En
una charla que pudo haber dado mucho más, las autoras Hebe Uhart, Lina
Meruane, Fernanda Trías y Powerpaola conversaron sobre sus lecturas y la
importancia de los viajes a la hora de narrar
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Hebe Uhart, Power Paola y Fernanda Trías ./revistaarcadia.com |
El salón donde se realizó el evento ‘Mujeres
que cuentan’, uno de los más importantes de la FILBo, no le hizo
justicia a sus protagonistas. Arrumado al fondo del Pabellón
Internacional, se trató de un cuarto improvisado, pequeño, caliente,
apenas separado de la sala principal por una especie de biombo de
plástico. Con cincuenta sillas, la gente, apiñada, se tuvo que sentar en
el suelo o recostarse contra los muros. Incluso la iluminación
ofuscaba: el intenso amarillo de un bombillo chocaba con las lámparas
fluorescentes del techo.
Resulta curioso, por no decir lamentable,
que en una feria dedicada a las escritoras ese haya sido el escenario
para un conversatorio apuntado a resaltar los aportes de las voces
femeninas a la actual producción literaria en español. Además, se
trataba de cuatro escritoras importantes: la argentina Hebe Uhart,
considerada la autora más importante de su país por la crítica; la
chilena Lina Meruane, ganadora del premio Anna Seghers, entre otros; la
uruguaya Fernanda Trías, quien recientemente relanzó su novela La azotea
con Laguna Libros; y la historietista de culto Powerpaola.
También hubo otro tropiezo. La
estadounidense Valerie Miles, cofundadora de la revista Granta en
español y moderadora del evento, en vez de entrevistar a las invitadas
se dedicó durante veinte minutos a leer en voz alta el título, el autor y
la primera frase de cada uno de los artículos de su más reciente
edición. Superado ese escollo, y con el académico Camilo Hoyos como
nuevo moderador, la charla finalmente despegó, si bien el tiempo solo
dio para explorar tres temas: la lectura, los viajes y los retos a la
hora de escribir siendo mujer.
La lectura
Powerpaola: Disfruto mucho
la literatura que tiene que ver con mujeres o escrita por ellas. Me
gusta mucho como narran. Ahora leo bastantes diarios, como el de Susan
Sontang o el de una historietista argentina que fue silenciada durante
años. Encontrar sus obras fue todo un hallazgo.
Hebe Uhart: Yo a menudo
releo obras pero me llama la atención como a veces la relectura no se
sostiene. A mí, por ejemplo, me gustaba mucho Thomas Mann y ahora no me
lo aguanto. No sé si sea por un cambio de época. En América Latina
afortunadamente se está escribiendo muy bien. Me gusta mucho el
dominicano Junot Díaz, que considero realmente bueno, en Colombia Juan
Gossaín, en Perú Bryce Echenique y Luis Loayza, entre otros.
Fernanda Trías: Quiero
comenzar con una anécdota. En un encuentro de escritores en el que
participé hace ya muchos años en una ciudad de provincia en Uruguay,
estaba descansando con una amiga en el patio y un escritor de la zona,
un hombre muy formal, serio, nos dijo con orgullo: ‘yo no leo Premios
Nobel ni mujeres’. Ese fue el comienzo de mi militancia por leer a
mujeres. En eso tuvo que ver mucho Mario Levrero, quien me introdujo a
muchos títulos femeninos.
Lina Meruane: Cuando empecé
a escribir mi bagaje como lectora era masculino. El escritor habla
siempre de sus padres literarios, de una genealogía, y si habla de una
mujer siempre es una viejita, está muerta o es extranjera. Pero de joven
entré a un taller de lectura de mujeres que no hacía circular los
lugares comunes de lo femenino, y con eso me refiero a la escritura
sumisa, entregada, que solo trata temas como el amor o la maternidad.
Hay que hacer un esfuerzo de salir de la zona de comodidad para rescatar
a las autoras mayores así como descubrir a las jóvenes.
Los viajes
Hebe Uhart: A mí me gustan
mucho los pueblos chicos. La multitud de esta feria me abruma, al igual
que me pasó en la de México, que es incluso más grande. En un pueblo
sentís que el tiempo sobra, que se pueden demorar una hora en traerte un
café. Una vez estuve en un pueblo en Tucumán donde no había televisión,
había dejado mi radio, no tenía cigarrillos y entonces me compré un
diario porque pensé que me iba a morir pero el cartero no había ido ese
día. Un burro rebuznaba en un plaza y ya y te quedas pensando en lo que
se puede hacer. Viajo porque cuando la imaginación no te da para hacer
ficción la misma realidad te da novedades, lo que dice la gente, la
forma en que hablan, lo que un escritor tiene que hacer es aprender de
eso.
Powerpaola: Yo he vivido en
muchos lugares y a la hora de trabajar es algo instintivo lo que me
dice que debe der contado en imágenes y que a través del texto. El mismo
acercamiento a las personas o a un diálogo te hace pensar que narrar y
que dibujar. Cuando uno se narra a si mismo se termina ficcionalizando,
pero cuando hablo de mí también hablo de un montón de gente y de un
montón de lugares. Por lo general trabajo en el presente en algo que
pasó hace mucho tiempo y verme a mí misma como un personaje me ayuda.
Puedo narrar a una Paola como yo recuerdo o creo recordar que era.
Fernanda Trías: Mi novela
La azotea es absolutamente claustrofóbica. Transcurre en un apartamento y
la paranoia de Clara, la protagonista, hace que se encierre para
defenderse del mundo exterior: los otros son el infierno. El libro lo
escribí en 1999 y solo salí de Uruguay en 2004 y desde entonces no he
vuelto a vivir allá. Luego de ese encierro en Uruguay mi necesidad de
aire fue muy fuerte: ahora salgo a ver el mundo. En La azotea el tema de
la contaminación (un sueño recurrente que tengo) es muy claro y estaba
relacionado a mi miedo del mundo exterior. Pero luego me expuse a todas
las contaminaciones, a lo que tenía que pasar y ahora puedo decir que
quiero la contaminación.
Lina Meruane: Mi libro
Volverse Palestina, una crónica sobre el pueblo de mi padre, comenzó
cuando a un tiempo mucha gente me empezó a decir que tenía que ir. Yo
soy chilena y vivo desde hace muchos años en Nueva York, pero provengo
de una familia de Palestina. Cuando hice ese viaje siempre sentí que
estaba regresando, un regreso prestado, pues jamás había ido. Sentí un
regreso como el de Pedro Páramo al pueblo de su padre. Pero también se
trató de un regreso fallido, pues no se puede volver como tal: muchos
lugares han desaparecido. Es complicado ver ese regreso desde la
nostalgia y pensar que es volver a un lugar feliz pues la gente se fue
de allí por una razón, sea la guerra o algo más. En el libro jugué con
la idea de volver a un lugar, y al mismo tiempo con la idea de volverse
de un lugar.
Los retos a la hora de escribir siendo mujer
Hebe Uhart: Jamás tuve
censura y siempre me trataron muy bien. Los únicos que me trataron mal
fueron dos novios que tuve. Y uno porque yo escribía y él no. En cuanto a
la forma de vivir, si un escritor no tiene dinero de familia entonces
se desclasa, vas a vivir un poco por debajo de otras profesiones pero es
un gaje del oficio: haces lo que te gusta, esa cosa rara, y no te
tienen que venir a decir ahora te pago más.
Powerpaola: Para mi
escribir se trató de una necesidad. Me empuje al vacío porque sentía que
si no lo hacía me iba a salir un tumor. Incluso me puse el ‘power’ en
el nombre para hacer ese salto al vacío. Yo empecé subiendo cosas a mi
blog cuando no había muchas historietistas. Y como Hebe, siempre me
sentí muy bien recibida ni tampoco sentí que me cerraban las puertas por
ser mujer.
Fernanda Trías: Puedo
compartir lo de ambas. La crítica me ha tratado muy bien. Pero no voy a
mentir: en Uruguay se dan cosas. Cuando se hace una feria Uruguay
siempre lleva a cuatro autores hombres. Y no creo que se sienten a decir
no invitemos mujeres, sino que se olvidan de ellas.
Lina Meruane: Yo empecé a
escribir sin ninguna pretensión literaria. Era algo que necesitaba hacer
y que me dio libertad. También viví una época muy bonita que fue el fin
de la dictadura en Chile, cuando aparecieron muchas voces nuevas. En
cuanto a lo que dice Fernanda, estoy de acuerdo que no hay un deseo de
no leer a las mujeres, pero hay un efecto de lectura: como la gente no
lee mujeres y se lee mucho por recomendación, es difícil que el público
llegue a ellas.