Del origen de la literatura, el eterno retorno, y un amor
Nacimiento
VicenteBattista
Los antropólogos de la Universidad de Duke, en los Estados Unidos, estiman que el hombre de Neanderthal, que habitó la tierra hace más de cuatrocientos mil años, poseía el don de la palabra. Esta novedad podría contestar una pregunta que hasta hoy no tenía respuesta.
Para encontrar esa respuesta habrá que retroceder hasta una tribu de Neanderthal, una noche en especial. Los hombres y mujeres están alrededor del fuego, buscan calor y celebran el fin de otra jornada. A la mañana de ese mismo día, los hombres habían partido de caza en busca de alimentos. Las mujeres, en tanto, cuidaban a sus críos. Ahora que el sol ya se fue, es tiempo de descanso y de contar las experiencias del día. Cada hombre dice cómo atrapó a la presa que perseguía. No sabe mentir.
Pero para uno de estos hombres la caza había sido un fracaso. Cuando llega su turno, no tiene proezas para contar. Entonces decide inventarlas. Miente una cacería imposible. Lo hace con tal perfección que transforma esa mentira en una historia bella y apasionante. Todos piden que la repita. Aquella noche, sin saberlo, ese anónimo hombre de Neanderthal acababa de inventar la literatura.
Los antropólogos de la Universidad de Duke, en los Estados Unidos, estiman que el hombre de Neanderthal, que habitó la tierra hace más de cuatrocientos mil años, poseía el don de la palabra. Esta novedad podría contestar una pregunta que hasta hoy no tenía respuesta.
Para encontrar esa respuesta habrá que retroceder hasta una tribu de Neanderthal, una noche en especial. Los hombres y mujeres están alrededor del fuego, buscan calor y celebran el fin de otra jornada. A la mañana de ese mismo día, los hombres habían partido de caza en busca de alimentos. Las mujeres, en tanto, cuidaban a sus críos. Ahora que el sol ya se fue, es tiempo de descanso y de contar las experiencias del día. Cada hombre dice cómo atrapó a la presa que perseguía. No sabe mentir.
Pero para uno de estos hombres la caza había sido un fracaso. Cuando llega su turno, no tiene proezas para contar. Entonces decide inventarlas. Miente una cacería imposible. Lo hace con tal perfección que transforma esa mentira en una historia bella y apasionante. Todos piden que la repita. Aquella noche, sin saberlo, ese anónimo hombre de Neanderthal acababa de inventar la literatura.
Paisaje
Javier González Rubio I.
La lluvia opacaba los minutos siguientes. Los
árboles se movían con hastío. A lo lejos, por encima de las silenciosas
montañas, la Luna trataba de ocultarse definitivamente. El Sol hacía un
esfuerzo para no contemplar aquello. Por todas partes se esparcía la soledad.
Las piedras enloquecidas cambiaron de lugar. Los ríos perdieron su cauce y
olvidaron sus recuerdos de vida. Las flores desearon no haber brotado porque
nada ni nadie respetó su belleza. El viento recorrió paulatinamente el paisaje
como emisario de la tristeza, que se había sentado en un monte para observar su
reino. Las ardillas y pájaros se habían ido…
No se escuchaba el rugir de leones y tigres, ni el
ruido de hojas caídas al paso de liebres, víboras y zorras. Las voces de los
hombres se apagaron por sus mismos gritos. Todo entró en la caverna del olvido.
El silencio estaba dispuesto a no dejarse vencer ahora que había derrotado al
escándalo. En el cielo permanecían las tonalidades rojas porque las azules se
habían perdido…
Cuando cesó la lluvia y la luna logró su objetivo,
aparecieron un niño y una niña buscando, entre los escombros del mundo, una
muñeca de trapo y un carrito de madera.
Toño Salazar
Alfonso Reyes
Toño Salazar volvió a París tras
larga ausencia. Los viejos poetas que había admirado en su juventud ya no
existían. Las calles recordaban sus nombres. Lo mismo le pasó en México, de
donde también faltó muchos años. Y me dijo: —Mis amigos se han convertido en
calles…
El eterno retorno
Collin de Plancy
Dos alemanes que
en una taberna hablaban del gran Año Platónico, en el cual todas las cosas
volverían a su primer estado, quisieron persuadir al dueño del lugar, que los
escuchaba atentamente, de que no había nada más cierto que ese retorno cíclico,
“de tal modo —decían— que dentro de los dieciséis mil años estaremos los dos
bebiendo aquí, a la misma hora, bajo la misma luz, en este mismo cuarto”, y
luego le pidieron que les diera crédito hasta entonces. El tabernero les
respondió que estaba muy de acuerdo en ello; “pero —añadió—, puesto que hace
dieciséis mil años que, día a día, hora tras hora, estáis bebiendo aquí, y os
habéis ido sin pagar, cubrid vuestra deuda pasada y os daré crédito en el
presente”.
Ella lloraba en sueños
Milán
Kundera“Estaba enterrada. Hace ya tiempo. Venías a verme todas las semanas. Siempre golpeabas con los nudillos en la tumba y yo salía. Tenía los ojos llenos de tierra.
“Decías:
“Así no puedes ver” y me quitabas la tierra de los ojos.
“Y
yo te decía: “De todos modos no veo, si tengo agujeros en vez de ojos.
“Y
un día te fuiste y no volviste durante mucho tiempo y yo sabía que estabas con
otra mujer. Pasaban las semanas y tú no volvías. Tenía miedo de no verte y por
eso no dormía nunca. Por fin volviste a llamar a la tumba, pero yo estaba tan
cansada después de un mes sin dormir que no tenía fuerzas para salir a la
superficie. Cuando lo conseguí, tú me miraste decepcionado. Me dijiste que
tenía muy mal aspecto. Sentí que te desagradaba terriblemente, que tenía la
cara hundida y hacía unos gestos muy bruscos.
“Te
pedí disculpas: “No te enfades, no he dormido en todo el tiempo”.
“Y
tu dijiste con voz falsa, tranquilizadora: “Ya ves. Tienes que descansar.
Deberías tomarte un mes de vacaciones”.
“Y
yo sabía perfectamente qué querías decir con lo de las vacaciones. Sabía que no
querías verme en todo el mes porque estarías con otra mujer. Te fuiste y yo
bajé a la tumba y sabía que pasaría otro mes sin dormir para estar despierta
cuando vinieses y que, cuando llegases al cabo de un mes, estaría aún más fea
que hoy y que tú estarías aún más decepcionado.