martes, 28 de octubre de 2014

Cien años del milagro Dylan Thomas

 Gales rinde homenaje al gran poeta y narrador en el centenario de su nacimiento

El poeta y narrador Dylan Thomas, durante una de sus grabaciones de radio para la BBC, durante los años de la posguerra./elpais.com

Un escritor de poemas y cuentos. Un escritor de cuentos y poemas. De versos que parecen invocar la prosa, de prosa esparcida de versos. De una voz interior que busca ser oída para descubrir la música de las palabras. Ese era Dylan Thomas (Gales, 27 de octubre de 1914-Nueva York, 6 de noviembre de 1953). Donde nació y donde murió es el arco perfecto que traza la vida de lo que fue la trayectoria de un autor de provincia que se convirtió en estrella. Swansea... Swansea es el lugar donde nació y el mundo del que en realidad nunca salió. Y donde conmemoran su centenario con lecturas, exposiciones y nuevas ediciones de libros.
Si bien sus primeras narraciones pueden ser vistas como recargadas o barrocas y crípticas, las segundas son, en apariencia, más transparentes y directas. Pero todas proceden de un mundo interior, a veces inquietante, a veces simbolista, a veces turbio, a veces obsceno, a veces divertido, a veces surrealista, a veces romántico, a veces distraído, a veces apesadumbrado, a veces seductor, a veces contemplativo, a veces inquieto y dudoso, muy dudoso, a veces infantil, a veces amante de la naturaleza, a veces creyente, a veces tierno y sexual, a veces rebelde, a veces acurrucado en la orfandad, a veces alegre, o todo a la vez. Y todo renovación. Dylan Thomas se asomaba a su mundo interior como en un pozo que sus ojos hacían cristalino con las palabras donde los lectores no solo ven ese mundo ajeno sino también el propio. El temblor del agua que los refleja. ¿Metafísico, filosófico, existencialista Thomas? La belleza y el hipnotismo del temblor del agua.
Como cualquier verso de Y la muerte no tendrá dominio, No entres dócilmente en la noche callada o este de La fuerza que por el verde tallo mueve a la flor:
“Los labios del tiempo sorben del manantial que nace.
El amor gotea y se reúne, pero la sangre caída
calmará su dolor.
Y estoy mudo para decir al viento
cómo el tiempo ha marcado un cielo alrededor de las estrellas”.

Dylan Thomas en una imagen de 1946. / Francis Reiss (getty images)
Septiembre de 1936 es una fecha clave en su vida. Dos años antes se ha ido de su casa de Swansea, en Gales. Londres es ahora su hogar, allí vive con un amigo de su pueblo. Con 20 años (1934), se busca la vida como periodista freelance y poco tiempo después entra en el mundo de la literatura con la publicación de Dieciocho poemas. Su nombre empieza a sonar y sus versos a ir de boca en boca. Es con la publicación de Veinticinco poemas, en 1936, cuando la reputación y la fama le abren sus puertas.
¿Y los cuentos? Nadie los quería publicar. Pero él sabía que era cuentista. Que era un contador nato de historias. Su voz que busca ser oída, escuchada, compartida. Sabía que era un narrador de episodios breves convertidos en universos autónomos con el don añadido de abrir la imaginación y la reflexión del lector. Debió recurrir a su ya joven nombre de gran poeta para que en su siguiente poemario, Verso y prosa, se incluyeran los seis relatos de El mapa del amor:
“—Aquí viven –dijo Sam Rib- las bestias de dos espaldas. —Señaló su mapa del Amor, cuadrátula de mares, islas y continentes extraños con una selva oscura en cada extremo…”.
…Y la historia continúa. La gente los lee. Completa su felicidad. Poeta Dylan, cuentista Thomas. A la par. Dos aproximaciones a su mundo que se complementan, necesitan, como esa bestia de dos espaldas de la que habla en El mapa del amor.
Versos y prosas que piden ser leídos en voz alta, que prometen que al hacerlo así ese mundo poético o narrado enriquecerá. Palabra, ritmo, candencia, música de palabras.
Versos y prosas que piden ser leídos en voz alta, que prometen que al hacerlo así ese mundo poético o narrado enriquecerá. Palabra, ritmo, candencia, música de palabras.
Evocar no es desandar. Recordar es caminar. De ese peregrinaje está hecha la literatura del autor que firmó ese libro famoso titulado Retrato del artista cachorro, la pieza que faltaba a su ser personal y literario, al mostrar su lado más ¿divertido y cómico?
En 1952 escribe una nota para un volumen de sus poemas completos que resulta clarificadora: “Leí una vez algo sobre un pastor que cuando le preguntaron por qué cumplía ciertos ritos, en un círculo de hongos, relacionados con la luna, para proteger sus rebaños, él contestó: ‘Sería un condenado tonto si no lo hiciera’. Estos poemas con todas sus crudezas, sus dudas y confusiones, están escritos por amor al Hombre y en alabanza de Dios, y yo sería un condenado tonto si ello no fuera así”.
Muere con 39 años congregando ante sí lo popular y lo elitista. Guiones de radio y televisión, unos 450 poemas y una veintena de cuentos. Prosa y lírica. A cada paso caos, bohemia, borracheras, disgustos, apuros, amores, alucinaciones, lecturas,escándalos. Eso y más rodearon la vida de Dylan Thomas que ha inspirado a creadores de todas las artes. Verdad o mentira, todo es leyenda, y en su estela una de sus tantas frases, esta vez de un cuento, en la que está él y todos: “El hombre se enamoró del milagro, pero no pudo retenerlo a su lado y el milagro se fue de él”.