Honoré de Balzac era un gran entusiasta
del café. Quizás quedarse con entusiasta para definir su relación con
esta bebida es quedarse corto
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Un café te pone en situación con la actividad cerebral./libropatas.com |
Balzac era un superlativo bebedor de café. Según las estimaciones, Balzac bebía al día el equivalente a 50 tazas de café,
ya que creía que esta bebida era un poderoso estimulante de la
creatividad. Si tenemos en cuenta, además, que tenía unos extremos
horarios de trabajo (cuando se ponía a escribir podía hacerlo durante
horas y más horas y era capaz de escribir durante 15 horas seguidas) entendemos además que la cafeína se acabase convirtiendo en algo necesario para mantener el ritmo.
La relación de Balzac con el café era por tanto muy estrecha, tanto que la parte que le dedica a la bebida en su Traité des excitants modernes
es bastante amplia y recoge, además, sus experiencias de primera mano
con el café. El tratado es un ensayo en el que el escritor analiza cuáles son las drogas modernas y cómo están mellando en la civilización. Por supuesto, el café es una de ellas.
Pero además de explicar los efectos que
tiene el café en los incautos, Balzac también da unas cuantas normas
sobre cómo preparar la taza de café perfecta. Y ahora que el café
gourmet se ha convertido en una tendencia de moda, quizás las
recomendaciones del escritor francés encuentren un nuevo – y entusiasta –
público para sus lecciones de sabiduría.
Para empezar, Balzac tiene mucha fe en
las propiedades del café. De hecho, cita a un gastrónomo del momento
señalando que el café “pone en movimiento la sangre, dispara los
espíritus del movimiento; excitación que precipita la digestión, da caza
al sueño y permite entretenerse durante un poco más de tiempo el
ejercicio de las facultades cerebrales”. Aunque tampoco debemos
emocionarnos: Balzac cuenta que, en su experiencia, el café no tiene
poder “constante ni absoluto”. El tiempo que duran los efectos del café
es limitado.
Aún así, y si se quiere probar lo que el café puede hacer por uno mismo, se tienen que tener en cuenta varias cosas.
La primera, y el primer paso para preparar la taza de café perfecta, es que no hay que usar café molido en un molinillo.
Para Balzac, la mejor manera de preparar los granos del café para
convertirlos en bebida es “aplastarlos a la turca”. Balzac explica que
tal y como se preparaba el café en la parte occidental de Europa solo se
conseguía el efecto del aroma. Para conseguir el efecto completo, lo
mejor era la forma oriental.
Lo segundo y muy importante es no dejar hervir el café
(y si leéis las recomendaciones que suelen dar en los artículos sobre
cómo hacer café o incluso en los paquetes de café veréis que Balzac aquí
se adelantaba a su tiempo). En el tratado dice, y lo dice en
mayúsculas, para que nos quede claro, que “dejar el agua hirviendo,
sobre todo mucho tiempo, en contacto con el café es una herejía”.
De hecho, y aquí Balzac es un hípster avant la lettre,
el escritor señala que la manera de tomarse un café y que este mantenga
las mejores de sus virtudes es el tomárselo en una infusión en frío.
El tercer punto es que no debemos olvidar que las relaciones entre la cantidad de agua que usemos y la cantidad de café que empleemos cambiarán el sabor y las propiedades de la bebida.
Y, finalmente, y solo para valientes, Balzac confiesa que ha descubierto un nuevo método de tomar café. Se trata de comerse el café molido y en frío directamente y en ayunas.
Según el escritor, es como echar gasolina al cerebro. Las ideas van más
rápido, todo es más eficientes y se es más creativo. Pero, ojo, nos
dice, no todo el mundo está preparado para ello. Uno de sus amigos probó
la idea y se sintió morir intoxicado.
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