Club de Lectura de los Usuarios de la Biblioteca Pública Virgilio Barco
jueves, 21 de mayo de 2015
De 'punks' y violencia neonazi: así es el otro Cannes
La película Green Room ha
dejado boquiabierto a un público acostumbrado a verlo todo. No es la
primera vez que le ocurre a su director, Jeremy Saulnier
El reparto artístico de Green Room de Jeremy Saulnier./elpais.com
Jeremy Saulnier acaba de dejar sin respiración a los espectadores de la Quincena de realizadores de Cannes y no es la primera vez que lo hace. Con Green Room,
ha logrado que un buen grupo de gente bregada en ver toda clase de
propuestas gritara como adolescentes en un autocine. La película que ha
traído una experiencia cinematográfica real al imperio del postureo
fílmico muestra a una banda de punk sin mucha suerte, a la que sale un
bolo en medio de la nada. Su público resulta ser un puñado de neonazis y
sus perros rabiosos y, cuando los músicos se convierten en testigos
inconvenientes de un hecho inesperado, la cosa se pone fea. Pero que muy
muy fea. Es como una de zombies, pero con cabezas rapadas y una inteligente aproximación a la violencia en el cine."Crecí en Virginia en los 90, en la era anterior a la matanza de Columbine. Mis amigos y yo grabábamos peliculas gore en VHS,
jugábamos en la calle a matarnos los unos a los otros con armas de
juguete y a nadie parecía importarle. Luego alguien cruzó una línea y
todo cambió. Los medios de comunicación y el cine se volvieron muy
cautelosos. También tenía una banda punk. En realidad yo solo gritaba en
el micro y mis amigos tocaban. Pero al menos con esta película he
recuperado todos mis mitos de la juventud y a la gente le ha gustado. Es
como un sueño", nos cuenta la mañana después de su ovacionada
presentación en Cannes.
En 2007 Saulnier había debutado tras la cámara con Murder Party, una cinta de terror irónico que, al igual que Scream
(1996), homenajea a John Carpenter. Solo que esta vez las víctimas son
un puñado de hipsters de Williamsburg. El cineasta, que vive y rueda en
el barrio desde mucho antes de que se pusiera y pasara de moda, recibió
buenas críticas por su primer trabajo, pero no el empujón definitivo en
su carrera. Cuando en 2013 al estadounidense le hicieron poco menos que
la ola en Cannes no se lo podía creer. Macon Blair es su actor fetiche, además de amigo de la infancia.
Cuenta con una fisionomía que lo sitúa más cerca del estilo de actores
de Steve Buscemi o William H. Macy que de la categoría de Brad Pitt y
Michael Fassbender. Es sin duda una competencia que en definitiva
resulta tanto o más dura que la de los guapos de Hollywood. Cineasta y
actor habían perdido la esperanza de dar el gran salto en la industria
cuando rodaron en 2013 el tenso thriller Blue Ruin, la historia
que les rondaba por la cabeza desde hacía 20 años. Fue más un brindis
al sol que una última intentona, aunque para hacerlo realidad el
director recurrió a sus ahorros y los de su esposa y a Kickstarter.
Tenía que lograr el último pellizco para alcanzar el presupuesto
necesario. "En realidad no fue muy difícil financiar la película.
Simplemente sacamos la chequera y lar tarjetas de crédito y tiramos
adelante. Aunque, evidentemente, no es así como funciona". Los fondos
eran tan reducidos que Saulnier tuvo que hacer de su propio director de
fotografía.
Cuenta que un día, mientras se dirigía a rodar uno de los vídeos
corporativos por encargo con los que pagaba la hipoteca y las múltiples
deudas que arrastraba, se enteró que el Festival de Cine de Cannes iba a
proyectar Blue Ruin en una de sus secciones paralelas,
atraídos por la originalidad en la mirada de Salunier y la humanidad que
desprendía Blair, un vecino de al lado convertido en héroe del cine de
acción. La historia que había rechazado el Festival de Sundance triunfaba de
improviso en Francia y a partir de ese momento todo fueron alabanzas
para su trabajo, incluso el certamen estadounidense recitificó
incluyéndola en su edición londinense un año después. Hasta el
todopoderoso Harvey Weinstein, cuyas buenas (o malas) artes dieron el
Oscar a Penélope Cruz, decidió encargarse de distribuir la película en
Estados Unidos. Eso hizo que financiar Green Room fuera más
sencillo y que el reparto lo formaran valores en alza de Hollywood como
Anton Yelchin, Imogen Poots y Alia Shawkat, además del mítico Charles
Xavier de X-Men, Patrick Stewart. Ahora que regresa a la Croisette con su nuevo trabajo, los asistentes
al certamen han estado atentos a lo que el estadounidense tenía que
ofrecer. Y no se han decepcionado, contagiados por el entusiasmo genuino
que hay en su forma de hacer cine. "He esperado toda mi carrera a que
alguien influyente pusiera el sello de aprobación a lo que hago para que
las puertas se abrieran. Por vez primera tengo varias ofertas en la
mesa y puedo decidir el siguiente paso a tomar", celebra Saulnier.