Es la hora de evocar a Cortázar. Contar cómo lo conocimos, en 1976. Con el paso de los años, hasta su muerte en 1983, quedarían muchas otras cosas que contar. Como para un libro
|  | 
| Julio Cortázar, autor argentino está de centenario de su natalicio./eltiempo.com | 
Estamos en el mes del centenario de Julio 
Cortázar, y es la hora de evocarlo. Contar cómo lo conocimos, dónde nos 
encontramos con él por primera vez. Para mí esa primera vez fue en abril
 de 1976, en San José (Costa Rica), donde yo vivía para entonces.
En su cuento Apocalipsis en Solentiname relata
 el viaje que en esa ocasión hicimos a Solentiname, en el Gran Lago de 
Nicaragua, donde Ernesto Cardenal tenía su comunidad campesina, no muy 
lejos de la frontera. Nuestro otro acompañante era Óscar Castillo, actor
 y director de cine:
“Sergio y Óscar y Ernesto y yo colmábamos la 
demasiado colmable capacidad de una avioneta Piper Aztec, cuyo nombre 
será siempre un enigma para mí, pero que volaba entre hipos y 
borborigmos ominosos mientras el rubio piloto sintonizaba unos calipsos 
contrarrestantes y parecía por completo indiferente a mi noción de que 
el azteca nos llevaba derecho a la pirámide del sacrificio. No fue así, 
como puede verse, bajamos en Los Chiles y de ahí un yip igualmente 
tambaleante nos puso en la finca del poeta José Coronel Urtecho, a quién
 más gente haría bien en leer...”.
Eso fue un sábado. Julio había llegado a Costa
 Rica invitado a dar unas conferencias en el Teatro Nacional. Desde la 
finca Las Brisas, donde vivía Coronel Urtecho, cercana al río San Juan, 
se llegaba en bote hasta el puerto de San Carlos y, de acuerdo con el 
santo y seña acordado entre la familia Coronel y los guardias del puesto
 nicaragüense, se hacía un giro con el bote y así se podía seguir hacia 
el Gran Lago sin necesidad de bajar en el muelle para los trámites de 
migración. Julio entró a Nicaragua sin que la dictadura de Somoza se 
enterara. Clandestino.
Con alguna frecuencia yo iba a Las Brisas, en 
vuelos más azarosos que el que describe Julio, pues tomaba, a veces en 
compañía del poeta Carlos Martínez Rivas, un viejo bimotor DC-3 de 
tiempos de la Segunda Guerra Mundial, de esos que, en tierra, parecen 
insectos gordos sentados en sus patas traseras. Un ruidaje de las latas 
del fuselaje al despegar, y cuando iba a aterrizar en la pista de barro 
rojizo de Los Chiles, el piloto debía pasar rasante y volver a elevarse 
en señal de que las vacas vagabundas debían ser ahuyentadas.
Llegamos a Solentiname al atardecer, y al día 
siguiente asistimos a la misa de Ernesto. Después de la lectura del 
Evangelio se iniciaba un diálogo con los feligreses; las conversaciones 
se grababan, y luego se editaron en un libro, El Evangelio de 
Solentiname. Ese domingo tocaba el prendimiento de Jesús en el huerto, y
 allí están las intervenciones de Julio al comentar ese episodio de la 
Pasión de Cristo. El evangelio según Cortázar. También tomaron la 
palabra los muchachos campesinos que en octubre del año siguiente 
participarían en el asalto al cuartel del puerto de San Carlos al 
iniciarse la insurrección contra Somoza; en represalia, fue incendiada 
la casa comunal, y destruida la iglesia.
Pasada la misa, Julio decidió fotografiar los 
cuadros primitivos pintados por los campesinos: “… Sergio, que llegaba, 
me ayudó a tenerlos parados en la buena luz, y de uno en uno los fui 
fotografiando con cuidado, centrando de manera que cada cuadro ocupara 
enteramente el visor...”.
Luego cuenta que ya de regreso en París, 
cuando proyecta una noche las diapositivas en colores, en lugar de los 
cuadros empiezan a aparecer escenas del terror de las dictaduras 
militares, prisioneros encapuchados, cadáveres mutilados.
Pero entre esas imágenes hay una en que 
aparece la escena del asesinato del poeta salvadoreño Roque Dalton, 
ejecutado por sus propios compañeros de armas acusado de ser agente de 
la CIA, una acusación que iba más allá de la ejecución física porque 
pretendía la ejecución moral.
Esa fue la primera vez que nos encontramos. Y 
con el paso de los años, hasta su muerte en 1983, quedarían muchas otras
 cosas que contar. Como para un libro.
 
 
