El Nobel colombiano medió en la crisis de los balseros y propició la colaboración antiterrorista entre el FBI y La Habana, según un libro recién editado en EE UU
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| Fidel Castro y Gabriel García Márquez, hacia 1985, portada del libro Gabo y Fidel. El paisaje de una amistad, de Ángel Esteban y Stéphanie Panichelli./elpais.com | 
Historia de un amor imposible en tiempos de cólera podría 
ser, con permiso del fallecido Nobel, el título de Gabriel García 
Márquez para una novela sobre los casi 60 años de desencuentro entre 
Estados Unidos y Cuba. Un largo y mágico relato en el que el escritor 
colombiano sería uno de los protagonistas. De hecho, lo fue, al lado de 
otros como los ex presidentes Jimmy Carter o Carlos Salinas de Gortari, 
el dictador Francisco Franco o el mítico y fallecido presidente de Coca 
Cola, Paul Austin, el hombre que llevó la bebida a China después de 30 
años de prohibición comunista. Así lo cuenta el libro Back Channel to Cuba,
 de los investigadores William M. Leogrande y Peter Kornbluh, que narra,
 con documentos secretos y conversaciones con losprotagonistas, las 
negociaciones entre Cuba y EE UU desde la revolución de Fidel Castro en 
1959.
En agosto de 1994, miles de cubanos cansados de restricciones
 se lanzaron al mar sobre cualquier cosa que flotara para alcanzar 
Florida. Comenzó una pesadilla para Castro y Bill Clinton, llegado a la 
Casa Blanca un año antes. El comandante pidió la mediación de Jimmy 
Carter, pero Clinton desconfiaba de la neutralidad del ex presidente. 
Washington acudió entonces al presidente de México, Carlos Salinas de 
Gortari. “Necesitaba a alguien discreto y con acceso a Castro”, recordó 
el mexicano. El elegido fue García Márquez, que se presentó en su 
despacho de Los Pinos en 30 minutos. Al rato, Salinas y Castro ya 
hablaban por teléfono.
Clinton estaba dispuesto a negociar la crisis sólo si se ceñía a una 
cuestión migratoria y no se abordaba el bloqueo de la isla. Ese fue el mensaje que García Márquez llevó a Cuba el 24 de agosto
 a bordo del avión del presidente mexicano. Cinco días después, el 
escritor pudo entregar la respuesta de Castro a Clinton durante una cena
 encasa del escritor William Styron y su esposa Rose en Martha’s 
Vineyard. Además del Nobel, Clinton y su esposa Hillary, acudieron el 
autor mexicano Carlos Fuentes y el ex ministro de Exteriores del mismo 
país Bernardo Sepúlveda.
García Márquez y Clinton se sentaron juntos. El escritor intentó 
seducir a su interlocutor. Le habló de la psicología de Castro, de cómo 
acercarse a él y de las muchas concesiones que había hecho (tibias 
medidas de apertura, retirada de Angola…). Los latinoamericanos 
presentes destacaron que un acercamiento entre EE UU y Cuba mermaría la influencia de Castro. “Intenta entenderte con Fidel, él tiene muy buena opinión de ti”, le aconsejó le escritor.
"Intenta entenderte con Fidel, él tiene muy buena opinión de ti”, le aconsejó el escritor. Pero Clinton no picó.
Clinton no picó. “Al principio fue educado, pero al ver que estaba en
 una emboscada, dejó de escuchar”, recordó Williams Luers, secretario de
 Estado adjunto para Latinoamerica, presente en la cena. “Clinton 
simplemente se giró”, recordó Rose Styron. “Cambiemos de tema”, le dijo 
en español Luers a Gabo en medio de una gran tensión. El escritor 
preguntó a Clinton qué estaba leyendo, y este comenzó a hablar de 
William Faulkner.
Un rato después, a solas, García Márquez trasladó a Clinton la disposición de Castro a negociar sólo sobre migración. El presidente le pidió que advirtiera a su amigo Fidel que Cuba recibiría un respuesta muy distinta en la crisis de los balseros de la que recibió de Jimmy Carter con los marielitos
 (el éxodo de cubanos a Florida desde el puerto de Mariel en 1980). 
Clinton le recordó que aquello le perjudicó cuando aspiraba a la 
reelección como Gobernador de Arkansas. “Castro ya me ha costado unas 
elecciones. No me va a costar dos”, le advirtió. Al día siguiente, Gabo 
voló a La Habana con el mensaje.
García Márquez tuvo un papel decisivo en otra cuestión:
 los atentados contra instalaciones turísticas cubanas entre 1992 y 
1997, que provocaron una interesante colaboración antiterrorista entre 
La Habana y Washington. En este asunto, Castro pidió a su amigo que 
llevara un mensaje urgente a Clinton. El escritor se presentó el 1 de 
mayo de 1998 en Washington con el documento Sumario de los asuntos que Gabriel García Márquez puede transmitir confidencialmente al presidente Clinton.
 En él, Castro desvelaba una supuesta trama terrorista para derribar un 
avión con destino u origen en La Habana, sobre cuyos responsables 
Estados Unidos “tenía información suficiente” para su desmanelamiento.
Clinton, de viaje, no le pudo recibir, pero una cena en casa del 
expresidente colombiano César Gaviria hizo que el Nobel coincidiera con 
uno de los principales consejeros del presidente ,Thomas McLarty, al que
 transmitió sus intenciones.Dos días después, Gabo fue invitado al ala 
oeste de la Casa Blanca. “Esta no es una visita oficial”, dijo García 
Márquez para alivio de sus interlocutores. Acto seguido, les entregó un 
escrito, que todos leyeron. “¿Es posible que el FBI contacte con sus 
homólogos cubanos para luchar juntos contra el terrorismo”, preguntó el 
escritor. El zar antiterrorista Richard Clark, presente en la reunión, 
lo consideró una “buena idea”. La reunión fue un éxito. Antes de 
despedirse, McLarty tuvo un cumplido con Gabo: “Tu misión era muy importante. Lo has hecho muy bien”.
El exceso de celo de Franco
“Es la conexión ibérica”, explica Peter Kornbluh, coautor de Back Channel to Cuba,
 sobre un capítulo de la historia reciente de España: las gestiones de 
Franco para intentar mejorar las relaciones entre la isla y Estados 
Unidos. En la primavera de 1964, la diplomacia española propició un 
encuentro en un café de París entre agentes de la CIA y el embajador 
cubano en Francia, Antonio Carrillo. La CIA tenía interés en Carrillo 
como un posible desertor y no tanto como medidador para un 
restablecimiento de relaciones. La intentona se frustró porque The New York Times
 reventó la noticia. “Cuba tantea el terreno para un acuerdo con Estados
 Unidos”, contó el periódico. El diario ABC contribuyó con la revelación
 de una supuesta hoja de ruta para el acercamiento entre los dos países.
Tres años después, en 1967, Washingto planteó al ministro de 
Exteriores Fernando María Castiella la posibilidad de hacer llegar un 
mensaje a Castro, dejando claro que había dos temas innegociables (la 
ayuda de La Habana a movimientos guerrilleros en América Latina y la 
presencia de armamento soviético en Cuba). La diplomacia española 
interpretó la sugerencia de Washington como una petición oficial de 
intermediación.
En Noviembre, Franco envió a La Habana al diplomático Adolfo 
Martín-Gamero para entregar un “mensaje especial” a Fidel Castro. “El 
mensaje ha sido aceptado con interés y ha tenido un indudable efecto”, 
escribió Martín-Gamero. El 22 de diciembre, el informe español llegó a 
manos del presidente Johnson. El asesor presidencial Walt Rostow montó 
en cólera. En su opinión, según un memorando de una reunión, Madrid 
había incurrido en un exceso de celo. "Los españoles han tomado lo que 
pretendía ser un recordatorio discreto sobre nuestra posición por un 
mensaje emitido por un enviado especial", se quejó. “Si se filtra, 
tendremos problemas”, añadió. El 16 de julio de 1968, Washington 
comunicó a Madrid que sus buenos oficios debían concluir.
Sobre el mensaje, Kornbluh cree que tiene que ver con el asesinato de
 Che Guevara un año antes a manos de la CIA y el Ejército de Bolivia. 
Washington estaba convencido de que esa muerte obligaría a a Castro a 
replantear su papel en el continente. “Esos que hacen el signo de la 
victoria por haber matado al Che se equivocan si creen que con él mueren
 sus ideas”, proclamó el cubano. Lo cierto es que hasta una década 
después, con la revolución sandinista en Nicaragua, La Habana no volvió a
 apoyar a ningún movimiento guerrillero.
