lunes, 27 de septiembre de 2010

El subrayado perfecto

En Borges, libros y lecturas, dos investigadores de la Biblioteca Nacional recuperaron los subrayados, anotaciones y citas en más de quinientos volúmenes consultados por Jorge Luis Borges. El hallazgo revela fuentes pocos conocidas de sus ficciones y arroja una luz nueva sobre su obra

Anotaciones en latín en un ejemplar de las Sátiras de Juvenal. Foto.fuente:adncultura.com

Más que en lo leído, el lector se revela en los usos caprichosos o instrumentales que hace de los libros. Nada lo delata mejor que los subrayados, las marcas, las citas que entresaca. Tal vez por eso el lector compulsivo que subraya y copia frases para sí mismo en las portadas, guardas y portadillas prefiere que nadie más vea esos rastros. Si se presta el libro, el pudor obliga a borrar las huellas de la lectura para no quedar intelectualmente desnudo delante de terceros. ¿Quién querría alentar especulaciones sobre las causas que llevaron a insistir en esa determinada frase o en ese determinado verso? ¿Cuántos tolerarían mostrar todas las cartas de su erudición? El subrayado y la cita no son solamente estrategias de lectura; son también una variedad mínima, y muy privada, de la autobiografía. De ahí, también, que cuando se compran libros usados puedan inferirse las curiosidades y aun el carácter de los propietarios anteriores simplemente por las marcas que dejaron.

Si se quisiera hacer una paráfrasis de la famosa frase de Osvaldo Lamborghini en su relato "La causa justa", habría que decir que Jorge Luis Borges no leía completo casi ningún libro pero que sus subrayados eran perfectos. Aunque la verdad es que eran subrayados metafóricos; en realidad, antes que trazar una raya más o menos sinuosa debajo de la línea, transcribía, con una letra minúscula que fue mutando de la cursiva a una envarada imprenta, frases, citas, versos en portadas y márgenes que luego, invariablemente, reciclaba en sus propios libros.

Borges, libros y lectur a revisa sus anotaciones en alrededor de 500 volúmenes, adquiridos desde su primer viaje a Europa en la década de 1910 y usados mientras dirigió la Biblioteca Nacional, de 1955 a 1973. Algunos de esos volúmenes (la mitad del total) fueron donados a la Biblioteca con la firma protocolar de un escribano (un expediente necesario porque habían hecho correr la infamia de que robaba libros) pero otros quedaron sencillamente allí, olvidados. Laura Rosato y Germán Álvarez, empleados del Tesoro y del Archivo Institucional de la Biblioteca, trabajaron con ese material, se hundieron en él, en una tarea a la vez monumental y obsesivamente detallista: no sólo buscaron y encontraron los libros usados por Borges con sus anotaciones; también completaron las citas que estaban apenas apuntadas, restituyeron sus contextos y cruzaron esas referencias con sus ficciones, ensayos y conferencias, de modo que conocemos tanto el origen (un libro ajeno) como el final (los textos del propio Borges) de cada cita y de cada anotación al margen. Así se explican, por ejemplo, los numerosos volúmenes sobre el budismo, imprescindibles para el ensayo ¿Qué es el budismo? que preparó en colaboración con Alicia Jurado. (Incidentalmente, es probable que el apellido del protagonista del cuento "El Sur" proceda del estudioso del budismo Joseph Dahlmann.)

La edición de Rosato y Álvarez publicada por la Biblioteca Nacional despliega a Borges como lector en cuatro niveles: el título leído, o a veces simplemente hojeado en busca del azar de la cita; las citas propiamente dichas que Borges destacó; las dataciones sucesivas, en el momento de la adquisición y a veces en cada relectura, como si el ejemplar volviera a hacerse propio cuando se lo abre de nuevo; por último, la cedulilla o estampilla de la librería en la que se consiguió el ejemplar. Esta información comercial resulta más bien nostálgica ahora, cuando ya casi no quedan en Buenos Aires librerías inglesas ni alemanas. Mitchell´s, Mackern´s, Pigmalión, Beutelspacher son los nombres de los negocios en los que Borges compraba los libros en sus dos idiomas predilectos.

Prácticamente todo lo registrado en Borges, libros y lectura está en alemán (llega a firmar un ejemplar de E. T. A. Hoffmann como "Georg Ludwig Borges") y en inglés. Predomina el ensayo y la poesía, y la compulsión por la cita se crispa en la Divina Comedia de Dante Alighieri (sin duda el volumen más anotado) y en los escritos del filósofo Arthur Schopenhauer. Después de todo, también allí aparece lo autobiográfico: acaso no haya habido dos hombres a los que Borges les haya dedicado tanta atención como a ellos. Pero hay algunas sorpresas, como el examen detenido -mucho más detenido de lo que se creía- de los ensayos y poemas de T. S. Eliot, el estudio de Carl Jung, e incluso la imprevista consulta de An I ntroduction to Wittgenstein´s Tractatus de G. E. M. Anscombe.

Que Borges era un lector "salteado", aunque de un tipo diferente al que pretendía Macedonio Fernández para sus novelas, queda claro en el orden (en el desorden) de las remisiones a páginas: no leía de punta a punta; buscaba un poco al azar, guiado por ese instinto de todo lector hábil que permite encontrar siempre aquello que necesita para lo que escribe. Además de un lector hedónico, como solía definirse, Borges era un lector interesado. Leía para escribir, y se diría que, inversamente, el acto de escribir era otra excusa para leer. No es casual que señalara los pasajes, a estas alturas muy manoseados, del inglés John Ruskin sobre la lectura como "nutrición" o "alimento" del espíritu y de la inteligencia consignados en Fors Clavigera . Pero de Ruskin y de su Sesame and Lilies llegaría otra idea muy pertinente para la estrategia de lectura borgeana: "Uno podría leer (si viviera lo suficiente) todos los libros del British Museum y seguir siendo una persona francamente ´iletrada´ y sin educación; pero si uno leyera diez páginas de un libro bueno, letra por letra -es decir, con verdadera precisión- sería una persona educada. La única diferencia entre una persona educada y otra que no lo es se corresponde con esa precisión". Nada más educativo que las enciclopedias, la auténtica formación de Borges, que trasladó luego ese protocolo de lectura fragmentario y agudamente preciso a todos los libros. Así, por ejemplo, el verso de Goethe más citado por Borges ("Cayó de arriba el crepúsculo/ todo lo cercano se aleja", del poema "Dämmrung") no procede aparentemente de la fuente directa (los libros del propio Goethe) sino de una biografía del poeta alemán de Houston Stewart Chamberlain, en una edición de 1919, comprada seguramente en Ginebra durante su adolescencia. En cambio, parece haberle prestado bastante atención a West-östlicher Divan .

Sin duda, Borges profesaba devoción por los libros, pero estaba libre del fetichismo del bibliófilo por las primeras ediciones o las ediciones limitadas. En ciertos casos (las literaturas que menos le importaban) tampoco se sentía impelido a leer algunos libros en el idioma original, aun cuando conociera esa lengua. Es lo que pasa con Rabelais, cuyos Gargantúa y Pantagruel parece haber leído según la edición inglesa en dos volúmenes publicada por Oxford University Press, donde encontró la cita por la cual podría especular, en un artículo incluido ahora en Otras inquisiciones , que Pascal tomó de allí su idea de Dios como una esfera cuyo centro está en todas partes y su circunferencia, en ninguna.

Como antes los Textos cautivos (recopilación de sus reseñas de libros extranjeros en la revista El Hogar ), este volumen proyecta una nueva luz crítica y habilita que se piense a Borges de otra manera, ya no como el erudito que simula con codicia haber leído todo sino como el cazador del disparo infalible. Concebido así, Borges, libros y lecturas es una antología colosal de versos y citas elegidas por Borges. Entre ellas, una idea brevísima de James Boswell tomada de su London Journal : "No vivir más de lo que se pueda recordar". Al elevar a método el principio de la antología, Borges quizá creyera que tampoco convenía vivir más de lo que se podía leer.


Borges, libros y lecturas
Por Laura Rosato y Germán Álvarez (comps.)
Biblioteca Nacional
416 páginas
$ 65 (precio argentino)

lunes, 20 de septiembre de 2010

Libros de risa

¿Es la literatura de humor un género menor? ¿Hacer reír a través de la lectura goza de prestigio? La seriedad y el humor no son incompatibles. Desde esa armonía se pueden decir las cosas más importantes de la vida. Bilbao acogerá un encuentro internacional en torno a este tema. Babelia ha pedido a escritores, cineastas, cómicos y músicos que repasen esa relación

Ilustración de Manel Fontdevila.fuente: elpais.com

No es fácil establecer una frontera entre las obras literarias consideradas serias y aquellas que provocan la carcajada. Cada una cumple su papel, pero cuando seriedad y humor se juntan se convierten en aliados perfectos. La literatura siempre ha demostrado esa armonía, y en lengua española ya lo hizo Miguel de Cervantes con Don Quijote. De libros para reír se hablará en Bilbao en la Primera Semana Internacional de Literatura de Humor y Humor Gráfico. Como antesala, una serie de escritores, cineastas y cómicos repasan la biografía de esa relación entre literatura y humor y recomiendan algunos de sus libros preferidos de todos los tiempos desde la crónica, la novela o la biografía. Las opiniones se acompañan de algunas recomendaciones de lecturas de libros que nos han hecho reír en los últimos dos años.

Daniel Samper Pizano

Humor y literatura... Pero, ¿acaso es que hay mucha literatura sin humor? Desde Homero hasta John Irving y desde Cervantes hasta García Márquez, pasando por Aristófanes, Petronio, Chaucer, Juan Ruiz, Boccaccio, Shakespeare, Quevedo, Rabelais, Sterne, Balzac, Gógol, Wilde, Twain y Borges -sin mencionar Las mil y una noches y mil y un autores más- acudieron al humor para construir su literatura. Sería interminable la lista de escritores a quienes debo sonrisas y risas. Pero nombraré solo a dos: Giovanni Guareschi (1908-1968), autor de El pequeño mundo de don Camilo, y el que considero ya un clásico: el Negro, de Roberto Fontanarrosa (1944-2007).

Daniel Samper (Bogotá, Colombia, 1945) es escritor. Su último libro es Para papá (Espasa), escrito con Jorge Maronna.

Juan Bas

Probablemente la literatura de humor no goza hoy, ni lo ha hecho nunca, de buena salud. Y se valora como narrativa menor por la crítica especializada. Quizá se deba a que se trata de un género difícil en el que es más complicado que en otros conseguir un buen resultado literario. Se publican una mayoría de libros humorísticos mediocres que se limitan a meter los chistes y gags con calzador. El humor en literatura creo que es otra cosa: una manera propia de mirada y de narrar que debe de formar parte del argumento, las tramas y los personajes. Un buen ejemplo, el Quijote. Dos novelas de humor que aprecio: El buscón, de Quevedo, y Ulises, de James Joyce.

Juan Bas (Bilbao, 1959) es escritor. Su último libro es La resaca del amor (Temas de Hoy).

Mayra Santos-Febres

Me desternillo de la risa cada vez que leo algunos ensayos de Chesterton o releo los pasajes del Diario de Adán y Eva de Mark Twain. No lo puedo evitar. En el Diario, Twain traspone la parodia como mera inversión de la realidad. Ilustra el profundo absurdo que es la existencia humana, el hecho de que estamos aquí, nos creemos "reyes de la creación" y en realidad no entendemos un pepino de lo que es la vida; ni hoy, ni mañana ni nunca la entenderemos, ni siquiera entendimos lo que fue en el nacimiento de los tiempos. Que esta vaina está brutal, hermano, y que nadie sabe nada, ni nos llegan las instrucciones de uso. Volviendo a Chesterton, en el ensayo El humor cockney, el humorista inglés dice que solo los humildes pueden reírse de sí mismos, porque el humor es el reconocimiento de las limitaciones propias y de lo efímero que es el tránsito humano por la vida. Y, en Movimiento perpetuo (otro rarísimo texto de uno de mis escritores favoritos, el guatemalteco Augusto Monterroso) se argumenta que las dos máscaras del tímido son la melancolía y el sentido del humor. Y que el ser humano está perdido si se las quitan las dos. En realidad, creo que el humor literario es una subversión y una operación moral. Subvierte los órdenes del mundo y tira al piso las jerarquías que se apoyan en el poder incontestable, es decir, en el miedo.

La risa no respeta a nadie, de ahí su poder y su agudeza.

Mayra Santos-Febres (Carolina, Puerto Rico, 1966) es escritora. Su última obra es Fe en disfraz (Alfaguara).

Andreu Buenafuente

Debo decir, de entrada, que desconfío de los libros que apuntan en sus solapas "la novela tiene un humor corrosivo". Nunca he conseguido estar de acuerdo con el editor o el que escribe eso. ¿Humor? ¿Estamos hablando de ironía, sarcasmo o qué? En los grandes libros (y no tan grandes), siempre hay un personaje, una situación, un enfoque que tiende a desengrasar la tupida maraña literaria de la historia. Pero de ahí a considerarlo humor

...

Dicho esto, el libro que puedo leer veinte veces seguidas y continuar riendo es Sin Noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza. Redondísimo. No sé cuántos habré regalado. También he reído mucho con los libros biográficos de Aznar, todos los ensayos conspiratorios (¡qué imaginación!), los del Papa y la mayoría de los de autoayuda. Diría que me gustan los de monólogos que publico cada año con mi equipo de guionistas, pero me tildarán de egocéntrico. Llevamos 11 y, de momento, nadie se ha quejado.

Andreu Buenafuente (Reus, Tarragona 1965) es cómico. En la actualidad dirige y presenta el programa Buenafuente en La Sexta.

David Safier

Yo siempre prefiero el humor. Comparemos las obras dramáticas y las humorísticas a lo largo de los años. En el lado del drama tenemos, por ejemplo, a William Shakespeare, Franz Kafka y David Foster Wallace. En el del humor destacamos a Jonathan Swift, Woody Allen y... de nuevo William Shakespeare. Todos estos nombres nos dan una brillante imagen sobre la condición humana, sobre los defectos humanos y qué es lo que de verdad nos hace humanos. Pero en el humor no solo da esa perspectiva, sino que hace reír y eso es un valor adicional. Los llamados intelectuales prefieren las obras dramáticas que excluyen a muchos lectores, porque son bastante complicadas (intenten leer La broma infinita, de Wallace). Y encima le añade el valor de que estos intelectuales se creen parte de una élite, la única capaz de creer que pueden conseguir la brillantez. Sin embargo, yo prefiero reírme antes de pertenecer a una élite.

Como recomendación lectora yo sugiero los magníficos relatos de Woody Allen Without Feathers (Sin plumas) y Side Effects (Perfiles).

David Safier (Bremen, Alemania, 1966) es autor de El maldito carma. En octubre publicará Jesús me quiere.

Jorge Maronna

Es difícil establecer una frontera precisa entre la literatura seria y la humorística. Abundan los libros escritos con humor que no caen en la desprestigiada categoría de "libros de humor". Además de los célebres ejemplos de Cervantes, Rabelais o Voltaire, pienso en los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau, Las Cosmicómicas de Italo Calvino y ciertos cuentos de Augusto Monterroso. Si se trata de humoristas propiamente dichos, mis favoritos son Woody Allen, Roberto Fontanarrosa, Daniel Samper Pizano y César Bruto (Carlos Warnes). Y también disfruté mucho con La tournée de Dios, de Enrique Jardiel Poncela; El pequeño Nicolás, de René Goscinny, y Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza.

Jorge Maronna (Bahía Blanca, Argentina, 1948) es integrante del grupo musical Les Luthiers.

José Luis García Sánchez

¿Humor y literatura? Pues no sé. Si es cierto que el humor es la más acabada invención del lenguaje humano, aquello que multiplica el significado de las palabras, que enriquece el tono de las frases, el gran recurso expresivo, el antídoto del dogma, pues ¿qué autor o qué libro elegir? Kafka es puro humor, como lo es Cervantes... Humor es el Arcipreste y Machado, Valle y Voltaire... Y Sade... García Márquez, Chéjov... Serrat y Sabina

...

O sea, toda la literatura (buena o mala) es humor (malo o bueno). Quizá no tanto, pero lo que sí es cierto es que todos los libros se pueden leer humorísticamente. Aconsejo al posible lector que se coloque los lentes del humor para leer la Biblia. Incluso la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

¿Y un libro? Los muertos no se tocan, nene. Del más humorista de mis amigos, o del más amigo de mis humoristas, Rafael Azcona.

José Luis García Sánchez (Salamanca, 1941) es director de cine. Su último trabajo es el documental Por la gracia de Luis. Su próximo estreno será Don Mendo Rock, ¿la venganza?

Rosa Beltrán

Las obras maestras donde el humor campea usualmente parten de una carencia, de una tragedia o una imposibilidad. Almas muertas, de Nikolái Gógol; La metamorfosis, de Kafka; Catch 22, de Joseph Heller; Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia.

En ellas el humor es un seguro de vida porque nos recuerda que pese a las desgracias, la vida continúa. No nuestra vida, sino La Vida. Podríamos pensar que esto no nos importa y quizá tendríamos razón. Pero algo es algo.

El humor va ligado a la tragedia y no, como se piensa, a la comedia. Porque tenemos un cuerpo frágil, porque sabemos que hay más reveses que momentos felices es que existe el humor. ¿De qué nos reímos ante el hidalgo de la triste figura azotado por las aspas del molino que confunde con un gigante? ¿De su confusión? O de la con-fusión de circunstancias: un deseo abatido por una realidad que nos es adversa. Es decir, nos reímos de la disparidad entre lo que imaginamos y lo que ocurre, pero solo porque esa disparidad va acompañada de los golpes, de la injusticia y por supuesto, de la triste figura. El humor, como la vida, encierra el misterio más profundo y la mayor paradoja pues para salvarnos a través de la risa antes hay que sufrir. O dicho de otro modo: porque sufrimos, es que podemos salvarnos a través de la risa.

Rosa Beltrán (Ciudad de México, 1960) es escritora. Su última obra es Alta fidelidad (Alfaguara).

Hernán Casciari

Cuando murió Fontanarrosa, en 2007, logró convertirse en uno de los grandes escritores argentinos junto a Cortázar, Arlt, Castillo, etcétera. Antes era un excelente humorista gráfico que publicaba viñetas y que, por afición, escribía. Tuvo que dejar de publicar viñetas para ser un escritor de verdad. Tuvo que dejar de hacerse el gracioso para que sus novelas y sus cuentos traspasaran las fronteras intelectuales. A Borges y a Cela les pasó lo contrario: sus muchos libros nos impidieron comprender que eran, principalmente, grandísimos humoristas. Mis libros de humor preferidos son las obras completas de Borges, de Cela y de Fontanarrosa.

Hernán Casciari (Buenos Aires, Argentina, 1971) es escritor. Su última obra es El nuevo paraíso de los tontos (Plaza & Janés).

Shalom Auslander

Si uno va a escribir un libro de "humor", lo primero que tiene que hacer es estar seguro de que no es una diversión tópica. Si es así, no lo podemos llamar "humor", que es al menos algo respetable; lo podemos denominar "divertido" que no es para nada respetable. Si eres judío serás llamado cool; si eres británico "ingenioso" y si eres negro no te llamarán nada porque ningún blanco lo leerá. Si uno intenta de manera decidida y hace algo completamente aburrido, entonces lo llamarán "humor intelectual" y así ganarás un premio, hablarán de ti en la prensa, pero nadie de ningún color te leerá. El libro más divertido de todos los tiempos es, en mi opinión, Candide, de Voltaire, que para muchos críticos no es un gran libro porque solo tiene 150 páginas. Lo que es por supuesto jodidamente hilarante.

Shalom Auslander (Nueva York, Estados Unidos, 1970) es escritor. Su última obra es Lamentaciones de un prepucio (Blackie Books).

Matices del humor

Carcajadas en la literatura

El humor propio

miércoles, 15 de septiembre de 2010

¿Qué lectura tiene la literatura en Internet?

La Red es sinónimo de información; sin embargo, un libro ofrece muchos datos aledaños al producto literario. Aquí, una mirada reflexiva sobre la convivencia de la literatura en pantalla y en papel

foto:fuente:Revista Ñ

Internet como sistema puede llegar a influir en la repercusión de un texto de manera que éste sea contemplado positivamente, e incluso, hacer invisible cuestiones que podrían llegar a merecer mayor consideración.

Una energía diferente de la que impulsa al león y a la gacela de documental, hacen que el humano opine calmada o compulsivamente –sin siquiera manifestar el mínimo intento de evitar esa conducta–, sobre todo lo que lee o lo que ha sido escrito. Por esta razón, hay quien asigna el fervor o desprecio por un escritor a distintas causas: la conjunción de la primavera con un mísero velador, la imagen de una escritora en contienda con una pata de pollo, o los ecos de una aburrida musiquilla. Exagerado o no, hay cierto consenso en que la recepción por parte de un individuo de la literatura tiene infinidad de variables que van tejiendo la tensión entre el ideal individual de lo literario en estado puro y el poder de cada hecho que circunscribe el encuentro con la literatura.

Internet como sistema puede llegar a influir en la repercusión de un texto de manera que éste sea contemplado positivamente, e incluso, hacer invisible cuestiones que podrían llegar a merecer mayor consideración.

En cuanto al signo positivo, hay, por razones meramente cronológicas o por la proximidad con nuevas tecnologías, una leve aura de modernidad que se transfiere a sus textos nativos: los que han llegado a la red directamente de la musa. Para mucha gente, y sobre todo, para quienes el presente es un cifrado de constantes novedades, esta característica asegura una lectura preseleccionada por un tribunal que asegura que el futuro traerá grandes bendiciones.

Este hecho de alguna manera se relaciona con que en Internet es posible la constatación fehaciente del interés sobre esos textos. E incluso de una manera muy efectiva para el marketing que consiste en atenerse principalmente a la cantidad, sin complicados argumentos y sin la necesidad de estructuras mediadoras. Cada lector convertido en emperador romano o gritón de esquina, puede dar su opinión, allende las estadísticas que cualquiera puede consultar. Esta posibilidad de operar como una gran maquinaria de marketing en la que todas las preguntas son respondidas menos una –¿ese fan instantáneo pagaría por eso que le da tanta satisfacción gratis?– la hace funcionar como trampolín para otros sistemas, como por ejemplo el editorial. El internauta como masa y pueblo virtual que ha dado su voto para que aparezca la candidata en el mundo palpable: librerías, teatros, cines o televisión, y de allí regrese al pueblo virtual pero con dinero concreto.

Pero no siempre se trata del efecto trampolín, a veces hay productos literarios que harán del entorno Internet su límite y lugar de permanencia. En algunos casos porque demuestran cierta incompatibilidad con otros sistemas, sea por una heterodoxia de componentes –conjuntos de digresiones de un blog, etcétera– o por una magnitud desmesurada. Por ejemplo, un proyecto de obras completas, tal el caso del sitio arquivopessoa.net que contiene cuanta letra haya dibujado el escritor portugués. Un caso como éste, en lo que respecta a repercusión, tiene todas las de perder. ¿Qué se hace en un medio gráfico con un sitio tan monstruoso? A menos que el azar de la noticia lo atraviese, poco puede hacerse. Se supone que la aparición de un libro ha sido producto de un proceso de selección natural, a diferencia de Internet, que acumula sin límite, y no importa, en este caso, si el sitio pertenece a una institución o a un adolescente estrafalario.

En breve se liberarán los derechos de autor de Roberto Arlt. ¿Cómo se comportaría la recepción de ese caudal de obra, si en vez de unas lujosas ediciones encuadernadas en piel lo que hay que enfrentar es sólo un sitio como el de Fernando Pessoa? No creo que la diferencia dependa de la calidad de experiencia de lectura, porque respecto de ella, las ventajas y desventajas de cada una de las tecnologías está bien clara. Sillón para el libro, silla para la pantalla –aunque se está tratando de equiparar–, la magia onomástica de los distintos buscadores en la computadora, y el tacto, olfato y subrayado del papel, aunque esto último también se procura emular. No hay por qué elegir, pero si en Internet la forma libro-revista se ha quebrado, podemos pensar por qué hay sistemas –de crítica, de prensa– que necesitan de esos formatos clásicos para poder absorber el texto.

Sitios equivalentes ya existen, y usualmente equiparados con productos de diferente naturaleza y calidad, hermanados sólo por tres dobles ve. Porque si bien en Internet generalmente importa quién habla, es más común que se genere una sensación de paridad por un aspecto muy simple y físico: la imposibilidad de alterar el formato respecto del sitio –no hay un monitor que cuando llega al sitio equis se vuelva redondo y mueva los botones de una manera sugestiva–. Y en cuanto diferenciación, aunque parece un mero detalle, el libro es emperador.

Curiosamente siendo Internet casi un sinónimo de información, es evidente que el libro ofrece muchísima información aledaña al producto literario que ofrece. Y sobre todo cómo arroja esa información, con qué inmediatez. El ejemplo más bobo: una faja en un libro lo distingue en una mesa de novedades, y, según la causa de la faja, habrá otras instancias de diferenciación. Quizá las razones de que la faja virtual, o el elemento en pantalla destinado a ofrecer determinada información no obtenga tanta eficacia sólo tiene que ver con los tiempos de lectura en computadora; de todos modos la diferenciación se comporta de otro modo. Así como hay pequeñas dificultades técnicas que hacen que determinados productos de naturaleza mixta no accedan rápidamente al corpus de una tradición. Por ejemplo, con los reportajes televisivos, documentales, recitales en vivo o conferencias, hay que tener más que buena voluntad para integrarlos al concierto de la memoria escrita y la transcripción o la existencia de la crónica será sin duda un paso más que habrá que agregar para que esas palabras sueltas lleguen a la tecnología del libro.

Pero esas son batallas menores comparadas con la milenaria religión que proclama que es más lindo comprar libros que leerlos, que Internet puede convertirnos de un plumazo en sobacos ilustrados, y que al haberlo leído todo, sólo nos resta destinar nuestros días a las repercusiones de los círculos de agua que se crean cuando un libro cae en un río. Un libro que nadie ha de leer, que quizás no importe leer. O sí.

martes, 14 de septiembre de 2010

Lectores que no comprenden

Un grupo de lingüistas analizó los problemas para comprender textos en diversos grupos sociales. Una razón es la falta de escritura manual, explican

DIFICULTADES. Lo que no se comprende no se archiva.foto.fuente: Revista Ñ

Lo que está en el texto es la mitad de lo que hay que entender, la otra mitad la tiene que poner el lector", explica Liliana Cubo de Severino, investigadora del Conicet y coordinadora del equipo de lingüística de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) que confeccionó el libro Leo pero no comprendo, una guía práctica sobre estrategias de comprensión lectora "La coherencia de un texto no está en el texto mismo sino en la mente del lector. Es el que lee quien agrega la información y conclusiones tácitas, el que completa el sentido del texto con sus conocimientos previos", asegura Cubo al referirse al libro publicado por la editorial cordobesa Comunicarte, donde participan una docena de académicas.

Lo particular de este libro es que parte de un modelo científico cognitivo que estas estudiosas cruzaron con las últimas líneas de la lingüística, delineando un modelo inédito para evaluar la comprensión lectora, "una prueba diagnóstica que permite distinguir desde el primer día dónde está la dificultad de comprensión y seguir en detalle el proceso de aprendizaje de cada alumno con fórmulas didácticas claras y directas", afirma la catedrática tucumana.

Mientras lo escribieron, hace ya una década, hicieron el esfuerzo de no pensar que iba dirigido a lingüistas para lograr un objeto de divulgación científica. De ahí la anécdota que Cubo trae a la mano: en un congreso de lingüística, cuatro profesores sanjuaninos le comentaron que, para abordar al lingüista holandés Teun van Dijk, antes habían leído este libro. Sobre Van Dijk este grupo trabajó y generó una relectura de su teoría.

La comprensión de textos involucra procesos cognitivos donde lo importante es que el lector logre crear una representación mental y guardarla en la memoria: "los textos expresan significados o se refieren a hechos, elementos y relaciones en el mundo a partir de una representación semántica y proposicional determinada por el que escribe, para que siga el lector", recita con paciencia.

El punto es que, para hacerlo, el lector tiene que poder procesar, primero, formas gramaticales a la par que las palabras y su significado, "porque mientras no pueda hacer esas dos operaciones a la vez no podrá entender el significado del texto ni global ni parcialmente", remarca la académica.

Y si el lector no puede llegar a un significado general, no podrá guardar el texto en su memoria, porque la memoria solamente almacena información semántica o de sentido y no palabras o formas gramaticales "per se", "por eso muchos leen y no comprenden", sintetiza. ¿Qué pasa en ese momento en la mente del lector?: "el lenguaje es un convenio y la gramática lo que hace es dar instrucciones al cerebro para que abra un archivo. Es como el 'enter' de la computadora".

"Si se lee 'fuimos al restorán.

El mozo trajo el menú', cuando se agrega gramática e información se provoca la apertura del archivo restorán y se busca en el guión la palabra 'mozo'".

"Ese guión es una construcción, lo creamos con hechos que se repiten mucho o muy similares, es decir que la información se hace rutina y conformamos el hábito, ganando agilidad y habilidad en la comprensión del texto", señala la académica.

Esa dificultad en la comprensión puede responder a diversas causas, puede pasar que el lector esté en problemas a la hora de decodificar palabras u oraciones, algo común en los primeros años de aprendizaje, cuando se concentran con exceso en reconocer las letras y los fonemas y pierden la cuestión del significado.

Otra cuestión bastante general tiene que ver con problemas de atención, cuando se busca información para darle sentido al texto en conocimientos previos irrelevantes o en la falta de éstos.

Aquí es cuando entra en juego la culturalidad de los lectores. Las razones por las que los alumnos no alcanzan grados de comprensión acordes a su nivel educacional varían según los grupos poblacionales. Cubo recuerda que en dos pruebas piloto en el séptimo grado de una escuela rural mendocina descubrieron que el problema era que esos adolescentes casi no manejaban el lenguaje escrito en sus casas.

"Lo que entendían sin inconvenientes de forma oral no lo comprendían al leer un texto. Ocurre que cuando te hablan te hacés la película de lo que te cuentan, eso mismo hay que hacer frente a un texto, pero ellos no tenían ese hábito para la lectura".

Otra comprobación: "la dificultad se acrecienta cuando los textos no están adaptados al medio cultural del alumno, de estarlo, no hay problemas porque pueden acceder a sus conocimientos previos. Todos los maestros y profesores lo saben, pero a veces tienen que trabajar con textos que vienen de afuera", señala.

El punto es el siguiente: "esas inferencias se hacen a partir del conocimiento previo que se acumula a lo largo de la vida y se supone que la memoria de las personas que viven en la misma comunidad en una misma época deben tener conocimientos similares". Contrario a la fantasía común, los medios gráficos derivados de nuevas tecnologías (blogs, msn, twitter), dice Cubo, juegan a favor de ese procesador perceptual y lingüístico del lector en formación, "la lectura de textos cortos y abreviados incentiva el proceso".

"La tecnología facilita sin ninguna duda la comprensión de textos, todo lo que sea utilizar el lenguaje escrito lo hace ­asegura.

Hay que leer esos textos con los mismos mecanismos que cualquier otro, hallar la intención (algo que a veces ni los universitarios logran, el tema de la lectura crítica) y resumir para, en pocas palabras, decir lo esencial." Entonces, "si el fenómeno de la psicolingüística es complejo, en pocas palabras la respuesta está en contar con sentido común y un conocimiento científico del sistema cognitivo y las estrategias necesarias de comprensión de lectura", resume Cubo, pragmática.