domingo, 31 de mayo de 2015

El cuento del domingo

Armando Palacio Valdés

Polifemo

El coronel Toledano, por mal nombre Polifemo, era un hombre feroz, que gastaba levita larga, pantalón de cuadros y sombrero de copa de alas anchurosas, reviradas; de estatura gigantesca, paso rígido, imponente; enormes bigotes blancos, voz de trueno y corazón de bronce. Pero aun más que esto, infundía pavor y grima la mirada torva, sedienta de sangre, de su ojo único. El coronel era tuerto. En la guerra de África había dado muerte a muchísimos moros, y se había gozado en arrancarles las entrañas aún palpitantes. Esto creíamos al menos ciegamente todos los chicos que al salir de la escuela íbamos a jugar al parque de San Francisco, en la muy noble y heroica ciudad de Oviedo.

Por allí paseaba también metódicamente los días claros, de doce a dos de la tarde, el implacable guerrero. Desde muy lejos columbrábamos entre los árboles su arrogante figura que infundía espanto en nuestros infantiles corazones; y cuando no, escuchábamos su voz fragorosa, resonando entre el follaje como un torrente que se despeña.

El coronel era sordo también, y no podía hablar sino a gritos.

-Voy a comunicarle a usted un secreto -decía a cualquiera que le acompañase en el paseo-. Mi sobrina Jacinta no quiere casarse con el chico de Navarrete.

Y de este secreto se enteraban cuantos se hallasen a doscientos pasos en redondo.

Paseaba generalmente solo; pero cuando algún amigo se acercaba, hallábalo propicio. Quizás aceptase de buen grado la compañía por tener ocasión de abrir el odre donde guardaba aprisionada su voz potente. Lo cierto es que cuando tenía interlocutor, el parque de San Francisco se estremecía. No era ya un paseo público; entraba en los dominios exclusivos del coronel. El gorjeo de los pájaros, el susurro del viento y el dulce murmurar de las fuentes, todo callaba. No se oía más que el grito imperativo, autoritario, severo, del guerrero de África. De tal modo, que el clérigo que lo acompañaba a tal hora, sólo algunos clérigos acostumbraban a pasear por el parque, parecía estar allí únicamente para abrir, ahora uno, después otro, todos los registros que la voz del coronel poseía. ¡Cuántas veces, oyendo aquellos gritos terribles, fragorosos; viendo su ademán airado y su ojo encendido, pensamos que iba a arrojarse sobre el desgraciado sacerdote que había tenido la imprevisión de acercarse a él!

Este hombre pavoroso tenía un sobrino de ocho o diez años, como nosotros. ¡Desdichado! No podíamos verle en el paseo sin sentir hacia él compasión infinita. Andando el tiempo he visto a un domador de fieras introducir un cordero en la jaula del león. Tal impresión me produjo, como la de Gasparito Toledano paseando con su tío. No entendíamos cómo aquel infeliz muchacho podía conservar el apetito y desempeñar regularmente sus funciones vitales, cómo no enfermaba del corazón o moría consumido por una fiebre lenta. Si transcurrían algunos días sin que apareciese por el parque, la misma duda agitaba nuestros corazones. “¿Se lo habrá merendado ya?” Y cuando al cabo lo hallábamos sano y salvo en cualquier sitio, experimentábamos a la par sorpresa y consuelo. Pero estábamos seguros de que un día u otro concluiría por ser víctima de algún capricho sanguinario de Polifemo.

Lo raro del caso era que Gasparito no ofrecía en su rostro vivaracho aquellos signos de terror y abatimiento, que debían ser los únicos en él impresos. Al contrario, brillaba constantemente en sus ojos una alegría cordial que nos dejaba estupefactos. Cuando iba con su tío, marchaba con la mayor soltura, sonriente, feliz, brincando unas veces, otras compasadamente, llegando su audacia o su inocencia hasta hacernos muecas a espaldas de él. Nos causaba el mismo efecto angustioso que si le viésemos bailar sobre la flecha de la torre de la catedral. “¡Gaspaar!” El aire vibraba y transmitía aquel bramido a los confines del paseo. A nadie de los que allí estábamos nos quedaba el color entero. Sólo Gasparito atendía como si le llamase una sirena. “¿Qué quiere usted, tío?” Y venía hacia él ejecutando algún paso de baile.

Además de este sobrino, el monstruo era poseedor de un perro que debía de vivir en la misma infelicidad, aunque tampoco lo parecía. Era un hermoso danés, de color azulado, grande, suelto, vigoroso, que respondía por el nombre de “Muley”, en recuerdo sin duda de algún moro infeliz sacrificado por su amo. El “Muley”, como Gasparito, vivía en poder de Polifemo lo mismo que en el regazo de una odalisca. Gracioso, juguetón, campechano, incapaz de falsía, era, sin ofender a nadie, el perro menos espantadizo y más tratable de cuantos he conocido en mi vida.

Con estas partes no es milagro que todos los chicos estuviésemos prendados de él. Siempre que era posible hacerlo, sin peligro de que el coronel lo advirtiese, nos disputábamos el honor de regalarle con pan, bizcocho, queso y otras golosinas que nuestras mamás nos daban para merendar. El “Muley” lo aceptaba todo con fingido regocijo, y nos daba muestras inequívocas de simpatía y reconocimiento. Mas a fin de que se vea hasta qué punto eran nobles y desinteresados los sentimientos de este memorable can, y para que sirva de ejemplo perdurable a perros y hombres, diré que no mostraba más afecto a quien más le regalaba. Solía jugar con nosotros algunas veces (en provincias, y en aquel tiempo, entre los niños no existían clases sociales) un pobrecito hospiciano llamado Andrés, que nada podía darle, porque nada tenía. Pues bien, las preferencias de “.Muley” estaban por él. Los rabotazos más vivos, las carocas más subidas y vehementes a él se consagraban, en menoscabo de los demás. ¡Qué ejemplo para cualquier diputado de la mayoría!

¿Adivinaba el “Muley” que aquel niño desvalido, siempre silencioso y triste, necesitaba más de su cariño que nosotros? Lo ignoro; pero así parecería serlo.

Por su parte, Andresito había llegado a concebir una verdadera pasión por este animal. Cuando nos hallábamos jugando en lo más alto del parque al marro o a las chapas, y se presentaba por allí de improviso el “Muley”, ya se sabía, llamaba aparte a Andresito, y se entretenía con él largo rato, como si tuviera que comunicarle algún secreto. La silueta colosal de Polifemo se columbraba allá entre los árboles.

Pero estas entrevistas rápidas y llenas de zozobra fueron sabiéndole a poco al hospiciano. Como un verdadero enamorado, ansiaba disfrutar de la presencia de su ídolo largo rato y a solas.

Por eso una tarde, con osadía increíble, se llevó en presencia nuestra el perro hasta el Hospicio, como en Oviedo se denomina la Inclusa, y no volvió hasta el cabo de una hora. Venía radiante de dicha. El “Muley” parecía también satisfechísimo. Por fortuna, el coronel aún no se había ido del paseo ni advirtió la deserción de su perro.

Repitiéronse una tarde y otra tales escapatorias. La amistad de Andresito y “Muley” se iba consolidando. Andresito no hubiera vacilado en dar su vida por el “Muley”. Si la ocasión se presentase, seguro estoy de que éste no sería menos.

Pero aún no estaba contento el hospiciano. En su mente germinó la idea de llevarse el “Muley” a dormir con él a la Inclusa. Como ayudante que era del cocinero, dormía en uno de los corredores, al lado del cuarto de éste, en un jergón fementido de hoja de maíz. Una tarde condujo el perro al Hospicio y no volvió. ¡Qué noche deliciosa para el desgraciado! No había sentido en su vida otras caricias que las del “Muley”. Los maestros primero, el cocinero después, le habían hablado siempre con el látigo en la mano. Durmieron abrazados como dos novios. Allá al amanecer, el niño sintió el escozor de un palo que el cocinero le había dado en la espalda la tarde anterior. Se despojó de la camisa:

-Mira, “Muley” -dijo en voz baja mostrándole el cardenal.

El perro, más compasivo que el hombre, lamió su carne amoratada.

Luego que abrieron las puertas lo soltó. El “Muley” corrió a casa de su dueño; pero a la tarde ya estaba en el parque dispuesto a seguir a Andresito. Volvieron a dormir juntos aquella noche, y la siguiente, y la otra también. Pero la dicha es breve en este mundo. Andresito era feliz al borde de una sima.

Una tarde, hallándonos todos en apretado grupo jugando a los botones, oímos detrás algo como dos formidables estampidos:

-¡Alto! ¡Alto!

Todas las cabezas se volvieron como movidas por un resorte. Frente a nosotros se alzaba la talla ciclópea del coronel Toledano.

-¿Quién de vosotros es el pilluelo que secuestra mi perro todas las noches, vamos a ver?

Silencio sepulcral en la asamblea. El terror nos tiene clavados, rígidos, como si fuéramos de palo.

Otra vez sonó la trompeta del juicio final.

-¿Quién es el secuestrador? ¿Quién es el bandido? ¿Quién es el miserable ladrón...?

El ojo ardiente de Polifemo nos devoraba a uno en pos de otro. El “Muley", que le acompañaba, nos miraba también con los suyos, leales, inocentes, y movía el rabo vertiginosamente en señal de gran inquietud.

Entonces Andresito, más pálido que la cera, adelantó un paso, y dijo:

-No culpe a nadie, señor. Yo he sido.

-¿Cómo?

-Que he sido yo -repitió el chico en voz más alta.

-¡Hola! ¡Has sido tú! -dijo el coronel sonriendo ferozmente-. ¿Y tú no sabes a quién pertenece este perro?

Andresito permaneció mudo.

-¿No sabes de quién es? -volvió a preguntar a grandes gritos. -Sí, señor.

-¿Cómo... ? Habla más alto.

Y se ponía la mano en la oreja para reforzar su pabellón.

-Que sí, señor.

-¿De quién es, vamos a ver?

-Del señor Polifemo.

Cerré los ojos. Creo que mis compañeros debieron hacer otro tanto.

Cuando los abrí, pensé que Andresito estaría ya borrado del libro de los vivos. No fue así, por fortuna. El coronel lo miraba fijamente, con más curiosidad que cólera.

-¿Y por qué te lo llevas?

-Porque es mi amigo y me quiere -dijo el niño con voz firme.

El coronel volvió a mirarlo fijamente.

-Está bien -dijo al cabo-. ¡Pues cuidado conque otra vez te lo lleves! Si lo haces, ten por seguro que te arranco las orejas.

Y giró majestuosamente sobre los talones. Pero antes de dar un paso se llevó la mano al chaleco, sacó una moneda de medio duro, y dijo volviéndose hacia él:

-Toma, guárdatelo para dulces. ¡Pero cuidado con que vuelvas a secuestrar al perro! ¡Cuidado!

Y se alejó. A los cuatro o cinco pasos ocurriósele volver la cabeza.

Andresito había dejado caer la moneda al suelo, y sollozaba, tapándose la cara con las manos. El coronel se volvió rápidamente.

-¿Estás llorando? ¿Por qué? No llores, hijo mío.

-Porque lo quiero mucho... Porque es el único que me quiere en el mundo -gimió Andrés.

-¿Pues de quién eres hijo? -preguntó el coronel sorprendido.

-Soy de la Inclusa.

-¿Cómo? -gritó Polifemo.

-Soy hospiciano.

Entonces vimos al coronel demudarse. Abalanzose al niño, le separó las manos de la cara, le enjugó las lágrimas con su pañuelo, lo abrazó y lo besó, repitiendo con agitación:

-¡Perdona, hijo mío, perdona! No hagas caso de lo que te he dicho... Yo no lo sabía... Llévate el perro cuando se te antoje... Tenlo contigo el tiempo que quieras, ¿sabes...? Todo el tiempo que quieras...

Y después que lo hubo serenado con estas y otras razones, proferidas con un registro de voz que nosotros no sospechábamos en él, se fue de nuevo al paseo, volviéndose repetidas veces para gritarle:

-Puedes llevártelo cuando quieras, sabes, ¿hijo mío...? Cuando quieras... ¿lo oyes?
Dios me perdone, pero juraría haber visto una lágrima en el ojo sangriento de Polifemo.

Armando Palacio Valdés (Entrialgo, Laviana, Asturias, 4 de octubre de 1853Madrid, 29 de enero de 1938). Escritor y crítico literario español, perteneciente al Realismo del siglo XIX.
Hijo de Silverio Palacio y Eduarda Valdés. Su padre era un abogado ovetense y su madre pertenecía a una familia acomodada. Se educó en Avilés hasta 1865, en que se trasladó a Oviedo a vivir con su abuelo para estudiar el bachillerato, lo que entonces se hacía en el mismo edificio de la Universidad. Por entonces leyó en su biblioteca la Iliada, que le impresionó fuertemente y abrió su interés por la literatura y la mitología; tras ello se inclinó por otras de Historia. Por entonces formó parte de un grupo de jóvenes intelectuales mayores que él de los cuales se consagraron a la literatura Leopoldo Alas y Tomás Tuero, con los que entabló una especial amistad. 
Tras lograr su título de bachiller en Artes en 1870, decidió seguir la carrera de Leyes en Madrid, que concluyó en 1874. Perteneció a la tertulia del Bilis club junto con otros escritores asturianos. Dirigió la Revista Europea, donde publicó artículos que luego reunió en Semblanzas literarias. También hay buenos retratos literarios en Los oradores del Ateneo y en El nuevo viaje al Parnaso donde desfilan conferenciantes, ateneístas, novelistas y poetas de la época. Escribió también como crítico, en colaboración con Leopoldo Alas, La literatura en 1881. Se casó dos veces: su primera esposa, Luisa Maximina Prendes, falleció en 1885 después de sólo un año y medio de matrimonio. Se casó en 1899 en segundas nupcias con Manuela Vega y Gil, que le sobrevivió. Al morir José María de Pereda en 1906, ocupó el sillón vacante en la Real Academia Española.
Marta y María por Favila en Avilés.
Se dio a conocer como novelista con El señorito Octavio (1881), pero ganó la celebridad con Marta y María (1883), ambientada en la ciudad ficticia de Nieva, que en realidad representa a Avilés. En esta época de su evolución literaria suele ambientar sus novelas en Asturias. Así ocurre también con El idilio de un enfermo (1884), que es quizás su obra más perfecta por la concisión, ironía, sencillez de argumento y sobriedad en el retrato de los personajes, algo que Palacio Valdés nunca logró repetir; también de ambiente asturiano son José (1885) y El cuarto poder (1888), donde de la misma manera que en La Regenta de Leopoldo Alas se realiza una sátira de la burguesía provinciana, se denuncia la estupidez de los duelos y la fatuidad de los seductores.
Su novela Riverita (1886), cuya segunda parte es Maximina (1887), transcurre en Madrid y revela cierto pesimismo y elementos autobiográficos. Por otra parte, la obra más famosa de Armando Palacio Valdés, La hermana San Sulpicio (1889), transcurre en tierras andaluzas, cuyas costumbres muestra mientras narra los amores entre una monja que logra salir del convento y un médico gallego que al fin se casa con la religiosa vuelta al siglo. La espuma (1891) es una novela que intenta describir la alta sociedad madrileña. La fe, 1892, como su propio título indica, trata el tema religioso, y en El maestrante (1893) se acerca a uno de los grandes temas de la novela del Realismo, el adulterio, de nuevo en ambiente asturiano. Andalucía surge de nuevo en Los majos de Cádiz (1896) y las costumbres valencianas en La alegría del capitán Ribot (1899).
Entre todas sus obras, Palacio Valdés prefería Tristán o el pesimismo (1906), cuyo protagonista encarna el tipo humano que fracasa por el negativo concepto que tiene de la Humanidad. La aldea perdida (1903) es como una égloga novelada acerca de la industria minera y quiere ser una demostración de que el progreso industrial causa grandes daños morales. El narrador se distancia demasiado de su tema añorando con una retórica huera y declamatoria una Arcadia perdida y retratando rústicos como héroes homéricos y otorgando nombres de dioses clásicos a aldeanos. Es una manera sumamente superficial de tratar la industrialización de Asturias; a Palacio Valdés se le daba mejor la descripción de la ciudad que de la vida rural.
Los papeles del doctor Angélico (1911) es una recopilación de cuentos, pensamientos filosóficos y relatos inconexos, aunque muy interesantes. En Años de juventud del doctor Angélico (1918) cuenta la dispersa historia de un médico (casas de huéspedes, amores con la mujer de un general etc.). Es autobiográfica La novela de un novelista (1921), pero además se trata de una de sus obras maestras, con episodios donde hace gala de una gran ironía y un formidable sentido del humor. Otras novelas suyas son La hija de Natalia (1924), Santa Rogelia (1926), Los cármenes de Granada (1927), y Sinfonía pastoral (1931).
Hizo dos colecciones más de cuentos en El pájaro en la nieve y otros cuentos (1925) y Cuentos escogidos (1923). Recogió algunos artículos de prensa breves en Aguas fuertes (1884). Sobre la política femenina escribió el ensayo histórico El gobierno de las mujeres (1931) y sobre la Primera Guerra Mundial en La guerra injusta, donde se declara aliadófilo y se muestra muy cercano a la Generación del 98 en su ataque contra el atraso y la injusticia social de la España de principios del siglo XX.
En 1929 publicó su Testamento literario, en el que expone numerosos puntos de vista sobre filosofía, estética, sociedad etc., con recuerdos y anécdotas de la vida literaria en la época que conoció. Durante la Guerra Civil lo encontramos en Madrid pasando frío, hambre, enfermo. Los hermanos Quintero lo atendían con los escasos víveres que podían reunir. Palacio Valdés, el amable, el otrora célebre y celebrado, vanidosillo y fecundo escritor, moría en el olvido, sin ayuda, el año 1938.
Póstumo es el Álbum de un viejo (1940), que es la segunda parte de La novela de un novelista y que lleva un prólogo del autor a una colección de cincuenta artículos. Sus Obras completas fueron editadas por Aguilar en Madrid en 1935; su epistolario con Clarín en 1941.
Armando Palacio Valdés es un gran creador de tipos femeninos y es diestro en la pintura costumbrista; sabe también bosquejar personajes secundarios. Al contrario que otros autores concede al humor un papel importante en su obra. Su obra ha sido muy traducida, especialmente al inglés, e igualmente apreciada fuera de España; es seguramente junto a Vicente Blasco Ibáñez el autor español del siglo XIX más leído en el extranjero. Su estilo es claro y pulcro sin incluir neologismos ni arcaísmos. Obras.Semblanzas literarias (1871).. Los oradores del Ateneo (1878). El nuevo viaje al Parnaso (1879). Con Leopoldo Alas, La literatura en 1881. El señorito Octavio (1881). Marta y María (1883). Aguas fuertes (1884). El idilio de un enfermo (1884). José (1885). Riverita (1886). Maximina (1887). El cuarto poder (1888). La hermana San Sulpicio (1889). La espuma (1890). La fe, 1892. El maestrante (1893). El origen del pensamiento (1893). Los majos de Cádiz (1896). La alegría del capitán Ribot (1899). La aldea perdida (1903). Tristán o el pesimismo (1906). Los papeles del doctor Angélico (1911). Años de juventud del doctor Angélico (1918). La novela de un novelista (1921). Cuentos escogidos (1923). La hija de Natalia (1924). El pájaro en la nieve y otros cuentos (1925). Santa Rogelia (1926). Los cármenes de Granada (1927). Testamento literario (1929). Sinfonía pastoral (1931). El gobierno de las mujeres (1931). Obras completas (1935). Álbum de un viejo (1940). Obras disponibles en Gutenberg.org.
Semblanza: Wikipedia. Texto:ciudadseva.com.Foto:Internet.

sábado, 30 de mayo de 2015

Leonardo Padura Fuentes: Pasado perfecto. Mario Conde






  • Pasado perfecto es el primero  de la tetralogía sobre el detective teniente Mario Conde conocida como  "Las cuatro estaciones "; estamos en el invierno habanero: cae una llovizna fría, que dura hasta la madrugada y se añora el sol potente de esa misma mañana. Con la lluvia las calles quedan desiertas y una abulia gris domina una ciudad que vive en el calor y se recoge con aquella tímida frialdad y un poco de agua. El lánguido invierno tropical va y viene, incluso en el plazo de un mismo día…(pg 72)
    Mario Conde nos cuenta su pasado en el Pre-universitario donde conoció a todos sus amigos que iremos re-encontrando en los opus sucesivos. Y sabremos también que su compañera Tamara ejerció un tremendo atractivo físico sobre él. El destino hará que se reencuentren en condiciones dramáticas ya que el esposo de Tamara desaparecerá y es Mario Conde el encargado de investigar el caso.

    El marido de Tamara era un líder en el Pre universitario, un tipo exitoso, canchero, brillante,  seguro de si mismo y a quien todo le resultaba bien. Terminó ocupando alto cargo en el Ministerio de la Industria, con viajes al extranjero y mucho dinero de por medio con los contratos negociados. Pretexto para Padura para relatarnos el grado de corrupción al que pueden llegar altos cargos de la función pública en Cuba.
    Este reencuentro con Tamara va a cristalizar en un ligue bastante fuerte y tórrido porque la verdad es que Tamara estaba muy dejada por el marido y la disponibilidad  afectiva de Mario Conde hará el resto, a pesar de haber transcurrido 17 años. Esta relación está condenada al fracaso porque los protagonistas pertenecen a mundos diferentes.
    El libro sirve también para saber sobre las otras amistades del pre universitario, como por ejemplo con el Flaco Carlos, hoy un obeso recluído a una silla de ruedas, a la madre del Flaco, la buena Josefina alias Jose quien lo quiere como un hijo y le cocina ricos platos caseros, como el bacalao a la vizcaína, arroz blanco, sopa polaca de champiñones mejorada con acelga, menudos de pollo y salsa de tomate, plátanos maduros fritos y ensalada de berro, lechuga y rábano.
    Estamos en La Habana y el Viejo, o sea, el jefe de Mario Conde es un fino conocedor de puros, llamados habanos en esas tierras cubanas. Tenemos unos párrafos doctos de la parte del Viejo en materia de tabaco : …”cuando uno está así, tenso, y siente que no puede pensar mucho, lo mejor es encender un habano, pero no encenderlo por darle candela y tragar humo, sino para fumarlo de verdad, que es como único y el tabaco te entrega todas las bondades que tiene. Fumando así y haciendo otras cosas, estoy desperdiciando unos Davidoff 5000 Gran Corona de 14,2 centímetros, que se merecen una fumada reflexiva o que simplemente uno se sienta a fumar y a conversar una hora, que es el tiempo que debe durar un tabaco. Fumar un habano , no digo que un Davidoff 5000 o cualquier otro Corona bueno,  un Romeo y Julieta Cedros N°2, por ejemplo, un Montecristo número 3, o un Rey del Mundo de cualquier medida, sino un buen tabaco de  capa oscura, que tire suave y queme parejo: éso es la vida, Mario, o lo que más se parece. Kipling decía que una mujer es solo una mujer, pero un buen puro, como le dicen en Europa a los tabacos, es algo más…(pg 68).
    Sin olvidar la música, omnipresente en Cuba y en los libros de Padura, como por ejemplo la canción de Los Beatles  a la cual Conde hace alusión varias veces porque estaba de moda durante su pre universitario: Strawberry Fields de 1967-68, un acto de magia irrepetible cuya melodía era la bandera de sus nostalgias por un pasado donde todo fue simple y perfecto.

    Leonardo Padura Fuentes,(La Habana, 1955) autor cubano de la saga del detective nostálgico, el capitán Mario Conde.  Trabajó como guionista, periodista y crítico, hasta lograr el reconocimiento internacional con la serie de novelas policiacas protagonizadas por el detective Mario Conde: Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras, Paisaje de otoño, Adiós, Hemingway, La neblina del ayer y La cola de la serpiente, traducidas a numerosos idiomas y merecedoras de premios como el Café Gijón 1995, el Hammett 1997, 1998 y 2005, el Premio de las Islas 2000 y el Brigada 21. También ha escrito La novela de mi vida y El hombre que amaba a los perros, una trepidante reconstrucción de las vidas de Trotsky y Ramón Mercader, traducida a diez idiomas, vendidos sus derechos al cine y merecedora del Premio de la Crítica en Cuba, el Francesco Gelmi di Caporiacco 2010 y, en 2011, el Premio Carbet del Caribe, el Prix Initiales y el Prix Roger Caillois. En 2012 Padura recibió el Premio Nacional de Literatura de Cuba. Herejes, una absorbente novela sobre un cuadro de Rembrandt y una saga judía que llega a nuestros días, confirma al autor como uno de los narradores más ambiciosos e internacionales en lengua española.

Ciclo:Novela Negra y Criminal I

Neopoliciaco Latinoamericano



Mayo 23. Paco Ignacio Taibo II. Héctor Belascoarán Shayne.

Mayo 30.Leonardo Padura Fuentes: Pasado perfecto.Mario Conde.

Junio 6.Leonardo Padura Fuentes: Pasado perfecto.Mario Conde.

Junio 13.Rubem Fonseca:El gran arte.Mandrake.

Junio 20.Rubem Fonseca: El gran arte.Mandrake.

Junio 27. Rubem Fonseca: El gran arte. Mandrake.

El lado bello de la simpleza

La reedición de varios de sus títulos, emprendida por Babel, acerca a nuevos lectores a las historias de un autor icónico en la literatura infantil

Ilustraciones: Ivar Da Coll./elespectador.com

“Al despertar, Horacio se acuerda de Úrsula, que cumplió años hace poco. En una canasta, empaca algunas frutas y se va de prisa a casa de su amiga, antes de que cumpla más años”.
Luego se encuentra con Úrsula y le da la canasta diciendo “es por tu cumpleaños, que todos olvidamos”. Ya sola, ella se acuerda de que Eulalia también estuvo de cumpleaños hace poco y a las frutas en la canasta suma huevos. Eulalia recibe su regalo y recuerda el cumpleaños de Camila: la canasta crece, pues ahora tiene crema, leche y mantequilla.
La canasta continúa creciendo, pues a Camila se le olvidó el cumpleaños de Ananías y éste luego se acuerda de que Eusebio también cumplió años hace poco. Para este punto, la canasta, en manos de Eusebio, tiene huevos, mantequilla, crema, azúcar y frascos de compota de fruta, pues las frutas se han maltratado desde que Horacio las metió en primer lugar para dárselas a Úrsula.
Ananías, un pato, encuentra a su buen amigo Eusebio, un tigre, “peinándose los bigotes. Se dan un fuerte abrazo. ‘Es por tu cumpleaños, que todos olvidamos’”, le dice mientras le ofrece la canasta. Y el ciclo comienza de nuevo. O no.
“Hablando de cumpleaños, Eusebio no se acuerda de nadie. ‘Haré una torta de cumpleaños’. Va a la cocina y se acomoda el delantal”.
Eusebio y Ananías están ocupados esta vez con la hechura de una torta de cumpleaños, pero algunos quizá los recuerden por sus discusiones en medio de la noche acerca de los terrores de la oscuridad en un relato que, publicado por primera vez en 1990, vuelve a ver la luz en un bello formato editado por Babel Libros, poblado con nuevas ilustraciones de Ivar Da Coll, uno de los autores de literatura infantil más relevantes del país y, tal vez, del continente (el año pasado recibió el Premio Iberoamericano SM en esta materia).
En Tengo miedo, Eusebio se ve mortificado por los monstruos “que escupen fuego, los que se esconden en lugares oscuros y sólo dejan ver sus ojos brillantes, los que vuelan en escoba y tienen una verruga en la nariz, los que tienen colmillos, los que son blancos, muy blancos, tan blancos que parecen transparentes, los que tienen cuernos”. Ananías, con proverbial sabiduría, lo consuela en medio de la noche, mientras sus ojos aún están llenecitos de sueño, al decirle que “ellos también deben lavarse los dientes antes de ir a dormir. A veces no les gusta la sopa. Se bañan bien con agua y jabón. Les da miedo cuando sale el sol”.
En los libros de Da Coll habitan criaturas fantásticamente cotidianas, cuyos días transcurren entre lo extraordinario de lo común y corriente, como el chigüiro que casualmente encuentra un lápiz y dibuja una bicicleta para montarla y después traza un helado para comerlo y al final del día, cansado, colorea una cama y duerme en ella (Chigüiro y el lápiz, de la serie de seis libros aparecidos por primera vez en Norma en 1985 y reeditados por Babel en 2005).
Sus historias están pobladas por asuntos como la suposición, acaso obvia, algo macabra, de qué pasaría si las “ranas fueran tan grandes como los niños y los niños tan grandes como las ranas”. En esa inversión de papeles los niños croan en un pantano y las ranas van a la escuela y la maestra les pide a sus anfibios alumnos que atrapen niños y los traigan a la clase para disecarlos. No, no es crueldad en el relato. Pero acaso sí algo cercano a una inocente malicia que, entre la risa y el asombro, logra que la historia resulte entrañable. “Bueno, y no continuemos suponiendo porque supongo que esta historia tendría un final fatal”, dice el final de Supongamos, otro libro que, publicado originalmente en 1990, también acaba de ser reeditado por Babel, junto con Historias de Eusebio (que contiene Torta de cumpleaños, Garabato y Tengo miedo), además de ¡No, no fui yo!
La imaginación de Da Coll es fértil, con al menos 30 títulos con su nombre, entre nuevos libros y reediciones. Aunque esta fertilidad no se traduce sólo en un asunto de cantidad, no se trata únicamente de una larga lista de proyectos, en los que oficia como autor e ilustrador, sino en los varios estilos que cubren sus trazos, en las múltiples temáticas que abarcan sus textos, incluso cuando se trata de las mismas historias.
Por ejemplo, la edición de 2012 de Tengo miedo difiere drásticamente en el enfoque, tanto de la narrativa como del aspecto visual. Aquí los miedos se presentan en una forma que guarda varias similitudes y paralelos con el conflicto colombiano, en vez de ser cálidas representaciones de personajes de por sí adorables; aquí, Ananías no calma a Eusebio humanizando sus temores (acaso trivializando los horrores de la noche), sino destapando la verdadera monstruosidad de su naturaleza porque ellos, los monstruos, “no pueden estar juntos como los buenos amigos. Siempre quieren ganar, aunque sea con trampa. Para ellos no hay tranquilidad”.
Los libros de Da Coll se antojan tan versátiles como bellos. La reedición de sus títulos quizá pueda acercar nuevas generaciones de lectores (que no necesariamente son niños) a una serie de historias que, a veces a través de la contradicción y la paradoja, despliegan una sencillez muy particular en el amplio mundo de la llamada literatura infantil.

Las bacterias que ponen en duda la razón de la muerte de Neruda

Nuevos elementos probatorios darían fuerza a la tesis de que el poeta chileno fue asesinado

Los restos de Neruda, exhumados en abril de 2013, fueron sometidos ya a otras pericias químicas que determinaron que su muerte estuvo vinculada al cáncer de próstata que sufría. /semana.com

Un nuevo examen a los restos del Premio Nobel chileno Pablo Neruda halló una masiva bacteria infecciosa, que para la justicia no concluye que pudo ser envenenado por la dictadura de Augusto Pinochet pero que para su familia sustenta “una duda razonable”.
El análisis fue realizado por expertos forenses de la Universidad de Murcia, en España, y permitió “detectar la presencia de tres tipos de proteínas en los restos del poeta”, dijo un reporte del Poder Judicial chileno sobre su muerte, ocurrida días después del golpe de Estado que derrocó al socialista Salvador Allende e instaló la dictadura de Pinochet, en septiembre de 1973.

Los dos primeros grupos de proteínas estarían relacionadas con el cáncer de próstata avanzado que sufría el poeta, mencionado hasta ahora como la causa oficial de su muerte, ocurrida mientras se hallaba internado en una clínica de Santiago, con planes de viajar a México para comandar desde allí la oposición a Pinochet.

Pero del tercer grupo de proteínas bacterianas “resulta muy difícil establecer o excluir la presencia de un proceso infeccioso agudo en las últimas horas de vida del poeta”, afirma un comunicado del Poder Judicial chileno, sobre pericias que tienen un carácter de “reservado”.

La presencia de este tipo de bacterias, “estafilococo dorado”, según reveló más tarde un representante de la familia del vate, “sustenta la duda razonable que nosotros tenemos en que hubo una intervención de terceros”, dijo en rueda de prensa Rodolfo Reyes, sobrino de Neruda.

Si bien se encontraron bacterias asociadas al cáncer que padecía Neruda, este tercer grupo de bacterias “no guarda relación con el cáncer; esa es la noticia”, afirmó de su lado, Rodrigo Lledó, abogado del programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior chileno.

Pero el reporte del Poder Judicial chileno advierte que el “análisis de datos requiere de dosis oportunas de prudencia para evitar conclusiones aventuradas en ausencia de informaciones adicionales, de las que en este momento carecemos”.

Los restos de Neruda, exhumados en abril de 2013, fueron sometidos ya a otras pericias químicas que determinaron que su muerte estuvo vinculada al cáncer de próstata que sufría.
Para sacar conclusiones, faltan aún los resultados de otros análisis genéticos.

La investigación por la muerte de Neruda se abrió en 2011 luego de que su chofer aseguró que mientras se hallaba internado, el poeta recibió una inyección en el pecho que a las pocas horas le provocó la muerte.
Las dudas se acrecentaron al comprobarse que la dictadura de Pinochet desarrolló desde temprano agentes químicos para el exterminio de opositores.

Rendirán homenaje a Mario Benedetti

Mario Benedetti recibirá a mediados de junio un homenaje en su pueblo natal, Paso de los Toros, donde se erigirá una estatua suya y se le pondrá su nombre a una calle

Mario Benedetti, autor uruguayo de La tregua./cronica.com.mx

El escritor uruguayo Mario Benedetti (1920-2009) recibirá a mediados de junio un homenaje en su pueblo natal, Paso de los Toros, donde se erigirá una estatua suya y se le pondrá su nombre a una calle, indicó hoy a Efe el gerente de la Fundación Mario Benedetti, Ariel silva. 
Según explicó Silva, la calle Mario Benedetti será un homenaje al escritor en el lugar donde nació, en el centro de Uruguay, y estará "llena de carteles" con fragmentos de obras del autor, uno de los más destacados de la cultura uruguaya y del cual se cumplen este mes seis años desde su fallecimiento. 
"Al final de la calle estará la estatua de él sentado. Cualquiera que pase podrá hacerse una foto y tener un bonito recuerdo", dijo Silva.
Como actividades previas a este homenaje en Paso de los Toros la fundación que lleva su nombre organizará talleres con los jóvenes de la localidad en la cual se leerán fragmentos de la obra del escritor y se charlará sobre los conceptos desarrollados en ellos.
El pasado viernes falleció el escritor uruguayo Carlos Maggi, considerado como el último superviviente de la generación del 45, a la cual también pertenecía Benedetti.
"Era un gran dramaturgo y un gran intelectual que siempre quiso interpretar la realidad del país, una persona que se decía independiente aunque había sido militante de Partido Colorado (conservadores) y por ello no compartía algunas ideas con otros integrantes de su generación", destacó a Efe Silva.
En este sentido, Silva también lamentó la reciente pérdida del escritor de "Las venas abiertas de América Latina", el también uruguayo Eduardo Galeano, quien falleció el pasado mes de abril y que formaba parte del consejo de la Fundación Mario Benedetti.
Esta organización tiene entre sus objetivos la conservación, difusión y promoción de la obra del autor pero también tiene una vertiente social en la cual colabora con el observatorio de defensa de los derechos humanos "Luz Ibarburu".
Junto a este observatorio, la fundación lucha para "hacer justicia" y que se investiguen las muertes y desapariciones cometidas por el "terrorismo de estado" durante la dictadura uruguaya (1973-1985), algo por lo que se manifestarán en Montevideo el próximo 20 de mayo en la denominada "Marcha del Silencio".
Mario Benedetti fue uno de los autores latinoamericanos con más repercusión internacional y entre su extensa producción literaria se encuentran algunas obras destacadas como las novelas "La tregua" y "Gracias por el fuego" o los poemas "Táctica y estrategia", "Amor de Tarde" y "Bienvenida".

Vagabundos que leen y se refugian en bibliotecas públicas

Las bibliotecas son, ante todo, guaridas

John Hernandez lee The Power of Attraction

Frank Bunnell lee The Everything Guide to Understanding Philosophy.

Arleta Taylor lee First Corinthians.

Cory Coburn lee The Corps: Call to Arms.

Edward Rideau lee Statutes and Amendments to the Codes of California.

Khalid Elshafiea lee No God but God: The Origins and Evolution of Islam.

Langston Sylvester lee The African American Almanac.

Rebecca Rorrer lee If I Can’t Have You.

Tanisha Meredith lee The Science of Success.
Pero la extensión de esta característica no se limita a los libros, a las personas que se refugian allí de la lluvia o a las que buscan concentración y paz; se extiende también a las personas que no tienen casa, como vemos en esta serie de fotografías de Fritz Hoffmann
A diferencia de los ya muchísimos vagabundos que tienen dispositivos para conectarse a internet aún hay algunos que consumen medios tradicionales y, de hecho, en mayor medida que las clases medias. Hoffmann documentó a varios indigentes que pasan sus días en bibliotecas públicas leyendo todo tipo de textos, ya sea para olvidar la inclemencia de las calles, para tomar otras perspectivas del mundo o simplemente para disfrutar el silencio.
“Ser indigente a menudo significa vivir fuera de la cuadrícula mainstream”, explica Hoffmann. “Estar desconectado de internet, el correo electrónico y los videos. Las bibliotecas públicas proporcionan a los indigentes una manera de conectarse, y muchos de ellos dicen que revisar los anaqueles y leer un libro alivia la agonía de vivir en la calle”.
Las bibliotecas podrían ser el último bastión de la democracia. Un hogar común –aunque sólo de día– donde nadie es nada más que un lector.

Fuente:pijamasurf.com.Fotografías:Fritz Hoffmann.

Y entonces el mundo se volvió pop

Muestras. Dos importantes exhibiciones sobre el arte pop coinciden en Minneapolis y Londres. Revisan críticamente la historia del movimiento

Dalila Puzzovio (Argentina).  Dalila doble plataforma, 1967.

 Erró (Islandia). “Foodscape”, 1964, óleo sobre tela, 200 x 300 cm./revista Ñ

Para los amantes del arte y ciertamente, para los coleccionistas que hoy suelen pagar decenas de millones de dólares por una pintura en las subastas, el arte pop y sus marcas registradas –las Marilyns, los puntos Benday, los labios pintados y las botellas de Coca Cola– se han convertido en el clasicismo del siglo XX, tan canónico como el cubismo y tan atractivo como caramelos. Pero para muchos artistas que trabajaron fuera de los Estados Unidos cuando nacía el pop a principios de los años 60, en realidad el movimiento se presentaba a sí mismo con todo el encanto de una aplanadora. “En esos años –dice Thomas Bayrle, pintor alemán que hizo el retrato de Mao años antes que Andy Warhol– el pop estadounidense fue como un partido de fútbol en el que ganaba siempre el mismo equipo y el otro no podía hacer ni un gol”. La historia del arte definió el pop con una rapidez inédita, y la narrativa que desplegó en libros y museos fue predominantemente estadounidense, con algún acompañamiento británico. Pero ahora, con medio siglo de vida, el mapa del movimiento se está redibujando vengativamente.
International Pop, una de las muestras históricas más ambiciosas en años del Walker Art Center de Minneapolis, propone no sólo que el Pop estaba brotando en innumerables versiones locales alrededor del mundo sino también que el término mismo se ha vuelto demasiado estrecho para acompañar la revolución en el pensamiento que representó para toda una generación de artistas.
En septiembre la Tate Modern de Londres también rastrillará buena parte del mismo territorio inexplorado con The World Goes Pop (El mundo se vuelve pop). Es probable que, juntas, las exhibiciones pongan bajo una nueva luz la reputación de docenas de artistas ignorados –de Japón, Sudamérica, Europa oriental y hasta el Medio Oriente–, además de mostrar que muchos artistas conocidos que maduraron en los 60 eran más pop que lo que ellos mismos pensaban. “Esto no se trata de un estilo, ni de Estados Unidos ni de los reclamos acerca del lugar de origen del pop, que ya no son interesantes para nada”, dice Darsie Alexander, que empezó a trabajar hace más de cinco años en la exhibición del Walker, la que organizó con Bartholomew Ryan y la ayuda de académicos internacionales. “Cuando revisás las cosas que se escribían a fines de los 50 y principios de los 60, todo el mundo sabía que estaba ocurriendo algo increíblemente nuevo en la sociedad con las imágenes y la cultura de masas, y todo el mundo estaba tratando de encontrar la forma de describirlo”.
La desconexión entre las reputaciones de los pilares del pop estadounidense y muchos de los no estadounidenses exitosos ha sido subrayada en años recientes por la consagración del mercado de un puñado de artistas como Warhol (récord de 105.4 millones en 2013) y Roy Lichtenstein (récord de 56,1 millones el mismo año).
Para el Walker esto representó una curiosa situación logística: algunas obras de artistas estadounidenses eran tan caras que supusieron montos enormes de seguro, mientras trabajos de países como Brasil, Argentina, Hungría y Japón debieron ser “desenterrados”, en palabras de Alexander, de depósitos o de las colecciones personales de los artistas, donde pasaron décadas muy poco vistos. Ese mismo rescate, aún en nombre del pop, no siempre fue una distinción: para algunos artistas en los 60 pop fue una mala palabra, vista como un instrumento del poder estadounidense o un estilo político desdentado que terminó celebrando el exceso capitalista mientras pretendía criticarlo.
“Siempre protesto cuando me acusan de ser pop, no es mi partido”, dice Antonio Dias, artista brasileño cuya impactante amalgama de escultura y pintura “O meu retrato” (Mi retrato) parece una escultura de Claes Oldenburg sobre los alucinógenos. Fue hecha en 1966, dos años después de comenzada la dictadura militar brasileña. “Cuando vi por primera vez el pop estadounidense –dice Dias en una entrevista reciente– pensé OK, es lindo, pero no dice nada. Sus imágenes son como cualesquiera otras”. Aceptó estar en la muestra del Walker, dijo, sobre todo por su ambición de reexaminar lo que considera una época crucial, “cuando la forma en que uno podía usar imágenes empezó a venir completamente desde el exterior del mundo del arte”.
El gran curador Henry Geldzahler dijo en un simposio sobre el pop realizado en el MoMA en 1962 que el movimiento nació de “una imaginería tan ubicua, persistente y compulsiva que debía ser advertida”. Obras que parecen pop tomaron formas muy diferentes en distintos lugares. La pintura “Foodscape”, del islandés Erró, es un revoltijo multicolor de paquetes de comida procesada que parecen estar abroquelándose para la guerra contra las latas de sopa de Warhol.
Thomas Bayrle –hasta hace poco casi desconocido fuera de Alemania– hacía arte a principios de los 60, fascinado por las formas en que, desde su punto de vista, el comunismo y el capitalismo estadounidense se parecían. “Veía el absurdo en el Este, donde había masas de gente celebrando en una marcha, y en Occidente, donde tenían estacionamientos enormes, malls enormes, y enormes montañas de basura”, dice. “No pensaba en esto ideológicamente. Se trataba de la atracción visual, de la mismidad ”.
En Japón (país ocupado por Estados Unidos hasta 1952) Ushio Shinohara estaba embarcado en una práctica que podría haberse calificado de punk si el concepto hubiera existido entonces. Estaba explorando diarios y revistas en busca de arte estadounidense y creando apropiaciones seriales de las imágenes pobremente impresas en blanco y negro, diciendo a sus colegas: “El primero en imitar ganará”. Una obra de la muestra, “Drink More” (un préstamo de las banderas pintadas por Jasper Johns) es una tela con barras y estrellas verdes y naranjas detrás de una mano de yeso que ofrece una Coca- Cola. Jasper Johns visitó el estudio de Shinohara en los 60 y se llevó una de sus obras, que todavía posee y que prestó al Walker para la muestra.
Yoshiaki Tono, un crítico japonés conectado con Shinohara, trabó amistad en Nueva York con el crítico y curador francés Pierre Restany, un campeón de los pioneros del pop francés, como Martial Raysse, pero también con sus contrapartes sudamericanos, como Marta Minujín, cuya visión argentina del pop –que se incluye en la muestra del Walker– rápidamente se metamorfoseó en un conceptualismo muy politizado que influyó en el trabajo de los artistas estadounidenses.
“Fui increíblemente cerebrito siguiendo pistas”, dice Darsie Alexander, ex curadora jefe del Walker y actual directora del Museo Katonah de Arte en Westchester, N.Y. “Revisé datos de todas las exposiciones pop tempranas que fui capaz de encontrar y, cuando los ves, comprobás que el mundo del pop no es tan limpio y categorizado como podríamos llegar a creer. Todo es más borroso y mucho más interesante”.
Muchos de los que se cayeron de la historia en el ordenamiento fueron mujeres, incluidas algunas estadounidenses como Marjorie Strider –quien murió el año pasado y cuyo “Triptych II, Beach Girl,” (Tríptico II, chica de playa) de 1963, está exhibido en la muestra– y Rosalyn Drexler, cuya austera pintura “Sorry About That” (Perdón por eso), creada en 1966 y adquirida por el Walker ese mismo año, también se expone en la muestra. Drexler, quien ahora tiene 88 años, declaró que recibir atención le dio mucho ánimo pero que le llegó quizás demasiado tarde. “Es bastante deprimente para mí haber sido algo así como escondida por tanto tiempo en el movimiento –dice Drexler–. En aquellos días siempre fui aceptada en los círculos de artistas pop masculinos, pero a ellos nunca se les ocurrió que yo era la única en el círculo que no estaba cobrando”. Cuando se le preguntó si tenía muchos trabajos suyos en su propia colección, contestó riendo: “Puede llamarla mi propia colección. También puede llamarla una habitación”.
Darsie Alexander dice que todavía hay muchas habitaciones como esa en todo el mundo, llenas de obras –e historias–, y que lo del Walker es sólo una muestra. Su esperanza es que exposiciones como la suya y la de la Tate Modern precipiten excavaciones más profundas en esas historias y nuevo pensamiento acerca del movimiento artístico más reconocible de los últimos cincuenta años, aun a riesgo de hacer menos reconocibles al movimiento y a sus artistas. “Si lo que están haciendo es pop, y simulemos que lo es –escribe junto con Bartholomew Ryan– entonces es un pop amplio, que debe responder a una definición cambiante, sin molde y sin resolución”.
© The New York Times

viernes, 29 de mayo de 2015

José Luis Garcés González, la voz literaria del Sinú

El escritor monteriano acaba de publicar la novela  Fuga de caballos. En este perfil se revela quién es una de las joyas secretas de la literatura caribe

José Luis Garcés González acaba de publicar la novela Fuga de caballos'(Ed. El Tunel)./ José Perdomo./semana.com

Una casa. Su casa. Un buzón en la entrada que parece esperar una carta que traerá un cartero, cuando ya no se envían cartas, cuando ya no existen los carteros. En la sala, él. Da la espalda a una pared llena de cuadros. Está en una mecedora. Se mece. Es el escritor José Luis Garcés González, el autor vivo más importante de Córdoba y una de las voces académicas y literarias más influyentes del Caribe colombiano.
Su última novela publicaba es Fuga de caballos, obra totalizante que abarca el universo del Sinú desde el lenguaje oral, las costumbres y la vida cotidiana. Es un libro estructurado en diversos tiempos y en distintos estilos narrativos. Dice Garcés que la obra está escrita en dos idiomas y un dialecto. Los idiomas: el español y el costeñol. El dialecto: el sinuanol. Argumenta que todo el que sea lector de novelas sabe que este género acepta la diversidad, que ya no es un género rectilíneo. “Para mí —dice con vehemencia—, la novela es concebible como una expresión más del lenguaje poético. Novelas anémicas o de lenguaje pobre y lánguido, no están en mi escala de preferencias”.

Por muchos años, José Luis Garcés González no fue el escritor más comentado de Córdoba, en parte porque las figuras de Manuel Zapata Olivella y de David Sánchez Juliao, ambos de Lorica, y de Raúl Gómez Jattin, de Cereté, se llevaban la atención nacional e internacional, y en parte porque él se siente más cómodo entre la soledad y la oscuridad. Pero quienes conocen su obra, consideran que está a la altura de las mejores del país.

Vive rodeado de gatos y miles de libros, en el barrio Buenavista, en Montería. Parece, no escritor, sino boxeador retirado, por su rostro cuadrado y adusto. Habla como dando órdenes y con las palabras contadas. Su voz es seca y en su discurso no existen los eufemismos. Llama las cosas por su nombre y, a veces, se excede. Por eso algunos escritores y personas de la cultura en Córdoba y el Caribe, lo consideran amargado, huraño, excluyente. Quienes lo defienden aseguran que no es así, y que lo que sucede es que no soporta la mediocridad, y lo dice. Envía correos con letras mayúsculas en tamaño 24. Carmen Amelia Pinto, su secretaria de siempre, dice es porque se está quedando ciego.

Y claro, tiene pocos amigos. ¿Por qué? “Porque sé que el mejor amigo del hombre es el perro, y el mejor amigo del perro es otro perro”, expresa el escritor. ¿Y a quiénes no soporta? “A los que posan de saber algo, sin saberlo. Los que disponen a su antojo del poder como si esa fuera una expresión de la eternidad. A los mezquinos y los envidiosos”.

Garcés habita la Montería de los 43 grados centígrados, o San Jerónimo de los Charcos, como la llama en sus libros, en la que a veces es difícil, siquiera, pensar, una ciudad soporífera en la que publica sus novelas, cuentos, crónicas y ensayos que les explican a los caribeños sus raíces. Escribe y lee hasta la saciedad para perfeccionar su técnica.

“A veces escribo cuando camino en algún parque. Me surgen ideas, en ocasiones personajes, y eso va para la escritura escrita, pues cuando aparecen son apenas escrituras mentales. ¿La hora? En la mañana, la tarde o la noche, nunca al mediodía. El mediodía torna duro o estúpido al hombre. Casi siempre soy un pájaro nocturno. O al menos intento serlo”, dice el novelista.

Para él, la fuerza que lo llevó a los libros es inexplicable. Y aunque no halla referentes claros, cuenta que quizá sea un atisbo genético que heredó de un abuelo guitarrero y bohemio que, según le dijeron, se paseaba en las madrugadas, ofreciendo serenatas, en el puerto de Girardot. “Mi padre fue un boxeador oriundo de Tolú (Sucre) que se instaló en Montería en los años 30 del siglo XX. Aquí pagó el servicio militar, aquí aprendió a boxear y aquí se quedó. Mi madre fue traída muy niña por mi abuela, desde Girardot, a la Costa Caribe”, revela.

La mamá llegó a la zona bananera del Magdalena en la época de la matanza que propició el coronel Cortés Vargas, y luego recorrió todo el litoral hasta que se instaló en Montería. “Aquí, los que iban a ser mi padre y mi madre, se encontraron”.

Este escritor monteriano nacido hace 64 años, es el autor de más de veinte libros y de los argumentos de varias telenovelas, entre ellas Caballo viejo y Música maestro. De él se dice que ha podido llegar más lejos, y que no ha sido así porque jamás quiso dejar Montería, donde la cultura, aunque la hay en rama, es muy poco apoyada.

“Yo sé qué significa no ser costeño. Para afirmarme me niego. El costeño es una diversidad. Entre un guajiro y un sinuano, por ejemplo, hay puntos de contacto, lógico, pero también diferencias protuberantes, y ambos se llaman costeños o les dicen costeños. Hay un costeño del litoral, hay un costeño fluvial, hay un costeño mediterráneo, sabanero  o desértico. Y cada uno tiene características peculiares. Los cachacos generalizan y a todos les dicen costeños. No establecen diferencias y esa es una equivocación. Ser costeño estriba en poseer un universo influido por la oralidad ancestral, la imaginación desatada, la sensualidad abierta  y todo el enjambre de la metafísica caribeña y sinuana”, explica el escritor, quien dirige desde hace más de veinte años el Grupo de Arte y Literatura El Túnel.

Con su grupo, y el Festival Nacional de Literatura que desde hace veintidós años siempre realiza para noviembre, Garcés lleva las riendas de la cultura cordobesa. Por eso, es admirable que sin apoyo local, él y sus amigos hayan logrado sostenerse tanto tiempo, gestionando, publicando y haciendo actos. El Túnel es un referente valorado en Colombia, que no solo hace el Festival de Literatura, sino que lleva a cuesta un trabajo de más de treinta años. Por ejemplo, publica el único periódico cultural no oficial que hay en la Costa Caribe: Periódico El Túnel. En colaboración con la Cámara de Comercio de Montería, convoca anualmente un concurso de cuento; edita libros; realiza talleres de cine; tiene la Escuela de Literatura y Humanística (Elihum).

“Con mucha frecuencia se cree que cultura es solo conseguir un grupo de baile y ponerlo en una tarima a danzar y luego tomarle una fotografía y publicarla en el periódico. Hay una concepción estrecha, ignorante o premeditadamente lánguida de lo que es la cultura”, dice.

Carmen Amelia Pinto revela que en la amistad, Garcés no alaba, pero sí critica. “Tiene una visión futurista y da muchos consejos. Escribe en todo momento. Escribe, revisa y vuelve a escribir”.

Su novela Entre la soledad y los cuchillos fue segundo premio Plaza y Janés, en 1985; Carmen ya iniciada obtuvo el primer premio de Novela Ciudad de Pereira, en 1984; Fernández y las ferocidades del vino ganó el segundo premio en el concurso nacional del libro de cuento Ciudad de Bogotá, 1999; y Aguacero contra los árboles es Premio Nacional de libro de cuento de la Universidad Industrial de Santander, 2007.

El escritor considera que la principal característica de la literatura del Caribe está en su fortaleza oral, “y su fuerte influencia terrígena, sensual, sexual y brujeril, todo sazonado con diversas expresiones de la cultura popular”.

Como escritor comprometido que es y ciudadano activo, lo entristece la injusticia en general, la muerte y el padecimiento de los niños y el maltrato a los animales.

“En Crimen y castigo, al comienzo de la novela, hay un episodio conmovedor en el capítulo V: Raskolnikov sueña con un borracho, un tal Kolás, golpeando sin clemencia con palo, látigo y barra de hierro hasta la muerte a una yegua que lleva cargada de beodos salvajes y de objetos, porque el animal no puede andar con ese peso y se desparrama de cansancio. ¡El degenerado la mata! Qué episodio tan estremecedor. No lo puedo olvidar. Con ese hecho me molesta, como espina en la carne, la tristeza”.

Fernanda Garcés, hija, reconoce en su padre a un ser poco expresivo. “Cuando uno toma la iniciativa de una muestra de cariño, se derrite”, revela. Cuenta, también, que Garcés le hace reportería a sus escritos. “Él habla con los vendedores, con los vecinos, con cualquiera y de ahí saca anécdotas para sus historias. Su felicidad es escribir, por encima de todo. Yo me emociono con lo que hace y respeto sus gustos, aunque creo que ama más a sus libros que a sus hijos”.

Su padre, en cambio, tiene un concepto distinto de felicidad. “Pongamos un caso: observar a un niño y a un animal, juntos y felices. Porque es hermoso ver a dos inocencias que sean compatibles”.

David Pérez, profesor cordobés, explica que Garcés González siempre cumple lo que dice. “Es fiel a sus principios, creencias y filosofía. Cuando da su palabra se puede contar con él ciento por ciento. Es extremadamente serio, grave y circunspecto en su vida profesional y cotidiana, y por eso espera siempre que lo traten igual”.

Su casa, la misma en la que sigue meciéndose, no parece ser la de un hombre amargado, como es catalogado en su tierra. Parece la de un soñador, con esculturas, plantas, pinturas, libros, dos gatos, y sí: con un buzón que espera una carta.

Temporada de letras en Pasto

Feria del Libro de Pasto

mincultura.gov.co

Durante seis días, la 8ª Temporada de letras Feria del Libro de Pasto será una gran fiesta literaria que contará con más de 40 editoriales invitadas, lanzamientos de libros, foros, conversatorios, talleres, encuentros y conferencias. 
El evento, que se lleva a cabo desde el 26 y al 31 de mayo en el Centro de convenciones Casona Taminango, será de entrada libre y contará con la presencia de diferentes invitados nacionales. Gracias al apoyo del Ministerio de Cultura y la Cámara Colombiana del Libro, harán parte de la feria el cronista cinco veces ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar Alberto Salcedo Ramos; el autor de Su casa es mi casa y Recursos Humanos Antonio García Ángel; el ganador del Premio Nacional de Literatura-Poesía 2013, Horacio Benavides, y el ilustrador Julio César González, más conocido como “Matador”. 
Según Víctor Mejía, coordinador del área de Literatura del Ministerio de Cultura, “La Feria del Libro de Pasto es una oportunidad para acercar a los habitantes de la región a la producción editorial del país. Un espacio de reflexión, promoción y circulación del libro y sus creadores en consonancia con el Plan Nacional de Lectura y Escritura ‘Leer es mi cuento’ que busca crear el hábito de la lectura en los colombianos”. 
El evento también contará con un espacio dedicado exclusivamente al público infantil denominado “Sala Azul Maguaré” en el que se llevarán a cabo talleres permanentes para niños. El Ministerio de Cultura hará presencia con el taller de lectura en voz alta para estudiantes que dictará el escritor Nahum Montt con el fin de promover que las familias pastusas lean 15 minutos en voz alta a los niños todos los días, así como con dos talleres infantiles liderados por Horacio Benavides, autor del libro de adivinanzas infantiles Ábrete grano pequeño, título 9 de la serie ‘Leer es mi cuento’, y uno sobre “Poesía y música por la paz” que dictará Camilo Bastidas Ordoñez.  

 
 Alberto Salcedo Ramos, cronista invitado por MinCultura. 
  
En la "Sala Azul Maguaré" también estará presente el programa de Primera Infancia del Ministerio de Cultura y su estrategia digital Maguaré para realizar un trabajo con promotores de lectura agentes culturales, cuidadores y familias interesadas y dar a conocer los juegos interactivos de Maguaré, portal especializado en contenidos culturales para primera infancia. 
Los visitantes a la feria podrán conocer las aplicaciones de realidad aumentada que están para descarga gratuita en Maguaré: Pombo Encantado, que abre nuevas posibilidades de acercamiento a la lectura a partir de la animación en 3D del libro Con Pombo y platillos de Rafael Pombo (título 2 de la colección ‘Leer es mi cuento’), Pombo mágico, en la que los niños pueden interactuar con los personajes de Rafael Pombo y tomarse fotos con ellos, y Armanimales, que invita a jugar con rompecabezas de personajes para luego animarlos en tercera dimensión. 
También se entregarán a 2100 ejemplares de la colección ‘Leer es mi cuento’, serie creada por MinCultura para llevar a los hogares del país una colección de textos clásicos infantiles con los mejores cuentos y poemas de Colombia y del mundo en bellas y cuidadas ediciones.
Medellín, ciudad invitada
Medellín será la invitada a la 8ª Temporada de letras Feria del Libro de Pasto, una ciudad que ha puesto como prioridad una política de transformación alrededor de la educación y la cultura. Los pastusos podrán conocer, desde la voz de sus protagonistas, cómo Medellín ha encontrado el camino para fortalecerse como ciudad lectora y ser generadora de espacios que promueven sentido de pertenencia hacia su cultura, su arte y su patrimonio.  
Entre la comitiva paisa, se resalta la presencia de la doctora Shirley Zuluaga, actual subsecretaria de Cultura de Medellín; Margarita Villada, del Equipo Plan de Lectura de Medellín; Pascual Gaviria reconocido columnista y cronista antioqueño,  y el reconocido director de cine Víctor Gaviria, gran invitado de esta octava edición quien cerrará con broche de oro el domingo 31 de mayo. 
Miércoles 27 de mayo
4:00 pm. Taller: Poesía y Música por la Paz. Creando lazos desde la Poesía y la Música Infantil. Por Camilo Bastidas Ordoñez. Sala Azul Maguaré (Infantil Segundo Piso)
6:30 pm. Conversatorio Antonio García Ángel con Kamilo Muñoz. Auditorio
Jueves 28 de mayo
11:00 am. Taller de lectura en voz alta para estudiantes con Nahum Montt. Sala Azul Maguaré (Infantil Segundo Piso)
5 p.m. Conversatorio entre Alberto Salcedo Ramos y Nahum Montt. Casa Museo Taminango
6:30 pm. Conversatorio. Julio César González alias “Matador” con Ramiro Viveros.  Auditorio
Viernes 29 de mayo
11:00 am. Taller Infantil Horacio Benavides, Leer es mi Cuento. Sala Azul Maguaré (Infantil Segundo Piso)
4:00 pm. Taller Infantil Horacio Benavides, Leer es mi Cuento. Sala Azul Maguaré (Infantil Segundo Piso)​

Más Ferias
Esté atento porque para el 2015 también se realizarán las Ferias de la Lectura en Riohacha, Barranquilla, Ibagué y Villavicencio, mientras que las Ferias del Libro, proseguirá en Bucaramanga, Cúcuta, Medellín y Cali.

Biografía de los escritores invitados por MinCultura  

Alberto Salcedo Ramos (Barranquilla, Atlántico). Cronista colombiano que ha publicado en revistas nacionales como SoHo y El Malpensante, de Colombia, así como Laberinto de México, Sábado y Dossier, de Chile, Ecos, de Alemania, e Internazionale, de Italia, entre otras. Sus crónicas han sido incluidas en antologías nacionales e internacionales y dicta talleres de periodismo narrativo. 

Horacio Benavides. (Bolívar, Cauca). Escritor, Premio Nacional de Literatura-Poesía 2013. Ha publicado de poemas como Orígenes, 1979; Las cosas perdidas, 1986; Agua de la Orilla, 1989; Sombra de Agua (1994), Sin razón florecer (2002) y Ábrete grano pequeño (2015), titulo 9 de la colección ‘Leer es mi cuento’.  Actualmente realiza talleres de poesía con niños y jóvenes.  Más información sobre Horacio Benavides aquí. ​




Julio César González, “Matador” (Pereira, Risaralda).
Caricaturista del periódico El Tiempo. Sus trabajos se han publicado en diversos medios nacionales e internacionales como El Espectador, revista Semana, Revista Credencial, Portafolio, Soho, Don Juan, Diario del Otún y La Tarde. Ha participado en bienales de humor y la sátira en Grabovo (Bulgaria).

 

Antonio García Ángel (Cali, Valle del Cauca) Escritor colombiano autor de las novelas Su casa es mi casa y Recursos Humanos. Estudió Literatura y Comunicación en la Universidad Javeriana de Bogotá. Escribió Recursos humanos teniendo a Mario Vargas Llosa como tutor.