El historiador y miembro de la revista Letras Libres habla de su libro Octavio Paz en su siglo, una biografía del Premio Nobel que ahora llega a Chile
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Christopher Domínguez Michael, biógrafo mexicano de Octavio Paz./latercera.com |
Era un veinteañero cuando Christopher Domínguez Michael (1962)
conoció a Octavio Paz, en la década del 80. De colaborador de la revista
literaria Vuelta, el joven estudiante pasó a formar parte del consejo
de redacción de la publicación fundada por Paz en 1976.
“Gracias a él, nos sentíamos contemporáneos de la Revolución mexicana
y de la Revolución rusa, del siglo de las vanguardias que se bifurcaron
en guerra y en sueño”, escribe Domínguez Michael en el prólogo de su
nuevo libro, Octavio Paz en su siglo, que ahora llega a Chile publicado
por editorial Aguilar.
El valioso ejemplar que cierra meses de homenajes, luego que el año
pasado se conmemoraran 100 años del natalicio de Octavio Paz
(1914-1998), indaga en más de 600 páginas en la vida privada y pública,
en los orígenes literarios y la trascendencia del Premio Nobel
mexicano.
Luego de una década de trabajar en Vuelta, Domínguez Michael continúa
su labor de ensayista y crítico en la revista Letras Libres, a la par
que ha publicado una serie de títulos que examina la tradición
literaria, como Diccionario crítico de la literatura mexicana, Los
decimonónicos y La sabiduría sin promesa. Estos dos últimos salidos por
Ediciones UDP.
“Creo que Christopher Domínguez Michael es un crítico -por decirlo en
un lenguaje coloquial- de los de antes. Y un lujo evidente para las
letras en lengua española”, ha dicho el escritor Enrique Vila-Matas del
actual profesor visitante de la Universidad de Chicago (EE.UU.), que hoy
prepara un libro sobre la historia de la literatura mexicana del siglo
XIX.
Bandos opuestos
La biografía Octavio Paz en su siglo ahonda en la atormentada
relación del narrador con su padre alcohólico y luego con su hija,
Helena, quien falleció el año pasado cuando todo México celebraba a su
progenitor.
También, el ejemplar desarrolla el vínculo de Paz con la política, su
labor diplomática e incluye una serie de fotografías que grafican la
universalidad del autor de El laberinto de la soledad. Paz junto a
Borges, Carlos Fuentes, Cabrera Infante, Carlos Monsiváis, Vargas Llosa,
Milan Kundera, Severo Sarduy, Robert Creeley y Elizabeth Bishop, entre
otros.
¿Con la muerte de Octavio Paz también desaparece un tipo de intelectual que se involucra en el debate público?
Sin duda. Es un tipo de intelectual del siglo XX que desapareció.
Tendremos otro tipo de intelectuales, pero como Paz o Günter Grass ya no
los vamos a tener. Son figuras de una época característica: una
generación de escritores nacidos durante la Primera Guerra Mundial o la
entre guerra que ya son figuras del pasado.
¿Paz ya es un autor clásico?
Ya se puede decir que Paz es un clásico y los clásicos siempre son actuales.
¿Se reconciliaron finalmente Paz y Pablo Neruda?
Claro, en 1967 se encontraron en el festival de poesía de Londres. En
el ascensor del mismo hotel que ambos alojaban, se encontraron Matilde
Urrutia y Marie José Tramini, quien le dijo que Pablo fuera a saludarlo a
su habitación. La reconciliación fue muy amistosa y a partir de
entonces Neruda le vuelve a enviar sus libros a Paz. Y en los últimos
días de Paz, cuando ya el cáncer de huesos lo tenía acabado, lo único
que quería era que le leyeran poesía de Neruda y de Quevedo. Mayor
reconciliación no podía haber.
Como señala la presentación del libro, tras la matanza en
1968 en Tlatelolco, Paz regresa a México donde se convertirá “en el
polémico jefe espiritual de una cultura mexicana que a la vez lo
idolatra y lo detesta”. ¿Era tan exaltado el sentimiento hacia su
figura?
Era una figura que dividía, como lo fue Neruda en Chile. Los enemigos
de Paz, sus adversarios ideológicos y literarios, eran muy activos y
numerosos. El era un escritor de lealtades y eso produjo una guerra
cultural permanente. Yo acabé por pertenecer al grupo de Paz. Pero desde
luego, el peso internacional de su figura hacía que las batallas, de
alguna manera, fueran desiguales. El sufría y a la vez lo disfrutaba,
porque la disputa y la polémica pública le fascinaban.
Usted trabajó en Vuelta y ahora en Letras Libres, ¿Cómo ve el panorama actual de la prensa cultural en el continente?
Malo, como en todo el mundo, porque estamos viviendo la transición
del papel periódico al internet, que tiene sus ventajas y desventajas.
Los periódicos tienen cada vez menos páginas culturales, algunos ya ni
las tienen. Por ejemplo, un artículo en Letras Libres publicado en
papel, y luego subido a internet puede tener visitas de 300 mil
personas. Me gustaría tener los lectores en papel de la década del 70 y
sumarle los de internet, pero no se puede tener todo: un cambio siempre
acarrea una pérdida. Además, soy enemigo del apocalipsis y eso de que
nuestra época tiene el monopolio de todas las desgracias.
¿Hay nuevas lecturas de escritores latinoamericanos que le hayan interesado?
Lo que pasa es que la literatura latinoamericana es grande tanto en
calidad como en cantidad. Qué más quisiera yo estar al día de lo que
ocurre en el continente, pero es muy difícil. Ahora, gracias a las
Ediciones Universidad Diego Portales, quienes tienen la mejor colección
literaria del continente, he tenido un acceso privilegiado a lecturas
que ignoraba. Hace más de un siglo, la literatura latinoamericana es una
de las más importantes del mundo. Si contamos del modernismo hasta
ahora, tenemos 120 años de una riqueza literaria excepcional, incluso
superior a la de España. Sin Latinoamérica, el español sería una pequeña
lengua europea. No es una literatura, en absoluto, marginal.