"Los intereses de un escritor y los de sus lectores no coinciden jamás, y si lo hacen, sólo puede tratarse de un afortunado accidente". (Aunque también habría que decir que a veces coinciden demasiado)
Portada. El arte de leer de W .H. Auden, de Lumen./elmundo.es |
Escribe W. H. Auden en El arte de leer.
"Un mal lector es como un mal traductor: es literal allí donde
tendría que parafrasear y parafrasea allí donde debería leer
literalmente". (Un lector no debiera ser un traductor, sino alguien
capaz de escuchar lo que le están diciendo y para eso hay que saber lo
que está escrito. En comparación, traducir siempre es fácil y el vicio
más a mano).
"Cuando se trata de lectura, la erudición, valiosa como es, importa
menos que el instinto: grandes estudiosos han sido pésimos traductores".
(Me temo que la erudición no es ni más ni menos valiosa, sino un obstáculo a la lectura. Otra cosa es el conocimiento).
"A menudo obtenemos un gran provecho leyendo un libro de un modo
distinto al que pretendía su autor, pero eso solo sucede (superada la
infancia) si nos damos cuenta de que eso es justamente lo que estamos
haciendo". (Vale. Aunque estaría bien definir "provecho").
"Una señal del valor literario de un libro es que pueda leerse de
varias maneras distintas. A la inversa, la prueba de que la pornografía
no posee el menor valor literario es que, si intentamos desviar nuestra
lectura del estímulo sexual -si, por ejemplo, pretendemos leerla como si
fuera un informe psicológico de las fantasías sexuales del autor-, nos
aburrimos hasta las lágrimas". (No me imagino que se pueda leer un
libro de varias maneras, salvo que sean varios libros o salvo que de
nuevo leer sea traducir. Sí, hay varias traducciones, pero en la
"Metamorfosis" de Kafka es conveniente saber que alguien se ha
convertido en un horrible insecto, y que eso no es un sueño ni una
alegoría ni una metáfora de su tiempo, sino un hecho. En cuanto a la
pornografía, no sabía que alguna vez hubiera pretendido ser literatura).
"El disfrute no es, en ningún caso, una orientación crítica infalible, pero es la que yerra menos". (El disfrute no es una orientación crítica, a secas).
"Entre los veinte y los cuarenta, el signo inequívoco de que alguien
posee gusto literario es que no esté seguro de tenerlo. Después de los
cuarenta, si no nos hemos perdido por completo a nosotros mismos, el
placer puede volver a ser lo que era en la infancia: la guía más
apropiada de lo que deberíamos leer". (Creo que los únicos que no
están seguros de tener gusto literario son los que no leen. Por lo
común, el lector habitual siente que lee bajo algún criterio o
principio. En cuanto a las estratificaciones por edad, hay que decir que
la experiencia de cada cual tiene su propio calendario. Y en cuanto a
volver a la infancia, de acuerdo, siempre y cuando por el camino se haya
aprendido algo).
El arte de escribir
Sigamos con Auden, ahora con el arte de escribir:
"En teoría, el autor de un buen libro debería permanecer en el
anonimato, puesto que es su obra, y no él, la que es digna de
admiración". (Cabría incluso que la notoriedad y la fama actúen como sistemas compensatorios de la mala literatura).
"A veces, la fama envanece a un escritor genuino, pero rara vez consigue que se sienta orgulloso". (Seguramente, porque la fama es lo contrario del orgullo).
"Para un escritor, la popularidad universal sólo sería deseable si la
imaginación y la inteligencia se repartieran equitativamente entre las
personas". (De lo que se infiere que el escritor ha salido excesivamente bien parado de ese reparto).
"Muchas personas estarían dispuestas a admitir que no entienden de
pintura o de música, pero muy pocos, habiendo asistido a la escuela y
aprendido a leer anuncios publicitarios, aceptarían que no entienden su
propia lengua. Como decía Karl Kraus: `Los lectores no entienden alemán,
pero soy incapaz de explicárselo en idioma periodiqués´". (Efectivamente,
hay que aceptar que son muy pocos los que entienden la lengua que
hablan. Lo que sale muy comprometido de ese hecho indiscutible es la
labor del escritor).
"¡Qué buena suerte la del matemático! Solo lo juzgan sus pares". (Habría
que preguntarle a los matemáticos, pero, en todo caso, y por tanto, lo
que se produce en literatura no es juicio, sino otra cosa, quizá una
variante de la maledicencia).
"La mayoría de la gente disfruta al ver su propia caligrafía, igual
que gozan del olor de sus pedos. Por más que deteste la máquina de
escribir, debo admitir que favorece la autocrítica. La escritura
mecanográfica es tan impersonal y tan desagradable a la vista que, en
cuanto paso a máquina un poema, de inmediato descubro fallos que me
habían pasado desapercibidos en el manuscrito. En cuanto a los poemas
ajenos, la prueba más implacable que conozco es copiarlos a mano. El
tedio que esto supone garantiza que el más mínimo defecto salga a la
luz". (También es cierto que hay otros que al ver su trabajo
mecanografiado pasan a considerarlo un clásico, precisamente por esa
extraña objetividad que producen los tipos homogéneos de la imprenta. La
enfermedad asociada es que la gente no quiere escribir, sino publicar, y
las máquinas ofrecen un primer atisbo de la institucionalización del
propio escrito).
"Cuando un crítico describe un libro como `honesto´, uno sabe
inmediatamente: a) que está lejos de ser sincero (que es sinceramente
insincero), b) que está mal escrito". (O que el crítico ha recibido honestamente sus honorarios).
"La conciencia social es más peligrosa para la integridad de un
escritor que la codicia. Moralmente, es menos desconcertante que lo
engañe a uno un viajante que un obispo". (La conciencia social si se
lleva como una bandera no es distinta de la codicia. Y la conciencia
pública le interesa tanto a un escritor como a un viajante o a un
obispo, y por las mismas razones).
"Solamente un talento menor puede ser un perfecto caballero; un
talento mayúsculo siempre tiene algo de sinvergüenza. De ahí la
importancia de los escritores menores... como ejemplos de buena
educación". (Si Auden levantara la cabeza vería en qué se ha
convertido el panorama: todos los escritores quieren ser caballeros de
las armas y las letras, todos quieren su reputación y su pensión de la
Corona).
W. H. Auden en El arte de leer (Lumen, edición de Andreu Jaume y traducción de Juan Antonio Montiel).