Christer Bergström sorprende con su
revisión de la batalla de las Ardenas, la última ofensiva alemana en el
frente occidental, de la que se cumplen 70 años
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Soldados estadounidenses entre la nieve durante la batalla de las Ardenas, en diciembre de 1944./elpais.com |
La batalla de las Ardenas, o del saliente, librada en condiciones
penosísimas en el invierno de 1944-45, durante casi siete semanas, fue
uno de los grandes enfrentamientos de la II Guerra Mundial y la última
gran ofensiva del ejército alemán en el frente occidental. Las imágenes
de los tanques Tiger y Panther avanzando apresuradamente sobre la nieve,
de los soldados estadounidenses cavando trincheras en el suelo helado y
de los combates sin cuartel en los bosques, pueblos y encrucijadas
forman parte de las más icónicas de la contienda, al igual que figuran
entre sus nombres emblemáticos los de Malmedy, Bastogne, la operación
aérea Bodenplatte, el Kampfgruppe Peiper o los comandos de Skorzeny -que
causaron gran confusión infiltrándose con uniforme enemigo-. Hitler
lanzó lo mejor que le quedaba, 300.000 soldados (muchos
fantasmagóricamente vestidos de blanco), 1.800 tanques y cazacarros,
2.400 aviones, en un desesperado intento por cambiar el curso de la
guerra. El ataque, iniciado el 16 de diciembre, cogió a los Aliados,
que, medio año después del desembarco en Normandía, daban la guerra casi
por acabada, completamente desprevenidos. Tras un inicio prometedor,
luchas de una brutalidad tremenda y una tenaz defensa de las tropas de
EE UU –es famosa la contestación del general McAuliffe de la 101ª
Aerotransportada al exigirle la rendición de Bastogne: “¡Nuts!” (¡y un
huevo!, en versión libre)- , los alemanes se vieron obligados a detener
su avance sin conseguir el nuevo Dunkerque que ambicionaba su Führer.
Numerosos libros y películas han recreado la lucha, entre estas últimas,
la más conocida La batalla de las Ardenas (1965) –con su conocida escena de las jovencísimas tripulaciones de carros alemanas entonando llenas de sprit de corps el Panzerlied-, Fuego en la nieve (1949) y En la línea de ataque (1992), sin olvidar los dos capítulos correspondientes de la serie televisiva Hermanos de sangre (sin duda lo mejor).
En el 70º aniversario de la batalla, y a la espera de la inminente
publicación del nuevo y esperado libro de Antony Beevor sobre ella, ha
aparecido en España Ardenas, la batalla (Pasado &
Presente), un monumental y pormenorizado ensayo del historiador militar
sueco Christer Bergström que ofrece, además de una perspectiva insólita
una sorprendente reinterpretación de aquel choque, del que subraya que
ningún veterano de los que ha entrevistado cuenta ninguna anécdota
amable y solo cosas terribles. “Está claro que fue una de las
experiencias bélicas más espantosas de esos hombres”, dice. Algunas
imágenes del libro quedan grabadas en la memoria, como el regimiento
alemán avanzando a la carrera gritando “¡yanquis hijos de puta!”, los
soldados estadounidenses que descubren el 13 de enero que los cadáveres
congelados de los prisioneros ejecutados por las SS en la carretera de
Malmedy en diciembre siguen tirados en el lugar en que los abatieron, el
Panther que se confunde y se mete en una columna de carros Sherman o la
lucha con granadas en una casa de Thirimont en la que cada bando
ocupaba un piso.
Bergström, autor de 22 libros sobre la II Guerra Mundial, arranca su
detalladísimo relato de la batalla de más de setecientas páginas desde
el punto de vista de una de las unidades blindadas lanzadas hacia el
Mosa con la mira puesta en el puerto de Amberes: toda una declaración de
principios pues una de las cosas del libro que más sorprende al lector,
acostumbrado a las versiones anglosajones, es que muy a menudo la
narración de los hechos se ofrezca desde la perspectiva del bando
alemán. Pero hay mucho más: Bergström considera que los alemanes estaban
mejor preparados de lo que se suele considerar, que su moral era alta,
su material excelente, sus comandantes muy buenos y que Hitler no andaba
tan desencaminado como se cree en sus planes. La operación no estaba en
absoluto condenada al fracaso y en algunos de sus aspectos era incluso
“magistral”.
“La ofensiva no estaba condenada al fracaso”, sostiene el historiador sueco
Vayamos por partes, ¿la situación del ejército alemán no era entonces
tan mala al final de 1944? “En noviembre-diciembre en absoluto”,
explica el autor, que estuvo con veteranos en Bastogne el pasado
diciembre con motivo del aniversario de la batalla. “El hecho de que los
alemanes hubieran conseguido detener a los Aliados accidentales en la
frontera de su país, la victoria de Arnhem, la promesa de las nuevas
armas maravillosas (reactores, cohetes, submarinos eléctricos, etcétera)
y -no menos importante- el plan Morgenthau de los británicos y
estadounidenses que establecía más o menos la destrucción industrial de
Alemania habían elevado la moral de lucha de manera que en muchos casos
incluso excedía el nivel de lo acostumbrado en los primeros compases de
la guerra”. En cuanto al material militar, el historiador sueco lo tiene
clarísimo: “Los alemanes eran absolutamente superiores en los campos
más importantes, en realidad por primera vez en la guerra. El tanque
pesado Königstiger o Tiger II sobrepasaba cualquier cosa que los Aliados
tenían –en enero de 1945, dos de ellos aniquilaron a una compañía
entera de tanques Sherman, sin sufrir un rasguño-, y ningún tanque medio
podía competir con el Panther. Tenían el primer fusil de asalto del
mundo, el Sturmgewehr 44, y los aviones a reacción Me-262 y Ar 234 eran
totalmente superiores en el aire”.
Del libro se desprende que la ofensiva alemana de las Ardenas no fue
un intento tan desesperado sino que tenía opciones reales de éxito. “De
hecho, desde la perspectiva de Hitler, era lo más inteligente que se
podía hacer, mientras esperaba la siguiente ofensiva rusa en el Vístula.
Fue cuidadosamente planeada y preparada y fracasó sobre todo por dos
factores que podían no haberse producido: primero, porque las líneas de
suministros alemanas fueron cortadas por la aviación Aliada cuando el
tiempo mejoró el octavo día de la ofensiva, y segundo, porque las SS,
menos competentes que el ejército regular, la Wehrmacht, recibieron en
cambio la responsabilidad de conseguir los objetivos más importantes.
Pero esos dos factores, como le digo, podrían haber variado. Si los
alemanes hubiesen reposicionado su aviación de élite, desplegada en el
frente del Este, en el Oeste, la aviación Aliada probablemente no habría
sido capaz de cortar las líneas de suministros alemanas. Entonces, los
alemanes habrían tenido un 50% de posibilidades de alcanzar Antwerp,
cortar en dos las fuerzas Aliadas y rodear el grupo de ejércitos de
Montgomery". ¿La mejor aviación alemana estaba en el Este? “Exactamente.
Había una enorme diferencia entre los pilotos de uno y otro frente.
Mientras la mayoría de aviadores en el Oeste eran en 1944 novatos
inadecuadamente entrenados una parte importante de los pilotos alemanes
en el Este eran lo que los estándares estadounidenses describen como
ases. Allí tenías pilotos como Erich Hartmann y Gerhard Barkhorn con 300
victorias cada uno, o pilotos de ataque a tierra como Hans-Ulrich Rudel
con experiencia en 2.000 misiones de combate. Los pilotos alemanes con
experiencia en 500 o más salidas de combate no eran infrecuentes en el
Este a finales de 1944. Los pilotos Aliados en el Oeste no tienían esa
experiencia".
En términos claros y futbolísticos: ¿eran los alemanes mejores en el
campo que los estadounidenses? “Sí, sus mandos eran mejores, sus
tácticas eran mejores, muchas de sus tropas estaban más motivadas (con
la excepción de las tropas aerotransportadas de EE UU), y su armamento
era mejor, con la excepción también de la artillería de EE UU”.
Bergström es aún más polémico cuando le pregunto si deberíamos
replantearnos la (in) capacidad de Hitler como comandante militar. “Creo
que deberíamos. Aunque Hitler carecía de alta educación militar había
probado tener una intuición de las posibilidades en el campo de batalla.
Los ataques en el Oeste en 1940 y en 1944 son buenos ejemplos. Sin
embargo, esa intuición le falló en varias ocasiones al final de la
guerra, la más notable quizá en Falaise en agosto del 44. Pero la idea
de atacar en las Ardenas con el objetivo de atrapar luego los ejércitos
de Montgomery fue brillante”.
Los alemanes disponían de mejores tanques y la moral era alta
Volviendo a lo de las SS, en el libro se recalca una y otra vez que
la Wehrmacht luchó mejor en las Ardenas que las SS, en contra del tópico
de que las Waffen SS eran superiores. “Sin ninguna duda fue así. Muchos
testimonios, de mandos de la Wehrmacht y de los EE UU dan prueba del
hecho de que las SS combatieron de manera bastante chapucera, como
aficionados, durante la batalla de las Ardenas. Esa era la regla general
–aunque con notables excepciones- para las tropas novatas de las SS en
su primer despliegue en el campo de batalla durante toda la II Guerra
Mundial”.
¿Y qué tal lucharon los estadounidenses la que fue su peor batalla de
la guerra, en intensidad y bajas? “Según todos los testimonios las
tropas aerotransportadas lo hicieron muy bien al igual que otras
unidades como la 30ª y la 84ª divisiones de Infantería. Pero en general
tengo que decir que considerando su creciente ventaja numérica uno
habría esperado que el Ejército de EE UU se comportase mejor en buen
número de casos durante la batalla. La contraofensiva de Patton, que en
realidad fue un gran fracaso si se compara con sus objetivos, es un buen
ejemplo en el que uno puede ver que de haber disfrutado los alemanes de
las mismas ventajas probablemente habrían tenido mucho más éxito”.
“Las tropas de las SS combatieron de forma bastante chapucera”
Ser sueco parece aportar una visión diferente, acaso más objetiva,
más neutral a la historia de la II Guerra Mundial. “Creo que simplemente
es natural que estés influenciado por la perspectiva de la sociedad en
la que vives, que en muchos casos es tu propio país. Más aún, cuando se
trata de historia militar mucho de lo que piensas está influenciado por
la propaganda de guerra de la época. Eso obligadamente tiene una gran
influencia en la forma en que se aprende la historia. Así que ser de un
país neutral es una gran ventaja si tu deseo es proporcionar una
descripción neutral y objetiva de una batalla como esta”. Una de las
conclusiones más sorprendentes de Bergström es que la batalla fue una
victoria para... los soviéticos. “Absolutamente. La ofensiva de las
Ardenas debilitó a los Aliados occidentales; de manera material y
particularmente psicológica tuvo un impacto perjudicial en sus propios
planes de ofensiva, y los volvió extremadamente cautos. Gracias a eso,
la Unión Soviética consiguió el crédito de capturar Berlín”. La historia
tiene, según el historiador, un corolario estremecedor: una victoria
alemana en las Ardenas podría haber supuesto que fueran dos ciudades
alemanas las víctimas de las bombas atómicas en lugar de Hiroshima y
Nagasaki. “Si Hitler hubiera conseguido rodear y quizá aniquilar el
ejército de Montgomery, puede que hubiera sido capaz de aguantar hasta
el verano de 1945. En ese caso, las bombas atómicas probablemente se
habrían lanzado contra Alemania, como era el plan original. Tal y como
sucedió, los alemanes se rindieron antes de que las bombas atómicas
estuvieran disponibles”.
Christer Bergström está de acuerdo en que ha llegado el momento de
hacer un buen filme moderno sobre la batalla. "Así es, la batalla de las
Ardenas tiene todo lo que hace falta para realizar una gran película de
guerra de éxito: el drama del combate, el milagro cuando los
cielos se despejan en el último minuto permirtiendo a las fuerzas aéreas
de EE UU salvar a sus tropas terrestres, el inesperado regreso de los
alemanes en enero de 1945, la lucha interna entre los generales Aliados
(particularmente Patton y Montgomery), y los dos ángeles
femeninos que trabajaron como enfermeras y salvaron tantas vidas en la
asediada Bastogne". El historiador recuerda bien la escena de los
carristas alemanes cantando el Panzerlied en el filme de 1965. "Esa
escena fue idea del general Meinrad von Lauchert, un veterano de la
batalla de las Ardenas, Cruz de Caballero con hojas de roble, que
comandó una de las puntas de lanza alemanas durante la ofensiva, y que
fue asesor de la película". Del último filme sobre la II Guerra Mundial,
Fury, con Brad Pitt, dice que recientemente ha hablado con
varios veteranos de las fuerzas acorazadas estadouniodenses que
sirvieron en la batalla de las Ardenas y todos acuerdan que Fury es una de las películas de guerra más realistas que han visto nunca. Lógicamente, yo tengo que compartir esa opinión".
La batalla que conmocionó Europa, sobre la batalla de Poltava, de Peter Englund, La belleza y el dolor de la batalla, del mismo autor, y su propio Ardenas
parecen mostrar un auge de la historia militar sueca. "El primer libro
de Englund que menciona allanó el camino para un nuevo interés por la
historia militar en Suecia. Los libros de Historia, particularmente
historia militar y en especial sobre la II Guerra Mundial son muy
populares en Suecia. La edición sueca de mi libro de las Ardenas vendió
3.000 copias en seis meses y se ha hecho una segunda edición, lo que no
está mal en un país de 9 millones de habitantes".
Combate editorial por una batalla
El libro de Bergström, de 780 páginas, ha llegado a las librerías
españolas antes que el de Antony Beevor, de 570, sobre el mismo tema.
Así que, de alguna manera, Gonzalo Pontón, el editor de Pasado &
Presente, ha conseguido una ventaja inicial en la batalla de las Ardenas
de papel en este 70º aniversario del enfrentamiento. Se da la
circunstancia de que Pontón fue editor de Beevor en Crítica y luego, al
salir de esa editorial y crear la nueva, le publicó al historiador
británico su libro La Segunda Guerra Mundial (2012). Pero ahora Beevor, el nombre de referencia actual de la historia militar, ha regresado a Crítica donde publicará Ardenas 1944,
que se pone a la venta el 19 de mayo (la traducción española aparece
casi al mismo tiempo que el original inglés, que se publica estos días).
¿Ha tenido Bergström la sensación de haber ganado una batalla? “En
realidad yo no sabía que Beevor planeaba escribir un libro sobre las
Ardenas cuando escribí el mío, que data de 2013”, explica el historiador
sueco. “Mi objetivo era acabar mi libro para el 70 º aniversario. Nunca
pensé en una competición entre Beevor y yo si eso es lo que sugiere. No
sé cómo analiza él la batalla, pero será interesante verlo. Estoy
seguro que ambos, él y yo tenemos cosas que aprender de la batalla de
las Ardenas el uno del otro”.
En una rápida comparación de urgencia, el análisis de Beevor es más
clásico: el historiador británico se ciñe a la versión canónica de que
la ofensiva alemana, que menospreció enormemente la capacidad de lucha
de los soldados estadounidenses, no tenía futuro y Hitler se equivocó al
lanzarla sacrificando hombres y material que hubieran sido de más
provecho en el Este. El británico destaca de nuevo por su calidad
literaria, su claridad, su amenidad, su ironía, su capacidad para la
anécdota humana (el alcoholismo de Von Rundstedt, la sugerencia de que
Monty padecía síndrome de Asperger, los granjeros manitas que aprovechan
los restos de los blindados y demás vehículos militares para su uso
agrícola y personal, incluido el instalar los sillones de un Kübelwagen
en el salón de casa), y su inteligencia para captar puntos de vista poco
tenidos en cuenta, como el sufrimiento de los civiles belgas o la
atrocidad de las bombas de fósforo.
Sorprende ver el poco espacio que Bergström –mucho más centrado en
los aspectos militares más técnicos que Beevor- dedica a la tristemente
célebre matanza de 84 prisioneros estadounidenses en Malmedy (en puridad
Baugnez). El sueco opina que ya se ha hablado bastante de ella;
mientras que el británico la explica en profundidad, incluido el detalle de
la nieve en las cuencas vacías de los cadáveres: puro Beevor. En todo
caso ambos subrayan que esa masacre, que rápidamente se difundió entre
los combatientes, contribuyó a embrutecer la contienda y, como recalca
Beevor puso la venganza “en la orden del día”, trasladando “la horrorosa
brutalidad del Frente Oriental al Occidental”.
Los dos coinciden también en que los que sacaron realmente tajada de
la batalla fueron los soviéticos. Beevor añade que los británicos
resultaron derrotados moralmente frente a los EE UU por su poco
relevante papel.