A pesar de una extendida lucha contra su publicación, el manifiesto de Hitler, Mi lucha, sigue gozando de gran popularidad. En 2015, el texto pasará al dominio público
Mi lucha, el libro de Hitler, fue publicado en 1925./Wikipedia |
Adolfo Hitler, El Mal del siglo XX./elespectador.com |
El poder de la palabra es un libro que cerca de 90 años después de
haber sido escrito continúa siendo un objeto casi mitológico: una
criatura, no exenta de cierta fantasía, cuya influencia es más grande
que las fronteras; un texto en el que las palabras resuenan a través de
las generaciones trayendo un significado renovado con cada lectura; un
discurso que, pareciera al menos, es inmortal.
Todo esto es
cierto, pero por todas las malas razones. Mi lucha, el libro de Adolf
Hitler, sigue siendo un asunto atravesado por la evidente controversia
de ser el manifiesto de algunas de las peores ideas de la humanidad
(aunque la competencia es grande), ideas que aún hoy resultan atractivas
para muchos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el texto pasó a ser
parte del pasado que era necesario superar. En países como Austria y
Alemania se erigió de inmediato un muro alto y bien vigilado para rodear
el acceso a cualquier tipo de material que divulgara la ideología del
nacionalsocialismo (aunque las reglas han cambiado en ciertos casos, la
reimpresión o publicación de nuevas ediciones del libro continúa siendo
un obstáculo). La prohibición se extendió a otros lugares como Francia,
Holanda, Polonia y Rusia (en donde fue formalmente prohibido en 2010),
entre varios más.
“En este trabajo me dirijo no a los extraños,
sino a los seguidores del Movimiento, cuyos corazones están con éste y
quienes quieren estudiarlo más a profundidad. Sé que pocas personas son
persuadidas por la palabra escrita, más lo son por la palabra
pronunciada, y que cada gran movimiento en este planeta debe su
crecimiento, no a sus escritores, sino a sus oradores. Sin embargo, para
producir una equidad y uniformidad en la defensa de una doctrina, sus
principales fundamentos deben estar consignados por escrito. Estos dos
volúmenes serán las piedras angulares de este trabajo conjunto”, dice
Hitler en su libro.
Erradicar el pasado fue para los aliados una
prioridad tan alta como ganar la guerra, pues la victoria militar es
siempre posible, pero alterar la historia, bueno, eso viene a otro
precio. En 1943, los británicos propusieron que cuando los nazis cayeran
todas las copias existentes de Mi lucha deberían ser convertidas en
pulpa para reimprimir los libros que Hitler quemó en los países que
había invadido.
El presente es diferente. Hace apenas unos años,
una de las varias ediciones del texto vendió en Turquía algo así como
100.000 ejemplares en apenas un par de meses. Las cifras provienen de la
Iniciativa para la Prevención del Odio, que monitorea de cerca el
alcance del libro en el mundo; un libro prohibido, al menos en cierta
parte, pero que no por eso deja de ser leído.
El texto es uno de
los más populares en varias categorías de la tienda en línea Amazon
(quizá la vitrina de libros más grande del mundo), aunque varias
ediciones pueden encontrarse gratis en línea sin mayor problema.
Como
escribió el periodista norteamericano Chris Faraone: “En Amazon hay más
de 100 versiones de Mi lucha en todos los formatos impresos y de audio
imaginables, desde versiones antiguas con pastas duras hasta nuevas
ediciones de bolsillo. De esas cien variaciones, apenas seis son libros
electrónicos, pero todos están entre los diez libros más vendidos en
general. Y esto es sólo para las copias que la gente paga”. Se estima
que desde su publicación en 1925 se han impreso más de setenta millones de
copias del libro.
Como tantas otras cosas, la entrada de internet
probó ser el vehículo ideal para destrozar el cerco que cuidadosamente
se había construido alrededor de Mi lucha. Uno de los obstáculos para la
difusión del libro es la propiedad de los derechos de autor, que con
unas pocas excepciones descansa enteramente en el estado federal de
Baviera, en Alemania.
Éste ha luchado en varios casos y bajo
diferentes legislaciones para evitar la publicación de nuevas ediciones
del libro. Una de sus más recientes acciones tuvo lugar en 2012, cuando
detuvo una edición alemana de cien mil ejemplares que, además del texto
de Hitler, llevaba anotaciones detallando las implicaciones y
consecuencias históricas del escrito. La publicación se evitó invocando
una violación de los derechos de autor.
Si la idea es bloquear el
acceso a Mi lucha, la tarea ha sido infructuosa, por decir lo menos. Y
en el futuro quizá sea imposible. Para el final de 2015, el texto de
Hitler, el libro prohibido, pierde los derechos de autor y entrará así
al dominio público: en otras palabras, cualquier persona podrá editarlo
sin pagar regalías o pedir la aprobación del estado de Baviera; si esto
es legal o no, ése es un asunto que depende de cada país.
En su
momento, Peter McGee, el editor de la edición alemana detenida, aseguró
que su fin era volver accesible el texto “para que la gente pueda verlo
por lo que es y después desecharlo: una vez expuesto puede ser relegado
al olvido de la literatura”.
El punto que toca McGee resulta
particularmente interesante, pues el cerco alrededor de la publicación
del texto prohibido no ha impedido que la ideología nazi continúe
reclutando fanáticos, extremistas. En últimas, la historia nunca pudo
borrarse ni modificarse y, bueno, el pasado continúa vivo. Mi lucha era
una de las lecturas de Anders Breivik, el asesino noruego que en 2011
masacró a setenta y siete personas en su país (uno de los invadidos por los nazis).
La derecha francesa más recalcitrante, comandada por la demencia
antisemita de Jean-Marie Le Pen, fue una de las fuerzas políticas más
importantes en las elecciones presidenciales que ganó François Hollande.
En 2012, el gobierno alemán publicó los resultados de un estudio de dos
años de duración que aseguró que uno de cada cinco ciudadanos alemanes
aún albergaba creencias antisemitas. Las cosas van así.
La red ha
permitido una distribución masiva del texto de Hitler por la naturaleza
misma de la tecnología, pero también porque da cierto nivel de
privacidad e intimidad que quizá no ofrece una librería. En últimas,
nadie se da cuenta de quién compra el libro y esto puede ahorrar
vergüenzas e incluso penas de prisión, de acuerdo con Faraone.
Para
2015 se espera que el estado de Baviera publique una nueva edición de
Mi lucha, la primera que gozará de distribución masiva en Alemania desde
1945 y que contará con extensas anotaciones de académicos que buscan
desmitificar el texto de Hitler.
Pero más allá de las facilidades
de descargar, comprar y leer, resulta llamativo, cuando menos, que
después de toda la educación en contra del nazismo, del ascenso de
términos como derechos humanos, del reconocimiento casi masivo del
Holocausto, el manifiesto de Hitler continúe gozando de una popularidad
que se extiende mucho más allá del interés por la historia. Como sucede
con otros productos, el odio y la violencia son fuerzas poderosas,
verdaderos motores del mercado. La locura se da silvestre: nada nuevo.