Más de 60 años después de su apertura, City Lights, la librería beatnik de San Francisco, sigue atrayendo lectores de todo el mundo
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Librería City Lights en San Francisco./revistaarcadia.com |
En el
imaginario popular, San Francisco (California) es sinónimo de
innovación, ideas transformadoras y contracultura. Desde la década de
1940 la ciudad ha sido un imán que ha atraído inventores, soñadores,
pensadores y artistas innovadores. La ciudad junto a la bahía ha sido el
epicentro de una serie de cambios que han transformado la sociedad
estadounidense y global de forma definitiva. Y en el vértice de gran
parte de esos cambios ha estado City Lights, una pequeña librería y
compañía editorial, que ha sido el corazón literario de San Francisco
por más de medio siglo.
Ubicada entre
las zonas de influencia china e italiana de San Francisco, rodeada de
tratorias, clubes de strippers, la pirámide Transamérica (el edificio
más alto de San Francisco), bares regentados por taiwaneses, hoteles de
media pensión, y el famoso café Vesubio, la librería es conocida por ser
el lugar donde se gestó el llamado renacimiento de San Francisco en la
década de 1950, que antecedió al movimiento por los derechos civiles, el
auge del feminismo, la contracultura hippie y la oposición a la guerra
de Vietnam.
Fue en City
Lights donde se cuajó una nueva forma de prosa y poesía, cuyos miembros
serían agrupados con el remoquete de generación Beat. El grupo liderado
por Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs maduró y adquirió
prominencia entre los muros del vetusto edificio de City Lights. Los
Beatniks, como se les conoce, hicieron de este lugar su base de
operación. La editorial fue creada para publicar y divulgar el trabajo
de los poetas de la generación Beat que tenían dificultad en publicar su
trabajo con editoriales más comerciales.
En la década de
1950, en los conservadores años de la posguerra la librería lideró un
movimiento por la divulgación de un nuevo tipo de prosa y poesía, que
defendía una versión de la sociedad diferente a la que proponía la
administración de Eisenhower. En el camino se encontraron con la
resistencia de esa Norteamérica que defendía la guerra y la marginación
de grandes sectores de la sociedad.
Ubicada en el
número 261 de la Avenida Columbus, que corta diagonalmente la ciudad,
City Lights ocupa todo el edificio Artigues en la zona de North Beach
que no ha perdido el aura de contestación y contracultura que adquirió
desde que la librería fue inaugurada en 1953. Ese año el poeta Lawrence
Ferlinghetti decidió crear una revista literaria que bautizó City
Lights en honor a la película homónima de Charles Chaplin. Ferlinghetti,
hombre de ideología anarquista, tenía la idea de abrir una librería
siguiendo el camino de su amigo George Whitman en París quien había
inaugurado Mistral (que posteriormente se convertiría en la mundialmente
famosa Shakespeare & Co.). Dotado de una mente literaria y defensor
de la educación popular, Ferlinghetti, consciente de la necesidad de
libros de bolsillo a bajo costo, y decidido a emprender el quijotesco
oficio de librero, abrió City Lights. Siguiendo el espíritu anarquista
de su fundador, el entonces pequeño local decidió enfocarse en la venta
de ediciones de bolsillo y revistas alternativas de poca tirada.
Desde su
creación la librería ha mantenido viva esta actitud anarquista: uno
puede ir simplemente a sentarse y leer el libro que quiera y hay una
sección de usados que representa bajos márgenes de ganancia. Además,
City Lights programa lecturas de poesía para ayudar a diferentes causas.
El hecho de ser la primera librería especializada en ediciones de
bolsillo, la convierte en un establecimiento popular, con precios muy
bajos.
Fiel al
espíritu libertario de Ferlinghetti, la librería anima a la gente a que
se quede el tiempo que quiera sin la mirada intimidante de los empleados
apuntando a su espalda. Cientos de personas autodidactas afirman
haberse educado gratis gracias a City Lights. Acá no se encuentran best sellers
ni libros de editoriales conocidas, únicamente libros de bolsillo. Por
instinto anarco, Ferlinghetti desconfía de las ganancias porque estás
implican el pago de impuestos al gobierno y se rehúsa a aceptar fondos
oficiales para la promoción de las artes, que suelen recibir las
editoriales pequeñas.
Fue en el
sótano de la librería donde se montó la editorial City Lights. Sus
propietarios se dieron cuenta que la demanda de libros de bolsillo era
enorme. Ferlinghetti había observado en París las librerías que también
imprimían títulos y tuvo la idea de hacer lo mismo en San Francisco con
pequeñas ediciones de libros de poesía en el formato de bolsillo. Con el
aumento de la demanda, Ferlinghetti decidió expandir la tienda hacia el
sótano, lugar donde Jack Kerouac, Allen Ginsberg y Neal Cassady solían
pasar su tiempo leyendo, escribiendo, fumando tomando vino y ligando.
En 1956 la editorial publicó Howl (Aullido) el poema seminal de Allen Ginsberg con alusiones al consumo de drogas y la homosexualidad. Howl
denunció el daño que la sociedad hizo a su generación y marcó el camino
a una serie de poetas indomables en las décadas por venir. Ginsberg
había leído el poema en octubre de 1955 en la Six Gallery de San
Francisco, en una velada inmortalizada por Jack Kerouac en Los vagabundos del Dharma.
El poeta había escrito la pieza para sí mismo, sin intención de
publicarlo. Ferlinghetti estaba esa noche en la galería y reconoció de
inmediato a Ginsberg como la nueva gran voz de la poesía estadounidense.
Howl fue un éxito inmediato, uno de los mayores de City Lights.
Pero las cosas
se complicaron. En junio de 1957 oficiales de policía arrestaron a
Ferlinghetti con cargos de obscenidad y corrupción a la juventud del
país (Ginsberg se encontraba visitando a William Burroughs en Tánger y
no fue acusado). Comenzó un juicio que fue un importante precedente
frente a las limitaciones a la libertad de expresión. Durante el
proceso, destacados escritores e intelectuales testificaron en favor de
la obra de Ginsberg. Finalmente Howl fue permitido bajo la
Primera Enmienda que garantiza la libertad de expresión, se retiraron
los cargos y se reconoció su significado social. La exposición pública
en todo el país hizo que las ventas del libro se dispararan, iniciando
una revolución de la literatura underground, que catapultó el nombre de Ginsberg hasta niveles que él mismo consideraba intolerables.
En 1958 se
habían publicado 20.000 copias del poema. Y para 2014 ya era uno de los
libros más vendidos en la historia de Estados Unidos con un millón de
copias. La decisión judicial sentó un precedente para otros libros
“polémicos” como El amante de lady Chatterley de D.H. Lawrence y
Trópico de Cáncer de Henry Miller. Howl, contribuyó al renombre de City
Lights como una editorial asociada con la libertad de expresión.
Ginsberg siempre tuvo una relación de intimidad con la librería a la que
en The fall of America, llama simplemente “mi hogar”.
Hoy el sótano
de City Lights alberga obras de no ficción, con secciones como estética
de la mercancía, guerra de clases, estudios del performance, estudios
queer, medicina popular, anarquismo, continentes expoliados y diversas
categorías que no se encuentran en otras librerías en el país. Cada
sección está a cargo de un especialista en el tema, que está atento a
intercambiar ideas con los clientes y guiarlo a través de los títulos.
La poesía está
ubicada en el segundo nivel, mientras que en el primero se encuentran
obras de ficción de autores de todo el mundo, revistas literarias
alternativas, libros de arte y publicaciones editadas por City Lights.
Una reducida alcoba en la trastienda contiene libros de editoriales muy
pequeñas y revistas de vanguardia. Dos pequeñas habitaciones en el
tercer piso albergan la mayor colección de poesía de las librerías de la
costa Oeste de los Estados Unidos, con secciones separadas de poesía
beatnik y antologías poéticas.
La librería
abre hasta la media noche, y es común ver gente a esa hora ojeando en
búsqueda de alguna buena novela para llevarse a casa. City Lights ya no
tiene problemas con la censura, sino con los ladrones de libros. De vez
en cuando, llegan sobres firmados por antiguos hippies que aseguran
haber llevado su filosofía anticapitalista muy lejos y arrepentidos por
haber robado libros hace treinta años, acompañan las misivas con cheques
por decenas de dólares. Por toda la librería hay notas de puño y letra
de Ferlinghetti donde invita a los visitantes a “guardar su teléfono
celular y vivir el momento presente”, asegurando que “la tinta es el
explosivo más potente”, y exhorta a “liberar la prensa del capitalismo
corporativo”.
Hoy City Lights
publica no sólo poesía y obras de ficción, sino libros con temática
social y política. La librería es conocida por su firme compromiso por
generar un impacto en la cultura del país mediante la promoción de
libros sobre la democracia radical y las políticas progresistas. Para
los habitantes de San Francisco, City Lights representa el espíritu de
libre pensamiento de la ciudad y aún es el foco de su vida literaria.
De compartir un
pequeño espacio en el edificio Artigues, se ha expandido para cubrir
todo el conjunto arquitectónico. Con el paso del tiempo el espíritu de
contestación y rebeldía ha menguado pero no ha desaparecido. Sigue
siendo un centro de protesta y un imán para gente de ideas
revolucionarias, que aún sueña con cambiar la sociedad, y para
escritores que recelan del capitalismo editorial.
A través de los
años, la editorial ha publicado el trabajo de escritores que se han
incorporado al canon literario de Occidente. Además de autores de la
generación Beat como Jack Kerouac, Gregory Corso y Diane Di Prima,
nombres como Charles Bukowski, Georges Bataille, Paul Bowles, Pier Paolo
Pasolini, Ernesto Cardenal, Juan Goytisolo, Noam Chomsky y Antonin
Artaud, forman parte de su catálogo.
Refugio de
artistas, escritores, cineastas y otras almas descarriadas, City Lights
es hoy un lugar que forma parte del patrimonio cultural de San
Francisco. El establecimiento es visitado cada año por decenas de miles
de personas y es uno de los lugares turísticos más frecuentados en North
Beach. Aunque se ha perdido parte del aura contracultural que alguna
vez la caracterizó, la librería sigue atrayendo a lectores de todo el
mundo, seguros de encontrar alguna joya perdida entre sus anaqueles.