un lujo que sólo es posible en ciertas partes muy privilegiadas del Primer Mundo.

Aunque para algunos críticos norteamericanos En crudo resultó un poco “reiterativo”, el libro fue en general bien recibido. Geoff Nicholson escribió en el San Francisco Chronicle que Bourdain consigue apuntar sus efectivos cuchillos verbales contra sí mismo, describiéndose como un “idiota bocón y egoísta de una sola nota que lleva demasiado tiempo pasándola bien en base a la reputación ganada por un libro irritante y demasiado lleno de testosterona”, un “tipo cínico, enojado, sarcástico que dice cosas malvadas en el programa Top Chef”, y “la descripción misma del hastiado, súper privilegiado experto en comida moderno, el foodie”. También le gustó a Josh Ozersky, de la revista Time, quien en su reseña considera que “no hay nadie más honesto en este medio que Tony Bourdain, y eso hace toda la diferencia entre él y el complejo de los medios especializados en gastronomía que él mismo ayudó a crear. En la actualidad, lo enoja el abuso de la comida y la cocina que hacen las estrellas de la televisión culinaria, los fraudes de esas estrellas y se enoja consigo mismo por ser parte del circo. Todavía está enojado: es de ahí que provienen su elocuencia y su energía, que son su mejor parte”.

En el prólogo del libro ya da cuenta del tiempo transcurrido. “Cambié mucho en estos diez años –confiesa–, y estoy escribiendo sobre lo que me pasó a mí, pero también sobre el enorme cambio que también experimentaron los chefs en esta década. Confesiones de un chef trataba sobre los ’70, ’80 y ’90. El mundo cambió, buena parte de la industria gastronómica cambió. También cambió la situación de los chefs, se les ha dado un valor. Y eso es bueno no solo para nosotros sino para la comida. Cuando yo trabajaba en la cocina todo el día, era más que nada una cuestión de aguantar y atravesar la noche, trabajar apropiadamente como parte de un equipo, ser puntual... Y por entonces te sentías como una estrella de rock. Pero hoy muchos lo son de verdad, y el cliente ya no es el rey. Son los chefs quienes están decidiendo qué es lo que vas a comer vos el año que viene, y eso es bueno, creo, porque nosotros obviamente sabemos sobre comida. Creo que la punta del éxito (de la cultura gourmet) fue la popularización del sushi en Norteamérica: si se puede hacer que un norteamericano coma sushi, y le guste lo suficiente como para volver, significa que el cuadro está cambiando. Hoy es una buena época para ser un chef. Es una profesión noble, que nutre a la gente: Vatel, Careme, Escoffier, que eran estafadores, eran las celebridades gastronómicas de sus épocas. Es bueno que hoy las haya, es bueno porque lleva a la sociedad a pensar un poco más en la comida. Es snob de parte de ciertos críticos esperar que los cocineros envejezcan de pie junto a sus hornallas y se mueran a los 55. Si un chef puede publicar un libro, y tras años detrás del horno se consigue un futuro mejor, me alegro por él.”

En crudo. La cara oculta del mundo de la gastronomía. Anthony Bourdain RBA/Del Nuevo Extremo 336 páginas

Es decir, hoy encuentra menos motivos para lanzarse a escribir un libro con la ira de Kitchen Confidential. Su propia fama lo obligó a volverse un poco más humilde (“porque yo sé lo que es trabajar 16 horas de pie en una cocina infernal y sé que todavía hay mucha gente que lo hace, y si un chef hoy después de tanto esfuerzo tiene la oportunidad dar un salto abriendo tres o cuatro restaurantes y apareciendo en televisión, me alegro por él”) y a conocer y comprender a mucha de esa gente de la que tan agresivamente hablaba doce años atrás. Si en su faceta de punk duro y drogón, amante de bandas como los Ramones, Television, New York Dolls, Richard Hell & The Voidoids, le decía a su equipo que en su cocina no entraba Billy Joel, el propio, meloso cantante de “Piano Man” llamó al restaurante Les Halles mientras Bourdain estaba de viaje, consiguió una reserva, y luego le envió la foto que se sacó con los cocineros... en la cocina. “No podés odiar a un tipo que hace eso, con ese sentido del humor –dijo Bourdain–. Ya no puedo hablar mal de él. Eso sí: su música me sigue pareciendo una mierda. ¿’Uptown Girl’? ¡Por el amor de Dios!” Lo mismo le pasó con algunos de los chefs televisivos a los que les dio duro y parejo los últimos años. Rachael Ray es una de las estrellas de la cocina doméstica a las que fustigó por largo tiempo; sin embargo, la mujer no se dejó ofender y le mandó una canasta de frutas. “Así que dejé de hablar mal de ella –dice en el libro–. Conmigo la cosa es así de fácil ahora. Lo digo en serio. Si recibo un gesto inesperado de amabilidad, me cuesta mucho ser malvado. Sería ingrato por mi parte. Grosero. Ser desagradable con alguien que me ha mandado un regalo de frutas no encaja con mi secreta condición de caballero, según mi concepto, un tanto distorsionado, de tal cualidad. Rachael en eso fue muy astuta.”

Pero el libro no se compone únicamente de este tipo de reconciliaciones parciales: entre otros enemigos, se carga una selecta cena del James Beard Houlose, “que es como un club de cena para un grupo de viejos golfistas, unos idiotas semiseniles, gagás e irrelevantes”. Tras la publicación, los miembros del James Beard se enojaron, insultaron a Bourdain de arriba abajo, y llamaron a sus amigos críticos gastronómicos para que lo siguieran insultando. También se mete con el complejo industrial de la carne en EE.UU. (tema que su amigo Eric Schlosser investigó a fondo en su libro Fast Food Nation). Sin embargo, su enfrentamiento más sonado fue el que tuvo con Paula Deen, súper celebridad de la cocina televisiva a quien Bourdain vilipendia en su libro y, mientras promocionaba En crudo, puso a la cabeza del Eje del Mal gastro-catódico, describiéndola –en su estilo habitualmente petardista– como “la persona más peligrosa en Norteamérica, alguien que se deleita con sus conexiones non sanctas con corporaciones diabólicas y se enorgullece del hecho de que su comida es pésima para vos. Si yo estuviera en el aire a la ocho de la noche y fuera amado por millones de personas de todas las edades, lo pensaría dos veces antes de decirle a una nación ya obesa que está bien comer la comida que nos está matando. Además, su comida es un asco”. Estas declaraciones le ganaron una respuesta encendida de Deen, que lo trató de snob, argumentando algo así como que lo que ella defiende es una comida popular, erigiéndose a sí misma en una suerte de “defensora del pueblo” (el que no puede pagar una cena en restaurantes caros como el Les Halles) contra la aristocracia culinaria, y una dura columna de opinión en el The New York Times, escrita por el periodista Frank Bruni, titulada “Un desagradable elitismo culinario” y que a Bourdain –a quien Bruni llama “chef de medio tiempo y celebridad full-time”– realmente le dolió. “Yo estaba de viaje –recordó Bourdain en una entrevista–, y el rebote era interminable, los comentarios no paraban de llegar: que te cague encima al mismo tiempo el Times y Fox News puede realmente asustarte. Dije lo que dije, y la verdad que la esencia de lo que digo la sostengo: mis viajes por el mundo no hicieron otra cosa que reforzar mi visión, y no me digan que esas cosas sumergidas en manteca frita que defiende Deen son parte de la cultura obrera, el alimento de los pobres y los laburantes. Los laburantes pobres del resto del mundo hacen una comida deliciosa. La gente que tiene poco acceso a ingredientes costosos son a menudo los más generosos y los que mejor cocinan. Los plantadores de arroz de Vietnam, los granjeros tradicionales franceses, que no tienen ni tiempo ni dinero ni buenos ingredientes, cocinan muy bien y con orgullo. Y además, yo soy la última persona del mundo que va a bregar por cualquier tipo de alimentación o estilo de vida sano; la distinción entre el programa de Deen y el mío es que el mío viene con una advertencia para los padres.”

La respuesta remite a la esencia de la filosofía de Bourdain y a sus programas de viajes y comidas por el mundo, en los cuales desarrolló una afición y una admiración inclaudicable por el sudeste asiático. En Sin reservas Bourdain probó los globos oculares de algún animal marino, y degustó el recto de un cerdo (“una de mis peores experiencias”) pero lo suyo no es la exhibición de excentricidades sino la búsqueda de lo auténticamente local, buscar lo que cada pueblo hace mejor. Y viajando se encontró con que en la comida que cada pueblo hace mejor muchas veces no es la que se encuentra en los restaurantes más elegantes, cool o modernos (aunque fue recibido por Ferràn Adriá en El Bulli y disfrutó la experiencia) sino en los chiringuitos en la calle, en los puestuchos de aspecto menos confiables, en los localcitos de paredes descascaradas. En Norteamérica, cada vez más en (la creciente tendencia de) los food trucks, los camiones para comer al paso de San Francisco, por ejemplo. En Vietnam, su favorito del mundo: un bol de pho (fideos de arroz en un caldo de ternera con tripas, tendones, muslos, a veces fragmentos de corazón, y a menudo cebolla, albahaca, menta, etcétera), comprado en un callejón ruidoso.

Finalmente, Bourdain siempre se hace un lugar para seguir llevándose de frente a los vegetarianos, con argumentos que hacen sistema con sus ataques a la calórica e insalubre fast food norteamericana: “Pasa que mi madre me enseñó a ser un buen invitado, y creo que es de mala educación ir a la casa de alguien y no comer: si vas a lo de la abuela te tomás la sopa que te invita la abuela. La curiosidad es una virtud. Además, la militancia vegetariana es una extravagancia, cara, inaccesible para buena parte del mundo, una falta de respeto y de consideración por otras culturas. Obtener de los vegetales las proteínas que necesitás para sostenerte y reemplazar totalmente la carne es algo que está fuera del alcance de buena parte del mundo. Ni hablar de los grupos como PETA (la asociación “para un tratamiento ético de los animales”): son extremistas y locos y potencialmente peligrosos. Yo voy a comer foie gras el resto de mi vida: sé que ningún buen chef serviría el foie gras que se produce como muestran en los films que exhiben los de PETA. En algún punto tenemos un interés común: PETA no quiere un tratamiento cruel de los animales, y a mí no me gustan los animales tratados con crueldad porque su sabor es mucho menos bueno. Desde el punto de vista humanitario su reclamo es válido: ¿qué clase de psicópata enfermo quiere ver cómo lastiman a un animal? Y desde el punto de vista gastronómico, el hígado de un ganso aterrado y estresado es menos rico. Es como la diferencia entre comerse un pollo de verdad y uno de Kentucky Fried Chicken. O un Chicken McNugget, aunque todavía no está probado que eso sea pollo”.

EL AMERICANO DESASOSEGADO


Su nuevo programa por la CNN, Parts Unknown, toma el relevo de Sin reservas, aparentemente con un presupuesto mayor, y la misma libertad de siempre: un reducido equipo (de amigos) con quienes deciden por su cuenta a dónde quieren viajar y qué es lo que quieren mostrar de cada lugar y narrándolo con el mismo espíritu, reconstruyendo algo de la historia y la situación política del lugar que visitan para dar un panorama más completo sobre dónde se desarrolla cada cultura culinaria. El primer episodio lo lleva de vuelta al Sudeste Asiático, a Myanmar (ex Birmania) mientras está viviendo cierto resurgimiento democrático –que algunos de sus anfitriones locales aceptan aún, tras muchos años de represión, con cierta cautela–. “Para los norteamericanos –dice Bourdain–, el país antes conocido como Birmania ha sido mayormente un lugar que había que evitar. Yo mismo lo he evitado por años, a pesar de mi curiosidad, porque no quería ayudar con el programa a mantenerse en el poder a un gobierno totalitario. Pero las cosas empezaron a cambiar. Todavía hay un régimen militar a cargo, todavía pasan algunas cosas muy feas en lugares del país a los que no dejan llegar a los occidentales. Pero la gente ahora tiene, por primera vez en más de medio siglo, una relativa libertad para decir lo que piensa. Para una sociedad en la que grandes segmentos de los diarios eran trozados por los censores rutinariamente y sin explicación, donde dar una opinión podía ser algo muy peligroso, y donde casi cualquiera con una opinión estuvo preso, es notable ver lo que está pasando. Y lo más notable es, creo, lo abierta que es la gente con nosotros, lo dispuestos que están a hablarnos, la falta de timidez ante nuestras cámaras, cuando hace apenas un poco más de un año, hablar con un equipo televisivo occidental te mandaba a la cárcel.” Así, como un cronista de partes del mundo un poco desconocido para Occidente –y definitivamente un misterio para buena parte de los espectadores norteamericanos–, Bourdain sale en busca de la comida que más sincera, sentidamente elogia. La temporada se completará con episodios que transcurren en Los Angeles, en Colombia, Canadá, Tánger, Libia, Perú y el Congo. La idea, como siempre, es viajar con una mente abierta, lejos de las políticas que presionan para imponer cierta “visión maestra sobre qué tan limpio tiene que estar tu colon. Ser chef –dice Bourdain– significa estar en el negocio del placer. Y creo que los movimientos de la comida cruda, el veganismo y otros, son impedimentos para viajar con la mente abierta y experimentar algo que es tan fundamental para la experiencia humana como alimentarnos unos a otros o compartir la comida”.

Simultáneamente, el cable local estará estrenando un programa que grabó previamente llamado The Layover, y que Bourdain define como una versión acelerada, cafeinada como el Red Bull, “haiku” y mucho más útil –como una guía para turistas con verdadera curiosidad–, de Sin reservas, que grabaron a razón de 24 a 48 horas en cada localidad con una ruta previamente programada. De Nueva York , San Francisco y Miami a Hong Kong y Singapur, pasando por Londres, Roma, Montreal y Amsterdam, estos miniviajes fueron rebautizados Anthony Bourdain: haciendo escala, para su emisión por TLC (Travel & Living Channel) desde el próximo viernes 26 a las 20. Del programa se hicieron dos temporadas y Bourdain dice que no cree que pueda hacer más ahora que ya tiene 55, esposa e hija y demasiados proyectos concurrentes. O se va a terminar matando. Y él no quiere morir en la televisión. Quiere morir, dice, fiel a la idolatría que profesa por la saga basada en el libro de Mario Puzo –y por las películas sobre mafia en general–, “exactamente como Brando en El Padrino: corriendo en el patio con mi nieto, con una cáscara de naranja en la boca. Quiero morir en Italia, convertido en un patriarca que usa el cinturón casi a la altura del pecho, y caerme en medio de los tomates que yo mismo cultivo en el patio, haciendo vino malo”.
“Soy el chico malo de la comida”: así se presenta Anthony Bourdain en su cameo en el episodio “The Food Wife” de Los Simpson, prueba final de su popularidad expansiva. Al lado, la tapa de Get Jiro!, el violento comic de reciente publicación que Bourdain escribió junto a Joel Rose, ambientado en un futuro apocalíptico en el que conseguir una reservación en un restaurante de categoría vale más que el efectivo. Lo protagoniza un chef experto en sushi dispuesto a rebanar (literalmente) las cabezas de quienes no se atengan a la manera correcta de comer el arroz.
Aunque en EE.UU. ya terminó, el programa Anthony Bourdain: Sin reservas todavía puede verse en el cable, los viernes a las 20, con repeticiones los sábados a la 1, 10, 18 y los domingos a las 23, por TCL (Travel & Living Channel). El mismo canal estrena el viernes que viene a las 20 la serie Anthony Bourdain: haciendo escala (The Layover). Y su nuevo programa, Anthony Bourdain: Parts Unknown, empezó a darse este mismo fin de semana en CNN Internacional los domingos a las 22 y en castellano por CNN en Español, los sábados a las 18.