sábado, 17 de agosto de 2013

Resumen final de la novela El talento del señor Ripley


Aspectos más relievantes del texto de Patricia Highsmith

Portada de El talento del señor Ripley de Patricia Highsmith
 

Tom Ripley envía cartas al señor Herbert Greenlaef, padre de Dicki y a Margie, su novia. En ellas cuenta su versión sobre cuándo vio a Dickie por última vez y frente a él, Margie aparece más conciliadora y comprensiva que antes. Como el padre lo considera un inmaduro y evasivo, establece la hipótesis de que se fue con una muchacha que le ayudó a falsificar los cheques viajeros que había enviado al Banco de Nápoles y que viajo a Tahití o México con una nueva identidad y presiente que el culpable de la muerte de Fred Miles, pues algún testigo le vio transportando el cuerpo de Miles al carro y eso lo reafirmaban los periódicos, quienes describen a Tom como un “leal amigo” y describen el Palazzo en que vive actualmente.
Tom redacta el testamento de Dickie con su propia pluma Hermes, pero lo guarda para presentarlo posteriormente. Margie llega a su casa en Venecia y él la aloja, mientras que él prefiere quedarse en un hotel. Al día siguiente se encuentran los tres personajes y el Señor Greenlaef, les comenta que ha contratado un detective de EEUU, pues no confía en la eficiencia de policía italiana. El señor Greenlaef habla a solas con Tom y se establecen tres hipótesis sobre Dickie: Primera: Que se suicidó.  Segunda: Que está escondido; y la tercera de Tom que propone  ya está muerto, a lo que opone el señor  Greenlaef.
Margie que hasta ahora conocía al Señor Greenlaef pensaba en agradarle haciendo el papel de la nuera, que hubiera querido ser. Tom sostiene su versión y acomoda toda la información que tiene para convencer de su inocencia al señor Greenlaef. y adiciona los datos sobre la lancha que encontraron hundida en San Remo, donde a Tom, lo daban equivocadamente por desaparecido.
El Señor Greenlaef, se retira a su hotel, mientras que Margie insiste en ir a un coctel, en casa de un norteamericano llamado Maloof, al que se resistía ir Tom, pensando en las preguntas permanentes que le harían sobre Dickie. Se aparto de Margie insinuando que a pesar de alojarse en su casa poco la conocía, sentía rabia y culpaba a Margie de llevarlo allí donde “consideraba a esa gente, unos cretinos e imbéciles (misantropía)”, pero no deseaba mostrar que se quería ir, hasta que Margie voluntariamente se lo propuso, aunque la mayoría de los invitados les insistió para que se quedaran.
Margie lo vio tenso y confuso, a lo cual le contestó que estaba acosado y contrariado con esa insistencia en preguntar sobre Dickie, pero ella le respondió que nadie le mencionó sobre el tema. Se abstuvo de decirle el desprecio que sentía por esa gente, que lo sacaba de sí, para que ella no notara que estaba descompuesto y con rabia, pues no le convenía mostrarse así y confesar que despreciaba a toda esa gente incluida Margie.
En una cena Margie, el señor Greenlaef, le anuncian a Tom que se van a Roma. Después lo acompañan al señor Greenlaef a su hotel. “El rostro del industrial asomado debajo del sombrero, parecía un pedazo de Madison Avenue recorriendo las estrechas y zigzageantes callejuelas”.
Algunos amigos de Tom como  Bob Delancy y Cleo, le escriben de EEUU, enviándole recortes de periódicos, sobre el fraude en las declaraciones de impuestos, pagos enviados al buzón de George Mc Alpin que le acompañaron al buque cuando iba a zarpar de Nueva York hacia Italia. Tom se alegró de que ese asunto no iba más, pues el estafador ni cobraba los cheques. “Reflexionó sobre la triste vida de la gente en Nueva York, entrando y saliendo como hormigas del Metro… situación que no se comparaba con la tranquilidad y belleza de la más misera trattoria de Venecia, donde se preparaba tan buena comida.
Tom amaba pocas cosas, pero escogidas, pues eran sinónimo de pertenencia y le inflamaban su autoestima. Esto lo llevaba a reflexionar sobre las cosas que tenía de Dickie, que lo hacían superior y más connotado socialmente, frente a un Tom Ripley fracasado y pobre (algo que en una carta le decía Margie a Dickie, sobre la posición social de Tom, frente a ellos. Tom al igual que envidiaba y se puso alguna vez los trajes y anillos de Dickie, lo había hecho en EEUU con Marc Priminger.”
Margie, alojada por el mismo Tom en su cuarto, halla los anillos de Dickie y se sorprende, a lo cual responde que Dickie se los dio. Margie constata así, que Dickie si se ha suicidado. “Tom al verse descubierto inicialmente por la evidencia de los anillos, imagina asesinando también a Margie, para no dejar testigos. Tom se figura golpeándola fuertemente, arrastrándola al vestíbulo (ya muerta) y que se resbalaba por las escaleras y la empujaba al agua del canal que pasaba cerca de su Palazzo”.
Margie le cuenta por teléfono al señor Greenlaef, el hallazgo de los anillos, concluyendo así  tanto  Margie como del padre, de que Dickie se suicidó. Tom sintió miedo de que el viejo “uniera el rompecabezas y que luego llegara de manera sorpresiva con un policía para detenerlo”.
Recogen al detective gringo, Alvin Mccarron en el aeropuerto. Se reúnen con él en el hotel del señor Greenlaef. Luego van a la casa de Tom, éste le interroga sobre el hallazgo de los anillos y lo escruta con la mirada, luego interroga a Margie,  quien afirma que “no se imagina a Dickie sin sus anillos”·
El detective interroga a solas a Tom en una cafetería tomando capuccino. Tom afirma que Dickie era incapaz de matar a Fredie Miles, pero de manera intencionada asegura  que a pesar de las furias y cambios de humor que le daban a Dickie. De todas maneras Tom está asustado pensando que el detective lo va descubrir en alguna contradicción y que lo puede entregar a la policía o que ya hubiese hablado con el teniente Roviero, o que haya visto el informe en la comisaría y haya atado cabos que lo condenaban.
El detective viaja a Mongibello e interroga a todas las personas que tuvieron que ver con Dickie, e incluso a algunas  como un viejo pintor que casi no tuvo relación con aquel. “Algo que los tenía en vilo, era que no encontraron por ningún lado al profesor de pintura de Dickie en Roma, Dimassimo, pues había sido una invención de Tom.”
Tom hizo toda una escena de teatro permaneciendo en su casa a la espera del “regreso” de su amigo Dickie, pero a la vez en zozobra por la aparición del detective gringo, al que le hicieron gran notoriedad en la prensa. Sin embargo,  amanecía optimista, al saber que Margie aportó las cartas que Dickie le envío desde Roma y que probaban que estaba con vida y que de ahí en adelante había desaparecido (estas cartas fueron escritas por Tom, falsificando la firma del finado).
La prensa estuvo acosando a Tom en su casa, que debió echar a algunos, pero esas fotos aparecieron en la prensa de varios países como en Francia, Inglaterra y EEUU, por lo que su amigo Peter Priminger (a quien también envidiaba), le ofreció su castillo en Irlanda para que se refugiara, pero sintió temor de también asesinar a Peter allí y mejor declino la invitación.
“Peter que estaba en Venecio, lo entendió e incluso le dio unas palmaditas en la espalda, Tom hasta lloró por la situación y la falta de noticias de su “amigo” Dickie y se condolió internamente por haberlo asesinado, al malinterpretar la relación sentimental entre Dickie y Margie”.
Tom llama  mister G. para contarle que había encontrado el Testamento de Dickie donde lo dejaba como su heredero y le envía una copia al Padre, que ahora se desconsuela y comprueba el suicidio o muerte de Dickie. Tom permanece asustado, pues supone que el señor Greenlaef  lo va a acusar y no va a aceptar dicha disposición testamentaria, pero al contrario le agradece a Tom y le comenta que va a llamar a sus abogados para que todos los bienes de Dickie pasen a nombre de Tom, pero se mantiene preocupado al pensar en que si cotejan sus huellas en las cartas y el testamento se van a dar cuenta de la verdad.
Tom decide aceptar una invitación de la condesa Titti, que le comenta, que han encontrado las valijas y el pasaporte de Dickie en American Express, a nombre de Robert S. Fanshaw. Tom quedó de una pieza y la condesa lo vio tan pálido y descompuesto que le pidió a su criado un té con urgencia para Tom y lo consoló, pues volvió a llorar y le comentó que pasado mañana viajaría a Grecia en el buque Hellene, pero a la vez sentía miedo por este hallazgo, porque el teniente Riveroni no le había vuelto a escribir. Pasó varios días sin comer y solo tomaba café.
En el buque se encuentra con una anciana inglesa, Mistress Carlwright,  y su hija solterona. Se imagina a la anciana como una arpía que impidió que su hija, hiciera su propia vida, absorbiéndola y manteniéndola a su lado, por lo que merecía echarla por la borda, porque en muchas ocasiones, “el mundo no daba a cada cual su merecido y él era ejemplo de ello.”
Sus cavilaciones lo imaginaban, descubierto a partir del cotejo de las huellas dactilares en las maletas, suceso encadenado con lo del testamento, soñaba que lo sentenciaban a la silla eléctrica a su edad, 28 años y si bien eso lo asustaba mucho, pues se decía a sí mismo que todo “eso se compensaba con todos estos últimos años que había disfrutado de una manera dulce y de lujo y lo único que le dolía, era no haber conocido el Japón, Australia e India, también lo compensaba la afición al verdadero arte que había adquirido y que demostraba la mediocridad de Dickie en la pintura y su habilidad para aprender idiomas.”
Cuando desembarcó en el puerto del Pireo en Grecia, se encontró de frente con unos policías griegos. Se imaginaba que venían a aprenderlo, pero paso cerca de ellos y se detuvo en un kiosco de periódicos y los agentes ni lo observaron. Encontró que los diarios informaban que las huellas en las maletas eran las mismas del apartamento de Roma y eran de Dickie, por tanto manejaban tres(3) hipótesis sobre Dickie: 1. Que se suicidó en completa desnudez, pues todas sus cosas estaban en esas maletas.
2. Que estaba viviendo bajo el nombre de Robert S. Fanshaw, nombre con el que aparecía  que dejó las maletas en American Express.
Y 3. Que hubiese sido asesinado, después de ser obligado a hacer y dejar registradas las maletas y por eso aparecían sus huellas en las valijas, pues su pasaporte apareció dentro de las maletas.
Si bien Tom deducía que no había ahora la mayor sospecha sobre él, pensaba en las huellas y el cotejo de letras con el testamento, pero como el señor Greenleaf le reiteró que iba a respetar la decisión de Dickie en su testamento, pues comprobó que su letra paso la prueba como auténtica. El señor Greenlaef aseguraba con ello que Dickie le tenía mucho afecto a Tom y por eso le dejaba todo y que comprobaba que se había suicidado. Tom sonrió de su buena suerte, alistó viaje para Creta a donde lo invitó, desde el desembarco la anciana inglesa. Le pidió al taxista que lo llevara al mejor albergue de Atenas, pues está pletórico de alegría, pues con el dinero de Dickie y la venta de la casa en Mongibello, podría comprar una casa en Europa, otra en EEUU y vivir por muchos años muy bien.