Aspectos más relievantes del texto de Patricia Highsmith
Portada de El talento del señor Ripley de Patricia Highsmith |
Tom Ripley envía cartas al señor Herbert
Greenlaef, padre de Dicki y a Margie, su novia. En ellas cuenta su versión
sobre cuándo vio a Dickie por última vez y frente a él, Margie aparece más
conciliadora y comprensiva que antes. Como el padre lo considera un inmaduro y
evasivo, establece la hipótesis de que se fue con una muchacha que le ayudó a
falsificar los cheques viajeros que había enviado al Banco de Nápoles y que
viajo a Tahití o México con una nueva identidad y presiente que el culpable de la
muerte de Fred Miles, pues algún testigo le vio transportando el cuerpo de
Miles al carro y eso lo reafirmaban los periódicos, quienes describen a Tom
como un “leal amigo” y describen el Palazzo en que vive actualmente.
Tom redacta el testamento de Dickie con
su propia pluma Hermes, pero lo guarda para presentarlo posteriormente. Margie
llega a su casa en Venecia y él la aloja, mientras que él prefiere quedarse en
un hotel. Al día siguiente se encuentran los tres personajes y el Señor
Greenlaef, les comenta que ha contratado un detective de EEUU, pues no confía
en la eficiencia de policía italiana. El señor Greenlaef habla a solas con Tom
y se establecen tres hipótesis sobre Dickie: Primera: Que se suicidó. Segunda: Que está escondido; y la tercera de
Tom que propone ya está muerto, a lo que
opone el señor Greenlaef.
Margie que hasta ahora conocía al Señor
Greenlaef pensaba en agradarle haciendo el papel de la nuera, que hubiera querido
ser. Tom sostiene su versión y acomoda toda la información que tiene para
convencer de su inocencia al señor Greenlaef. y adiciona los datos sobre la
lancha que encontraron hundida en San Remo, donde a Tom, lo daban
equivocadamente por desaparecido.
El Señor Greenlaef, se retira a su
hotel, mientras que Margie insiste en ir a un coctel, en casa de un
norteamericano llamado Maloof, al que se resistía ir Tom, pensando en las
preguntas permanentes que le harían sobre Dickie. Se aparto de Margie insinuando
que a pesar de alojarse en su casa poco la conocía, sentía rabia y culpaba a
Margie de llevarlo allí donde “consideraba a esa gente, unos cretinos e
imbéciles (misantropía)”, pero no deseaba mostrar que se quería ir,
hasta que Margie voluntariamente se lo propuso, aunque la mayoría de los
invitados les insistió para que se quedaran.
Margie lo vio tenso y confuso, a lo cual
le contestó que estaba acosado y contrariado con esa insistencia en preguntar
sobre Dickie, pero ella le respondió que nadie le mencionó sobre el tema. Se
abstuvo de decirle el desprecio que sentía por esa gente, que lo sacaba de sí,
para que ella no notara que estaba descompuesto y con rabia, pues no le
convenía mostrarse así y confesar que despreciaba a toda esa gente incluida
Margie.
En una cena Margie, el señor Greenlaef,
le anuncian a Tom que se van a Roma. Después lo acompañan al señor Greenlaef a
su hotel. “El rostro del industrial asomado debajo del sombrero, parecía un
pedazo de Madison Avenue recorriendo las estrechas y zigzageantes callejuelas”.
Algunos amigos de Tom como Bob Delancy y Cleo, le escriben de EEUU,
enviándole recortes de periódicos, sobre el fraude en las declaraciones de
impuestos, pagos enviados al buzón de George Mc Alpin que le acompañaron al
buque cuando iba a zarpar de Nueva York hacia Italia. Tom se alegró de que ese
asunto no iba más, pues el estafador ni cobraba los cheques. “Reflexionó
sobre la triste vida de la gente en Nueva York, entrando y saliendo como
hormigas del Metro… situación que no se comparaba con la tranquilidad y belleza
de la más misera trattoria de Venecia, donde se preparaba tan buena comida.
Tom amaba pocas cosas, pero escogidas,
pues eran sinónimo de pertenencia y le inflamaban su autoestima. Esto lo
llevaba a reflexionar sobre las cosas que tenía de Dickie, que lo hacían
superior y más connotado socialmente, frente a un Tom Ripley fracasado y pobre
(algo que en una carta le decía Margie a Dickie, sobre la posición social de
Tom, frente a ellos. Tom al igual que envidiaba y se puso alguna vez los trajes
y anillos de Dickie, lo había hecho en EEUU con Marc Priminger.”
Margie, alojada por el mismo Tom en su
cuarto, halla los anillos de Dickie y se sorprende, a lo cual responde que
Dickie se los dio. Margie constata así, que Dickie si se ha suicidado. “Tom
al verse descubierto inicialmente por la evidencia de los anillos, imagina
asesinando también a Margie, para no dejar testigos. Tom se figura golpeándola
fuertemente, arrastrándola al vestíbulo (ya muerta) y que se resbalaba por las
escaleras y la empujaba al agua del canal que pasaba cerca de su Palazzo”.
Margie le cuenta por teléfono al señor Greenlaef,
el hallazgo de los anillos, concluyendo así
tanto Margie como del padre, de
que Dickie se suicidó. Tom sintió miedo de que el viejo “uniera el rompecabezas y
que luego llegara de manera sorpresiva con un policía para detenerlo”.
Recogen al detective gringo, Alvin
Mccarron en el aeropuerto. Se reúnen con él en el hotel del señor Greenlaef. Luego
van a la casa de Tom, éste le interroga sobre el hallazgo de los anillos y lo
escruta con la mirada, luego interroga a Margie, quien afirma que “no se imagina a Dickie sin sus
anillos”·
El detective interroga a solas a Tom en
una cafetería tomando capuccino. Tom afirma que Dickie era incapaz de matar a
Fredie Miles, pero de manera intencionada asegura que a pesar de las furias y cambios de humor
que le daban a Dickie. De todas maneras Tom está asustado pensando que el
detective lo va descubrir en alguna contradicción y que lo puede entregar a la
policía o que ya hubiese hablado con el teniente Roviero, o que haya visto el
informe en la comisaría y haya atado cabos que lo condenaban.
El detective viaja a Mongibello e
interroga a todas las personas que tuvieron que ver con Dickie, e incluso a
algunas como un viejo pintor que casi no
tuvo relación con aquel. “Algo que los tenía en vilo, era que no
encontraron por ningún lado al profesor de pintura de Dickie en Roma, Dimassimo,
pues había sido una invención de Tom.”
Tom hizo toda una escena de teatro
permaneciendo en su casa a la espera del “regreso” de su amigo Dickie, pero a
la vez en zozobra por la aparición del detective gringo, al que le hicieron
gran notoriedad en la prensa. Sin embargo, amanecía optimista, al saber que Margie aportó
las cartas que Dickie le envío desde Roma y que probaban que estaba con vida y
que de ahí en adelante había desaparecido (estas cartas fueron escritas por
Tom, falsificando la firma del finado).
La prensa estuvo acosando a Tom en su
casa, que debió echar a algunos, pero esas fotos aparecieron en la prensa de
varios países como en Francia, Inglaterra y EEUU, por lo que su amigo Peter
Priminger (a quien también envidiaba), le ofreció su castillo en Irlanda para
que se refugiara, pero sintió temor de también asesinar a Peter allí y mejor
declino la invitación.
“Peter que estaba en Venecio, lo
entendió e incluso le dio unas palmaditas en la espalda, Tom hasta lloró por la
situación y la falta de noticias de su “amigo” Dickie y se condolió
internamente por haberlo asesinado, al malinterpretar la relación sentimental
entre Dickie y Margie”.
Tom llama mister G. para contarle que había encontrado
el Testamento de Dickie donde lo dejaba como su heredero y le envía una copia
al Padre, que ahora se desconsuela y comprueba el suicidio o muerte de Dickie.
Tom permanece asustado, pues supone que el señor Greenlaef lo va a acusar y no va a aceptar dicha
disposición testamentaria, pero al contrario le agradece a Tom y le comenta que
va a llamar a sus abogados para que todos los bienes de Dickie pasen a nombre
de Tom, pero se mantiene preocupado al pensar en que si cotejan sus huellas en
las cartas y el testamento se van a dar cuenta de la verdad.
Tom decide aceptar una invitación de la
condesa Titti, que le comenta, que han encontrado las valijas y el pasaporte de
Dickie en American Express, a nombre de Robert S. Fanshaw. Tom quedó de una
pieza y la condesa lo vio tan pálido y descompuesto que le pidió a su criado un
té con urgencia para Tom y lo consoló, pues volvió a llorar y le comentó que
pasado mañana viajaría a Grecia en el buque Hellene, pero a la vez sentía miedo
por este hallazgo, porque el teniente Riveroni no le había vuelto a escribir.
Pasó varios días sin comer y solo tomaba café.
En el buque se encuentra con una anciana
inglesa, Mistress Carlwright, y su hija
solterona. Se imagina a la anciana como una arpía que impidió que su hija,
hiciera su propia vida, absorbiéndola y manteniéndola a su lado, por
lo que merecía echarla por la borda, porque en muchas ocasiones, “el mundo no
daba a cada cual su merecido y él era ejemplo de ello.”
Sus cavilaciones lo imaginaban,
descubierto a partir del cotejo de las huellas dactilares en las maletas,
suceso encadenado con lo del testamento, soñaba que lo sentenciaban a la silla
eléctrica a su edad, 28 años y si bien eso lo asustaba mucho, pues se decía a
sí mismo que todo “eso se compensaba con todos estos últimos años que había disfrutado de
una manera dulce y de lujo y lo único que le dolía, era no haber conocido el
Japón, Australia e India, también lo compensaba la afición al verdadero arte
que había adquirido y que demostraba la mediocridad de Dickie en la pintura y
su habilidad para aprender idiomas.”
Cuando desembarcó en el puerto del Pireo
en Grecia, se encontró de frente con unos policías griegos. Se imaginaba que
venían a aprenderlo, pero paso cerca de ellos y se detuvo en un kiosco de periódicos
y los agentes ni lo observaron. Encontró que los diarios informaban que las
huellas en las maletas eran las mismas del apartamento de Roma y eran de
Dickie, por tanto manejaban tres(3) hipótesis sobre Dickie: 1. Que se suicidó
en completa desnudez, pues todas sus cosas estaban en esas maletas.
2. Que estaba viviendo bajo el nombre de
Robert S. Fanshaw, nombre con el que aparecía que dejó las maletas en American Express.
Y 3. Que hubiese sido asesinado, después
de ser obligado a hacer y dejar registradas las maletas y por eso aparecían sus
huellas en las valijas, pues su pasaporte apareció dentro de las maletas.
Si bien Tom deducía que no había ahora
la mayor sospecha sobre él, pensaba en las huellas y el cotejo de letras con el
testamento, pero como el señor Greenleaf le reiteró que iba a respetar la
decisión de Dickie en su testamento, pues comprobó que su letra paso la prueba
como auténtica. El señor Greenlaef aseguraba con ello que Dickie le tenía mucho
afecto a Tom y por eso le dejaba todo y que comprobaba que se había suicidado.
Tom sonrió de su buena suerte, alistó viaje para Creta a donde lo invitó, desde
el desembarco la anciana inglesa. Le pidió al taxista que lo llevara al mejor
albergue de Atenas, pues está pletórico de alegría, pues con el dinero de
Dickie y la venta de la casa en Mongibello, podría comprar una casa en Europa,
otra en EEUU y vivir por muchos años muy bien.