El profesor Jorge García López se avanza al centenario con la biografía Cervantes. La figura en el tapiz . "Lo importante es su estructura intelectual", sostiene el biógrafo, que dibuja al escritor como escéptico y empirista
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El Caballero de la Triste Figura./elperiodico.com |
Fastos como los del cuarto centenario de la publicación de la primera
parte del Quijote, en ese lejano y próspero 2005, probablemente ya no
se volverán a ver. Pero el encadenamiento consecutivo de los cuartos
centenarios de la publicación de la segunda parte del libro (este otoño)
y del fallecimiento de su autor (2016) sí han alimentado, al menos, la
publicación de buen número de novedades editoriales cervantinas de
interés. Y casi abre la liza (si no fuese por la reciente edición
popular y escolar del Quijote de la RAE, a cargo de Arturo Pérez
Reverte) una biografía con intenciones renovadoras, la del profesor de
lal Universitat de Girona Jorge García López que esta semana, al cabo de
30 años de la edición original de la última gran biografía cervantina
de referencia, la de Jean Canavaggio, llega a las librerías publicada
por Pasado & Presente.
Cuando al calor del doble
cuatricentenario se remueven unos huesos de identidad harto dudosa,
Jorge García (que fue el editor de las Novelas ejemplares para la
colección de clásicos de la RAE) pretende en Cervantes. La figura en el
tapiz centrarse en la osamenta realmente relevante. "Lo importante,
más que la vida, es la estructura intelectual de Cervantes", sostiene.
De hecho, a partir de determinado momento la biografía (una vez dejados
atrás los orígenes familiares, la peripecia italiana, Lepanto, el
cautiverio en Argel, los años al servicio del fisco real) deriva en
ensayo literario. "Debe tenerse en cuenta que en los últimos diez años,
Cervantes se encierra escribir como nunca lo ha podido hacer durante
toda su vida", apunta Jorge García, quien califica su libro de "muy
crítico con la 'nomenklatura' del hispanismo", aunque se presenta con
dos avales de peso: le brindan frases de apoyo Francisco Rico, de quien
García se considera discípulo -"la biografía de Cervantes más puesta al
día, más segura y más completa"- y Jean Canavaggio -"innovador en más de
un aspecto (...) marca, sin la menor duda, un hito significativo en
nuestro conocimiento del vivir y crear de Cervantes".
Persona, autor y mito
"Me
he propuesto tratar a Cervantes como una persona normal, no como a un
mito", explica el autor, a pesar de que la mucha documentación que se
conserva abunda en su vida oficial ya que, como recuerda el biógrafo,
"hay actas pero no cartas, no hay correspondencia con su mujer o con su
familia". Para empezar, sitúa aspectos como las accidentadas
maternidades de varias mujeres de la familia Cervantes o la relación del
escritor con su mucho más joven mujer Catalina Palacios dentro de los
usos normales de la época ("al lado de Lope, Cervantes era un cartujo",
bromea Jorge García, quien discrepa también del supuesto documento de
separación del matrimonio. "Tampoco es cierto -añade- que Cervantes
fuera una persona con poca suerte: sobrevivió a Lepanto, a cuatro
intentos de fuga en Argel que podrían haber acabado en empalamiento, fue
rescatado y logró el empleo de comisario del rey, muy bien pagado. Vive
de crédito porque a veces cobra de golpe la comisión de ocho meses,
pero no se trata de miseria". Sí es cierto que no consigue triunfar como
dramaturgo, y sus intentos de emigrar a América fracasan, pero por
exceso de ambición -ser alcalde de Bogotá, o gobernador de una provincia
de Guatemala- y consigue a cambio una promoción como juez ejecutor del
monarca. Dos empleos que, por cierto, le llevan de venta en venta por
los caminos de castilla a lomos de mulas aquiladas, prefigurando a la
versión "enloquecida" de ese comisario real.
Entre las leyendas a
refutar están las del personaje heroico y ejemplar del cervantismo del
siglo XIX, el Cervantes judío, o progresista, o el "ingenio lego",
expresion que, recuerda el biógrafo, no presupone falta de estudios sino
de una graduación académica. "Era un gran pensador, un gran intelectual
y un gran artista", dice. Pero no un erasmista. "Cervantes, en contacto
con academias, impresores y libreros, vive otro ambiente intelectual,
de finales, no de principios, del siglo XVI. Es un empirista, escéptico,
que explica en el Quijote que la visión sensorial de las cosas no se
corresponde con la realidad, y que lo real es lo cotidiano y el resto,
literatura. Es una crítica del humanismo, de discursos fuera de su
tiempo, un manifiesto de la nueva literatura, sin saber que cien años más
tarde este sería el paradigma de la cultura europea, algo que por
cierto explica la suerte que le deparó la posteridad". Más Hume o Swift
antes de hora que Erasmo, sostiene García, rompiendo algún esquema. Se
alinea, dice, con la idea que Alberto Blecua, medio en broma medio en
serio, proponía a su alumnos: "Cervantes es un escritor inglés del siglo
XVIII". Y aquí viene a cuento el humor del Quijote, "ese estilo
irónico -dice- que tanto gustó a los ingleses. No se trata de una serie
de chistes sobre la historia de un loco; la comedia no es inferior a la
tragedia".
¿Conclusión? "'El Quijote es la evolución del
humanista en novelista. El alma del Quijote es la relación que hay
entre las palabras y las cosas".