El 12 de
julio de 1954, un alud de tierra sepultó a más de sesenta personas en
Media Luna, una vereda de las montañas que rodean a Medellín
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Gabriel García Márquez dijo que el periodismo es el mejor oficio del mundo./elcolombiano.com |
La
tragedia ocasionó una movilización popular nunca antes vista para tratar
de rescatar hasta el último de los cadáveres. Dos semanas después,
Gabriel García Márquez fue enviado a esta ciudad por El Espectador a
reconstruir la historia de la catástrofe,
Según cuenta Jacques
Gilard, el reportero intentó ir hasta el sitio del derrumbe, pero en el
camino se enteró de que allí no vivía nadie y por lo tanto no podría
realizar ninguna entrevista. Luego, sintió desaliento y pensó en
abandonar su trabajo y regresar a Barranquilla.
Sin embargo, al
final, decidió ir hasta algunos barrios donde vivían la mayoría de las
víctimas. Estas habían caminado varios kilómetros en busca de su propia
muerte, para presenciar el rescate de los muertos de la primera
avalancha. Allí, la suerte lo salvó del que podría haber sido el primer
gran fracaso de su carrera como periodista: en uno de esos barrios halló
algunas personas que accedieron a contarle la historia, entre ellos el
ciclista Ramón Hoyos Vallejo. Basándose en esos testimonios, escribió el
primer gran reportaje de su vida.
El primer párrafo era distinto
a casi todo lo que había escrito antes: “El lunes 12 de julio, un poco
antes de las siete de la mañana, los niños Jorge Alirio y Licirio Caro,
de once y ocho años, salieron a cortar leña. Era un trabajo que
realizaban tres veces por semana, con un pequeño machete de cachas de
cuerno, gastado por el uso, después de tomar el desayuno con su padre,
el arenero Guillermo Caro Gallego, de 45 años. Vivían con su madre y
cuatro hermanos más, en una casa situada junto a la quebrada de El
Espadero, que se despeña a siete kilómetros de Medellín por la carretera
de Rionegro…”.
Hasta ese día, García Márquez había trabajado
durante seis años en El Universal, El Heraldo y otros periódicos de la
costa Caribe escribiendo notas editoriales y una que otra crónica con
historias y personajes inventados. Cuando llegó a El Espectador empezó a
escribir noticias y entrevistas. “Doy fe: a los diecinueve años -siendo
el peor estudiante de Derecho- empecé mi carrera como redactor de notas
editoriales, y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las
escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de
reportero raso” dijo en una conferencia.
Cuando se encontró ante
la obligación de escribir sobre la realidad pura y dura y las víctimas
reales que habían muerto sepultadas por el derrumbe, se acordó de las
palabras de su amigo Álvaro Cepeda Samudio: El periodismo es literatura
de urgencia. El reportaje necesita un narrador esclavizado a la
realidad.
Escribiendo su relato, García Márquez empleó a fondo
todos los recursos que había aprendido sobre el arte de narrar. Pero el
reto principal que debió enfrentar fue verse obligado a escribir sobre
hechos y personajes concretos de su propia época, pues como él mismo
decía, “el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y
humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”. Fue una
despedida atroz con la retórica falsa de sus crónicas más tempranas,
como la de la Marquesita de la Sierpe. Esa experiencia transformó su
escritura. Después de eso, pocos escritores documentaron tanto sus
ficciones como él.
Desde estas montañas donde escribió el primer
reportaje de su vida, escribo estas palabras para decirle adiós al
reportero raso que siempre fue Gabriel García Márquez.