Si los grandes
pensamientos llegan en las patas de una paloma, los grandes pensadores
llegan sin hacer ruido y se marchan así, sigilosamente. Danilo Cruz es
nuestro primer pensador, el que nos puso a pensar al nivel de la
modernidad. “Es nuestro representante por excelencia en el contexto
latino”, exclama Rubén Sierra, el editor de su obra completa, que acaba
de aparecer en 7 volúmenes, lujosamente editada por las universidades
donde hizo su nombre y su carrera docente.
Rubén Sierra cuenta con afecto la vida y obra
de Danilo Cruz. Nacido en un pueblo perdido de Caldas, Filadelfia, en
1920, Danilo pertenece a una generación de ruptura. Ruptura con la
pacata tradición feudal dominada por la escolástica. Su generación
irrumpió en los cincuenta para renovar la poesía con Aurelio Arturo,
Charry Lara, pero también la plástica con Obregón y la escultura con
Negret y la historia con Jaramillo Uribe.
Fue la misma generación de Mito, la de Gaitán
Durán y Cote Lamus, la que abrió las puertas a las letras modernas y a
la llamada modernidad filosófica y literaria. Danilo se inició en las
primeras letras con profesores de pueblo como Rogelio Escobar y
Guillermo Arcila, mentores de lecturas filosóficas, como las de Bergson y
luego Ortega y Gasset, de libros de historia y poesía como los de
Thomas Mann y Romain Rolland. De Riosucio y Popayán pasó a Manizales y
de allí a la capital donde habría de arribar en 1939 para empezar
estudios de Derecho que pronto abandonó para dedicarse a lo suyo: la
tarea de pensar.
Escritor de artículos para EL TIEMPO en los
cuarenta y temprano docente en la Facultad de Filosofía de la U.
Nacional, junto a Cayetano Betancur y Rafael Carrillo, el filósofo sin
título fue destituido por el régimen de Laureano Gómez por difundir
ideas contrarias al pensamiento católico dominado por monseñor
Carrasquilla e introducir filósofos protestantes como Hegel.
Emigra gracias a ello a Alemania, donde conoce
al pensador que había de cambiar su meditación: Martin Heidegger. Al
final de esa década retorna a su patria para incorporarse a la U. de los
Andes, lugar final de su magisterio hasta 1972 cuando decide retirarse
de la cátedra “para no estorbar su trabajo filosófico”.
En esa década publica su trabajo más
enjundioso: 'La filosofía sin supuestos', libro sobre la fenomenología
de Husserl y el paso a Heidegger, sin duda el más logrado de sus
escritos y el de mayor repercusión en nuestro continente. Luego vendrían
sus 'Aproximaciones a la Filosofía', y en la década siguiente 'El mito
del rey filósofo', y en los noventa su 'Tabula rasa' y 'El misterio del
lenguaje'.
En estos Danilo encuentra sus temas y autores
favoritos. El gran tema de la cultura y el hombre como un animal
simbólico; el tema de los prejuicios en el pensar, los llamados idola de
la caverna y de la plaza pública y, finalmente, el tema que quiso hasta
el final: el nihilismo.
“Parece, dice Sierra, que trabajaba un libro
sobre ese problema hasta su final, cuyo manuscrito nunca se ha
encontrado”. De la mano de Nietzsche, Danilo pensaba el nihilismo en sus
dos formas: teórica y prácticamente. “El nihilismo teórico se presenta
cuando todo ente nos parece nada; y el nihilismo práctico cuando las
normas que rigen nuestro comportamiento pierden su validez, y no sabemos
cómo debemos obrar”. Aquí encuentra que solo se puede superar el
nihilismo en la práctica, o en la transvaloración de los valores, tema
que lo lleva a la filosofía de la praxis.
Si la función de la cultura es construir la
morada del hombre en esta Tierra, o sea el lenguaje donde habitan los
humanos, el arte es la primera manera como moramos la Tierra. Danilo
habla del lenguaje como el misterio más hondo, el que nos habla, el de
ese Otro que habla en nosotros. No el mero instrumento que usamos a
discreción sino ese secreto fondo del que procede toda metáfora, sea
científica, religiosa o poética.
Danilo amaba la palabra y se paladeaba con
ella cuando leía en voz alta un poema y encontraba todas sus resonancias
y su música en cada verso. Su amor por el idioma lo hizo frecuentar a
los grandes poetas de la lengua, desde los clásicos del Siglo de Oro, el
de Cervantes y Quevedo, hasta los de la generación del 27, como Cernuda
y Guillén, de quien fue amigo personal.
Entre nosotros admiraba a Silva y a sus amigos
Carranza y Charry Lara. Danilo era un cultor de la palabra hablada o
escrita, “así fuera algo sordo para la música y casi ciego para la
plástica”, anota Sierra. Le interesaba conocer los secretos de la lengua
en que escribió para dominarla en su escritura y hacer de sus clases un
modelo de dicción, claridad y método. No dejaba un solo punto a la
improvisación, porque era preso del afán de esclarecimiento, el rasgo
más notable de su docencia.
Pero su última pasión, y no por eso la menos
importante, era la política, pensada más que actuada. Para ello se ocupó
de Platón, Marx y Heidegger. Reconocía en Platón el mito del rey
filósofo, o la teoría de la justicia encarnada en el filósofo, supremo
hacedor de las ideas; de Marx reconocía el paso de la interpretación del
mundo a su transformación; y en Heidegger encontró la decisión, así
fuera equivocada, de tomar partido por una nueva ley, la del Führer, la
realidad alemana de entonces.
En el fondo Danilo era un liberal clásico que
en su tierra admiraba a López, el grande, el de la República liberal, y
despreciaba el reaccionario tradicionalismo, cuasifeudal de la república
conservadora.
Finalmente el pensador también denostaba del
quehacer profesional del político porque “la posesión del poder echa a
perder el libre uso de la razón”. Este era su genio y figura. El amante
de la soledad y el ideal ascético, el que descreía incluso del
matrimonio para filósofos y de todos los halagos del mundanal ruido.
Murió en su ley, víctima de una larga y penosa enfermedad. Nos quedan
estos 7 tomos de su obra completa y su vida incompleta, para la que
tenía planes al menos por 30 años más de trabajo.
Esfuerzo Editorial
La obra completa de Danilo Cruz Vélez tuvo
como editor a Rubén Sierra. El proyecto fue un esfuerzo editorial
conjunto entre el Centro Editorial de la Facultad de Ciencias Humanas de
la Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad de los Andes y Ediciones Uniandes y la Facultad de Artes y
Humanidades de la Universidad de Caldas.
Los títulos de las obras son 'Tomo I:
Filosofía sin supuestos. De Husserl a Heidegger'; 'Tomo II: De Hegel a
Marcuse. Aproximaciones a la filosofía'; 'Tomo III: El mito del rey
filósofo'; 'Tomo IV: Tabula rasa'; 'Tomo V: El misterio del lenguaje';
'Tomo VI: Obra dispersa'.
El editor, Rubén Sierra Mejía, es profesor de
la Universidad Nacional desde 1969, ejerció como docente de esa
institución más de dos décadas y ha seguido vinculado a esta como editor
y coordinador de los estudios del pensamiento colombiano.
Producto de esa cátedra es la edición de
sendas obras sobre la historia de las ideas políticas en el país, que
arrancan desde el radicalismo liberal del siglo XIX y alcanzan hasta
mediados del siglo XX con la restauración conservadora. Ha sido
coordinador, además, de dos libros sobre la crisis colombiana y la
filosofía.
Al tiempo se publicó el libro 'La época de la
crisis', en la colección Séneca de Ediciones Uniandes, conversaciones
entre Rubén Sierra y Danilo Cruz Vélez, reeditado como parte del
homenaje a la vida y obra.
Estas obras fueron presentadas en la Feria del Libro en abril; en adelante están en las respectivas universidades y librerías.
Ciro Roldán Jaramillo