Un ángulo refrescante del francés, premio Nobel de literatura, Jean Marie Gustave Le Clézio
Jean-Marie Gustave Le Clézio, Nodel francés, estará en la FILBO, 2013./eltiempo.com
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El Nobel francés de Literatura 2008 Jean-Marie Gustave Le Clézio
conserva, a los 73 años de edad, la estampa de galán que tenía en la
juventud. El escritor rubio y corpulento no ha perdido tampoco los
ademanes medidos y la cadencia pausada al hablar que tenía a los 23
años, cuando fue invitado a la televisión francesa tras el éxito de su
primer libro, Procès-verbal, ganador del prestigioso premio Renaudot.
Este año será posible ver a Le Clézio en la Feria del Libro de
Bogotá, FILBO 2013. Observar de cerca al personaje, en este caso, sí vale la pena.
Hay que ir a mirarlo por su porte de actor británico. Hay que ir a
escucharlo porque habla español, porque conoce México y ha vivido en
Nuevo México, porque es el primer escritor de fama mundial que viene a
la Feria en más de dos decenios. Y hay que aprovechar también para
preguntarle sobre la famosa indígena embera que conoció en el Tapón del
Darién y si es cierto, como dicen aquí en Francia, que no volvió porque
la zona cayó en manos de narcotraficantes colombianos que le dispararon
la última vez que fue.
El escritor no se explaya en el episodio, por fortuna sin desenlace
fatal. De su experiencia en Panamá lo que sí resalta, en cambio, es el
espectáculo de narración oral al que asistió en la selva y al cual
consagró una parte importante del discurso que pronunció al recibir el
Nobel.
El autor de La música del hambre (Tusquets, 2009) rindió
homenaje en Estocolmo a Elvira, una joven cuentera que era capaz de
“apoderarse de todos aquellos que la escuchaban gracias a un aire de
poseída que iluminaba su rostro y su mirada, y a un cierto
arrebatamiento mesurado y cadencioso”. Elvira encarna para él “la poesía
en acción, el teatro antiguo y la novela más contemporánea”.
En medio de la jungla, un futuro premio Nobel europeo escucha a una
mujer solitaria que va de un lado a otro contando historias y tiene fama
de ser “un poco prostituta y un poco borracha”. La escena es insólita.
Pero ambos comparten el mismo espíritu aventurero y el placer de narrar
historias. En el caso de Le Clézio hay un aspecto adicional que entra en
juego: “La ambición de abrazar la grandeza del mundo real mediante el
instinto y los sentidos”. En el Darién, “lejos de la sofisticación
literaria”, el explorador Le Clézio encuentra un lugar donde el arte “se
expresa con más fuerza y autenticidad”.
Curado de la arrogancia
A diferencia de algunos de sus compatriotas, Le Clézio no sale a
recorrer el mundo para dar lecciones y juzgar lo que está bien o mal. La
arrogancia y los prejuicios del “hombre-blanco-occidental” es algo de
lo cual carece este autor. Varios de sus libros son, al contrario, una
exaltación de las víctimas de los colonizadores europeos.
Le Clézio aborrece todo aquello que evoca el colonialismo, en
particular el que han padecido los africanos. En una de las escasas
entrevistas que ha dado recientemente, dijo a Le Point que él
era un “indignado de África” y rechazó “la manera despectiva como se
trata a ese continente, como lo juzgan, siendo que tiene una historia
tan antigua”.
No solo antigua sino brillante porque, según recuerda, “el reino de
Bornou fue el primero en el mundo que logró establecer en el siglo XII
una Constitución y una forma de democracia social, política e
intelectual mucho más importante que la de los griegos”. Para Le Clézio,
África tiene “una fuerza inmutable, una fuerza mágica, una fuerza
mística y creativa”.
En la misma entrevista a Le Point, Le Clézio se muestra muy
severo con el papel que desempeñó su país en la historia de la
esclavitud: “Las grandes ciudades del oeste de Francia como Lorient,
Saint Nazaire o Bordeaux, fueron construidas gracias a la fortuna que
produjo la trata de esclavos. Chateaubriand es hijo de personas que se
beneficiaron de la trata. Todo eso genera sospechas sobre la cultura.
Nos interrogamos sobre ella, moderamos su esplendor, su aspecto
triunfalista (...) Nosotros somos en parte responsables de lo que pasó y
debemos asumirlo. Mi parte francesa, es decir que Francia, en
compensación, debe prestar ayuda a los pueblos para darles la libertad
que conquistó en el pasado suministrándoles los medios para superar la
crisis económica que los azota”.
¿Tercermundista, Le Clézio? Más bien ‘africanista’. En todo caso, es
un artista comprometido que ha optado de manera radical por el Sur. No
es un azar si su primer viaje al extranjero fue a Tailandia y si luego
partió a México. Él mismo se define como un hombre “sin domicilio fijo”
que necesitar estar cerca del mar, “donde la mirada no se detiene”, o de
una frontera, un lugar de paso.
Una movilidad que hoy día es un lujo y él lo sabe muy bien: “El gran
escándalo de nuestra época es la forma en que Europa trata a los
inmigrantes”, dijo a Libération. En particular porque se les mira “como
una infección contra la cual hay que vacunarse o tomar antibióticos, lo
cual es muy doloroso”. Por eso, el Nobel francés propone “recibir a los
inmigrantes, darles aquello que necesitan y tratar de luchar contra los
males de los que están escapando. Hace poco tiempo se decía que los
inmigrantes contribuían a la economía, mientras que ahora se les dice:
‘no más, quédense en sus casas’ ”.
Huyendo a lo trágico
Sí, la realidad es dura, ¿cómo negarlo?, pero no hay que buscar en
los libros de Le Clézio una retahíla quejumbrosa sobre lo desgraciados
que somos. En 2011, cuando publicó unos relatos bajo el título “Historia
del pie y otras fantasías”, la prensa francesa destacó el hecho de que a
pesar de que las historias son dolorosas, el autor se las arregla para
encontrarle a los relatos un final feliz. ¿Por qué? ¿Cómo así?
Le Clézio tuvo esta sorprendente y luminosa respuesta: “No me gusta
lo trágico. Pienso que la vida es maravillosa, magnífica, que el amor es
un sentimiento sublime, y que en el fondo las desventuras que viven los
seres humanos no se equiparan con lo que viven de extraordinario”.
Los tormentos no pueden ser superiores a la vocación que tienen los
seres humanos de ser felices, de buscar la felicidad en la Tierra (…)
Cada uno tiene la oportunidad de vivir y de hacer cosas muy bellas,
incluso en un metro o en una ciudad leprosa. Estamos en la ilusión, soy
consciente de ello, pero también pensamos que algo mágico nos va a
ocurrir. Me gusta el pensamiento mágico, es mi lado africano que ha
logrado sobrevivir”.
Sí, hay que ir a ver a Le Clézio a la Feria del Libro para escuchar a
un Nobel francés hablando con admiración y afecto de los africanos, hay
que ir a verlo para escuchar a un escritor contemporáneo disertar sobre
lo estupenda que es la vida, a pesar de todo.