No sé si habrán oído hablar de The Bulwer Lytton Fiction Contest, donde se premia anualmente la peor frase para comenzar una novela, en honor de la legendaria «Era de noche y sin embargo llovía»
Ilustración/internet/elespectador. com |
El premio se concede en diversas categorías (aventuras, policiales, de ciencia ficción, literatura juvenil e infantil, “normales”, etc.) y si acaso no lo conocieran pueden rastrearlo, si saben inglés, a través de este enlace: http://www.bulwer-lytton.com/
Fisgoneando un poco con el apoyo logístico de mi buena amiga Miss Hortensia Google, pude enterarme de que el año 2021 la ganadora del premio principal fue la siguiente:
«Un lujurioso amanecer se exhibió sobre una mar flatulenta, desgarrando el corpiño de obsidiana de la noche con sus rapaces dedos de oro, exponiendo así sus oscuros pechos a la mirada ociosa del amanecer». ¡Toma del frasco, Carrasco!
Pero para mi gusto las hubo mejores, por ejemplo ésta: «Mientras Blancanieves, la más bella de todas, corre hacia el bosque para escapar de ser asesinada por su malvada madrastra, está a punto de ser la más desafortunada de todas, porque ahora queda atrapada en una casa en miniatura como seudo–madre de siete niños hombres».
O bien esta otra: «Victor Frankenstein admiraba su obra maestra extendida sobre la losa del laboratorio; era casi humano. De acuerdo, sin conciencia o conciencia social, y no demasiado brillante, pero un poco de cirugía plástica para ocultar las cicatrices y los pernos, tal vez un bronceado con spray y un peinado, ¡y este tipo podría presentarse a presidente!» [¿Tendría en mente el autor de esta frase a the fake ex president?]
Pero sin duda alguna para mí, las mejores fueron dos obras de un concursante de apellido helénico, Greg Homer, domiciliado en Costa Rica. La primera: «Los padres neandertales Hru–Vak y Chee no se alegraron demasiado cuando su hija mayor Fa–al trajo a casa a uno de esos muchachos Homo sapiens recién llegados, pero al cabo de un tiempo se acostumbraron a su falta de prognatismo, a su postura erguida y a su capacidad para resolver problemas».
Y la segunda: «Cuando le pedí a nuestro guía del safari, Guy Pommeroy, novato en el oficio, que identificara de dónde provenían aquellos rugidos, me respondió (y estas fueron sus últimas palabras): "Me parece que es alguien con un caso muy grave de bronquitis; lo comprobaré y volveré enseguida"».
Lo cierto es que munido de tales conocimientos, quisiera presentarme a la próxima convocatoria, en la categoría Libros Infantiles, con la siguiente frase: «Acabo de cumplir nueve meses, llevo fuera de mamá tanto tiempo como estuve dentro de ella, creo que es hora de decirle: “Tenemos que hablar”». ¿Cómo lo ven?