Vathek
William Beckford of Fonthill
Vathek, noveno Califa de la estirpe de los Abásidas, hijo de Motassem y nieto de Haroún Al-Richid, subió al trono en la flor de la edad. Las considerables cualidades que ya entonces poseía hacían esperar a sus súbditos un reinado largo y feliz. Su aspecto era agradable y majestuoso; más cuando montaba en cólera uno de sus ojos se volvía tan terrible que no podían soportarse sus miradas: el desdichado sobre quien lo fijaba caía de espaldas y a veces expiraba al momento. Así que, temeroso de despoblar sus estados y convertir en desierto su palacio, el príncipe se encolerizaba sólo muy de tarde en tarde.
Era muy dado a las mujeres y a los placeres de la mesa. De generosidad sin límites y libertinaje sin moderación. No creía, como Omar Ben Abdalaziz, que fuera preciso hacerse un infierno de este mundo para ganar en el otro un paraíso.
Todo exceso es malo
José de la Colina
El fantasma amante de los récords se ejercitó en lograr el mayor número de apariciones en el menor tiempo… y cuando logró aparecer sesenta veces por minuto descubrió con terror que se había vuelto un hombre vivo.
Socias
Teresa de Riggen
Un millón al contado. Sí, un millón es lo que te corresponde si arreglamos este asunto; ya has visto que soy buena paga, al firmar por supuesto, según dicen música pagada toca mal son. Como siempre: el tres por ciento para ti, y el otro tres para mí. Tu porcentaje es sagrado. Y conste que me debería tocar uno mayor porque en realidad qué arriesgas, nada. Tu trabajo se reduce a un dedazo y ya está, pero bien a bien la que se fleta con las idas de la Ceca a la Meca soy yo. Nomás cuenta lo que llevamos ganado juntas, un dineral, por eso te tengo una fe que no veas. La verdad, desde que somos socias no sé ni de dónde me caen los clientes. La ventaja que tienes conmigo es que no pongo fecha límite, cuando sea tu santísima voluntad. Sólo aquella vez que era urgente, no me quedó otra que presionarte. Los de la promotora están enojados porque no quiero entrarle con ellos a la venta del fraccionamiento. ¿Crees que me importa? Bueno, ya sabes, un millón y sin andarlo pregonando. No sé para qué son esos desplegados: "Gracias por un favor recibido". Luego sus iniciales, ni siquiera nombre. Y el único que saca beneficio es el periódico. En cambio, lo que yo te doy va directo a los viejitos del asilo, y me quito de andarte prendiendo veladoras, que igual que los desplegados, para nada sirven.
El asesinato de Lincoln
José Emilio Pacheco
El 14 de Abril de 1865, en el teatro Ford de Washington, el presidente Lincoln asistía al estreno de una ficción política llamada The Murder of Abraham Lincoln. El escenario del teatro Ford representaba al teatro Ford con todo y plateas, palcoa, foso de la orquesta, y, desde luego, escenario donde se desarrollaba una ficción política llamada The Murder of Abraham Lincoln.
A punto de terminar la obra, el actor John Wilkis Booth, que hacía el papel de John Wilkis Booth, abrió la puerta del palco a la derecha del proscenio y miró a los actores que impresionaban al presidente, a la señora Lincoln, al Mayor Rathbone y a su novia. John Wilkis Booth sacó una pistola marca Derringer y disparó una bala que él supo de salva. El actor que encarnaba a Lincoln se desplomó herido de muerte. John Wilkis Booth se preguntó quién le había hecho esa broma pesada. Trató de huir. Se interpuso el mayor Rathbone. John Wilkis Booth lo hirió con un puñal y salió del palco.
En el Teatro Ford se produjo una confusión total. El público ya estaba muy desconcertado por la obra tan extraña que habían puesto. Abraham Lincoln aprovechó la oportunidad para desaparecer. Quedó en la historia como el emancipador de los esclavos, el hombre que hizo la guerra para liberar a los negros, no por los intereses comerciales del norte industrial contra el sur agrícola.
Ya casi a fines del siglo XIX Lincoln se reía mucho contando esta historia, oculto y viejísimo en su plantación de Fairfax County, Virginia, muy cerca de Washington. Decía que sólo un gobernante asesinado puede preservar su gloria y que si es posible impugnar su genio político nadie nunca podría —si lo supiera— restarle méritos como dramaturgo y director escénico.
Traducción femenina de Homero
Marco Denevi
Toda la Odisea, con sus viajes, sus naufragios, sus sirenas, sus hierbas mágicas, sus animales míticos, sus palacios misteriosos, sus aventuras y sus desastres es, para Penélope, una inútil y tediosa demora en sus amores con Ulises. Mientras tanto Andrómaca refunfuña: "Que el viejo de Homero cuenta la historia a su manera, Yo daré mi versión. Yo, que la he vivido. Yo, una pobre mujer desdichada. Primero, recuerdo, fue la prohibición de salir de la ciudad. Después tuve que pulir escudos, coser sandalias, fabricar flechas hasta que las manos se me llagaron. Después, vendar heridas que sangraban y supuraban y enterrar a los muertos. Después escasearon los víveres y nos alimentamos de ratas y raíces. Después el ejército enemigo invadió la ciudad y abusó de mí y de mis hijas. Por fin el vencedor me hizo su esclava".