viernes, 16 de julio de 2010

La plataforma editorial digital en español ya es una realidad

José Saramago, Ken Follet, Stieg Larsson y Arturo Pérez Reverte son sólo algunos de los autores disponibles en la gran gran plataforma editorial digital española Libranda, que desde este jueves ya dispone de 1.200 títulos a la venta. Antes de fin de año estaría disponible en América Latina

LIBRANDA. El tutorial original que explica cómo funcionará la plataforma para descargar libros electrónicos en castellano.foto.fuente;Revista Ñ

"Queremos encontrar la fórmula más adecuada que haga frente a una realidad formada por muchos países y legislaciones muy diferentes", señaló la directora general de Libranda Arantza Larrauri sobre el desembarco de la plataforma en el mercado latinoamericano.

En una entrevista concedida a la agencia Efe, Larrauri dijo que la nueva plataforma ha comenzado con nueve puntos de venta en España, entre grandes superficies -El Corte Inglés, FNAC, la Casa del Libro y Abacus-, librerías -Cervantes, Santos Ochoa y Laie-, además de dos tiendas virtuales (todoebook.com y Leqtor.com).

Si bien, aclaró que la intención de Libranda es "abarcar todos los ámbitos y, por esa razón, está previsto que se incorporen más librerías clásicas".

Para Larrauri, que las grandes editoriales se hayan puesto de acuerdo para crear una gran plataforma editorial española del libro electrónico es un modelo interesante que no se ha producido en otros países como Francia, "donde las tiendas han tenido más problemas tecnológicos para poderse conectar a todas las plataformas".

Como distribuidora de contenido digital, Libranda no vende directamente al público, aclaró Larrauri, sino que pone a disposición de las tiendas en línea el contenido digital de las editoriales con las que trabaja.

"Somos distribuidores de contenidos y estamos entre los editores y los puntos de venta y cada uno debe mantener su papel y su identidad", señaló.

Para comprar cualquiera de los títulos disponibles, los lectores deben entrar en la página web de las tiendas y librerías virtuales donde pueden ver el catálogo y adquirir los libros electrónicos siguiendo el proceso de compra del establecimiento.

Evitar la piratería es "el gran reto", como en todos los productos digitales, subrayó Larrauri, para quien la estrategia debe moverse en varios frentes: "endurecimiento de la legislación, sensibilización de los usuarios y seguridad informática", y cree que "los editores ya han dado un primer paso al facilitar los contenidos a precios más asequibles que el libro en papel".

De hecho, los precios, que son una decisión final de los editores, estarán en Libranda "en torno al 30% más bajos respecto al precio del libro en su formato en bolsillo, por lo que hay libros muy asequibles, si bien, como estamos en una fase de experimentación, la demanda irá ajustando los precios".

En el arranque de Libranda , diez editoriales tienen disponibles sus títulos electrónicos: Grupo Planeta, Random House Mondadori, Grupo Santillana, Grupo Wolters Kluwer, Grupo SM, Grup 62, Roca Editorial, Anagrama, Maeva y Siruela.

A éstas se sumarán en septiembre Acantilado-Quaderns Crema y Salamandra, "y hablamos con otras diez más, alguna de ellas muy importante, que esperamos que a final de año estén también", anunció Larrauri.

Aunque Libranda se inicia con el modelo de descarga, la plataforma, explicó a Efe su responsable de tecnología, Alfredo Iglesias, "ya está preparada para el modelo de suscripción y el modelo de préstamo, que tiene el mismo contenido pero con una fecha de caducidad, similar al modelo de las bibliotecas.

De igual manera se está estudiando un modelo para el futuro que permitirá la descarga y la impresión del contenido digital.

miércoles, 14 de julio de 2010

Feria del Libro 2010 analizará el impacto de las ediciones digitales

La edición número 23 se realizará entre el 11 y el 23 de agosto en Corferias, en Bogotá

Logo de la XXIII Feria Internacional del Libro de Bogotá 2010.foto.fuente:elespectador.com

Del 11 al 23 de agosto se realizará la XXIII Feria Internacional del Libro de Bogotá que este año organizará la 'Primera muestra Internacional y Encuentro del Libro Digital', en donde expertos nacionales y extranjeros compartirán sus conocimientos acerca de los modelos de gestión que han implementado para la comercialización y distribución del libro digital.

En las conferencias también se tratarán temas coyunturales en el ámbito tecnológico, educativo, fiscal y aduanero, así como los retos que tiene la industria editorial frente a esta nueva herramienta.

Los asistentes a las charlas podrán escuchar entonces diferentes versiones sobre la aplicabilidad en la industria editorial de las redes sociales y la web 2.0, las distintas formas de licenciamiento en la edición digital, la educación virtual a través de esta tecnología, para los profesionales del sector, periodistas culturales, funcionarios de instituciones o entidades públicas y privadas y todo el público que en general cercano al mundo editorial.

18 conferencistas serán los encargados de realizar un exhaustivo análisis acerca de los retos, posibilidades y nuevas oportunidades que la era del libro digital le ha traído al mercado, los cambios en los modelos de comercialización y distribución de los libros y las distintas formas como el sector editorial debe enfrentarse al avance tecnológico en la 'Primera muestra Internacional y Encuentro del Libro Digital'.

La cuota colombiana estará liderada por 9 expertos entre los que se cuenta, Pablo Arrieta consultor de Adobe para América Latina desde 1998; Jaime Iván Hurtado Comunicador social y periodista experto en desarrollo web y Daniel Navas Corona, director de Libro Total, la biblioteca virtual más grande de Latinoamérica con más de 45.000 libros digitales, entre otros.

Los conferencistas internacionales provienen de países como Estados Unidos, con Andrew Savikas, Francis Pisano y Patricia Arancibia, España con María Jesús Rojas, Pablo Gavilán, Luis Abril Mula, Héctor Ruiz y Arantza Larraui y Argentina con Roberto Igarza.

Libros y Bicentenario

Pero la XXIII versión de la Feria del Libro de Bogotá no sólo se enfocará en el impacto de la industria digital sobre los textos escritos, pues también buscará generar una reflexión en torno a la identidad nacional, de acuerdo a la conmemoración del Bicentenario de la Independencia.

De esta forma, la Cámara Colombiana del Libro invita a los agentes de la industria literaria, lectores, editores, libreros, diseñadores gráficos, y a todos los interesados, a participar de esta feria que espera contar con más de 700 actividades.


martes, 13 de julio de 2010

La lectura social

La función destacados populares del Kindle y el nuevo libro de Nicholas Carr disparan reflexiones necesarias en tiempos de digitalización

LLANOS. En The Shallows (que podría traducirse como el llano, lo superficial), Carr sostiene que la lectura superficial, el linqueado y la hiperconexión están socavando la concentración profunda que define desde hace siglos a la cultura del libro.foto.fuente: Revista Ñ

"Los libros combaten la soledad" observa David Foster Wallace a poco de comenzar Although of Course You End Up Becoming Yourself (Si bien, por supuesto, uno termina por convertirse en uno mismo), la extensa entrevista de David Lipsky que se publicó hace poco como libro.

Si se lee el libro en el Kindle, hay una línea punteada debajo de la frase. Amazon llama "destacados populares" a ese nuevo elemento que permite que otros lectores destaquen el pasaje en sus Kindles.

Si bien el usuario puede eliminar el nuevo elemento, sin duda los "destacados populares" alarmarán a Nicholas Carr, cuyo nuevo libro, The Shallows (que podría traducirse como el llano, lo superficial), sostiene que la lectura superficial, el linqueado y la hiperconexión de nuestra actividad en la pantalla están socavando la concentración profunda que define desde hace siglos a la cultura del libro.

Con los "destacados populares" habrá una multitud de lectores que dará vuelta las páginas junto con nosotros. Antes de que pase mucho tiempo, es probable que podamos encontrarnos con otros lectores y compartir relatos con ellos. En cuanto a combatir la soledad, David Foster Wallace sólo ve la mitad.

El argumento de Carr es que esas distracciones tienen un precio muy alto, y la publicación de su libro coincide con artículos que informan sobre estudios científicos que demuestran que el multitasking perjudica nuestra concentración.

En su honor, hay que decir que Carr acepta el argumento de la eficiencia. Lo que le preocupa es qué pasa con el pensamiento de alto nivel cuando la cultura migra de la página a la pantalla.

Carr sostiene que la "mente literaria, lineal" que ha sido "el centro del arte, la ciencia y la sociedad" amenaza con convertirse en la mente "de ayer", y con graves consecuencias. También en ese punto considero que la preocupación es exagerada.

Aparentemente, las primeras víctimas de ese pensamiento "superficial" habrían aparecido en el mundo de la tecnología, cuyos integrantes son los que han pasado más tiempo en el espacio hiperconectado de la pantalla. Sin embargo, la sofisticación y los matices de los comentarios de los medios han experimentado un gran aumento en los últimos quince años. Las herramientas intelectuales para la evaluación de los medios, que alguna vez fueron patrimonio de críticos profesionales y académicos, ahora son mucho más accesibles a las masas.

Sí, en la actualidad nos concentramos un poco menos debido al estímulo eléctrico de la pantalla. Sí, leemos algo menos de narraciones y argumentaciones extensas que hace cincuenta años. Esos son los costos, sin duda. ¿Pero cuál es la contrapartida? Leemos más texto y escribimos con más frecuencia que en el apogeo de la televisión.

Estamos algo menos concentrados y mucho más conectados. Es un cambio del que todos deberíamos alegrarnos.

lunes, 12 de julio de 2010

Autopublicar un e-book

"En cinco años se venderá más contenido digital que físico."

Autopublicar en e-book, salvación para los autores inéditos.foto.archivo.fuente:adnCultura

Hay quienes creen que el pronóstico de Steve Haber, presidente de la división editorial digital de Sony, es conservador: en su primera semana, el último volumen de la trilogía Millennium vendió 125.000 e-books y unos 300.000 libros físicos, es decir, más del 25 por ciento del total de unidades se vendió en formato digital. Y si bien es cierto que el crecimiento de ese mercado estará impulsado por la oferta de las grandes editoriales, hay otro fenómeno que alimenta el mercado digital: el de la autopublicación.

En el mercado editorial las ediciones de autor siempre ocuparon un lugar marginal. El mundo on-line, en cambio, ofrece a los escritores inéditos herramientas y oportunidades para publicar sus libros electrónicos y ponerlos a disposición de una inmensa audiencia potencial.

Además de los programas de autopublicación que ofrecen Amazon para su Kindle (CreateSpace) o Apple para su iPad o Iphone (iTunes Connect), en la Red pueden encontrarse muchos sitios con propuestas para la autoedición digital. El más conocido es Lulu, que permite no sólo publicar una versión on-line, sino además (mediante un pago) encargar impresiones o distribuirlas a través de Amazon o Google Books. Blurb, CafePress o Smashwords son otras plataforma de edición y distribución de e-books, y en casi todas ellas se cobra un porcentaje de las ventas que suele ir del 15 al 30 por ciento.

En Argentina hace unos meses nació Liibook, una plataformas on-line para publicar y comprar libros electrónicos que ya cuenta con más de 2000 obras de los diversos géneros (poesía, ensayo, cuento y novela). "Es una comunidad de personas interesadas en escribir y leer -explica Federico Roma, su creador-, incluye herramientas para comentar las obras y el 100 por ciento de lo que se vende queda en mano de los autores."

La autopublicación digital está creando una marea de contenido al margen de la industria editorial tradicional. Y si el mundo de los e-books replica la experiencia de la música on-line, entonces nos espera una explosión de la oferta de autores independientes que irán tras su nicho de lectores.

Tiempo de Mundial, tiempo de fábula

Puede acudirse al mito del eterno retorno o al marxista Lefebvre para argumentar, una vez más, que el fútbol mundial, como un rito, logra gobernar toda la vida social y suspende, por un período acotado, la muerte

TODO PASA y todo queda. El Mundial es un rito, pero en el rito no hay futuro. En la realidad, sí.foto.fuente:Revista Ñ

Mañana se juega la final del Mundial. El lunes el tiempo volverá a su eje y de nuevo tendrá el ritmo de las rutinas. Esta afirmación, que es puro parafraseo, supone cierta tradición escolástica mucho más interesante que la que el contexto más bien efímero de los medios de comunicación es capaz de sugerir. Así leído, parece una perogrullada. Acaso lo sea, pero (des) o (re) contextualizada podría obtener otro estatuto de legitimidad.

Marcelo Pisarro
"Hoy se juega la final del Mundial –escribió hace cuatro años la ensayista Beatriz Sarlo–. Mañana el tiempo volverá a su eje y de nuevo tendrá el ritmo de las rutinas. El Mundial, en cambio, sucede en un tiempo excepcional, como la semana que transcurre entre Navidad y Año Nuevo, o como los carnavales en los lugares donde esa fiesta es verdaderamente significativa y no un descubrimiento más o menos turístico de una tradición perdida. El Mundial se desarrolla en un tiempo espeso y cargado de adivinaciones, caracterizado por un suspenso eléctrico que en cualquier momento se corta abruptamente".

Que el Mundial se trata de una fiesta periódica, y que una fiesta periódica supone una particular percepción del tiempo, es una premisa coloquial que podría sostenerse en diversas fuentes doctas. Podría hablarse del mito del eterno retorno (la regeneración colectiva de la sociedad a través de la repetición del acto cosmogónico, de las hazañas paradigmáticas que denuncian una ontología original), o podría desempolvarse el rico registro etnográfico sobre los sistemas de intercambio de las festividades ceremoniales tradicionales (el potlatch o el kula, por nombrar los más conocidos). Podría también retorcerse lo suficiente a Martin Heidegger, Arthur Schopenhauer, Thomas Mann, Marcel Proust, Friedrich Nietzsche, la ley de Weber-Fechner, la ecuación del campo de Albert Einstein o la segunda ley de la termodinámica para forzarlos a decir lo que uno necesita que éstos digan. Los recursos teóricos son variados cuando los escrúpulos epistemológicos están prostituidos.

Por eso podría pensarse en Henri Lefebvre, sociólogo y filósofo marxista francés nacido en 1901 y fallecido en 1991. Lefebvre fue un lúcido estudioso de la vida cotidiana, y si el Mundial supone una ruptura con la misma, nada mejor que forzar sus textos para hacerlos decir lo que uno necesita que éstos digan. En La proclamación de la Comuna, publicado en 1965, Lefebvre, ya expulsado del Partido Comunista por hereje y charlatán, ya enredado con los situacionistas de Guy Debord, escribió: "Un fenómeno total, a la vez económico, sociológico, histórico, ideológico, psicológico, etc. Este fenómeno total contiene en sí su unidad histórica; el conjunto buscado por el conocimiento se encuentra incluido y se descubre allí. En tanto fenómeno total, parece inagotable, y lo es".

Se refería a las revoluciones en general, y a la Comuna de París de 1871 en particular, pero había allí una idea. Los ecos maussianos no aparecían sólo para darle color a la praxis marxista, sino para indicar que un hecho social total –una revolución o un espectáculo deportivo devenido en baratija de mercado– absorbe cada elemento de la vida cotidiana con el fin de "erigirse en medida y norma de la realidad humana". Se trata de un hecho específico que es capaz de relacionarse con todos los demás hechos específicos y hacerlos bailar a su ritmo, un ritmo siempre espeso y lleno de adivinaciones. Un ritmo siempre capaz de hacerte trastabillar y caer.
Lefebvre había regresado a 1871 para rescatar una imagen que a mediados del siglo XX parecía olvidada: la revolución como fiesta. "La metamorfosis de la vida cotidiana en una fiesta sin fin, en una alegría sin otro límite ni medida que la fatalidad de la muerte, ella misma indefinidamente postergada".

Si el tiempo del Mundial es el tiempo de la fiesta como hecho social total, entonces, mientras se prolonga, todas las categorías de percepción temporal quedan –por emplear una bella antigualla– descuajeringadas. Es el tiempo de una celebración donde el resultado de un encuentro deportivo se convierte en cuestión de vida o muerte; donde cada aspecto de los quehaceres diarios está, si no sometido, sí embebido de esa celebración. La estructura temporal de la vida cotidiana es atraída por el centro de la fiesta; se distorsiona, se deforma, avanza a un paso entre atropellado y estacionado, se corre de su eje: se descuajeringa. Mientras dura, la fatalidad de la muerte –la fatalidad de la vida de todos los días, la vida de pagar impuestos, trabajar, estudiar, hacer compras, no hacerlas, cumplir horarios, preocuparse, ser responsable, perder la esperanza, ver desmoronarse los sueños: la vida sin Mundial, la vida sin fiesta, la vida miserable y triste que estamos obligados a llevar a fin de comprender la excepcionalidad de los tiempos espesos de las grandes celebraciones– queda indefinidamente postergada. Es un tiempo en el que ninguna otra medida temporal puede penetrar. Es el tiempo de la fiesta. El tiempo de poner entre paréntesis el tiempo.

También el espacio se descuajeringa junto al tiempo festivo del Mundial. Todas las metáforas que hicieron furor en las últimas décadas (mundo globalizado, territorio desterritorializado, cultura mundializada) parecen convertirse en "realidades hasta cierto punto palpables" (la expresión es de Pierre Bourdieu). Toda nación es una comunidad política imaginada? propuso el historiador Benedict Anderson? porque sus miembros jamás conocerán a sus compatriotas, no los verán ni oirán de ellos, pero aun así tendrán una imagen de su existencia en comunión. Vivirán bajo circunstancias similares, estarán sometidos a los mismos estímulos. Y durante el Mundial esta idea de comunidad imaginada se extiende a un territorio que excede los límites del estado-nación. Los cronistas deportivos lo repiten: la fiesta mundialista se disfruta en todo el globo, la fiebre por el fútbol no conoce fronteras. La fuerte función metonímica de los medios de comunicación otorga consistencia a esa comunidad mundial imaginada: la parte funciona por el todo. Una sociedad de fomento italiana de Villa Urquiza ocupa el lugar de todo Italia, la embajada brasileña toma el sitio de todo Brasil, un colegio del barrio de Flores con alumnos coreanos ocupa el lugar de todo Corea (de todo Oriente). Se suman imágenes de hinchas ondeando banderas en diferentes ciudades y continentes, relatos en diversos idiomas, titulares de periódicos en distintas lenguas. Todo el mundo, en simultáneo, está viviendo lo mismo. ¿A que no provoca escalofríos?

Pero hasta aquí podría forzarse toda analogía conceptual amparada en el descaro epistemológico. La revolución y los revolucionarios –destacó Lefebvre– luchan siempre por un porvenir, pues "el día que siguiera al alba revolucionaria iluminaría una vida profundamente transformada". No hay acción sin proyecto, y los elementos del proyecto se encuentran en el trayecto. Nada de esto se aplica al tiempo festivo descuajeringado de la fiesta del Mundial. No hay porvenir, ni iluminación, ni vida transformada. Es un fervor que, a diferencia de las revoluciones que soñó Lefebvre, sólo halla sanción mientras sucede. La fiesta dura lo que dura la fiesta. Al día siguiente tiene algo de ajeno, algo de irreal. La lógica del Mundial sólo puede aprehenderse mientras está en marcha. Luego el fervor pasa, la emoción cesa, el momento queda atrás. El lunes el tiempo vuelve a su eje y recupera el ritmo de las rutinas: la vida miserable y triste que estamos obligados a llevar a fin de comprender sus excepciones.

miércoles, 7 de julio de 2010

Por qué resistirse al encanto de los clubes de lectura

"Entonces, si leer –en este sentido de invasión placentera– es una experiencia sexual, el club de lectura sería el equivalente a un vestuario de colegio. Es el lugar en el que nos reunimos para intercambiar y comparar notas después del acto"
foto:archivo.fuente:elmalpensante.com

Leer es posiblemente la segunda actividad humana más íntima y, al igual que con la primera actividad humana más íntima, hay personas que tratarán de convencerlo de que es mejor hacerlo en grupo. Estos grupos se llaman clubes de lectura. Pertenezco a uno. Tal vez usted también. En caso de que sea así, le diré por qué los dos hemos cometido un terrible error.

En teoría, hay muchas razones para recomendar estos clubes. Fomentan la lectura. Enriquecen a los autores que, como usted seguramente ha leído, por estos días no andan enriqueciéndose mucho que digamos. Promueven la socialización, por lo general cara a cara, otra actividad valiosa y en peligro de extinción. Los clubes de lectura públicos –como el de Oprah en Estados Unidos– se han convertido en un potente motor económico para la industria editorial. Y el club de lectura sigue siendo atractivo para quienes, como yo, anhelan largas discusiones sobre sonetos en cafés llenos de humo, o que ocasionalmente extrañan el vientre de un salón de clases en donde, como estudiantes entusiastas, nos convencieron de que en cada novela no leída estaba el poder de dar forma a nuestras vidas.
Entonces no es ninguna sorpresa que el interés colectivo por los clubes de lectura haya crecido, incluso cuando el interés por la lectura ha disminuido. Este año el Globe y el Mail, dos periódicos canadienses que como otros diarios también han reducido su cobertura de libros, lanzaron una columna acerca de clubes de lectura titulada –tristemente– Clubland. La palabra "clubland" usualmente se asocia con discotecas y en este caso con lograr, a las patadas, que los clubes de lectura parezcan sexis y divertidos, ustedes saben: como bailar. Es casi la misma forma, también a las patadas, en la cual los clubes de lectura están diseñados para hacer que la lectura parezca sexi y divertida.
Como ya dije, hago parte de un club de lectura. Tiene otros cuatro miembros, todos son personas a las que respeto y entre todos cubrimos un amplio espectro de gustos literarios. Nuestras selecciones van desde El malogrado de Thomas Bernhard hasta Dinero de Martin Amis y Tiburón blanco de Peter Benchley. Y como todo club de lectura hacemos nuestras cositas de club. Acordamos los horarios. Nos reunimos. Tomamos vino. Comemos queso. Y hablamos del libro elegido durante algunos minutos obligatorios antes de continuar con la parte del club que, creo, la mayoría de nosotros realmente espera: cuando dejamos de hablar del libro.
Usted podrá decir que su club es distinto, que le ha abierto los ojos a autores nuevos y exóticos, que tiene debates maravillosos, endulzados por el vino, que le enriquecen el alma y se extienden hasta altas hora de la noche. Puede ser. No lo dudo ni lo cuestiono. Pero sugiero que esta fascinación por los clubes de lectura –crearlos, vincularse, hablar sobre ellos– es opuesta al disfrute de la lectura y está completamente a tono con nuestra convicción moderna de que no vale la pena hacer nada que no pueda ser compartido inmediatamente.
Tal vez sea válido cuando colgamos en Facebook fotos de las vacaciones o twitteamos todos los detalles del desayuno o montamos en YouTube el video del fiestón de matrimonio. Ahora, amo un buen fiestón de matrimonio. Pero sugerir que la experiencia de leer La casa de la alegría –una selección muy bien recibida por mi club de lectura– mejora tan pronto se habla de haber leído La casa de la alegría es afirmar que leer La casa de la alegría es una experiencia que puede, y necesita, ser mejorada. Y creo que cualquiera que haya leído un libro y lo haya disfrutado entiende que eso sencillamente no es cierto. Si usted leyera Moby Dick mientras navega solo por el mundo no lo disfrutaría menos. De hecho, creo que lo disfrutaría más.
Entonces volvemos a lo íntimo de la lectura. Piense en algo, incluso tan tonto y modesto como este artículo: estoy en su cabeza en este momento. Usted, muy amablemente, me ha dejado entrar a la esfera privada de su conciencia, aunque sea por unos minutos. Es como un giro a esa remota película de terror y niñeras: ¡la voz viene de dentro de su cabeza! Esta experiencia es muy diferente de la que se tiene con cualquier otro tipo de arte. No importa qué tanto disfrute de una pintura o se regocije con una sinfonía, no existe la sensación de que el pintor se ha apoderado de sus ojos o el compositor de sus oídos. El escritor, en cambio, sí se apodera de sus pensamientos. (¡Hola! ¡Hola! Yo lo estoy haciendo decir esto.) ¿Nunca ha sentido que después de leer a un escritor con cierta cadencia musical, sus pensamientos imitan esos ritmos durante días? La experiencia de leer imita de un modo tan cercano el proceso de la conciencia que adquiere un nivel único de intimidad artística. El arte realmente bueno permea la barrera de la conciencia, el acto de leer la disuelve completamente. Literalmente pasa dentro de usted. ¿Qué tal eso para hablar de intimidad?
Entonces, si leer –en este sentido de invasión placentera– es una experiencia sexual, el club de lectura sería el equivalente a un vestuario de colegio. Es el lugar en el que nos reunimos para intercambiar y comparar notas después del acto. Tratamos torpemente de contar los hechos pero no podemos evitar restarles importancia y quitar valor a la experiencia misma que nos hemos reunido a celebrar. Claro, puede ser una forma divertida de relajarse una noche después del trabajo, pero no se puede comparar con el acto mismo. (Y eso sin mencionar la emoción floja y de tercera mano que suscita leer acerca de gente que habla acerca de leer, como en la columna Clubland del Globe.) Y, como aprendemos todos finalmente, algunas experiencias son mejores cuando uno no va por ahí parloteando al respecto después. ¿Fue bueno para usted? Entonces eso debería ser más que suficiente.