Este año el libro La Metamorfosis, joya de la
literatura universal del escritor checo Franz Kafka, cumple 100 años
desde que se imprimió por primera vez. Kafka, quien no se consideraba un
buen escritor, jamás hubiera imaginado que esta novela corta en la que
expresó su dolor y angustia frente a situaciones reales de su vida, hoy
sería considerada un referente cultural.
“Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño
intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso
insecto”. Las primeras frases de la novela son quizás las más recordadas
cuando alguien piensa en este escritor europeo de principios del siglo
XX. Dependiendo de la traducción que se esté leyendo, ese insecto
indeterminado es considerado un cucarrón, una cucaracha, un escarabajo, o
cualquier ‘bicho desagradable’, algo que en su genialidad Kafka nunca
confirmó.
El escritor checo escribió La Metamorfosis a finales de 1912. El 17 de
noviembre de ese año Kafka le dijo a su prometida que iba a trabajar en
una historia que llegó a su cabeza mientras estaba en su “miserable
lecho de muerte”. La quería escribir rápido, pero tuvo tantas
interrupciones que llegó a pensar que su obra terminaría siendo un
fiasco. El 7 de diciembre de 1912 la terminó. Se la leyó a algunos
amigos y gustó tanto que los comentarios positivos llegaron a oídos de
tres editores que querían tener los derechos de la novela. En la
primavera de 1915 las primeras páginas de la grandiosa obra literaria ya
hacían fila en la imprenta de Die weissen Blätter.
Gregor Samsa, protagonista de la Metamorfosis, es una de las mejores
versiones de antihéroe. En los escritos de Max Brod, amigo de Franz
Kafka, queda claro que este último no quería que el insecto fuera
dibujado en la portada del libro. El misterio detrás del “bicho”
resultaba apasionante para el escritor, de hecho, el lenguaje utilizado
para referirse a él está seleccionado de tal manera que se evita dar
cualquier detalle que permita establecer con claridad de qué animal se
trata.
La edición original se refiere al insecto como “ungeheueres Ungeziefer”,
lo cual ha sido considerado por muchos expertos en lenguaje como un
gran reto para los traductores. El adjetivo ‘ungeheueres’ significa
monstruoso o enorme y ‘ungeziefer’ es una negación de la palabra antigua
alemana ‘zebar’ que significa sacrificio de animal, por lo que al final
podría decirse que ‘Ungeziefer’ es un animal no apto para sacrificio.
Esta palabra hoy es utilizada para referirse a un bicho desagradable y
espeluznante.
El problema con las traducciones es que muchas veces no se encuentra una
palabra con el mismo significado en otro idioma, es decir, no existe
una palabra que transmita el mismo sentido.
La Metamorfosis es una obra que tiene boquiabiertos a muchos, ha sido
traducida a múltiples idiomas, pero sus particularidades en el lenguaje
desvelan a los académicos. Solo su título, lo más esencial de la obra,
genera controversia. La palabra alemana 'Verwandlung' no sugiere un
cambio de estado natural asociado al reino animal, habla de una
transformación. Lo mismo ocurre con la palabra en español metamorfosis:
“transformación de algo en otra cosa”. Es decir, no necesariamente se
trata del cambio hacia una forma animal, lo cual tiene sentido, pues
solo Franz Kafka supo en realidad en qué se transformó Gregor Samsa.
Quizá sean esos acertijos, cuidadosamente escogidos, los que aún hoy
hacen de Kafka el preferido por muchos lectores y escritores
contemporáneos.