miércoles, 21 de agosto de 2013

La novela negra está de luto

Elmore Leonard fallece en Detroit a los 87 años. El prolífico autor que dignificó la intriga policial derribó las fronteras entre la alta y la baja literatura

El escritor Elmore Leonard, en una imagen de 1996. /Marta Lavandier./elpais.com
 
Elmore Leonard, autor de medio centenar de novelas de género, ha fallecido a los 87 años en un suburbio de Detroit, ciudad que hacía unas semanas proclamaba oficialmente su decrepitud, declarándose en bancarrota, y donde el escritor había pasado la mayor parte de su vida. Leonard había nacido en 1925 en otra ciudad cuya decrepitud intrínseca es también beneficiosa para la imaginación, Nueva Orleans, y llevaba 60 años publicando novelas a razón de una por año, con la mera excusa de que “le resultaba divertido hacerlo”. Su idea de literatura no podía estar más clara.
Harto de que lo atosigaran con preguntas que explicaran la clave de su éxito, en 2001 redactó un decálogo que no tiene desperdicio. “Bajo ningún concepto empiece una novela hablando del tiempo que hace”. “Nada de prólogos”. “Evite las descripciones detalladas de cosas, personajes o lugares”. En esencia, la poética del novelista se puede resumir en dos normas: “No escribir lo que se suele saltar el lector” y sobre todo: “Si suena a literatura, olvídelo, no sirve”.
Esa naturalidad hacía saltar por los aires las distinciones entre “alta” y “baja” literatura. Escritores como Martin Amis, Saul Bellow, Barry Gifford o Raymond Carver coincidían en proclamar la maestría de Elmore Leonard con lectores que jamás les habían leído ni pensaban hacerlo. Stephen King, por traer a colación a un escritor de una estirpe muy distinta, estaba totalmente de acuerdo.
Empezó escribiendo cuentos y novelas del Oeste, en la década de los cincuenta. La primera, una narración de media distancia titulada El agente apache, la vendió por 90 dólares a la revista Argosy, que enseguida vio en él a un maestro en ciernes del género. Una de las últimas, Hombre (1961), fue elegida por los especialistas como uno de los mejores westerns de todos los tiempos. Su método para inspirarse, según confesó en una entrevista, consistía en sumergirse hipnóticamente en la lectura de una publicación titulada Autopistas de Arizona. Donde los demás no veían más que paisajes áridos, Elmore atisbaba un filón inagotable de historias, todas pobladas de personajes nítidamente definidos.
Cuando los westerns empezaron a perder el favor del público, Leonard se pasó a la ficción criminal. Su primera novela negra, The Big Bounce, fue rechazada por un total de 84 editoriales y varias productoras cinematográficas. Acabó siendo un bestseller del que se hicieron dos versiones fílmicas. En sus nuevas ficciones, el desierto fue sustituido por una sucesión de enclaves urbanos. Los nuevos escenarios eran lugares como Detroit y Nueva Orleans, Miami, San Juan o Atlantic City. Tan importante como el trasfondo urbano, una galería de personajes que tenían en común su desprecio por la ley y las buenas costumbres, por quienes el novelista sentía particular debilidad.
En cuanto al estilo, en conformidad con su decálogo de la buena escritura, era prioritaria la escalofriante desnudez de la prosa, técnica que aprendió de Hemingway, a quien sin embargo achacaba un grave defecto: su falta de sentido del humor, fallo que el discípulo supo mantener a raya. En segundo lugar, el dominio del diálogo: la manera de hablar de sus personajes es real. Las páginas de Elmore Leonard destacan por sus cualidades sensoriales auditivas, tanto como visuales. Otro truco: imitar no a los nombres encasillados en el género negro, sino a autores de la estirpe de John Steinbeck y John O’Hara, por señalar dos influencias muy cercanas. Eso explica que Martin Amis dijera en una ocasión que al lado de la suya, la prosa de Chandler resultaba torpe.
La obra de Leonard parecía nacida más para la pantalla, grande o pequeña, que para la página. Aparte de las adaptaciones televisivas, una veintena de títulos de Elmore Leonard, entre relatos y novelas, fueron trasladados con gran éxito al cine. Pocos escritores pueden alardear de un reparto de actores encargados de dar vida a sus personajes de papel como el suyo: Paul Newman, en Hombre; Charles Bronson, en Mister Majestyk; Burt Lancaster, en Que viene Valdez; Burt Reynolds, en Stick; Alan Alda, en La guerra de los contrabandistas; Pam Grier, en Jackie Brown; George Clooney y Jennifer López, en Una relación muy peligrosa; Peter Falk, en Pronto; Mickey Rourke, en Killshot; John Travolta, en Cómo conquistar Hollywood, y Glenn Ford y Russell Crowe, en dos versiones diferentes de Yuma (separadas entre sí por una distancia de 50 años). La muerte de Elmore Leonard deja una larga huella de tristeza, uniendo en un sentimiento difícil de explicar a escritores y lectores que en principio a nadie se le hubiera ocurrido aunar.