"Gmail, Gmail” no rima bien con “Miau, Miau”. Será por eso que 
el diálogo entre gata y dueña no cuaja, y el animal se esfuma escaleras 
arriba. Sabíamos de un felino bautizado Teodoro W. Adorno; de otro al 
que le pusieron Montaigne, pero ¿Gmail? Semejante bautizo resulta 
coherente en una casa como ésta enredada en Parque Chas, sobre alguna de
 esas calles que forman un laberinto circular. Ciclón fijo que bate 
nombres de ciudades internacionales sin coherencia de mapa (“¿Viste? 
Cádiz, Atenas y Liverpool están ahí nomás”). No fue fácil llegar hasta 
acá, por eso ella nos esperó visible, brazo en alto, como si el portón 
fuera un muelle. Una Loren de ángulos hindúes y mejillas plegables en 
holluelos. Bata al viento, de las que podría haber llevado un samurái.
Pola
 Oloixarac –algo que suena a Elena Poniatowska y a Axolotl o cualquier 
cosa que muerda una “x” de exotismo– nos recibe en un living donde se 
despliega la biblioteca en gran angular. Lideran el rincón las Dream Notes
  firmadas por el mismo filósofo que cedió su apellido al gato 
cortazariano. No abundan los lomos amarillos como era de suponer. En su 
mayoría, los títulos se aprietan alfabéticamente en inglés (Palahniuk, 
Pound, Pynchon...). Para contrastar la postal costumbrista de Buenos 
Aires 2015 (una bandeja que ofrece Chocolinas y Rumbas con etiquetas de 
súper chino), se elevan sublimes en la pared imágenes de orquídeas, 
insectos de Surinam y un pulpo negro despeinado de tentáculos. 
Indudablemente, aterrizamos en el laboratorio de novelas como Las teorías salvajes (2008) y Las constelaciones oscuras  (2015), sin contar el libreto de la ópera Hércules en el Mato Grosso  (2014). Gmail, Pynchon, Chocolinas, Adorno y Orchidaceae…
 La irrupción de Oloixarac en lo que denomina el CIA (Campo Intelectual 
Argentino) hará siete años, llegó escoltada por certeros faros del mundo
 literario como Piglia (“Su prosa es el gran acontecimiento de la nueva 
narrativa argentina”, Ricardo dixit ) y el crítico y profesor 
Daniel Link, primero. Luego, a la altura de la primera reedición (ya 
suma cinco), organizó una presentación-brindis de su debut literario en 
la Biblioteca Nacional, donde ya se insinuaban sus dotes de 
escritora-performer. Saboreen la escena en YouTube: a la mesa, tres 
académicos de negro –el crítico Ariel Schettini, el sociólogo Horacio 
González y el filósofo Jorge Dotti– cercan a una gatita resbaladiza como
 la de Pepe Le Pew, justamente al momento de comentar una novela donde 
una estudiante de filosofía intenta levantarse a un profesor. Esta mujer
 vaya que atesora obra en YouTube: no se pierdan su versión bossa de la 
Marcha Peronista o el mediometraje televisivo made in Brasil O Universo de Pola Oloixarac .
Apenas publicada, Las teorías salvajes levantó polvareda. Tanto Beatriz Sarlo como los Angry Young Men  del site  Planta escribieron sendos juicios, con algún rescate por un lado, y por el otro, con una condena absoluta alla
  Marcelo Polino (“Decir que Oloixarac es un escritora de derecha es 
erróneo: no es escritora”). Y en medio del polvo, el mapa eroto-teórico 
que pintaba el libro acabó por superponerse al territorio. Si hasta al 
brillante crítico español Jorge Carrión se le escapó en una nota al pie 
que la escritora “estaba buena”. Todos iban cayendo en la telaraña del 
libro. Incluso la ambición estratégica que podían achacarle a la autora 
estaba ya tematizada ahí, a la vista de una narradora con un plan de 
seducción calculadísimo. La novela no se venía con chiquitas, aspiraba a
 levar cual fresco épico de época: como vista desde el ángulo de un 
barcito de Puán con Wi Fi, la Buenos Aires alegórica de Marechal buscaba
 intersectarse con la subcultural de Laura Ramos. Y el ramificado 
retrato generacional resultó un boom editorial, al punto de haber sido 
traducido a seis idiomas (entre ellos, ¡el finlandés!).
El primer 
personaje que inventó esta escritora fue ella misma, importando de 
Internet dos herramientas, el Nick y el Avatar. “El artista 
contemporáneo no puede ser un DNI; uno no puede ser carne del Estado”, 
ahí viene un sorbo de Coca Light, “el néctar del Antropoceno”, y retoma:
 “Yo prefiero crear mi propia especie y alejarme de mi ser legal. Está 
bueno crearse nuevas identidades. Es algo que la gente está haciendo 
todo el tiempo en Internet, ahí se autocura, se autoedita. Hice lo mismo
 para ser escritora, porque necesito mis máscaras. Como dice la frase, Larvatus Prodeo
 , avanzo enmascarada.  Desde muy chica, a los 8 años, cuando había 
decidido que iba a ser escritora ya me había puesto seudónimo, Cora 
Málaga. Yo preferiría no poner atención en mi ser legal, porque ahí sí 
me siento re paranoica. Puedo hacer cosas libremente en mi vida porque 
tengo una modalidad playfull debajo de la máscara”.
–Pero haber inventado un nombre tan exótico alimenta más la curiosidad por lo que puedas estar ocultando…
 –¡Cómo les encanta denunciar mi nombre de DNI! Pero, basta, yo me autoindexé: vos googleás
 Pola Oloixarac y sólo aparezco yo. Mi vida personal no me parece 
importante para nada, por eso jamás me pondría a escribir literatura del
 yo, del tipo “Me tomé un bondi, acá estoy con mi novio”, eso. Me 
considero poco interesante como tema. Por otra parte, hay que 
retrotraerse del Estado. Fijate lo que le pasó a Pablo Katchadjian con 
su El Aleph engordado .
–A ver.–Por usar su 
nombre legal, se involucró en un plagio con la obra borgeana, lo cual es
 seguir dentro de lo canónico, que es fijar una identidad, que para mí 
es lo que nunca hay que hacer. Por otro lado, intervenir un texto 
canónico como lo hizo él es dejar el canon en el trono en donde está y 
con más fuerza aún. Yo también trabajé con El Aleph en Las teorías…
 , pero lo pensé en relación a la tecnología, que es llevarlo a otro 
lugar, descentrarlo. La validez de la obra de Pablo quedó probada por 
ese problema judicial, que era parte del concepto. Así se está 
completando su obra, por eso no voy a ir al acto en la Biblioteca 
Nacional el viernes 3, ni firmé el petitorio a favor de su 
desprocesamiento. Sí escribí un artículo (googlear Hijos terroristas de Borges
 ), dando mi opinión. La verdad es que el capital simbólico que esta 
levantando Pablo con esta situación es tremendo: ¿qué son al final esos 
miles de pesos? Casi nada, es como pagarte una gran campaña de prensa. Y
 me parece de lo peor seguir insultando a Kodama: la tipa sigue haciendo
 lo que piensa que tiene que hacer. Es consecuente con su mundo.
–Volvamos a la paranoia.–Y,
 bueno, la forma en que funciona la literatura es la paranoia. Uno arma 
mundo. Y la definición clínica de paranoia tiene que ver con la 
construcción de un mundo. Me pasa que cuando me obsesiono con temas, 
empiezo a ver todo conectado; hasta que no entiendo la conexión, no 
paro. Sos un paranoico en el momento en que tenés las intuiciones, pero 
todavía no terminaste de hilar todo. Lo mismo sucede con el exceso de 
información en que vivimos. Por eso, es claro que tenemos que encontrar 
las armas cognitivas para aprehender un mundo que ya no es un mundo 
dado, que no es el kantiano, ya no existe un mapeo de antemano. Es un 
mundo de tantas layers , que nuestro esfuerzo tiene que ver con crearnos nuestras propias constelaciones.
Ajá, al fin desembocamos en el hashtag
 #ConstelacionesOscuras. Si en la novela debut uno de los atractivos 
para el lector joven pasaba por admirar el virtuosismo a la hora del linkeo
 (Morrissey/Borges/Snuff Movies, por citar un párrafo al azar), esta 
vez, las teorías salvajes prefirieron darse menos a la fuga, para 
“constelar” en una historia sobre el saber tecnológico, contada desde 
Latinoamérica y a escala de ciencia ficción (arranca en Las Canarias, 
allá por 1882, para no cerrarse del todo en Bariloche, llegando el 
2024). Al final de la novela, las hilachas narrativas y teóricas se 
hilvanan de manera magistral, destilando un estilo que no denuncia 
precursores locales. “ Las teorías…  tenía que ver con mi relación con las ciencias humanas, la antropología, la etnografía”, explica. “En ese entonces, mi milieu  (medio) era la facultad, Puán, pero para esta novela me mudé a Ciudad Universitaria (risas), a Exactas. En este milieu
 hay sujetos políticos más complicados, que tienen otro rol en la 
aceleración del capitalismo. Me interesaba hacer una biografía de 
Internet a través de un personaje, atravesando los últimos bastiones 
libertarios instanciados en la historia de un hacker , Cassio. El
 empieza con un espíritu súper subversivo, cuando se pensaba que 
Internet iba a revolucionar todo, y de pronto eso se convierte en el 
campo de juego de todos, y al mismo tiempo se convierte en un proyecto 
político inconmensurable, como un Leviatán, que nunca había sido posible
 imaginar. De algún modo, en Las teorías…  se ve la relación con un Leviatán que se basa en la relación entre Estado y violencia, pero en Las constelaciones… , el Leviatán ya no es humano, pertenece al mundo de la inteligencia artificial, que es mucho más enorme”.
–La novela arrincona al hacker entre la decisión de ser un capitán del caos o la de ser un soldado del capital.–Como sujeto político, el hacker
 nos predispone a una relación con el conocimiento muy especial: se da 
cuenta de que conocer es traicionar. Sólo a través de la destrucción 
puede saber y verificar las reglas. El suyo es como un modelo cognitivo 
destructivo, ya no se parece a ese sujeto kantiano que tiene sus 
categorías como cantidad o cualidad y las baja a la realidad y así la 
organiza. Este tipo para poder conocer se tiene que meter adentro de la 
máquina, que es como entrar a la selva y no saber con qué se va a 
encontrar. Por eso, en la novela hay hackers  y virus makers
  como Cassio o Max, y también exploradores del siglo XIX, como Niklas. 
Cassio se enfrenta a la segunda naturaleza tecnológica, antropocénica, 
que es nuestro medio actual, pero en el 1800, Niklas exploraba la 
Naturaleza directamente, sin un camino pre-trazado, y como veía 
fenómenos que estaban fuera de los saberes de su época, tenía que 
inventar teorías. Considero al hacker el personaje político de la
 época. Son los únicos que se involucran en una relación compleja con la
 nueva configuración del poder, que no es la de la vieja militancia. 
Conozco de cerca a un montón de hackers  desde chica (de hecho, 
está casada con un ex hacker y actual programador, que sus dedicatorias 
resumen como “EK”, gracias al cual investigó el barilochense Instituto 
Balseiro, locación básica de la novela). Consustanciados con la máquina,
 ellos ya están transitando un camino psicológico que no se aprecia 
mucho a sí mismo como humano.Ya empezaron a mutar como cyborgs , 
son los primeros mutantes. Y sí, todos pasan por ese momento en que 
tienen que decidir si dedicarse al mal o desmarginalizarse. Wikileaks  compartió un video de los 90, donde unos hackers
  avisaban que la Web es re insegura, que la podían voltear en un 
segundo, que si el mundo no estalla es porque ellos eran gente muy 
copada.
–La novela busca iluminar un poco el lado oscuro, 
siniestro y conspirativo de Internet, pero la gente mascotizó las redes,
 siente que ahí no podría estar nunca el enemigo, sino los amigos de 
Facebook.–Si lo comparás con la economía política en el siglo 
XIX, el liberalismo insistía en que la libertad pasaba por poder 
comerciar; con la cibernética, ahora la libertad pasa porque te puedas 
comunicar. Parece que por ese lado pasan todas las revoluciones incluso 
en países pobres: si el tipo tiene Instagram, es la prueba de que sus 
derechos individuales están garantizados. Si subís tu foto desnudo a 
Twitter, sos libre.
–Peor es cuando se niega a Internet como 
medio de espionaje del mercado y de control del Estado, bajo la excusa 
de la “democracia tecnológica”.–Es una idea artera y funcional a
 lo que está pasando en realidad. Argentina tiene una de las mejores 
capacidades biométricas del mundo: cuando entrás y salís del país, te 
toman la foto y la huella digital, a eso lo podés unir con tu historia 
clínica y con tu trayectoria de la tarjeta SUBE y a toda esa información
 la podés cruzar con la AFIP y la data que dejás en Facebook y en 
Google. Cuando tenés un Estado avanzando sobre los individuos en 
combinación con la tecnología, tu posibilidad de resistencia y escape es
 mínima. ¿Cuál es tu posibilidad de randomizarte  ahora, vivir 
aleatoriamente fuera del control y la vigilancia del Estado, como 
soñaban los hippies en los 60, eso que representaba La Maga de Cortázar?
 Pero hoy nadie está dispuesto a hablar de eso, porque están todos 
entretenidos sacándose fotos en Instagram.
–Entonces tu novela pertenecería al realismo, no sería ciencia ficción.–Se trata de un reloj sólo unos minutos adelantado. Más bien, es ciencia ficción del presente.