El crimen de Federico García Lorca
 pesó sobre la dictadura durante sus cuatro décadas, pero el régimen 
nunca reconoció oficialmente que hubiese tenido alguna responsabilidad 
en el fusilamiento del poeta. La trascendencia del informe policial y 
las cartas ministeriales difundidas por la Cadena SER reside en el hecho
 de documentar oficialmente la implicación de las autoridades rebeldes 
en la detención y muerte del poeta, según Ian Gibson, biógrafo y autor de numerosos libros sobre el autor de Bodas de sangre.
 “No quiere decir que no hubiera otros, pero no han salido a la luz, 
este es el primer documento oficial. Da idea además del problema que 
representa la muerte de Lorca para el régimen desde el mismo momento en 
que se produce. Si el informe policial se llega a publicar pondría en 
evidencia que lo que habían afirmado hasta entonces es falso”, explica 
Gibson. 
Laura García Lorca, sobrina del autor de Poeta en Nueva York,
 fue incluso más contundente: “Desde el punto de vista histórico es 
importante que exista un documento interno del régimen de Franco 
reconociendo que fue un crimen político”. La difusión de la 
documentación interna de la dictadura sobre el crimen de Víznar entierra
 definitivamente versiones “peregrinas” que circularon sobre el 
fusilamiento como que obedecía a “rencillas familiares” o “pasiones 
homosexuales”. “La policía reconoce lo que ya sabíamos: que fue un 
crimen político motivado porque le consideraban, y por ese orden, 
socialista, amigo de Fernando de los Ríos, masón y homosexual”. 
El relato mecanografiado el 9 de julio de 1965
 en Granada por un policía que no se identifica no deja dudas sobre la 
responsabilidad política de las fuerzas sublevadas en la detención y 
asesinato del poeta en 1936: “En el cuartel de Falange, instalado en la 
calle San Jerónimo, se hallaban el jefe de bandera don Miguel Rosales 
Camacho cuando en él se presentaron el diputado obrerista por la CEDA, 
don Ramón Ruiz Alonso, don Juan Trescastro, don Federico Martín Lagos y 
algún otro que no ha podido precisarse, con una orden de detención 
dimanante del Gobierno Civil contra FEDERICO GARCÍA LORCA”. 
El mismo documento relata que fuerzas dependientes del Gobierno Civil
 sacan al poeta del calabozo y lo conducen a Víznar, donde es “pasado 
por las armas” tras “confesar”. Gibson pone el acento sobre esto: “El 
informe que piden es contundente. Demuestra que no fue un asesinato 
callejero, que fue sacado del Gobierno Civil para asesinarlo. Ellos 
mismos lo dicen”, señala.
Pero el régimen, que había solicitado en 1965 el informe para atender
 la petición de la hispanista francesa Marcelle Auclair, que preparaba 
una biografía sobre Lorca, decide ocultar el resultado de la 
investigación, tal y como se deduce del intercambio de cartas entre los 
ministros de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, y Asuntos Exteriores, 
Fernando Castiella. “Lo que más me gusta es cuando Camilo Alonso Vega le
 dice a Castiella que ‘peor es menearlo”, agrega Gibson, que sin embargo
 le resta importancia a otros detalles del informe policial, como las 
referencias al lugar donde muere o de las personas que le acompañan. Un 
aspecto cuestionado también por los historiadores que trabajan en la 
excavación de la fosa de García Lorca.
“Públicamente, hasta dónde yo conozco, nunca aceptaron que la muerte 
de Lorca procediera de una orden desde arriba. Siempre aludían a 
escaramuzas incontroladas, tiñéndolo de brumas. Es una estrategia típica
 de la propaganda: crear la sombra de la duda, decir que cabía la 
posibilidad de que fuese una venganza o incluso una cuestión pasional 
relacionada con su homosexualidad”, señala José Luis Ledesma, profesor 
de Historia contemporánea de la Universidad Complutense y autor de 
varios libros sobre la violencia durante la Guerra Civil en la 
retaguardia, como fue el caso de García Lorca. Ledesma resalta que se 
trata de un “documento privado, no destinado a ser público, y por tanto 
no determinado por su posible trascendencia pública o por intereses de 
propaganda, donde se reconoce abiertamente lo que ya intuíamos y en 
buena medida sabíamos: que la orden de detención de Lorca vino desde 
arriba”.
El único documento oficial que existía hasta ahora era la partida de 
defunción del poeta, datada en 1940 y extraída clandestinamente de 
España en un calcetín por el investigador Agustín Penón en los años 
sesenta, según recuerda Fernando Valverde, profesor de Literatura en la 
Universidad de Georgia, que ha escrito numerosos artículos sobre la 
muerte del poeta. “Penón nunca llegó a publicar nada, pero dejó una 
maleta llena de documentos de la que luego tirarían otros 
investigadores”, recuerda Valverde.
La partida ayudó a desmontar la versión que corría por Granada sobre 
la muerte del intelectual que llevó el teatro a pueblos perdidos con La 
Barraca. “La partida recogía el eufemismo que se usaba entonces de que 
había muerto ‘por heridas en actos de guerra’, pero al menos dejó de 
decirse que había sido un ajuste de cuentas”, señala.