lunes, 20 de abril de 2015

Abello Banfi: "No somos la iglesia de Gabo"

Un año como cien de soledad

Desafiante. Esa fue la actitud que al Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, le hizo interesarse en Jaime Abello Banfi

Jaime Abello Banfi, director de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Fnpi.
/elpais.com.co

Ocurrió en 1983, en una reunión donde se decidía si el Municipio debía tomar la administración del Teatro de Barranquilla, entonces en manos del Banco de la República. Gabo era defensor de la idea de entregarlo y Jaime, representante del comité intergremial del Atlántico, de no recibirlo, por todos los problemas que entonces tenía su ciudad.
De esa confrontación de ideas, que esa noche terminó en una charla cálida, en la casa de la ‘Tita’, la viuda de Álvaro Cepeda Zamudio, surgieron una serie de encuentros que 12 años después se cristalizaron en uno de los mayores anhelos de García Márquez: constituir una escuela de periodismo, inspirada también en aquella que fundó para el cine en San Antonio de los Baños, en Cuba.
El 18 de marzo de 1995, con un seminario de libertad de expresión y protección al trabajo periodístico en Colombia, comenzó el periplo académico de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Fnpi, que desde entonces dirige Jaime, uno de los ‘Gabólogos’ más reconocidos del mundo, por la amistad que durante años de trabajo los unió.
En vísperas de cumplirse un año de la partida del Nobel, el 17 de abril, Jaime evoca su legado, habla sobre los retos de la fundación y responde a las críticas sobre el cuestionado apoyo de  Gabo a Aracataca, entre otros, en esta entrevista que le concedió a El País.

Un año después de su muerte ¿cuál cree que es el legado más grande que nos deja García Márquez?

Claramente su obra literaria, que es el gran motor de esa fama y reconocimiento universal. Pero cuando uno entra un poco más allá empieza a darse cuenta de las dimensiones de García Márquez en su amor y dedicación al periodismo. Y con su decisión de crear una institución que se dedicara a la formación de periodistas.
En lo ideológico, el haber decidido no anteponer su tendencia, sus ideas, al relacionarse con personas de cualquier posición ideológica. Fue capaz de ser amigo de Fidel Castro y de Bill Clinton a la vez. De reconciliarse con Turbay Ayala, en cuyo gobierno le tocó salir del país. Era una persona tolerante, que se dedicó  también al tema de los Derechos Humanos.
Y en lo humano, ese sentido del humor, esa mamadera de gallo pero con seriedad, que refleja que fue un hombre que se la gozó pero que trabajó duro. Esa es la lección que nos deja: que fue un hombre que basó sus historias en nuestra cultura.

Usted estaba en México, por casualidad, cuando murió Gabo. ¿Cómo fue esa última vez que lo vio?
Yo había estado unos meses atrás almorzando con Gabo, Mercedes, su hijo Gonzalo y su nieto Mateo. Regresé en abril de 2014 con intención de saludarlo y me tocó  despedirlo. Ese día, 17 de abril, entró una llamada para anunciarme que Mercedes me estaba buscando, porque Gabo había muerto. Cuando llegué a su casa, estaban  subiéndolo al vehículo de la funeraria. Me tocó ver sus restos, fugazmente.

Pero en ese último almuerzo que tuvieron, a finales de 2013, ¿cómo lo encontró? 
Ya todos sabemos que al final Gabo tenía una disminución de facultades, que no tenía la misma memoria de antes, aunque jamás perdió la consciencia. Tenía un problema de audición,  debía usar audífono y eso lo ensimismaba. Pero  mantenía la ternura, la mamadera de gallo, la capacidad de contar cuentos. Lo último que recuerdo es esa mirada cristalina, la sonrisa y la mano sobre Mercedes,  diciéndole ‘Mechas’. Se nos fue despidiendo poco a poco, se fue apagando. Se fue yendo con elegancia y eso nos hizo más llevadera su desaparición.

Los méritos de Gabo no se discuten, su valor como periodista y escritor. Sin embargo hay voces que dicen que Gabo no le dejó nada a su pueblo, que no fue generoso con Colombia…
Tengo absoluta claridad de que Gabo le dio lo más importante a una comunidad: sentido de orgullo y pertenencia. Un gran potencial  que ojalá sea bien manejado, porque el significado que tiene Aracataca a nivel mundial es muy importante y está llamada a ser un destino turístico cultural.
Es injusto que no se les reclame a otros autores que resuelvan problemas de acueducto y alcantarillado. Le echan la culpa a Gabo y  es responsabilidad  de la colectividad exigir sus derechos como contribuyentes y en segundo  lugar, es culpa de los políticos, de sus líderes.

También se le critica el haberse alejado de su país, de su gente
Eso no es cierto. Siempre tuvo una casa en Colombia. Nunca se sintió exiliado. Él tuvo que salir por una situación de emergencia, porque tenía información de que le iban a complicar la vida. Pero volvió un año después y con proyectos importantes, con la intención de hacer un periódico, hizo una fundación importante, le dejó al país una literatura con la qué sentirse representado. Fue un hombre viajero e internacional, pero su trabajo, sus preocupaciones ciudadanas y políticas estaban con Colombia. Jamás cambió de pasaporte, ni siquiera de acento. Tuvo siempre casa en Bogotá, Cartagena, México, Barcelona, La Habana, Los Ángeles donde rompió otro mito sobre su lejanía al gobierno de Estados Unidos por estar cerca de Cuba. Sobre García Márquez había muchos mitos. Y es mucho más rica la realidad que nos deja.

Otro hecho que ha causado controversia es la decisión de la familia de venderle a la Universidad de Texas algunos documentos de la vida de Gabo, porque se  esperaba que los donara a su nación...
La gente no esperaba nada. El debate surge después de que las decisiones se toman. Este es un patrimonio documental al que el mundo entero le interesa. Hay muchos autores  que a sus herederos les han entregado sus archivos y los han vendido. La Universidad de Texas va a digitalizar el material, lo va a poner al servicio de los investigadores y lo acercará a Colombia. A la Feria del libro de Bogotá vendrán dos especialistas de la universidad para hablar de los planes que tienen. Francamente creo que es una falsa discusión, porque el investigador de Colombia que tiene interés va a poder usas esos archivos, más allá del fetichismo de tenerlos aquí o allá.

Uno de los propósitos de la Fundación Nuevo Periodismo, en sus 20 años, es impulsar el centro internacional de estudios de García Márquez. ¿Cómo va ese proyecto?
Se promulgó una ley en diciembre, que contempla una serie de proyectos, actividades y políticas públicas para reconocer y preservar la memoria de García Márquez. En esa ley se promueve que en Cartagena exista un centro para su legado, que convoque el apoyo público y privado, con los ministerios de Cultura y de las TIC y con el acompañamiento de la fundación.
Este centro debe tener, por lo menos, una exposición interactiva dedicada a la vida y obra de Gabo. En segundo lugar, la escuela taller de periodismo y tercero, un centro cultural para desarrollar los temas que le interesaron a García Márquez. Además de un proyecto de memoria, de recopilación de documentos e imágenes del Nobel.

¿Usted cree que Colombia entendió lo que significó Gabo para la literatura universal?
Yo sí creo. La prueba está en la manera en que distintas instituciones lo han acogido, los eventos que se han hecho. Tuve la oportunidad de ver el especial de El País sobre la muerte de Gabo y quedé impresionado con la calidad, el amor y los datos interesantes reseñados. Nos estamos ocupando de que Gabo no se olvide y se convierta en un pretexto de cosas buenas. La Feria del libro de Bogotá tiene este año como país invitado a Macondo, campañas de lectura, salen nuevas ediciones de la obra de García Márquez y vendrán más cosas.

Frente a voces como la de María Fernanda Cabal y el controvertido trino donde aparecía una foto de Gabo y Fidel Castro con la leyenda “pronto estarán juntos en el infierno”, ¿qué impresión tiene usted?
Yo creo que tienen derecho a expresar lo que quieran, pero la verdad no incide en nada ni lo que dicen María Fernanda Cabal, ni Fernando Vallejo. García Márquez en vida nunca les respondió a sus detractores. Tampoco a nosotros nos corresponde responderles.  A María Fernanda le  sirvió el trino para posicionarse,  porque nadie la conocía hasta que empezó a hablar mal de Gabo. Entonces a ella le ha ido bien con eso, pero no tiene mucha importancia.

Tras la muerte de Gabo han surgido un montón de expertos, de amigos íntimos y uno se pregunta, ¿en realidad eran tantas las personas cercanas al Nobel?
Es una mezcla de todo. Sí fue una persona que impresionó mucho a quienes lo conocieron. Para mucha gente, un solo encuentro con Gabo fue una experiencia. García Márquez era una persona que encantaba. De alguna manera todos tenemos derecho a hablar de él, porque somos sus lectores y por eso hay muchas voces. Pero claro, también hay voces que inventan  cosas, que me dan risa. Hay una especie de mitificación de personajes que se hace con cariño y a veces de mala fe.

Por la Fundación Nuevo Periodismo han pasado más de 35.000 estudiantes y se han realizado más de 700 talleres. ¿Cómo han logrado mantenerse vigentes y con financiación en tiempos de crisis?
Con la capacidad de generar alianzas. Aliados magníficos, como la organización Ardila Lulle, Cementos Cemex, la Alcaldía de Medellín, Sura, Bancolombia, los medios de comunicación. Construimos un nodo de alianzas que nos financian y respetan nuestra independencia. También, con los maestros que nos dan su visión y con unos equipos que nos han permitido estar sintonizados con decenas de periodistas en el continente. La idea es que los jóvenes encuentren un estímulo para dar un salto cualitativo en su carrera y que los veteranos se fortalezcan, para que después de los talleres salgan  recargados al combate.

Hay quienes piensan que los periodistas de la Fundación son como una especie de intelectuales y que siempre están los mismos, mientras que muchos periodistas de a pie difícilmente pueden clasificar a un taller
Tenemos que cuidar que no sea así. No niego que es posible que haya habido gente muy talentosa que haya repetido, pero no es el interés de la Fundación crear grupos ni élites. Vamos a hacer esfuerzos para que no sea así, porque sí he oído esa crítica. Se han destacado algunos por su talento, pero no es nuestro interés que esa percepción trascienda, porque nuestra política es otra: vocación, talento.

A pesar de todos los reconocimientos que hay para la Fundación, algunas voces señalan que es como funciona como una logia de culto a Gabo. Y hay de quien ose decir algo en contra...
Nooo. Queremos mucho a Gabo pero él mismo no hubiera querido que alrededor suyo se construyera una iglesia o un fanatismo. No somos esa iglesia. Somos su Fundación, pero no su Iglesia.

Las casas de Gabo, todas idénticas

Así recuerda Jaime Abello los lugares donde residía el Premio Nobel de Literatura.

“Las casas de Gabo eran todas iguales. Caribes, con el sofá grande blanco. Conocí el apartamento de Barcelona, de Los Ángeles, la casa en La Habana, que era prestada, las de México, Cartagena y Bogotá guardaban todas los mismos elementos de decoración. En Barranquilla, en marzo del 98, lo acompañó a comprar los muebles la arquitecta Katia González, en el Prado. Y entonces eligió una casa con balcón muy grande y compraron el sofá blanco. Luego puso la misma foto de las otras, en que aparece recibiendo el Nobel, la música que prefería y el computador Macintosh.
Pareciera que además de necesitar comodidad, buscaba dónde sentirse siempre en casa, dónde envolverse. Nada pretencioso, simple pero delicioso. Son casas bonitas y muy caribes, muy de lo que se refleja en sus obras tan colombianas”.