Violeta Demonte es catedrática emérita
 de Lengua Española, y sigue en activo en el CSIC. Disecciona palabras y
 estructuras con herramientas científicas.  Llegó a un Madrid 
franquista, militó en las protestas universitarias, alentó grupos 
feministas, se doctoró  cum laude  con Lázaro Carreter y pasó por el MIT
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| Violeta Demonte, lingüista. / Bernardo Pérez./elpais.com | 
En 1969, el año en que Neil Armstrong dio un pequeño paso sobre la 
Luna, una argentina amante de la literatura llegó a España. Violeta 
Demonte Barreto (Paraná, 1944) sustituía un Buenos Aires moderno, 
atiborrado de happenings, psicoanálisis y seminarios sobre 
marxismo, por un Madrid de recato y fritanga. No vino con la intención 
de quedarse, pero se quedó, empujada por azares y circunstancias como la
 llamada de Lázaro Carreter para incorporarla a su nuevo departamento de
 Gramática Generativa. Catedrática emérita de Lengua Española de la Universidad Autónoma, lingüista de proyección internacional y autora de obras esenciales como Gramática descriptiva de la lengua española (junto a Ignacio Bosque), en 2014 recibió el Premio Nacional de Investigación en humanidades. 
Venir de una democracia a una dictadura debió ser un choque brutal. 
Llegué y me fui a una pensión en la Gran Vía, y me asombró muchísimo la
 sensación de llegar a un pueblo. Yo vine casi un poco con curiosidad 
antropológica por conocer un país… Estaba en un sitio que no era 
precisamente muy liberal, el Instituto de Cultura Hispánica, pero en 
seguida empecé a ir a la Universidad y al Seminario de Lingüística 
Matemática, y fui haciendo unas amistades que tenían una actitud muy 
crítica hacia lo que estaba pasando y que me metieron en un mundo 
distinto a la España oficial. Tres días después de llegar asesinaron a 
Enrique Ruano. Me impresionó estar en una dictadura. Pero también tenía 
esa certeza de que las cosas estaban cambiando.
¿De dónde se siente hoy? 
Siempre digo que no me 
siento extranjera en ninguna parte, pero llevo aquí 45 años. Mi cultura,
 mis lecturas, mis sensaciones, mi contexto político es España. Es 
evidente que soy más española que argentina, pero 25 años en Argentina 
fueron mucho tiempo y yo me actualizo en 30 segundos cuando voy a 
Argentina. No soy muy partidaria de las identidades fuertes, pero 
cultural, política y socialmente soy de aquí. Y tengo una hija española.
Tras su estancia en EE UU, su segunda llegada es de la mano de Lázaro Carreter.  
Tengo un gran recuerdo de Fernando Lázaro, una persona extremadamente inteligente, con mucha visión.
¿Les dirigía dardos? Muchísimos. Todo el rato. 
“Señorita, cómo ha escrito usted semejante palabra”. Pero era divertido y
 próximo cuando tenía que ser. Le tengo mucho respeto y admiración.
Fernando Lázaro Carreter lanzaba dardos todo el rato"
 
¿Por qué se acerca al estudio del lenguaje? Una se puede 
imaginar a una niña diciendo que quiere ser médica de mayor, pero no 
diciendo que va a ser lingüista. 
Estudié Lengua y Literatura. 
Me interesaba más la literatura, el lugar donde uno se encuentra sus 
pasiones y deseos. Me gustaba escribir y sabía que eso se aprende 
leyendo mucho, pero también sentí en un determinado momento que aquello 
no te ponía en una actitud rigurosa ante el conocimiento. Me fascinó la 
lingüística cuando hice un seminario en Buenos Aires y vi que era una 
disciplina que podía trabajar con el lenguaje de una manera similar, 
paralela, a como se trabaja en las ciencias de la naturaleza, con 
formalizaciones, explicaciones rigurosas, sistemas descriptivos y no 
pura interpretación o subjetividad. Me interesó muchísimo el programa chomskiano,
 la idea de que las lenguas son objetos de la naturaleza y que tenemos 
que explicar sus propiedades generales y todas estas cuestiones. 
Estos son tiempos de poco aprecio por las humanidades. Sí.
¿Qué se pierden las sociedades que las marginan? 
Se 
pierden mucho, pero también es verdad que las humanidades tienen que 
pensar en cómo hacerse a los tiempos que cambian y cómo relacionarse con
 disciplinas que parecen más poderosas. No podemos encasillarnos en que 
todo sea igual a como fue hace 500 años porque las humanidades son 
inalterables. No lo son, yo creo. Y se ven cambios, hay mucha 
interdisciplinariedad en la historia, la lingüística, la filosofía, 
existen las humanidades digitales, el tratamiento de los textos y la 
transmisión a través de medios informáticos. Esa modernización es 
inevitable. Ahora, una cosa son las humanidades y sus problemas, y otra,
 la administración. La visión del conocimiento científico es cada vez 
más funcional, utilitaria, economicista, como queramos llamarla, y en 
ese contexto las humanidades no pueden competir con la biotecnología. 
Hay que intentar acortar esa brecha, mostrando que las humanidades 
sirven.
Ejercen una influencia fundamental a la hora de formar a 
buenos ciudadanos, algo que no parece muy práctico y que resulta 
determinante. 
Tienen incidencia muy práctica en ayudar a ser 
crítico, a discernir. Vivimos en un mundo de información abrumadora, ¿y 
cómo discrimina un ciudadano lo que está bien o lo que interesa más, lo 
que es sólido y lo que es líquido? Sirve para que entendamos las 
instituciones, situándolas en el pasado y en el presente, para que 
leamos mejor y escribamos mejor. Las lenguas son, por una parte, 
producto de la naturaleza y, por otra, son cultura. Pero yo no sé si la 
sociedad tiene una clara conciencia de ella y si los profesores 
transmiten esas potencialidades de las humanidades. Todos tenemos un 
poco de culpa.
Son tiempos de revoluciones tecnológicas y culturales. Da la 
impresión de que también son tiempos de pequeñas revoluciones en el 
lenguaje con sms, emoticonos, whatsapps, tuits.  
No es una revolución, pero se han generado otros códigos para 
comunicarse. Yo no tengo miedo. Algunos sostienen que el uso frecuente 
de esos sistemas más simples, más esquemáticos, más burdos en algún 
sentido, donde se destruye un poquito la sintaxis, es peligroso. Yo 
pienso que no lo es en absoluto siempre y cuando, y eso es tarea de la 
escuela, el usuario entienda que se está manejando en varios estilos y 
registros. Lo importante es enseñar a distinguir registros y a ser capaz
 de usarlos todos. No tenemos por qué pensar que unos se van a imponer a
 los otros.
¿Están liberados de las normas ortográficas en aras de su inmediatez? ¿Usted escribe tildes en sus whatsapps? 
No, porque soy un desastre tecnológico…, pero utilizo el dictáfono del 
micrófono, y el sistema a veces pone el acento y a veces no lo pone y yo
 no pierdo el tiempo en corregir. Corrijo las faltas de ortografía.
¿Están liberados entonces? 
No absolutamente. No se 
debe poner una “b” por una “v” o una “s” por una “z”. Es nefasto, pero 
hay una relajación de las normas ortográficas y a mí no me preocuparía.
¿Se escribe peor de lo que se habla o se habla peor de lo que se escribe? 
Son dos mundos distintos. La escritura tiene unos requisitos que se 
deben satisfacer, y para eso hay que escribir mucho. En este momento se 
escribe mucho y se escribe bastante bien. Algunos periódicos cuidan 
bastante la escritura. En estos sistemas de comunicación más inmediatos 
seguramente se escribe mal, pero la noción de escribir bien o escribir 
mal es relativa.
¿Y cómo hablamos? ¿O no hay que poner nota al habla? 
 De nuevo, es complicado. Se dice que se habla mal, pero no hay una vara
 de medir cómo se habla. El lenguaje es una ventana al pensamiento, 
quien no tiene algo de pensamiento no lo puede desmenuzar a través del 
lenguaje, hacerlo riguroso, por eso es tan importante enseñar a leer y a
 escribir. La gente habla como puede. Nadie habla ni bien ni mal en ese 
sentido. Dice lo que puede decir. El lenguaje hablado es espontáneo, 
inmediato, relativamente incontrolado. Cuando se habla de hablar mal nos
 referimos a hablar mal en situaciones en las que hay que ser cuidadoso,
 preciso y elegante. Yo creo que los políticos son deliberadamente 
ambiguos e imprecisos, cuando no ramplones. Los periodistas tienen una 
conciencia lingüística que me parece encomiable, en general hay una 
tendencia en la sociedad al grito y al improperio, que si eso es hablar 
mal, es hablar muy mal. Es no saber dirigirse a los otros y no tener más
 léxico que el insulto o la zafiedad.
 Muchísimo. La universidad necesita cambiar el sistema de elección del 
profesorado, de modo que solo los excelentes puedan estar ahí. Es 
necesario que se establezcan distinciones entre las universidades, que 
haya universidades basadas en la ciencia y otras más formativas, como 
pasa en todos los países avanzados. Se habla también de cambiar la 
gobernanza, pero el sistema de elección de rector de ahora es 
democrático, puede servir si se perfecciona. La universidad española no 
impulsa la creatividad, impulsa la reproducción del conocimiento.
¿Por qué la lengua suscita tantas pasiones? Se desatan grandes debates cada vez que se cambian normas o se publica una nueva versión del Diccionario.  
 Eso es muy bonito. La gente se siente dueña de la lengua y esclava de 
la lengua. Desgraciadamente, las lenguas no nos permiten siempre decir 
lo que queremos decir, no son perfectas para la comunicación, tienen 
ambigüedades y son imprecisas. Sin ser lingüistas, los hablantes sienten
 ese corsé. Hay una visión ingenua de los hablantes muy interesante: 
creer que por las normas vas a adquirir ese mejor dominio. Y como todo 
el mundo es dueño de las lenguas porque nadie va a opinar sobre la 
gravitación universal, pero sí todo el mundo puede opinar sobre la 
lengua, es una actitud de los seres humanos porque es tuyo y propio.
Un debate recurrente es el relativo al sexismo. ¿Son sexistas las lenguas o lo son los usos que se hacen de ellas? 
 Lo que es sexista es el uso de la lengua, pero tampoco hay que 
escandalizarse ante ciertas reivindicaciones que han hecho los 
movimientos feministas y las estudiosas del género. El gran debate es 
sobre el uso del masculino y femenino de manera reiterativa. He sido, 
soy y seguiré siendo partidaria de visibilizar a través del lenguaje, y 
no me pueden decir que hay un término general y que el masculino es el 
género no marcado, y que si decimos los profesores, el hablante entiende
 profesores y profesoras. Pero resulta que no, hay estudios 
psicolingüísticos que muestran que si tú a un niño le mencionas los 
profesores, piensan que son solo los hombres… El lenguaje refuerza una 
posición cultural. Entonces visibilizar a través del lenguaje con 
prudencia, sin caer en ridiculeces como en la Constitución venezolana 
que lo pone todo, incluso los adjetivos, no tengo inconveniente en 
hacerlo. A mí no me molesta que digan los vascos y las vascas.
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La lingüista Violeta Demonte. / Bernardo Pérez | 
 
¿Tiene la sensación de que la Academia se resiste a adaptarse a nuevos tiempos en materia de igualdad? 
 Sobre las acepciones y definiciones tienen una actitud razonable. Hay 
que hacerles llegar las observaciones para que las contemplen y las 
introduzcan. Son lentos, pero cada vez lo son menos. Sobre la 
introducción de mujeres, eso ya es otra historia. Creo que ha sido una 
institución muy atrasada, como muchas de las academias.
¿A usted le ha costado más llegar al lugar donde está por ser mujer? ¿Ha dado con techos de cristal? 
Cuando hablamos de techos de cristal, hablamos del sector privilegiado 
de las mujeres que han escalado posiciones en sus profesiones y llega un
 momento en que ya nos las dejan subir más. No estamos hablando de la 
inmensa mayoría de las mujeres, que ni siquiera pueden tener techo de 
cristal porque están condenadas a estar en segundo lugar, tanto 
profesional como personalmente. Sigue habiendo techo de cristal, y para 
eso hay que reclamar la igualdad de las mujeres en la profesión y en los
 salarios. Todas las que hemos llegado tenemos mala memoria, no nos 
acordamos o lo pasamos por alto porque somos bastante luchadoras, pero 
hay más piedras en el camino.
¿Qué se pierde cuando se extingue una lengua? 
Es 
horrible… como lingüista, también como persona, un biólogo diría lo 
mismo con respecto a las especies. No se puede perder una lengua. Es un 
pecado, un drama de la humanidad, se pierde una parte del ser humano, 
porque las lenguas se relacionan, se separan, surgen nuevas lenguas 
durante miles de años; perder una lengua es perder un trozo de la 
naturaleza y de la cultura, es algo brutal. No debería, no puede, 
permitirse.
¿Y por qué es tan difícil crear modelos de convivencia 
armónica en los lugares donde coexisten varias lenguas? Ni los modelos 
de Canadá, Bélgica y España, que son distintos, funcionan del todo bien. 
No es posible porque siempre la convivencia de las lenguas está trufada
 por factores ideológicos como vemos en España, en Canadá o Bélgica. En 
algunos sitios la situación está estabilizada y no están debatiendo el 
problema lingüístico, pero en general… tampoco hay tantas diferencias 
entre los modelos. El modelo de inmersión catalán lo aplican en Canadá 
sin problemas. Los modelos de inmersión sirven para crear cohesión 
social y normalizar, pero probablemente también en un momento dado hay 
que introducir una enseñanza bilingüe, es decir, una parte en castellano
 y una parte en catalán, que creo que se hace en algunos lugares en 
Canadá [con el inglés y el francés]. Se pueden matizar los modelos, lo 
que no se puede es hacer de eso guerra política, o no se puede tampoco 
decir que un padre va a decidir el modelo de la clase de su hijo; eso 
son disparates, hay que introducir la cordura y trazar unas líneas en la
 política educativa lingüística. Hay muchos estudios, y estoy hablando 
de Cataluña en este momento, pero los que defienden los modelos de 
inmersión dicen que luego no hay problemas, todos tienen unos niveles 
lingüísticos mejores incluso que niños de otras comunidades. No parece 
problemático, aunque puede ser un miedo legítimo que alguien tema que su
 hijo no escriba bien en castellano, y hay que intentar matizar esos 
modelos…, pero los modelos en general son factibles.
¿Y cómo debería ser la coexistencia ideal entre el español, el catalán, el gallego y el euskera? 
 En el País Vasco, donde tienen cuatro modelos de escuela, no hay 
conflicto. Parece que está imponiéndose más el modelo euskera en la 
primaria y luego es bilingüe. El gallego lo conozco menos…
Las humanidades tienen que hacerse a los tiempos que cambian"
 
Se ha cambiado hace unos años y se ha introducido un modelo a tres bandas con el inglés, reduciendo las horas de gallego. 
Cuando hay lenguas mayoritarias y lenguas minoritarias, lo que no se 
puede, si se quiere cohesión lingüística y buena convivencia, es primar 
la lengua mayoritaria, porque eso mantiene la situación de diglosia. Eso
 es una regla. Lo ha señalado la Unesco.
 Tú puedes optar por una situación de bilingüismo, difícil de mantener y
 más costosa, porque tienes que enseñar lo mismo en igual cantidad en 
las dos lenguas. En Canadá se hace. El modelo de inmersión de Cataluña 
es triunfador porque el castellano está muy presente en la sociedad. 
Sirve para esa realidad. El castellano está presente en los medios de 
comunicación, en la llegada de inmigrantes castellanohablantes; tienes 
las dos lenguas constantemente en acción. Es importante que el catalán 
se haya puesto como lengua básica en la enseñanza para normalizarlo y 
para crear una lengua de cultura a través de la escuela. ¿Cuál es el 
modelo ideal para las cuatro lenguas? Mejorar lo que hay. No veo otra 
posibilidad, aceptar las críticas e intentar evitar que nadie se sienta 
discriminado, pero siempre teniendo presente que la lengua minoritaria 
tiene que tener un lugar especial en una política lingüística que quiera
 mantenerla. 
Hay casi 500 millones de hablantes de español en todo el 
mundo, apenas el 10% están en España. ¿Considera que este peso 
demográfico hace que no esté justificada la hegemonía del español de la 
Península a la hora de fijar la norma? 
No existe el español 
estándar. El español estándar es una convención abstracta. Es un español
 culto que pueden entender todos los hablantes del mundo hispano, no 
tiene que tener restricciones de pronunciación. La Academia ha hecho un 
esfuerzo grande por introducir a las academias americanas en las 
decisiones sobre la ortografía y la gramática. El español es una lengua 
muy unitaria, ortográficamente lo es, donde las diferencias léxicas se 
están debilitando. Los hispanohablantes no tienen la sensación de un 
predominio del español, y el español de España ya no es la lengua 
oficial estándar.
¿Ya no hay una visión colonialista desde España? 
 Algunos dicen que sí. Y es posible que algunas actitudes lo expliquen. 
Lo que tiene la Real Academia Española es más poder económico, la 
institución es más fuerte que las americanas. Creo que los hablantes no 
sienten ya el español de España como el modelo lingüístico, ni en el 
Caribe, ni EE UU, ni en Argentina. Quizá las instituciones tienen un 
peso mayor injustificado, porque la mayoría de los diccionarios salen 
desde aquí. Hay algo de colonialismo en el liderazgo que quiere tener la
 Real Academia, pero no creo que los hablantes se sientan inhibidos por 
ello. En eso hay un avance. Porque antes el español era el de 
Valladolid.
Me gustaría que me dijese cinco palabras para definir estos tiempos. 
 Desigualdad, que es tremenda; banalidad en la transmisión de la 
información y en el uso de los medios de comunicación; mentira, en el 
lenguaje de los políticos particularmente; descuido, en el uso preciso y
 rico de la lengua, y empatía, falta de capacidad para aproximarse y 
sentir cómo sufren los demás.