“Cuando la gente comenzó a aplaudir tanto –al
finalizar la primera proyección en Cannes de La tierra y la sombra–, yo
me salí a llorar. Me quebré. Después de tantos años de trabajo, esto era
un verdadero logro. Cuando me di cuenta, detrás de mí estaba el
director de fotografía de las películas de David Cronenberg (Peter
Suschitzky), quien me dijo, emocionado, que le había encantado la
película”.
Con acento vallecaucano, el director César
Augusto Acevedo recuerda el primer contacto que tuvo con uno de los
jurados de la Semana de la crítica, espacio paralelo del renombrado
festival de cine, donde su primer largometraje obtuvo tres premios, en
un hecho inédito en la historia del cine nacional.
“Su película es mejor que todo lo que yo he
hecho”, remató Suschitzky, el pasado jueves, durante el último encuentro
que tuvo con el caleño al entregarle los galardones: el SACD (de la
Sociedad de Autores), el France 4 Visionary (premio al director
revelación) y Le Grand Rail D’Or (el premio del público).
La tierra y la sombra es el drama de
una familia que retrata el regreso de un campesino, que años atrás
abandonó su casa, para ayudar a cuidar a su hijo moribundo, mientras su
mujer y su nuera trabajan como corteras de caña. A eso se suma
su lucha contra el poder avasallador del progreso, que pretende destruir
el lugar donde siempre han vivido.
“Quería mostrar lo que vive una persona cuando
vuelve a un lugar que ha cambiado mucho. Es una historia acerca de la
lucha familiar por fortalecer sus lazos”, recalca el director.
El relato se construyó a partir de una casa,
un árbol y el universo de la caña de azúcar, con un ritmo pausado y
dramático que expone también un elemento de identidad de Acevedo, quien
desarrolló este proyecto a partir del fallecimiento de su madre. Con él
buscaba también expresar una idea acerca del encierro, la soledad y la
opresión de una manera simbólica y visualmente impactante.
“Apenas terminó la ceremonia de premiación,
abracé a mi papá, que me acompañó a Cannes, y llamé a mi hermana, pero
casi no le entendía porque estaba ahogada en llanto de la felicidad. Esa
noche celebré, pero solo, porque mis productores (de Burning Blue) se
tuvieron que ir”, recuerda Acevedo (Cali, 1987).
En la Semana de la crítica, tres
grupos distintos de jurados insistieron en que La tierra y la sombra
era una película hermosa y bien dirigida.
“Me siento muy feliz por César porque, además
de que somos amigos, he sido testigo de su paso por el cine. Él, de
alguna manera, fue como un discípulo que ahora se convirtió en maestro”,
dice el director caleño Óscar Ruiz Navia, recordado por 'El vuelco del
cangrejo', en la que Acevedo fue asistente de producción, y por Los
hongos, donde también trabajó como guionista.
“Siempre ha sido un fanático del cine, desde
las épocas en las que teníamos un cineclub en el espacio cultural Lugar a
Dudas, en Cali. Es una persona muy sensible y con un talento muy
especial para escribir. El guion de La tierra y la sombra fue una idea
que se le ocurrió desde que estudiaba en la Universidad del Valle (donde
se graduó en comunicación social) y me acuerdo de que cuando lo leímos,
todos nos asombramos de lo bueno que era”, agrega Ruiz Navia sobre su
amigo y colega.
“César es muy organizado y llevaba muchos años
trabajando en la idea de esa película. Es importante lo que le pasó en
Cannes, pues refuerza un poco esa idea, que muchos de nosotros estamos
trabajando, de dar paso a un cine de autor que pueda contar otras
historias y con otros personajes”.
Para Acevedo, todo lo que le ha pasado con el filme en el festival es solo el comienzo de un proceso largo.
“Lo que sigue es acompañar la película, que la
vea mucha gente. Llegaré a Colombia a seguir escribiendo mi nuevo filme
(algo sobre las consecuencias de la violencia en nuestro país, contado
desde el lado de los muertos, del lado de los fantasmas). Después de
Cannes, me toca buscar trabajo. Vamos a ver si eso cambia después de lo
que pasó con la película”, anota el realizador.
La edición 68 del Festival de Cine de
Cannes, que terminó este domingo, marcó un hito en la cinematografía
colombiana, pues, además de La tierra y la sombra, también
participaron Alias María y El abrazo de la serpiente –premiada en La Quincena de realizadores– y el proyecto El concursante, en Cinéfondation.
“Esto ha sido muy bonito para alguien que está
intentando hacer un cine más humano, que se aleja de esa idea de que
con una película no necesitamos sentir o pensar un poco más, sino solo
entretenernos”, explica Acevedo.