En Polonia, su país natal, acaba de ver la luz Kronos, misterioso cuaderno del escritor que pasó veinticuatro años en la Argentina; complemento escondido de su famoso Diario, las anotaciones del volumen revelan aspectos de su vida íntima; son, según anuncia Rita Gombrowicz, viuda del autor de Ferdydurke, las únicas páginas suyas que quedaban por publicar
Witold Gombrowicz revive en una nueva edición de inéditos/adncultura.com |
Todo hacía pensar que la proverbial vocación de Witold
Gombrowicz (1904-1969) de detonar polémicas era cosa del pasado. Por
ejemplo, el hecho de que el Estado polaco hubiera erigido un Museo
Gombrowicz en Wsola, en una mansión que había pertenecido a su familia,
llevaba a suponer que el autor de Ferdydurke, unas veces glorificado y
otras denostado, se había convertido finalmente en monumento nacional de
su país, en incuestionable ícono de la cultura sacralizada.
Qué va, nada de eso. Desde su muerte, que sobrevino en
julio de 1969 (pocos días antes de cumplir 65 años), fueron numerosas
las reediciones en diversas lenguas de su producción narrativa y teatral
(Cosmos, Transatlántico, El casamiento, Ivonne, princesa de Bourgogne y
La seducción, por nombrar algunos de sus títulos) y muchas más las
publicaciones de textos críticos o biográficos que abordaban al autor y
su impronta literario-filosófica. Pero nada había movilizado tanto al
mundo literario como la reciente aparición, en Polonia, de una suerte de
síntesis autobiográfica hasta ahora inédita, distinta de su difundido
Diario, esta vez íntima y reveladora de una privacidad que incluye su
vida erótica, su bisexualidad y apuntes en código, además de múltiples
encontronazos y éxitos profesionales: son algunas de las aristas más
resonantes de Kronos, un volumen de 460 páginas por ahora sólo legible
en lengua polaca.
"Me llevó muchos años decidirme a cederlo para su
publicación", dice a adncultura Rita Gombrowicz, viuda del escritor, por
teléfono, desde París. Y explica: "He cumplido 78 años, una edad en la
que se empieza a sentir la necesidad de desprenderse de algunas cosas.
Incluso superando el pudor, como ocurre con estas confesiones privadas.
Tengo mucho afecto por mis amigos argentinos y por los lectores de ese
país, porque fue el territorio donde Witold vivió y escribió, pero no sé
cuándo llegará a publicarse esto en castellano, a pesar de que buena
parte de lo que consigna Kronos son cosas vividas en la Argentina." Ya
decidida a darlo a conocer, Rita demoró, no obstante, la impresión del
texto, porque quería asegurarse la publicación de la obra completa de
Gombrowicz, antes de la publicación de Kronos. Al parecer, habrían
surgido algunas dudas respecto de alusiones personales y sobre la
posibilidad de omitir los pasajes más íntimos. Finalmente el texto ha
aparecido en su versión integral.
Con insólita frecuencia han aterrizado en Buenos Aires
estudiosos que seguían los pasos del escritor en éste, su terruño de
adopción, al que llegó en un trasatlántico en 1939 para quedarse hasta
1963, año en el que, con una beca de la Fundación Ford y en otro
trasatlántico (el Federico C), partió a Alemania, de donde ya no
volvería. Ahora mismo, por ejemplo, ronda por bibliotecas de Buenos
Aires un becario polaco, Kacper Nowacki (Lódz, 1986), quien refiere a
adncultura objetivos y detalles de su investigación, convencido de que
"la Argentina es el lugar donde Gombrowicz creó la parte más importante
de su producción". Y aclara que la aparición de Kronos en Polonia, hace
menos de tres meses, lo sorprendió aquí, razón por la cual, en la
necesidad de leerlo inmediatamente, debió comprar por Internet la
edición electrónica del libro.
Un secreto bien guardado
Kronos fue publicado en mayo último por Wydawnictwo
Literackie, de Cracovia, sello editorial que pertenece al grupo Libella.
La cesión del original a una editorial polaca fue decisión de Rita, al
cabo de un prolongado período de silencio: "Esos archivos permanecieron
bien guardados, debajo de mi cama, durante 25 años", cuenta. Ante la
aparición del libro, la prensa de Francia (país en el que residió
Gombrowicz, tras su paso por Alemania, hasta su muerte) apeló a
expresiones que revelan el impacto que Kronos produjo. Rita las
menciona: "Le second journal de WG, cette fois-ci intime ('el segundo
Diario de WG, esta vez íntimo'), o bien, una lacónica pero elocuente
calificación del volumen: provocation posthume". El carácter póstumo de
la provocación gombrowicziana es, en verdad, uno de los rasgos más
salientes del nuevo "diario" pero, sobre todo, de la intrínseca
naturaleza de Witold, un espíritu revulsivo que sigue agitando el
avispero a cuarenta y cuatro años de su desaparición física.
Según confiesa Rita, resultaba angustiante mantener el
original en secreto, un texto que, como lo cuenta en su "Introducción"
[ver aparte], ella había descubierto en 1966, en vida de Witold. Tal vez
él mismo haya contribuido a rodear esos apuntes de un aura misteriosa y
"sagrada", cuando le dijo que si llegaba a incendiarse la casa, salvara
los manuscritos. Rita tenía unos amigos polacos que vivían en Italia,
los Paczowski, Bodan y Maria; fue Maria Paczowska, la confidente de
Rita, la primera en descifrar el texto polaco. "Yo tomaba apuntes en
francés y después los tipeaba", apunta Rita. Pensó en hacer una
fotocopia cuando viajó a la Argentina en la década del setenta "con una
lista de preguntas para esclarecer los puntos oscuros de un texto a
veces escrito en clave". Aquí la conocimos, ya entonces; aquí la
frecuentamos y hablamos de su difunto esposo, pero ella nunca se atrevió
a revelar la existencia del manuscrito.
Ahora Kronos ha visto la luz. Las hojas manuscritas,
sueltas (sesenta y ocho, en total), se han convertido en un volumen
profusamente ilustrado con fotografías y, cada tanto, con una página
facsimilar del original y, sobre todo, con abundantes notas al pie de
los curadores de la edición, Klementyna Suchanow y Jerzy Jarzebski. "Es
un libro lleno de misterios, no literario", informa Kacper Nowacki, que
avanza en una tesis doctoral sobre el erotismo en la obra de Gombrowicz.
En efecto, lo que se despliega es un texto telegráfico, con notas a
veces inconexas [véase recuadro], que cubren más de 45 años de la vida
del autor. En la edición el libro está dividido en tres partes: Polonia
1922-1939, Argentina 1939-1963, Europa 1963-1969. "Para mí, la sección
más interesante es la parte argentina, por sus alusiones a textos
desconocidos, cuentos y artículos publicados en Buenos Aires que todavía
no se conocen, y también algunas amistades hasta ahora no registradas,
por ejemplo, con Héctor René Lafleur", comenta el joven Nowacki. Según
él, no todo es atractivo para los lectores de su generación que no hayan
frecuentado la obra del polaco. "Hay cosas que no se entienden si no se
complementan -señala- con la lectura del Diario."
En el "flamante" libro hay un dato que modifica el
registro biográfico del escritor: Gombrowicz revela aquí que en 1939
habló con el presidente de la compañía naviera del Chrobry (la nave en
cuya travesía inaugural él había viajado desde Polonia a Buenos Aires)
para comunicarle que había decidido quedarse en la Argentina. Esto
significa que fue una elección deliberada. Hasta ahora siempre se habló
de la circunstancia accidental por la cual el escritor quedó varado en
Buenos Aires a raíz del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Pero no
fue así. El viaje, al parecer, había sido estimulado por la familia
Gombrowicz, que trataba de alejar del territorio polaco al joven autor,
ante la amenaza de inminentes acciones bélicas. La nave llegó al puerto
de Buenos Aires el 20 de agosto de 1939 y alrededor del 26 zarpó de
regreso a Gdynia, el puerto polaco del que había partido. La guerra
estalló oficialmente después, el 1º de septiembre, cuando los tanques
nazis invadieron Polonia.
Otros apuntes hacen referencia a lo cotidiano, a veces
con signos que requieren interpretación: "Vivo en Bartolomé Mitre 1555 =
Av. de Mayo 1200". Es probable que el signo = aluda a "proximidad" y
que en esa cuadra de la Avenida de Mayo haya visualizado un bar, el
Iberia.
El registro minucioso, a manera de "diario", se
verifica a partir de 1953, pero el autor, en una suerte de flashback, se
remonta en sus recuerdos a 1922. El ordenamiento por el que optó el
criterio de edición se remonta a esa fecha para el arranque del libro.
En las décadas iniciales, las de la juventud de Witold, hay baches
porque los recuerdos son discontinuos. A partir de 1953, en cambio, el
registro es puntual, porque ése fue el año en que comenzó a llevar este
"diario". Por ejemplo, cuando cae Perón, en septiembre de 1955, describe
el acontecer día por día, hora por hora: "A las 18 dieron un comunicado
oficial por la radio".
Hay referencias a su trabajo en el Banco Polaco, con un
cierre triunfal cuando logra dejarlo, porque comienza a poder vivir de
su literatura ("Por eso 1955 es el año más feliz de mi vida"). Así es
que todo el período argentino es presentado con luminosidad. De 1963 en
adelante -esto es, la parte europea de su telegráfica autobiografía-
aparecen no pocas desventuras (algunas, vinculadas con la publicación de
sus obras) y una constante preocupación por el asedio de las
enfermedades, con el consiguiente presentimiento de la muerte.
Erotismo y producción literaria
De su vida erótica, Gombrowicz consigna datos de todas
las épocas y de todas las ciudades por las que pasó. Los años de
Varsovia, los de iniciación literaria en los cafés de los años treinta,
dejan ver una profusión de "muchachas en flor", proustianamente
hablando. Más adelante, en la Argentina, en cambio, las menciones de
amantes tienen la forma de un catálogo, con preponderancia masculina
("jueves-Jaime / sábado-Jorge", etc.). Los nombres son incontables y no
siempre queda claro si son meras conexiones amistosas o si se trata de
encuentros eróticos.
Enumera cómo, después de abandonar Buenos Aires, llegó a
Barcelona, pasó a Niza y de ahí a París. Vio a Jerzy Giedroyc, el
legendario director de Kultura, la revista de emigrados polacos donde
aparecieron los primeros textos de W. G. en su regreso a Europa. Pero
antes de partir, registra en Kronos un hecho literario importante:
"[1960] Le digo adiós a Pornografia" (sin acento, porque es el título
original en polaco). Concluyó la redacción de la novela y la envió a
París, y ese mismo año se publicó en Kultura. Después, en 1962, en
Julliard, la editó Maurice Nadeau, el célebre crítico y erudito que
murió hace escasos dos meses, a los 102 años. "Un ejemplar de esa
edición estaba en la biblioteca de Alejandra Pizarnik, con anotaciones
marginales de ella", informa Kacper Nowacki.
Unos años más tarde, el poeta catalán y editor Gabriel
Ferrater la tradujo al castellano y la novela se publicó en Barcelona,
pero España vivía bajo el franquismo, y la rispidez que el título
original podía provocar en los funcionarios del régimen lo hacía
irreproducible. La editorial Seix Barral, limitada por la censura, optó
por lo que sonaba más atractivo: La seducción. El inolvidable Enrique
Pezzoni, a la sazón secretario de redacción de la revista Sur, estimó
que ya era tiempo de reconciliar el genio irreverente de ese polaco que
exaltaba "lo inacabado, lo imperfecto, lo bajo" (así lo declara en el
prólogo de La seducción) con la formalidad y el ascetismo british del
grupo que lideraba Victoria Ocampo, que lo había rechazado, y confió a
quien escribe estas líneas una extensa reseña bibliográfica de la
novela, que se publicó en el número 314 (septiembre/octubre de 1968).
De este modo, El Witoldo (así rebautizado por los
"Tandil Boys"), que había chocado y polemizado con algunas cabezas de
Sur, un año antes de su muerte se enteró de que, en la lejana Buenos
Aires, había ingresado en la inmensa lista de escritores del catálogo de
la prestigiosa revista. Para entonces, ya hacía tiempo que -según lo
señaló Jorge "Dipi" Di Paola, uno de sus discípulos tandilenses- el
escritor venía construyendo "el mito Gombrowicz".
Ahora, en una vuelta de tuerca más de ese mito que
continúa alborotando el avispero, surge Kronos. "Me gustaría que, ahora
que me decidí a entregar el texto, el libro sea considerado en los
márgenes de lo literario, y contribuya al conocimiento de ese hombre al
que seguimos amando, un escritor que se llama Witold Gombrowicz, y no a
provocar una situación de escándalo", dice Rita. Sin embargo, como suele
ocurrir en el terreno del arte y de las ideas (de Alma Schindler Mahler
al Che Guevara, pasando por Ernest Hemingway y Hannah Arendt), el mito
que alimenta una vida apasionante suele imponerse a su obra. Será
difícil, pues, y a pesar de la devota dedicación de Rita, que el "nuevo"
libro de Gombrowicz genere apreciaciones que se ajusten al estricto
orden de lo literario.