A la protagonista de la icónica fotografía de Hans Gutmann, que firmaba como Juan Guzmán, le prestaron el arma para la ocasión
Marina Ginestà, en la famosa fotografía tomada en 1936 en la azotea del hotel Colón, en Barcelona. /Juan Guzmán/elpais.com |
Hay fotos que nacen tocadas por la fortuna, listas para convertirse
en iconos de una época, de un momento histórico. El destino quiso que
una de ellas fuera la de la joven y guapa miliciana que a inicios de la
Guerra Civil, con un rifle a la espalda, despeinada, lanza una mirada
alegre y desafiante en una azotea desde la que se atalaya el centro de
Barcelona. La chica, que simboliza magníficamente la épica
revolucionaria proletaria y la firme resolución y las esperanzas del
pueblo en armas, era Marina Ginestà, que falleció ayer en París, donde
residía, a los 94 años.
La foto fue tomada por el fotógrafo alemán Hans Gutmann (1911-1982),
conocido como Juan Guzmán, en el terrado del viejo hotel Colón en la
plaza de Catalunya —un edificio que luego ocupó Banesto y que en la
actualidad alberga la tienda de Apple—. Durante la Guerra Civil, el
hotel se convirtió en sede central del Partit Socialista Unificat de
Catalunya (PSUC), que colocó en la fachada proclamas y retratos de Lenin
y Stalin. Fue uno de los escenarios de los enfrentamientos en 1937
entre los comunistas y el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM),
cuando los terrados de la zona dieron mucho de sí, balísticamente
hablando: los miembros del POUM, entre ellos George Orwell, tiraban
desde lo alto del teatro Poliorama, ocupado por la CNT-FAI, mientras que
por el agujero de la “O” del letrero del hotel Colón asomaba el cañón
de una ametralladora, que barría la plaza con su fuego...
Cuando Gutmann retrató a la jovencita Ginestà, que contaba 17 años y
era miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas, aquella desunión
fratricida aún no había llegado. Era el 21 de julio de 1936 y la mirada
de la chica refleja toda la confianza republicana tras el aplastamiento
de la sublevación en Barcelona. Tiempo de lucha y de sueños.
La foto tiene una historia curiosa detrás. Permaneció en el archivo
de Efe hasta que en 2002 salió a la luz. Solo en 2006, gracias al empeño
de un documentalista de la agencia por descubrir la identidad de la
joven de la imagen, Julio García Bilbao, tuvo Marina Ginestà
conocimiento de la existencia de la foto, que llevaba tiempo circulando y
ha sido incluso portada de un libro y cartel de una exposición en
Alemania.
Con 89 años, residente en París, la modelo de aquel viejo retrato
recordó en una entrevista con TVE las circunstancias en que se tomó la
foto. Explicó que los clientes del hotel, la mayoría extranjeros, se
habían marchado y que los ocupantes estuvieron allí “viviendo de una
manera burguesa” unos días hasta que se acabaron las provisiones. Le
dijeron que subiera con el fotógrafo a la terraza y le prestaron el
fusil, advirtiéndole que lo tenía que devolver al acabar la sesión. “A
los 17 años no estaba en condición de hacer la guerra”, señaló en la
entrevista. De aquella mirada cautivadora y desafiante de la foto
consideraba que estaba influida por la mística revolucionaria y el cine
que había visto, y citaba a Gary Cooper y a la Garbo.
Marina Ginestà había nacido en Toulouse el 29 de enero de 1919. De
familia obrera y muy comprometida políticamente —el padre fue secretario
del comité de enlace CNT-UGT de Cataluña y la madre, Empar Coloma,
activa miembro de la Agrupación Femenina de Propaganda Cooperativista—,
la chica estuvo implicada, antes de la foto, en las Olimpiadas
Populares, y después ejerció de periodista y de traductora del
corresponsal de Pravda Mijaíl Koltsov durante la entrevista que
este mantuvo en Bujaraloz con Durruti —junto al que apareció retratada
en una foto— en agosto de 1936. Después trabajó en la retaguardia
republicana. Con la derrota pasó a Francia y con la ocupación nazi
marchó a México. Finalmente, se instaló en París, donde vivía desde hace
40 años. Decía que su peor recuerdo de la guerra era la visita a un
hospital barcelonés para identificar cadáveres. Y de aquella imagen de
la azotea recordaba la euforia del momento. “Es una buena foto”,
sostenía, con una sonrisa en la que parecía regresar aquella joven que
confiaba en que pronto fusilarían a Franco...