Dudas sobre el autor de una obra clásica que ha fascinado a los lectores durante generaciones
¿Fue Hernán Cortés el autor de la Historia Verdadera de la Conquista de 
Nueva España, la gran crónica de Indias, una de las obras clásicas de la
 literatura española, y no Bernal Díaz del Castillo, a quien se le ha 
atribuido durante siglos? ¿Fue el Conquistador un genial escritor, el 
fundador del periodismo y de la novela latinoamericana?
Así lo asegura el historiador y antropólogo francés Christian Duverger en su amenísimo libro Crónica de la eternidad, publicado en México, donde a modo de investigación policiaca va sumando
 argumentos históricos y filológicos para socavar la autoría del 
cronista-soldado y atribuírsela al futuro marqués del valle de Oaxaca. 
Duverger, un historiador a contracorriente, es conocido, como demuestra 
en su libro anterior Cortés, la biografía más reveladora, por tener una 
imagen muy positiva de Cortés, a quien considera un visionario, pionero 
del criollismo y del mestizaje, en permanente conflicto con los 
designios de la Corona española.
Es posible que su tesis no sea concluyente, incluso que haya pasado 
por alto datos esenciales, como argumentaba en estas páginas el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona Guillermo Serés, autor de la espléndida edición de la Historia verdadera de la RAE.
 En el haber del historiador francés hay que anotar sus revelaciones 
sobre los primeros años del conquistador y su etapa final en Valladolid,
 donde fundó una academia de intelectuales; y quizá más importante aún, 
su contribución a revisar la percepción de un personaje que yace 
enterrado por la aculturación, el papanatismo y los complejos españoles y
 satanizado por la historiografía oficial mexicana.
Su libro abre una intriga sobre el autor de una obra clásica que ha 
fascinado a los lectores durante generaciones. Sería una lástima que el 
debate que propone Duverger quedase a medio camino entre el “averiguan 
lo que inventan”, con el que Quevedo descalificó a los descifradores de 
etimologías, y el castizo “otro extranjero a quien nadie ha dado vela en
 nuestro entierro”, de Cela. La historia y la literatura de la América 
española no lo merecen.
 

 
