sábado, 25 de junio de 2011

El origen secreto de Nueva York

La épica fundación de la ciudad de los rascacielos resurge en una ambiciosa crónica del periodista e historiador Russell Shorto. Los archivos olvidados de la colonia holandesa del siglo XVII muestran cómo aquella comunidad tolerante y mercantil plantó la semilla del carácter neoyorquino
Manhattan, 1660. de Len Tantillo- foto.fuente:elpais.com

En los libros de historia de Nueva York existe un vacío. Son los primeros cuarenta años de la ciudad. Los que van del asentamiento holandés original, en 1625, a la conquista por los ingleses, en 1664. Entonces se llamaba Nueva Ámsterdam y ocupaba la punta sur de Manhattan, donde se alzan hoy los rascacielos de Wall Street. Su recuerdo no suele ocupar más que un par de líneas en los manuales, aunque aquella comunidad forjó el carácter de la ciudad. Compuesta por "empresarios, exploradores, piratas, prostitutas y pícaros" de toda Europa, fundó la esencia comercial y multiétnica de la urbe. Toda una anomalía en el origen de Estados Unidos, tal y como resurge en el ensayo Manhattan, la historia secreta de Nueva York (Duomo), del historiador Russell Shorto, que rescata un pasado casi ignorado durante tres siglos. Es la crónica de la épica fundación de Nueva York.

Del tiempo anterior a la dominación inglesa se desconocía hasta ahora casi todo. Hace una década, Shorto (Pensilvania, 1959) se puso a seguir la pista. "En el East Village, ante la tumba de Peter Stuyvesant, me di cuenta de que no sabía casi nada de aquel pasado", recuerda Shorto, por teléfono, desde Ámsterdam, donde dirige el Instituto John Adams, que difunde la cultura de EE UU en los Países Bajos. Ni lo sabía él ni los historiadores con los que consultó. Quedaban algunos topónimos (Brooklyn, Harlem, Yonkers, Staten...) y la novela Historia de Nueva York (1809), de Washington Irving, que satirizaba aquel pasado. Pero poco más había. "No se debe a ningún silenciamiento. La historia la escriben los vencedores, y los ingleses solo se fijaron en la suya". Así, la colonia seguía siendo una incógnita.

Hasta que dio con el erudito Charles Gehring, de la Biblioteca del Estado de Nueva York. Él le descubrió un tesoro de archivos inéditos de la colonia: unas 12.000 páginas de cartas, sentencias, escrituras, diarios... Como director del New Netherland Project, Gehring lleva 30 años traduciéndolos. Con esa materia prima, Shorto da cuerpo narrativo a la epopeya del nacimiento de Nueva York, en una ambiciosa crónica fiel a los hechos y escrita con el nervio y el ingenio de un guionista de la HBO. Atenta tanto a los grandes movimientos históricos y culturales como a las hazañas individuales de los primeros manhatanitas. Publicada en 2004, llega ahora a España.

La colonia de Nuevos Países Bajos, capital Nueva Ámsterdam, vivió medio siglo escaso, pero muy convulso. Asentada en el confín del mundo como avanzada comercial de la poderosa Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, sus colonos se rebelaron contra el tiránico gobierno de la empresa, señala Shorto. Fue la batalla judicial de un puñado de empleados por convertirse en ciudadanos de pleno derecho. De entre los archivos, Shorto rescata la inédita historia de su líder, Adriaen van der Donck, un joven abogado que quería un gobierno representativo para la colonia. Estaba convencido de que un día aquel enclave superaría a la metrópoli, Holanda, la potencia mercantil mundial. Así que cruzó el Atlántico y presentó la demanda ante el Gobierno holandés. Llegó a tocar su sueño americano, pero el estallido de la guerra anglo-holandesa (1652) lo truncó. La estratégica colonia, que a través del río Hudson daba entrada al continente, se convirtió en la presa de dos imperios mundiales.

Shorto da voz al descontento de los colonos ante la draconiana compañía, que los implicó en una desastrosa guerra contra los indígenas. En 1647, la empresa impuso un director general más firme: el adusto militar Peter Stuyvesant. Ante él se alzó Van der Donck, que administraba el latifundio de un comerciante, y se convirtió en su némesis. De película. "Sí", admite Shorto, "de hecho, una productora de cine se ha interesado por el libro". ¿Preferencias? "Russell Crowe sería un buen Stuyvesant, y mi sobrina dice que para Van der Donck ve a Ryan Gosling". Aquel letrado encabezó un consejo local y recopiló las quejas de los colonos. Con ellas "construyó el que acaso es el documento más famoso de la colonia, la Reconvención de los Nuevos Países Bajos, una queja formal de 83 páginas" que presentó ante el Gobierno de La Haya en 1650 y que, "con el tiempo, consolidaría la estructura de la colonia de Manhattan en el derecho holandés y conferiría a la ciudad de Nueva York una forma y un carácter únicos".

La singularidad de Nuevos Países Bajos procedía de la metrópoli. "La colonia era una sociedad multiétnica y comercial porque la República Holandesa lo era y lo incentivaba". Era un Estado de burgueses comerciantes recién liberado del yugo del imperio español, que resplandecía con su Siglo de Oro: potencia hegemónica del comercio mundial y excepción liberal en una Europa de monarquías y fundamentalismos. Allí bullían las revolucionarias ideas de Descartes, Spinoza y Grocio, padre del derecho internacional. Atrajo a inmigrantes de todo el continente. "Era el crisol de culturas de Europa".

Ese espíritu fluyó a Nuevos Países Bajos y de allí hacia el futuro Estados Unidos. "Es lo que hace a Nueva York tan diferente del resto de colonias inglesas, cuya historia es una sola y se remonta al mito de los peregrinos puritanos, con su religión única. La de Nueva York es más compleja; reúne muchas historias de varias procedencias". El descubrimiento de los archivos de la colonia supone un cambio en la forma de enseñar la historia de Estados Unidos, subraya Shorto. "Cuesta renovar algo que está tan arraigado, pero se va modificando poco a poco". Un cambio que, junto a la herencia inglesa, añade la holandesa y revela así la heterogeneidad original del país.

Los registros, además, recuperan muchas pequeñas historias. Como la de Harmen van de Bogaert, cirujano homosexual y pionero explorador del territorio de los mohawk de Albany. Acusado de sodomía, huyó junto a su compañero esclavo y falleció ahogado mientras intentaba cruzar un río helado. Son relatos rescatados del olvido con los que Shorto muestra que Nueva Ámsterdam era una ciudad que oscilaba entre la tiranía y la anarquía. Permitía, por ejemplo, que algunos esclavos negros se establecieran por libre como herreros, granjeros o barberos. "Las colonias inglesas y holandesas representaban los extremos conservadores y liberales del XVII". A ellas -añade- se remontan las dos Américas de hoy, la urbana y la rural, la republicana, unitaria, y la demócrata, formada por muchos grupos. "Es una generalización útil para entender el país".

La batalla de Van der Donck por conseguir un autogobierno era un trabajo hercúleo porque desafiaba a la Compañía, un organismo imbricado en la República. Shorto contextualiza magistralmente aquel momento clave. En una Europa estable tras la paz de Westfalia, La Haya aprobó el proyecto. Convertiría la colonia en ciudad, como centro de un gran territorio de ultramar. Pero justo en 1652, Inglaterra lanzó una guerra comercial contra Holanda. La Haya rechazó probaturas y revocó el plan. Derrotado, el letrado regresó a América y, al parecer, murió en 1655, durante un ataque indio. "Pero, en un giro irónico, serían los ingleses quienes llevarían a cabo su sueño", añade.

Aquel obstinado picapleitos lo había logrado. En 1653, Nueva Ámsterdam consiguió el estatuto de ciudad. Luego los pragmáticos ingleses respetaron cierto autogobierno, el comercio libre y la libertad de culto. "Unos privilegios sin precedentes". Funcionaba, ¿por qué cambiarlo? Y la ciudad despegó. "Estos cimientos sobre los que se construyó Nueva York", concluye Shorto, "teñirían y modelarían el continente y el carácter estadounidenses". Algo de ello vislumbró el propio Van der Donck. En su apasionante y exitosa Descripción de la colonia, escrita para atraer inmigrantes, interpelaba al lector: "Un territorio como Nuevos Países Bajos, ¿no debería, con las iniciativas y la dirección apropiadas, acabar prosperando? Juzgue usted mismo". -

Manhattan, la historia secreta de Nueva York. Russell Shorto. Traducción de Marta Pino Moreno. Duomo. Barcelona, 2011. 518 páginas. 24 euros. www.russellshorto.com.

Manhattan Transfer

Acerca de Manhattan Transfer
John Dos Passos, escritor estadounidense de la llamada Generación Perdida por Gertrude Stein.

John Dos Passos fue uno de los integrantes, junto con Hemingway, Faulkner, Scott Fitzgerald, Steinbeck y otros pocos más, de lo que Gertrude Stein denominó la generación perdida, un conjunto de escritores norteamericanos, de estilo rupturista, que empiezan a publicar en la inmediata postguerra de la Primera Guerra Mundial. Dos Passos publica en 1925 Manhattan Transfer, una de las novelas que más han influido, por su estilo, en la literatura posterior.

El protagonista de Manhattan Transfer es Nueva York, ciudad que aparece en sus páginas como un hormiguero cruel y frustrante, donde imperan el egoísmo y la hipocresía y donde la codicia y el materialismo sofocan los sentimientos altruistas y la pureza de las gentes. En esta novela poderosa y fría, que en todo momento apela a la inteligencia de los lectores —no a su corazón ni a su humor—, hay decenas de personajes pero ninguno de ellos es atractivo, alguien cuyo destino nos merezca envidia o respeto. Los que triunfan son bribones profesionales o cínicos repugnantes y los que fracasan, gentes débiles y acobardadas que se derrotan a sí mismas por su falta de convicción y su pereza antes de que la ciudad los aplaste.

Pero aunque los individuos particulares de Manhattan Transfer sean demasiado desvaídos y rápidos para perdurar en la memoria —ni siquiera los dos más recurrentes y mejor dibujados, Ellen Thatcher y Jimmy Herf, escapan a esta regla— el gran personaje colectivo, en cambio, la ciudad de Nueva York, queda admirablemente retratada a través de las viñetas y secuencias cinematográficas de la novela. Turbulenta, impetuosa, henchida de vida, de olores fuertes, de luz y de violencia, Moloch moderno que se nutre de las existencias que se traga sin dejar rastro de ellas, Nueva York, con su atuendo de cemento armado, sus caravanas de vehículos rechinantes, sus basuras, sus vagabundos, millonarios, coristas y truhanes, se perfila como una moderna Babilonia, fuera del control de los hombres, disparada por su propia dinámica en una carrera imparable hacia lo que, presentimos, sólo puede ser una hecatombe. La fuga de Jimmy Herf, al final, con rumbo desconocido, es como una premonición de la catástrofe que tarde o temprano espera a la que él llama «ciudad de la destrucción».

miércoles, 22 de junio de 2011

Encuentro con Hugo Chaparro Valderrama en la Biblioteca Pública Virgilio Barco

Los 10 años de BibloRed 10 escritores bogotanos harán presencia en las bibliotecas públicas de la Capital

En la celebración de hoy, 22 de junio, a las 5 de la tarde

en la biblioteca pública Virgilio Barco

no se pierda la charla con el escritor y crítico de cine

Hugo Chaparro Valderrama.

Cordialmente,

Cristina Giraldo Prieto

Promotora de lectura y escritura

Franja jóvenes y adultos

Biblioteca Pública Virgilio Barco

Red Capital de Bibliotecas Públicas de Bogotá - BibloRed

Secretaria de Educación del Distrito Capital

Tel. 3158890 Ext.381

domingo, 19 de junio de 2011

El cuento del domingo


Jorge Luis Borges

La casa de Asterión

Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.
Apolodoro: Biblioteca, III,I

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito)1 están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo; aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya veras cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

1. El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que en boca de Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos.

Jorge Luis Borges, el 24 de agosto de 1899, a los ocho meses de gestación, nace en Buenos Aires en casa de Isidoro Acevedo, su abuelo paterno. Es bilingüe desde su infancia y aprenderá a leer en inglés antes que en castellano por influencia de su abuela materna de origen inglés.
Georgie, como es llamado en casa, tenía apenas seis años cuando dijo a su padre que quería ser escritor. A los siete años escribe en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho, La visera fatal, inspirado en un episodio del Quijote; a los nueve traduce del inglés "El príncipe feliz" de Oscar Wilde.
En 1914, y debido a su ceguera casi total, el padre se jubila y decide pasar una temporada con la familia en Europa. Debido a la guerra, se instalan en Ginebra donde Georgie escribirá algunos poemas en francés mientras estudia el bachillerato (1914-1918). Su primera publicación registrada es una reseña de tres libros españoles escrita en francés para ser publicada en un periódico ginebrino. Pronto empezará a publicar poemas y manifiestos en la prensa literaria de España, donde reside desde 1919 hasta 1921, año en que los Borges regresan a Buenos Aires. El joven poeta redescubre su ciudad natal, sobre todo los suburbios del Sur, poblados de compadritos. Empieza a escribir poemas sobre este descubrimiento(1), publicando su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires (1923). Instalado definitivamente en su ciudad natal a partir de 1924, publicará algunas revistas literarias y con dos libros más, Luna de enfrente e Inquisiciones, establecerá ya en 1925 su reputación de jefe de la más joven vanguardia.
En los treinta años siguientes, Georgie se transforma en Borges; es decir: en uno de los más brillantes y más polémicos escritores de nuestra América. Cansado del ultraísmo (escuela experimental de poesía que se desarrolló a partir del cubismo y futurismo) que él mismo había traído de España, intenta fundar un nuevo tipo de regionalismo, enraizado en una perspectiva metafísica de la realidad. Escribe cuentos y poemas sobre el suburbio porteño, sobre el tango, sobre fatales peleas de cuchillo ("Hombre de la esquina rosada" (2),"El Puñal"(3)). Pronto se cansará también de este ismo y empezará a especular por escrito sobre la narrativa fantástica o mágica, hasta punto de producir durante dos décadas, 1930-1950, algunas de las más extraordinarias ficciones de este siglo (4) (Historia universal de la infamia,1935; Ficciones, 1935-1944; El Aleph, 1949; entre otros).
En 1961 comparte con Samuel Beckett el Premio Formentor otorgado por el Congreso Internacional de Editores, y que será el comienzo de su reputación en todo el mundo occidental. Recibirá luego el título de Commendatore por el gobierno italiano, el de Comandante de la Orden de las Letras y Artes por el gobierno francés, la Insignia de Caballero de la Orden del Imperio Británico y el Premio Cervantes, entre otros numerosísimos premios y títulos.
Una encuesta mundial publicada en 1970 por el Corriere della Sera revela que Borges obtiene allí más votos como candidato al Premio Nobel que Solzhenitsyn, a quien la Academia Sueca distinguirá ese año.
El 27 de Marzo de 1983 publica en el diario La Nación de Buenos Aires el relato "Agosto 25, 1983", en que profetiza su suicidio para esa fecha exacta. Preguntado tiempo más tarde sobre por qué no se había suicidado en la fecha anunciada, contesta lisamente: "Por cobardía". Ese mismo año la Academia sueca otorga el Premio Nobel a William Golding; uno de los académicos denuncia la mediocridad de la elección. Todos siguen preguntándose por qué Borges es sistemáticamente soslayado. El premio a Golding parece dar la razón a los que dudan de que los académicos suecos sepan realmente leer.
Jorge Luis Borges murió en Ginebra el 14 de junio de 1986.

(adaptado del libro Ficcionario de Emir Rodríguez Monegal)

POESIA

Fervor de Buenos Aires (1923)
Luna de enfrente (1925)
Cuaderno San Martín (1929)
Poemas (1923-1943)
El hacedor (1960)
Para las seis cuerdas (1967)
El otro, el mismo (1969)
Elogio de la sombra (1969)

No clasificados

Historia universal de la infamia (1935)
El libro de los seres imaginarios (1968)
Atlas (1985)

EN COLABORACION CON
ADOLFO BIOY CASARES

Seis problemas para don Isidro Parodi (1942)
Un modelo para la muerte (1946)
Dos fantasías memorables (1946)
Los orilleros (1955). Guión cinematográfico.
El paraíso de los creyentes (1955). Guión cinematográfico.
Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977).

CON OTROS AUTORES

Antiguas literaturas germánicas (México, 1951)
El "Martín Fierro"(1953)
Leopoldo Lugones (1955)
La hermana Eloísa (1955)
Manual de zoología fantástica (México, 1957)
Antología de la literatura fantástica (1940)
Obras escogidas (1948)
Obras completas (1953)
Nueva antología personal (1968)
Obras completas (1972)
Prólogos (1975)
Obras completas en colaboración (1979)
Textos cautivos (1986), textos publicados en la revista El hogar
Borges en revista multicolor (1995): notas, traducciones y reseñas bibliográficas en el diario Crítica.

El oro de los tigres (1972)
La rosa profunda (1975)
Obra poética (1923-1976)
La moneda de hierro (1976)
Historia de la noche (1976)
La cifra (1981)
Los conjurados (1985)

ENSAYOS

Inquisiciones (1925)
El tamaño de mi esperanza (1926)
El idioma de los argentinos (1928)
Evaristo Carriego (1930)
Discusión (1932)
Historia de la eternidad (1936)
Aspectos de la poesía gauchesca (1950)
Otras inquisiciones (1952)
El congreso (1971)
Libro de sueños (1976)

CUENTOS

El jardín de senderos que se bifurcan (1941)
Ficciones (1944)
El Aleph (1949)
La muerte y la brújula (1951)
El informe Brodie (1970)
El libro de arena (1975)

foto:archivo.semblanzabiográfica:www.literatura.org/Borges/Borges.html.Wikipedia.texto:ciudadseva.com

jueves, 16 de junio de 2011

El libro:Fabulosa máquina

Ahora que se ha vuelto un lugar común profetizar la muerte cercana del libro y pontificar sobre los milagros de la era digital, vale la pena escuchar la voz de un bibliófilo experto, con un ojo apuntando hacia la historia y otro hacia el futuro de esta fabulosa máquina
El libro:Una maquina fabulosa.foto.fuente:elmalpensante.com

Robert Darnton es un hombre de contrastes. Cuando se le ve caminar por el campus de Harvard University, casi siempre entre su oficina y alguna de las bibliotecas, parece evidente que es un profesor convencional: un viejo caballero que va siempre de traje y corbata cargando carpetas y archivos. Hay muchos académicos de Harvard que visten así, pero cuando quieren distinguirse aún más usan corbata de lazo, como si toda la mística profesoral y el debido respeto a la Liga de la Hiedra se concentraran en esa prenda. Eso les da autoridad, es cierto, pero también (para ser honestos) un aire monótono con aroma a naftalina. En cambio, el brillante, acucioso y prolífico historiador del libro vive en planos dinámicos y extremos que se retroalimentan alejándolo de lo convencional. Mientras en el pasado busca pistas y amarra cabos para entender cómo se ha desarrollado el libro y la cultura libresca, en el presente tiene que vérselas con el desafío de mantener vivo y en buena forma el gigantesco sistema de bibliotecas de Harvard, compuesto por más de 60 bibliotecas y más de 16 millones de volúmenes que, de acuerdo con la propaganda harvardiana, puestos uno tras otro equivalen a más de treinta kilómetros. Y la distancia crece minuto a minuto. Sin embargo es por el futuro que Darnton muestra una preocupación inusual.

–¡Por fin lo lograste! –exclama cuando sale a mi encuentro en la escalera de la vieja casa donde está la oficina del director de la Biblioteca de Harvard, junto a uno de los arcos del yard que da hacia Massachusetts Avenue. Su expresión es inesperadamente cálida considerando el estándar de Nueva Inglaterra.

–Google Maps me hizo perder a propósito para que llegara tarde –respondo sobreponiéndome a diez minutos de retraso.

Era cierto que al buscar la dirección de la oficina, Google Maps me había enviado al extremo opuesto del campus, al lado del gimnasio Hemenway.

–No es ése justamente el lugar más intelectual de esta universidad –añadió con cuidada dicción.

La oficina de Darnton es más pequeña y menos tecno de lo que cabría imaginar. Tampoco está desbordada de libros, como se supone en un caso como el suyo. Pero sí, hay muchos libros. Llaman la atención los volúmenes empastados de mediano formato colocados en la pared del fondo. Se ve que han pasado por muchas manos a través de varios siglos. "Es mi colección de libros franceses del siglo XVIII", dice alcanzando un tomo. Luego me pone en las manos una octavilla de trescientos años. Temo que se desintegre al tacto, pero el papel es grueso, fibroso, firme. Los libros de la oficina de Darnton no tienen el aire muerto de los libros en una biblioteca. Están a su manera vivos y esa vivacidad se debe a que siguen transmitiendo un significado, pese a su avanzada edad.

Predeciblemente, nuestra conversación girará en torno a los libros, pero no en un sentido tan predecible. Por ejemplo, en apenas dos meses se han vendido dos millones de iPad, artefacto con el que Macintoch espera competir con otros lectores electrónicos como el Kindle de Amazon. En su doble condición de historiador del libro y director de una de las mayores bibliotecas del mundo, no hay nadie mejor calificado que Darnton para hablar de los desafíos que enfrenta el libro hoy, cuando ya no debe vérselas solo con la radio y la televisión, sino con aparatos que buscan imponer una nueva forma de leer.

Hace pocos días usted confesó que ya no lee tantos libros como antes porque debe responder toneladas de correo electrónico. En una cultura cada vez más inclinada a lo digital eso no es extraño. Sin embargo, también dijo que para una lectura de placer prefiere la página impresa. ¿Podría profundizar en esa idea? Quiero decir, la lectura como placer y los libros como objetos de placer.

Mi respuesta me expone al peligro de sonar muy anticuado. Y quiero evitar ese riesgo asegurando que como director de la Harvard University Library estoy comprometido con todas las iniciativas digitales de las formas más variadas. De hecho, acabo de crear el Laboratorio de la Biblioteca para ponernos a la cabeza de las diversas técnicas y sacar el mejor provecho de las tecnologías modernas. De modo que soy un entusiasta de los medios electrónicos de información. Dicho esto, debo confesar que también soy un amante de los libros antiguos. Mira a tu alrededor... Tengo mi propia colección de libros franceses del siglo XVIII. Me encanta el papel viejo... tócalo. Puedes sentirlo. Se siente diferente. Huele diferente. Cuando lees un libro del siglo XVIII tienes una maravillosa sensación de contacto con el pasado. Así que también padezco de algo que los franceses llaman passeism, una fascinación por el pasado que me vuelve un passéist, alguien fijado en el pasado. Al mismo tiempo trato de ser un futurista, lo que puede sonar como una contradicción extrema, pero es divertido e interesante.

Gran parte de mis investigaciones tiene que ver con el rol del libro como fuerza de cambio en los inicios de la Europa moderna. Para entenderlo hay que estudiar el libro como un objeto físico: en panfletos, en octavillas, en volúmenes. Cada una de estas formas comunica un significado a través del papel, la tipografía, el diseño de la página y también por medio del frontispicio, las notas al pie, los apéndices. Todas esas técnicas que son conocidas como los paratextos. En mi último libro The Devil in the Holy Water or the Art of Slander [El demonio en el agua bendita o el arte de la difamación], un tratado de 700 páginas sobre los libros que atacaban figuras públicas como ministros, funcionarios y sus amantes en la Francia que va de Luis XIV hasta Napoleón, creo demostrar que esos libros eran bestsellers aunque estuviesen prohibidos. Lo que hago es ir a los archivos y leer tanto los libros prohibidos como los expedientes policiales sobre esos libros. No son libros caros; como nunca se consideraron alta literatura, se pueden encontrar en las librerías de viejo a precios módicos. Todo este rodeo es para responder a tu pregunta: encuentro que el contacto físico con libros de un pasado remoto es una verdadera inspiración. Trato de meterme en la mentalidad de las personas que leían esos libros hace trescientos años. No hay una máquina del tiempo que lo permita, pero si pescas las pistas en los mismos libros puedes comenzar a captar la actitud de los lectores. Luego buscas otras fuentes de información en diarios y documentos marginales, para confirmar las hipótesis que puedas tener. De modo que sí, amo los libros como objetos físicos.

No es un cliché comparar esta clase de pasión con el fetichismo.

No sé si sabes que hay un fabricante francés de libros electrónicos que hizo una investigación entre los lectores jóvenes de Francia, y lo primero que encontró es que a la gente le encanta el olor de los libros. Así que inventaron una suerte de banda que le pegas al aparato y desprende un olor a papel viejo mientras lees en la pantalla. Puede sonar ridículo pero es un ejemplo del apego que la gente tiene al códice, una invención contemporánea al nacimiento de Cristo. En lo personal, soy de los que creen que el códice como forma, es decir, como objeto que puedes hojear –pues está hecho de páginas, a diferencia del pergamino que es un libro que desenrollas–, es tan estupenda que ha sobrevivido más de dos mil años sin mayores cambios estructurales. De ahí el placer de leer libros: el sentido de contacto con el pasado y también la conveniencia de las cualidades físicas del códice.

Hay un placer añadido en coleccionar libros. Eso es algo que aún no resuelve el formato electrónico.

Los coleccionistas de libros son una especie muy particular. Aunque puede que en un futuro la gente coleccione mensajes electrónicos y e-books, algo que dudo, creo que esa consideración no constituye un argumento contra los libros, las publicaciones académicas y otras fuentes de información electrónicas. Insisto en la compatibilidad del libro impreso y el libro electrónico. Hay quienes argumentan que estamos en la era de la información y que todo debe ser digital. Eso es falso; no todo es digital ni debe serlo. No toda la información está disponible en línea y, paradójicamente, cada año se publican más libros en papel que el año anterior. Si bien creo que estamos en un período de transición hacia un futuro que será marcadamente digital, en nuestro presente la comunicación sigue definida, en buena medida, por lo impreso. Y pienso que eso es muy bueno, porque cada forma tiene ventajas específicas.

Me gusta mucho una idea que leí en uno de sus libros: las bibliotecas de investigación, es decir, las bibliotecas universitarias, son lugares para preservar el pasado y acumular las energías del futuro. Sin embargo, vivimos en un mundo en que el conocimiento llega cada vez más por vía electrónica mientras se aleja de esos santuarios. ¿Cómo entender el papel de las bibliotecas en el mundo actual?

Me temo que no estoy de acuerdo con que el conocimiento nos llega solo en línea. Quizás no dijiste "solo", pero ése es mi punto. Vivimos en una era de medios mezclados, no solo la mezcla de lo electrónico y lo impreso, sino muchas otras mezclas como la del sonido y la imagen. Por ejemplo, una biblioteca de investigación como la de Harvard gasta millones de dólares en películas, grabaciones y recursos electrónicos. Vivimos en un mundo en el cual la información adopta distintas formas y las bibliotecas deben almacenar esa diversidad de soportes para ofrecer el servicio que tienen pautado. Eso no significa que las librerías vayan a dejar de comprar libros. Más allá de este tema, los formatos de información digital plantean serios problemas de preservación: los textos electrónicos son muy frágiles y su conservación es muy ardua. Un libro es una grandiosa máquina de conservación. Hasta que no resolvamos el problema de la conservación de los textos electrónicos, vamos a tener que imprimir los textos electrónicos importantes para estar seguros de que sobrevivirán. El mundo impreso y el mundo electrónico conviven en el mismo medio ambiente de información y debemos operar en el frente analógico y en el frente digital al mismo tiempo.

Qué piensa usted del contraste que hay entre las bibliotecas como lugares de la memoria y una sociedad marcada por la velocidad y la obsolescencia.

Una de las debilidades de la sociedad norteamericana es su escasa profundidad del conocimiento del pasado. Los norteamericanos tienden a vivir en el futuro. En el contexto actual de la velocidad de las cosas, se puede decir que esa tendencia trae ventajas y desventajas. Muchos estadounidenses carecen de una educación adecuada en historia, por lo cual, al analizar los asuntos del presente, les falta la profundidad que generalmente ofrece el conocimiento histórico. No soy la clase de historiador que piensa que se pueden aprender lecciones del pasado, al menos lecciones que se puedan aplicar. Pero sí creo que el conocimiento da perspectiva. Y ése es el papel crucial de las bibliotecas. Ahora, ese papel lo desempeñan y desempeñarán no solo apilando libros, sino también ofreciendo recursos electrónicos de investigación. Frecuentemente la gente no comprende que las bibliotecas son los canales por donde llega toda clase de servicios y recursos electrónicos. Cuando una persona recibe un mensaje electrónico da por descontado el resto del proceso sin preguntarse cómo sucede. Esto pasa gracias a las bibliotecas. No solo porque proveemos los servicios electrónicos, sino también porque ayudamos a la gente a orientarse en este confuso mundo. La sensación de confusión crece todo el tiempo y necesitamos tener guías que nos ayuden a encontrar la información relevante para llegar a donde queremos. Eso les da tanta o más relevancia de la que tuvieron en el pasado.

Leer es un acto muy distinto para las generaciones pasadas que para quienes nacieron en la era digital.

No tengo mucho talento para predecir el pasado. Tampoco intención alguna de ser un profeta del futuro. El pasado nos ha enseñado, sin embargo, algunas cosas sobre la naturaleza de la lectura. Solemos dar por hecho el acto de la lectura y asumimos que siempre ha sido lo que nosotros hacemos al pasar la vista sobre un texto. Pero, en realidad, la lectura es un fenómeno largo y complejo. Siempre está en movimiento. Por eso, en cierta medida, los chicos que están acostumbrados a la pantalla desde que nacieron desarrollarán diferentes hábitos de lectura. Aunque no sé cuáles son esos hábitos, sé de estudios que sugieren que los jóvenes están perdiendo la familiaridad con la lectura de "tapa a tapa", es decir, la lectura de un libro de principio a fin. Su umbral de atención suele ser más corto y tiendo a pensar que la información que consumen les llega en nuggets, no mediante formas más extensas de información, y también por otras vías diferentes del libro. De modo que si la lectura se convierte en una forma más entre una extensa gama de la información, esos jóvenes están en peligro de perder una habilidad importante. Es un problema. No estoy seguro de cómo lo resolveremos, pero creo que hay esperanza. No trato de sonar como un Jeremías porque creo que parte de la solución viene del avance tecnológico. Por ejemplo, la máquina que hace libros por demanda, una máquina que permite bajar un libro de internet e imprimirlo en cuatro minutos. Es un libro de tapas blandas con un precio bastante accesible, que suele ser menor a diez dólares. Así que puedes imprimir cualquier libro disponible en una base de datos que tiene millones de títulos. Esto implica el uso de tecnología para ampliar las posibilidades de lectura del libro en una de sus formas más tradicionales, tanto en las bibliotecas como en las librerías.

Usted es un promotor apasionado de la Ilustración. ¿Por qué, a su juicio, la Ilustración es un concepto importante para el futuro?

La palabra "Ilustración" tiene dos acepciones distintas. La primera describe un período concreto de la historia (en esencia, la época de los enciclopedistas en Europa) y, por supuesto, no podemos analizarla de manera simplista. La segunda acepción entiende que se trata de un conjunto de ideales que, de una forma u otra, permanencen vigentes. Entre otros, la idea de una comunicación abierta y libre. Los líderes de la Ilustración creían en la palabra impresa como una fuerza liberadora. Pensaban que si uno podía expresar argumentos racionales, los imprimía, los hacía circular y promovía su lectura, se estaba promoviendo la libertad de la gente a la vez que se atacaban los prejuicios asociados con frecuencia a la creencia irreflexiva en sistemas ortodoxos como el catolicismo. Pero su afán de libertad iba mucho más allá del catolicismo. También creían necesaria la liberación de las desigualdades del ser humano: del hombre sobre la mujer, de los nobles sobre los burgueses, de los terratenientes sobre los campesinos. El mundo de la modernidad temprana estaba asediado por las desigualdades. La Ilustración fue un desafío contra el sistema de privilegios en el acceso al conocimiento y la cultura. Con frecuencia, los pensadores de la Ilustración estaban en desacuerdo entre ellos; sin embargo, creían en el efecto liberador de la cultura impresa. Yo creo que es posible adaptar esa idea al mundo electrónico. Lo verdaderamente importante de la cultura electrónica es que permite el acceso masivo a todo tipo de conocimiento. Con esto no quiero negar la existencia del llamado digital divide. Mucha gente en los países en desarrollo y en Estados Unidos no tiene acceso a Internet. Pero el potencial para poner a todo el mundo en contacto con el conocimiento está ahí. Y creo que en los próximos diez años veremos una expansión del acceso a lugares donde hasta ahora la tecnología no ha llegado, mediante centros de acceso que permitirán alcanzar toda la literatura mundial. Éste es un ejemplo de cómo, en un mundo en el cual sigue existiendo la desigualdad, el tránsito a la cultura puede ser democratizado. Tengo gran esperanza en la función democratizadora de la tecnología y ése es, a mi juicio, uno de los ideales de la Ilustración.

En un ensayo, "E-Books and Old Books" ("Libros electrónicos y libros viejos"), usted dice que la profecía de McLuhan sobre la muerte del libro no se hizo realidad sino al contrario: cada vez se imprimen más libros. Sin embargo, aparatos como el Kindle o el iPad introducen un cambio sustancial y masivo en la lectura y en la idea de libro como objeto material. ¿No se nos acerca el futuro de McLuhan, aun cuando cada año se impriman más títulos? ¿Puede el libro como objeto prevalecer en esta nueva-nueva era de la información?

Ciertamente, el libro puede prevalecer. Será parte de un amplio rango de medios, pero siempre ha sido así. En mis investigaciones sobre el siglo xviii en Europa, he encontrado que los libros eran importantes vehículos de la Ilustración, pero las canciones eran igualmente importantes, por no mencionar el chisme y otras formas del intercambio oral. Hoy tenemos comunicación por Twitter, blogs y todo tipo de medios diferentes del libro tradicional. Eso no tiene sentido discutirlo. ¿Pero es ése el futuro de McLuhan? No lo creo. McLuhan se concentraba en la televisión y en la noción de "medios calientes" versus "medios fríos". El mundo digital, que no existía cuando McLuhan escribió La galaxia Gutenberg, puede ser considerado un mundo de medios fríos en vez de un mundo de medios calientes, si uno quiere usar sus categorías. Con esto quiero decir que es un mundo que involucra a un lector que lee un texto, no importa si ese texto es un twitt o no. Eso es muy distinto al tipo de contenido que McLuhan pensó que resultaría de la relación entre la pantalla televisiva y el espectador. De hecho, muchas formas de la comunicación actual son interactivas. Por ejemplo, la Web 2.0, que es la comunicación mutua a través de internet, es muy diferente de lo que él tenía en mente. McLuhan es, sin duda, muy entretenido de leer, aunque muchos de mis estudiantes no tienen idea de quién fue. Sus libros siguen siendo muy interesantes, pero el avance tecnológico lo ha dejado simplemente fuera de onda.

Como director de una de las bibliotecas más importantes en el mundo, usted estuvo cerca del Google Book Search, el proyecto para crear la más grande biblioteca digital en el mundo. Pese al entusiasmo general alrededor de esa iniciativa, usted alertó acerca de distintos aspectos que harían peligrar el libre acceso al conocimiento y la información. ¿Podría explicar brevemente cuáles son los problemas con ese proyecto?

Veníamos hablando del potencial democratizador de la tecnología. En ese sentido, una de las cosas que más admiro de Google es exactamente ésa. Su ambición es digitalizar, de acuerdo con lo que ellos mismos dicen, todos los libros del mundo. Obviamente, es imposible hacerlo, pero sí pueden digitalizar millones de libros. En este momento, tienen 12 millones de libros en su base de datos y todos los días siguen escaneando libros. Dentro de un año podrían alcanzar los veinte millones. Eso significa que aunque no puedan poner a disposición todos los libros del mundo, pueden ofrecer toda la literatura en inglés disponible en Estados Unidos. Las literaturas en otros idiomas podrían seguir esta tendencia. Es una idea noble, sin duda. Lo que me preocupa es que Google es una compañía comercial cuya primera misión es hacer dinero y responder a sus socios. No hay nada malo al respecto. Pero el objetivo de las bibliotecas es muy diferente. Eso lleva a una contradicción entre lo que se supone que hace una biblioteca y el propósito esencial de una compañía como Google. El asunto es si podemos resolver esta contradicción a través de algún tipo de compromiso.

¿Cuál sería la manera de resolver esa contradicción?

Espero persuadir a Google de tomar su base de datos digital, compuesta por millones de libros, y transformarla en la National Digital Library. Por supuesto, debido a los derechos de autor, no podríamos hacerlo con libros que están actualmente en circulación, pero esta iniciativa incluiría todos los libros que son de dominio público y quizá muchos libros que están protegidos por derecho de autor pero se hallan fuera de circulación. Incluso, creo que se podría poner publicidad en estos libros digitales, pues de eso es de lo que realmente viven compañías como Google. Esto podría hacerlo sin lastimar a nadie, y ganándose el respeto y la admiración del público por su contribución al bien común. Sin embargo, Google no está lista para dar este paso y, de hecho, el acuerdo al que llegaron con los autores y los editores es apenas una forma de dividir la torta: 35% para Google y el restante 65% para los editores y autores. ¿Pero qué hay de los lectores y las bibliotecas? Hasta ahora no forman parte del acuerdo. De modo que si el acuerdo, como está, es aceptado por la corte donde ahora se discute –y pienso que no lo será–, Google Book Search puede determinar el futuro de los libros digitales. Como ves, es una apuesta muy fuerte. Por eso necesitamos garantías para evitar que se imponga un precio excesivo al acceso a las bases de datos digitales, pero también para protegernos de violaciones contra nuestra privacidad. Ya Google ha acumulado una inmensa cantidad de información sobre nosotros como individuos, que puede explotar. Imagínate cuando también sepa exactamente qué leemos. Ese elemento es muy poderoso cuando se lleva a la escala de una población entera. Y es solo uno de los muchos aspectos lamentables del acuerdo. No hablo por Harvard University, sino por mí. El acuerdo tiene el potencial real de democratizar el conocimiento, pero también podría crear una posición monopolística en el mundo de la información. Es un asunto demasiado importante, una potencial fuente de conflicto. Por eso siento que necesitamos resolverlo.
¿Es la democratización del conocimiento, en su opinión, un objetivo alcanzable en un mundo controlado en buena medida por las corporaciones privadas?
Pienso que sí, aunque puedo ser ingenuo: soy historiador y no un hombre de negocios. Cuando me ha tocado proponerle un proyecto a alguna empresa o institución, siempre me preguntan: "Bueno, dónde está su plan de negocios". Yo respondo que soy un académico y no un empresario. Sin embargo, sé que tienen derecho a formular esa pregunta porque muchos de esos proyectos son grandes, complejos y costosos. El presupuesto de la Biblioteca de Harvard –que en realidad es una red con más de 60 bibliotecas– supera los 150 millones de dólares. Es una operación enorme, de modo que hay que llevarla de la manera más efectiva y económica posible. Así que me tomo muy en serio el hecho de que la realidad esté inmersa en el mundo de las corporaciones, pero eso no significa que no haya maneras concretas de hacer avanzar el bien común, pese a todos los intereses comerciales que lo rodean. Mi objetivo es crear en Estados Unidos esa National Digital Library que pueda poner todos los libros a disposición de todos los ciudadanos. Espero que llegue a ser una biblioteca internacional y forme parte de una red que ponga el conocimiento a disposición de todos. Suena utópico, lo sé. Pero creo que podemos crear la National Digital Library si persuadimos a Google, y a algunas fundaciones importantes de este país, de unirse en una coalición para digitalizar las grandes colecciones de libros, como la de Harvard o la Biblioteca Pública de Nueva York o la Librería del Congreso de Estados Unidos; de que financien la digitalización gradual de las colecciones completas pero haciéndolo de manera cuidadosa y apropiada, porque hasta ahora Google lo ha hecho como si fuera un buldózer cometiendo muchos errores. Esto puede llevar diez años, pero será algo para toda la humanidad. Además, estoy seguro de que no será excesivamente costoso. Se puede hacer, lo que falta es voluntad.

En su caso, parece ser cierto que es un entusiasta de la tecnología. Incluso tiene un libro electrónico.

He publicado un libro electrónico, he estado blogueando, he experimentado con artículos electrónicos y en este momento particular estoy escribiendo dos libros electrónicos. Uno de ellos me ha tomado mucho tiempo y tiene que ver con la publicación e intercambio de libros en la Francia del siglo XVIII. El otro ya está listo y será publicado en otoño por Harvard University Press. Es un libro acerca de canciones y poemas callejeros de París. En el fondo, es un estudio de la comunicación en sociedades orales. En las calles del París del siglo XVIII la gente tomaba las canciones del repertorio conocido y todos los días improvisaba nuevas letras para esas canciones viejas. Todo el mundo llevaba en su mente el mismo repertorio de canciones, de modo que cualquiera podía fácilmente escribir un verso relacionado con los temas de actualidad. Tengo pruebas al respecto porque la gente escribía los nuevos versos de las canciones en papeles y luego los transcribía en unos cuadernos de notas llamados cancioneros. Hay miles de estas canciones improvisadas en cancioneros que están disponibles en las grandes bibliotecas de investigación de París. Muchas de esas canciones, por ejemplo, hablan de crisis políticas, en particular de la crisis de 1749, cuando cayó el gobierno. Una de las cosas más peculiares era el sonido, es decir, el efecto musical de las canciones. Todas estaban escritas de acuerdo con la melodía, pero como esas melodías desaparecieron hace tiempo de la memoria colectiva de los franceses, nadie había escuchado las canciones. Sin embargo, gracias a una biblioteca especializada en música se pudo dar con las anotaciones musicales y reconstruir la melodía. Ahora, en París, una amiga mía, Elaine DuLavaud, que es cantante de cabaret, ha grabado las canciones con la música original. Con esto, el lector del libro podrá ir a su versión en línea y escuchar las canciones mientras lee la letra en francés y mi versión en inglés. Éste es un pequeño ejemplo, bastante sencillo, de cómo los medios impresos se pueden combinar con los medios electrónicos de nuevas maneras. Es como si pudiéramos escuchar el pasado, por así decirlo.

Su idea de un libro electrónico es la de un objeto que tiene muchas capas y que, en ese sentido, puede amplificar la lectura tradicional.

Sí, el otro libro que estoy preparando es mucho más complejo en esa medida, pues invita al lector a navegar a través de las notas y otras capas de significados e información. El lector puede sumergirse en niveles muy distintos de lectura. Por ejemplo, puede leer en un dispositivo como el Kindle o el iPad y acompañar esa lectura con una versión hecha en una máquina de impresión por demanda de un libro que contenga lo que le interesó a él, no a mí. La tecnología electrónica puede darle al lector un poder que lo vuelve mucho más activo a la hora de construir un argumento histórico.

En ese sentido, usted parece un seguidor de Jorge Luis Borges y su biblioteca de Babel.

Borges pensó en estas cosas hace mucho tiempo y se adelantó varias décadas a un fenómeno que nosotros apenas comenzamos a comprender.

¿Qué hace a los libros un artefacto de cultura tan duradero?

Parte de su indiscutible permanencia viene del hecho de que el libro es una máquina. Viene de la tecnología del códice. Es decir, es una máquina que comunica palabras de una manera muy efectiva, tanto antes como después de la invención de la imprenta. Los materiales con que ha sido hecho le dan una tremenda resistencia al tiempo. Este libro que tengo en mis manos tiene trescientos años y está en estupendo estado. Aunque el empastado pueda deteriorase más rápidamente, sus páginas aguantarán trescientos o cuatrocientos años más, lo que indica que los libros son el producto del desarrollo de una tecnología muy eficiente. La gente no piensa en eso y cree que los libros están ahí y punto. En segundo lugar, los libros pertenecen a nuestra cultura, están metidos en sus entrañas a tal punto que somos su hechura, somos culturas del libro. Hay que recordar que el códice acompañó la expansión del cristianismo, de modo que el libro está con nosotros desde el surgimiento del cristianismo. No estamos conscientes de cuán profundamente arraigados están los libros en nuestras vidas. El auge de la comunicación electrónica pareciera haber eclipsado esa familiaridad, dándonos lo que yo llamo una falsa conciencia sobre la naturaleza de la información y de la denominada sociedad de la información. Yo sostengo que toda sociedad ha sido una sociedad de la información. Solo que la información se transmitía en otras formas.

martes, 14 de junio de 2011

La actualidad de un clásico


Hoy se cumplen 25 años de la muerte de Borges. Aquí y en todo el mundo se recordará al autor con maratones de lectura y la presentación de su único proyecto de novela
Un texto manuscrito de Borges de 1937, que se conserva en la Biblioteca Nacional Argentina. foto:Juan Mabromata.fuente:adncultura.com

La gloria de un poeta depende, en suma, de la excitación o la apatía de las generaciones de hombres anónimos que la ponen a prueba en la soledad de sus bibliotecas

Jorge Luis Borges



A Borges no le hubiera gustado pensarse como un escritor canónico, si eso implicase la aceptación de un lugar estático: nada menos vivo que un autor destinado a la parálisis de los anaqueles, nada más parecido a la muerte o al olvido. "No importa el mérito esencial de las obras canonizadas, importan la nobleza y el número de los problemas que suscitan", pensaba. Si su obra, como sucede, goza de plena vigencia y él es considerado un clásico de las letras argentinas y un imprescindible en cualquier idioma, es, ante todo, porque sigue motivando el disfrute y el debate y porque su relectura es siempre un redescubrimiento.

Amado, a menudo discutido -por sus declaraciones, antes que por la grandeza de su obra, que ya nadie cuestiona-, Borges es un escritor definitivo, al que siempre se vuelve. Murió hace un cuarto de siglo con conciencia de haberle dado forma a una obra sin precedentes y la esperanza de que la posteridad le concediera la gloria de ser recordado por sus mejores textos.

Nacido en Buenos Aires en 1899, en el seno de una familia patricia, Borges sentía una vaga culpa por no haber continuado la carrera militar de sus ancestros. Se refugió desde muy chico en la lectura y en la escritura. "Es más lo que he leído que lo que me ha pasado -reconocía-. Pero claro que una de las cosas más importantes que pueden pasarle a un hombre es el haber leído tal o cual página que lo ha conmovido, una experiencia muy intensa, no menos intensa que otras." Murió de a poco y en silencio, con discreción, como seguramente hubiera elegido, la mañana del sábado 14 de junio de 1986, a las 7.47, en Ginebra, la ciudad en que había pasado buena parte de su adolescencia y juventud. En el siglo XXI, sus libros se leen, reeditan, analizan y estudian en el mundo entero.

En la Argentina, los homenajes comenzaron ya durante la Feria del Libro, en la que Alejandro Vaccaro, Roberto Alifano, Ernesto Fernández Núñez y Horacio González se refirieron a diversos temas de Borges y su obra. María Kodama presentó el libro de Rodrigo Quian Quiroga Borges y la memoria y Fernando Sorrentino, El forajido sentimental. Incursiones por los escritos de Jorge Luis Borges .

En España, Carmen Caffarel, directora del Instituto Cervantes, adelantó que esa institución realizará una docena de actividades en 44 países en homenaje a Borges. En junio se concretarán maratones de lectura a cargo de reconocidos narradores. Además, se proyectará por primera vez en ese país la película Invasión , de Hugo Santiago, con guión del propio Borges y Adolfo Bioy Casares.

En el Centro de Arte Moderno de Madrid se presentará una exposición itinerante que visitará distintas ciudades. La muestra incluye desde cuatro monedas emitidas por la Argentina en honor del autor de Ficciones hasta revistas literarias, postales, cartas, discos y cintas que él grabó leyendo sus poemas, además de primeras ediciones de sus libros y pinturas de su hermana Norah. Se destaca en particular el original de Los Rivero , el único proyecto de novela que inició Borges. Hallado hace poco entre sus papeles, custodiados por la Universidad de Texas en Austin, fue publicado el año pasado por el Centro Editores y la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, y este año tendrá difusión hispanoamericana. Los Rivero es una reflexión sobre las fundaciones republicanas. "Es importantísimo este esbozo; Borges dijo muchas veces que no le gustaba la novela. Pienso que quizá responda al compromiso que éste había adquirido con su padre, a quien le había prometido corregir un libro que éste había hecho, El caudillo ", explicó su viuda, María Kodama.

La Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que preside Kodama, presentó, por su parte, una exposición fotográfica que reúne 130 fotografías de viajes realizados por Borges y Kodama alrededor del mundo, así como textos escritos especialmente para el libro Atlas , que se publicó dos años antes de la muerte del escritor.

La muestra El Atlas de Borges se presentó recientemente en Quebec, Chicago, Madrid, Palma de Mallorca, París, Berlín y Fráncfort.

La inteligencia y el humor
El precio de la fama
Como un país inmenso
Ponerse a salvo del resplandor
Las opiniones y la ética
El mundo por primera vez
Hay que seguir mirándolo
Alcanzar la belleza
Vigente en Estados Unidos
Al otro, a Borges, El Eterno

domingo, 12 de junio de 2011

El cuento del domingo


Cesare Pavese

Años

De lo que era yo entonces no queda nada: apenas hombre, era aún un crío. Lo sabía hacía tiempo, pero todo ocurrió a finales del invierno, una tarde y una mañana. Vivíamos juntos, casi escondidos, en una habitación que daba a una avenida. Silvia me dijo esa noche que tenía que irme, o irse ella: ya no teníamos nada que hacer juntos. Le supliqué que dejara que probásemos de nuevo; estaba acostado a su lado y la abrazaba. Ella me dijo:

-¿Con qué finalidad? -Hablábamos en voz baja, a oscuras.

Luego Silvia se durmió y yo tuve hasta la mañana una rodilla pegada a la suya. Apareció la mañana como había aparecido siempre, y hacía mucho frío; Silvia tenía el pelo sobre los ojos y no se movía. En la penumbra yo miraba pasar el tiempo, sabía que pasaba y corría, y que afuera había niebla. Todo el tiempo que había vivido con Silvia en aquella habitación era como un solo día y una noche, que ahora terminaba por la mañana. Entonces comprendí que nunca volvería a salir conmigo entre la niebla fresca.

Era mejor que me vistiera y me marchase sin despertarla. Pero ahora tenía en la cabeza una cosa que preguntarle. Esperé, intentando adormilarme.

Cuando estuvo despierta, Silvia me sonrió. Seguimos hablando. Ella dijo:

-Es bonito ser sinceros, como nosotros.

-¡Oh, Silvia! -susurré-, ¿qué haré al salir de aquí? ¿Adónde iré?

Era eso lo que tenía que preguntarle. Sin apartar la nuca del almohadón, ella sonrió de nuevo, beatífica.

-Bobo -dijo-, irás a donde quieras. ¿No es hermoso ser libre? Conocerás a muchas chicas, harás todas las cosas que quieras. Te envidio, palabra.

Ahora la mañana llenaba el cuarto y sólo había un poco de calor en la cama. Silvia esperaba paciente.

-Tú eres como una prostituta -le dije- y siempre lo has sido.

Silvia no abrió los ojos.

-¿Estás mejor ahora que lo has dicho? -me dijo.

Entonces me quedé como si ella no estuviera, y miraba al techo y lloraba sin ruido. Las lágrimas me llenaban los ojos y corrían sobre la almohada. No valía la pena que se diera cuenta. Mucho tiempo ha pasado, y ahora sé que aquellas lágrimas mudas fueron la única cosa de hombre que hice con Silvia; sé que lloraba no por ella sino porque había entrevisto mi destino. De lo que era yo entonces no queda nada. Queda sólo que había comprendido quién sería en el futuro.

Luego Silvia me dijo:

-Ya basta. Tengo que levantarme.

Nos levantamos juntos, los dos. No la vi vestirse. Estuve pronto en pie, a la ventana; y miraba vislumbrarse las plantas. Detrás de la niebla estaba el sol, el sol que tantas veces había entibiado el cuarto. También Silvia se vistió pronto, y me preguntó si no me llevaba mis cosas. Le dije que primero quería calentar el café, y encendí el hornillo.

Silvia, sentada al borde de la cama, se puso a arreglarse las uñas. En el pasado se las había arreglado siempre en la mesa. Parecía abstraída y el pelo le caía continuamente sobre los ojos. Entonces daba sacudidas con la cabeza y se liberaba. Yo deambulé por el cuarto y recogí mis cosas. Hice un montón sobre una silla y de repente Silvia saltó en pie y corrió a apagar el café que se derramaba.

Luego saqué la maleta y metí las cosas. Mientras tanto, por dentro me esforzaba por recoger todos los recuerdos desagradables que tenía de Silvia: sus futilidades, sus malos humores, sus frases irritantes, sus arrugas. Eso me llevaba de su cuarto. Lo que dejaba era una niebla.

Cuando hube acabado, el café estaba listo. Lo tomamos de pie, junto al hornillo. Silvia dijo algo, que ese día iría a ver a un tipo, a hablar de un asunto. Poco después dejé la taza y me marché con la maleta. Afuera la niebla y el sol cegaban.

Cesare Pavese, nacido en Santo Stefano Belbo (Cuneo) el 9 de septiembre de 1908 y fallecido en Turín el 26 de agosto de 1950), fue un escritor italiano, uno de los más importantes del Siglo XX.

Este gran poeta y novelista italiano estudió filología inglesa en la universidad de Turín y, tras su licenciatura, se dedicó por completo a traducir a numerosos escritores norteamericanos, como Sherwood Anderson, Gertrude Stein, John Steinbeck y Ernest Hemingway, entre otros, así como a escribir crítica literaria que hoy se considera clásica. Al unirse con Giulio Einaudi y su amigo Leone Ginzburg, cofundadores de la editorial Einaudi en 1933, fue uno de los cimientos de esta famosa empresa cultural italiana desde 1937, en la que permaneció como editor decisivo hasta su muerte y en la que trabajó con un rigor reconocido hoy por todos (pues Leone murió torturado por los alemanes en 1944).

Sus escritos antifascistas, publicados en la revista La Cultura, lo condujeron a la cárcel en 1935, donde inicia sus primeras obras. Durante la II Guerra Mundial formó parte de la Resistencia antifascista como estudioso y pensador independiente aunque cercano a la izquierda italiana. Tras la guerra se incorporó al grupo editor su amiga escritora Natalia Ginzburg, mujer de su compañero de curso Leone. Durante toda su vida, Pavese tratará de vencer la soledad interior, que veía como una condena y una vocación. Se suicidó a los cuarenta y dos años de edad. Su gran amigo el escritor Davide Lajolo describió, en su libro El vicio absurdo, el malestar existencial que envolvió siempre su vida.

La narrativa de Pavese trata, por lo general, de conflictos de la vida contemporánea, entre ellos la búsqueda de la propia identidad, como en La luna y las fogatas (1950). Pavese (que vivía con una hermana) se suicidó en una habitación de hotel en Turín, después de haber recibido un premio literario por su libro El bello verano (1949). Su diario se publicó póstumamente, en 1952, bajo el título El oficio de vivir, y concluye con la frase anunciadora de su decisión personal.

En el año 1957, se creó un premio literario con su nombre para honrar su memoria.

Fue importante su obra como escritor, traductor y crítico, que además de la Antología americana que coordinó Elio Vittorini incluyó también la traducción de clásicos de la literatura, desde el Moby Dick de Melville en 1932 a obras de Dos Passos, Faulkner, Defoe, Joyce y Dickens.

Su actividad de crítico, en particular, contribuyó a crear un cierto mito de América, que repercutió en la narrativa italiana de posguerra. Mientras trabajaba en el sector editorial (para la editorial Einaudi), Pavese propuso a la cultura italiana escritos sobre temas diferentes, y anteriormente raramente abordados, como el idealismo y el marxismo, así como temas religiosos, etnológicos y psicológicos nuevos.

Pavese nació en Santo Stefano Belbo, donde su padre, procurador de tribunal en Turín, tenía una delegación. Estos son los lugares y las experiencias infantiles que mitificará el Pavese escritor.

En 1914 muere su padre, lo que le causa un primer trauma. Su madre, de hecho, compensará la ausencia del marido educando de modo bastante rígido a su hijo. Pavese cursa estudios secundarios en Turín con Augusto Monti, colaborador de Gobetti, narrador y pedagogo. Es su primer contacto con el mundo de los intelectuales y con personalidades como Leone Ginzburg, éste muy cercano siempre, Tullio Pinelli, Vittorio Foa (estudioso de los problemas políticos y sociales) y Norberto Bobbio.

Pero es en su época universitaria cuando Pavese se interesa por la literatura norteamericana; en esos años, alterna su trabajo de traductor con la enseñanza del inglés. Se licencia con una tesis sobre el poeta norteamericano Walt Whitman.

En 1935 es confinado por sus actividades antifascistas (de hecho, sólo había conservado unas cartas comprometedoras de una activista comunista de la que se había enamorado); tras este exilio publica un importante libro de versos que había empezado en 1928: Los poemas de Trabajar cansa (1936) fueron muy innovadores y, junto a sus obras narrativas, atraen todavía a un público muy amplio.

En ese mismo período, empieza la composición de El oficio de vivir, diario literario y existencial que seguirá escribiendo hasta el final de su vida. De vuelta de su confinamiento, Pavese descubre que la mujer a la que amaba se ha casado (lo que le ocasiona un segundo trauma); a partir de ese momento, Pavese se angustia, temeroso de que lo ya sucedido se pueda repetir. La angustiosa sensación del fracaso, lo acompañará hasta la muerte.

En 1938, su relación con la editorial Einaudi se estabiliza. En 1940 termina El bello verano (con el que obtendrá en 1950 el Premio Strega) e inicia Feria de agosto; en 1941, publica De tu tierra.

Llamado a filas, se le dispensa por el asma que padece. Desde el 8 de septiembre de 1943 hasta la liberación de Italia se refugia en primer lugar en casa de su hermana, y luego en un colegio de Somascos en Casale Monferrato, sin contacto con los acontecimientos que sacuden Italia, mientras muchos de sus amigos entran en la Resistencia. Narra estas experiencias en La casa en la colina (que escribe entre 1947 y 1948). En esta obra se pone de manifiesto el conflicto entre su elección y la de sus amigos, muchos de los cuales murieron. Al terminar la guerra, sin embargo, quizá para compensar su anterior elección, Pavese entra en el Partido Comunista Italiano por sugerencia de una amiga.

El desengaño amoroso que sufre tras la ruptura de su relación sentimental con la actriz norteamericana Constance Dowling - a la que dedica sus últimos versos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos - y su malestar existencial lo llevan al suicidio el 26 de agosto de 1950, en Turín.

Pavese surge como poeta en 1936, con Trabajar cansa (Lavorare stanca). La recopilación se reedita en 1943, añadiendo treinta y un poemas y suprimiendo seis. En pleno periodo hermético Pavese toma el camino de la poesía narrativa (ritmos narrativos, tono coloquial, ciudad...). La experiencia narrativa produce un verso alargado y de amplia cadencia (decasílabo alargado a trece sílabas).

En su ensayo El oficio de poeta Pavese sostiene la necesidad de que las palabras se adhieran a las cosas y rehuye la musicalidad por sí misma. Estos primeros cánones poéticos serán posteriormente modificados para evitar que la poesía narrativa se convierta en un boceto naturalista. Pavese teoriza sobre una poesía que se resuelve en imágenes. Poesía narrativa y poesía - imagen coexisten en Trabajar cansa, obra en la que ya encontramos las constantes de Pavese: soledad como condena existencial, incapacidad de diálogo, añoranza de la mujer, el campo como mito desde el que se originan las primeras impresiones y la identidad del individuo, la figura del exiliado que vuelve al lugar de origen, buscando su propia infancia, persiguiendo la propia identidad.

Pavese une a su capacidad de fabulación una precisa conciencia crítica. La cárcel constituye su primera obra narrativa válida (cárcel de la soledad). El protagonista vive la experiencia del confinamiento pero se trata fundamentalmente de una autobiografía espiritual: la vivencia del intelectual que trata de romper la soledad, pero vuelve a ser absorbido por ésta. Más allá de sus implicaciones políticas la novela se caracteriza por el análisis existencial.

En 1941, publica Tus pueblos (I paesi tuoi) y llama la atención de la crítica, que lo interpreta como una manifestación de realismo. En realidad la descripción de un medio rural primitivo y los temas de la pasión, de la sangre, sin olvidar un lenguaje que se acerca al dialetto y al lenguaje hablado y la aparente objetividad naturalista confieren una dimensión mítica y ritual a la narración, una lectura de la realidad en clave simbólica, con matices de los estudios antropológicos y de lo sagrado.

Su consagración del mito deriva de la idea según la cual en la infancia se crean mitos y símbolos que forman una especie de memoria atávica. Pavese se aleja de cualquier representación realista en el sentido que tiene, como principio de poética, la necesidad de focalizar el fondo mítico e irracional propio de cada individuo y que determina su personalidad y su destino.

[El último decenio

En el último decenio, entre 1940 y 1950, Pavese produce obras heterogéneas en cuanto a temática y estilo. La reflexión sobre el mito orienta a Pavese en dos direcciones, aparentemente lejanas, pero que tienen el mismo objetivo.

Por una parte recupera el fondo mítico de su propia personalidad, distanciándose de la realidad y refugiándose en el intelectualismo (Diálogos con Leucò) por otro lado hacia el neorrealismo, a la observación del ambiente y de los hombres (El compañero, 1946).

La misma coexistencia de intereses diversos la podemos encontrar en 1949 en La luna y la fogata y en Entre mujeres solas. Los dos motivos se integran, en el sentido de que ponen a fuego al hombre, alienado en el contexto urbano, buscando sus propias raíces míticas. La narrativa de Pavese no se distingue por la complejidad de la trama, sino que se identifica en breves capítulos potencialmente evocadores.

Los dos textos que nos lo muestran son La casa en la colina y La luna y la fogata. La casa en la colina se publicó a la vez que La cárcel. El título del volumen era Antes de que el gallo cante (haciendo mención al episodio evangélico en el que Cristo anuncia a Pedro que antes de que el gallo cante él lo negará tres veces) lo que aclara la proximidad de ambas novelas: el protagonista de La cárcel es esclavo de la soledad hasta el punto de que la ama.

Corrado, protagonista de La casa en la colina, mientras sus amigos participan en la lucha partisana, se refugia en su propia soledad hasta que llega a la certeza de que su aislamiento ha sido una traición. Pavese profundiza además del tema mítico, el social y de clase. La soledad se convierte en estado de ánimo, condición existencial y social.

También La luna y la fogata es una novela-balance, atemporal, en la que Pavese introduce sus propios temas y principios teóricos. El retorno a la infancia y el recorrido obligado para conocerse y tener conciencia del propio destino. La novedad de la novela está en el hecho de que la peregrinación a los lugares míticos de la infancia concluyen constatando dolorosamente que todo se ha perdido: han desaparecido las personas y los lugares han cambiado; la muerte es connatural al hombre.

Correspondencia, documento fundamental para conocer su actividad y sus relaciones humanas. Se ha escrito sobre él que Pavese logra plasmar un mundo creativo a través del cual alcanza una realización personal que le había sido negada en los otros planos de la existencia.

Poesía.Lavorare stanca, 1936, Trabajar cansa; edición corregida, 1943.La terra e la morte, poesía.Vendrá la muerte y tendrá tus ojos 1951. Narrativa.Il carcere, 1938-39.Notte di fiesta, 1936-38, cuentos.Paesi tuoi, 1941, De tu tierra.La spiagia, 1942, La playa. Feria d'agosto, 1944.Fuoco grande, 1946.Il compagno, 'El camarada 1947. La casa in collina 1948, La casa en la colina.Tra donne sole, 1949, Entre mujeres solas. El bello verano, 1949. La luna e i falò, 1950, La luna y las fogatas. Diálogos con Leucò, 1947. El diablo sobre las colinas.Ensayos y otros textos.La letteratura americana e altri saggi (Einaudi, 1951, con un prólogo de Italo Calvino), La literatura americana y otros ensayos. Il mestiere di vivere 1935-1950, El oficio de vivir, diarios publicados en 1952.

foto:actuallynotes.com/Biografia-Cesare-Pavese.htm.semblanza biográfica:Wikipedia.texto:ciudadseva.com