miércoles, 21 de agosto de 2013

Con el último aliento

Un día de 2010, al ensayista y actor canadiense David Rakoff le informaron que le quedaba poco tiempo de vida. Supo entonces que debía llevar a cabo una idea ambiciosa: concluir una novela en verso. Esta es la historia de su escritura

EL LIBRO. "Es la destilación más pura de la creencia de David de que vivimos en un mundo que es esencialmente cruel e indiferente, pero hay remedio para eso: la bondad y la belleza"./revista Ñ
 
El tercer libro de ensayos de David Rakoff, Half Empty (“Medio vacío”) salió en el otoño boreal de 2010, nueve meses después de que él se enterara de que el dolor que había estado sintiendo en el brazo y en el hombro izquierdos era el resultado de un sarcoma. David era un ensayista extraordinario –el libro ganó el Premio Thurber al humor estadounidense y, como sus dos volúmenes de ensayos previos, fue un best-séller– de modo que resultó toda una sorpresa que llamara a su editor de Doubleday Publishing para decirle que quería que su próximo libro fuera una novela escrita en rima.
“Admito que vacilé un buen rato”, dijo recientemente Bill Thomas, el editor. “Una novela en verso. Pero David estaba tremendamente entusiasmado con el proyecto. Había estado rumiándolo una década. Esto era a finales de 2010, y desde luego estaba muy enfermo en ese momento; había estando luchando con su cáncer bastante tiempo. Pero con un escritor del calibre de David, que me encantaba y a quien personalmente admiré mucho, simplemente dije: ‘O.K., encontraremos alguna forma de publicarlo’.” Durante el siguiente año y medio, David escribió entre operaciones y tratamientos de quimioterapia, y frente a la percepción creciente de que su cáncer, como decía él, “no podía ser negado”. El proceso de escribir siempre había sido para David un ejercicio de manejo de la angustia (una vez dijo en una entrevista que escribir era como que le sacaran los dientes... a través del pene), pero para mí y otros amigos, este libro parecía diferente. Discutía el destino de sus personajes, desde la cama les leía fragmentos a sus visitas, mandaba mails diciendo que se sentía bien porque ese día la escritura había andado bien.
La última vez que cené con él, un mes y medio antes de que muriera, estaba tan débil que se hacía imposible imaginarlo reuniendo la fuerza para trabajar. “Pero estoy tan cerca...”, decía. “Necesito terminarlo, y entonces estaré listo.”

El sentido trágico de la existencia
Una semana después, el libro estaba finalizado. “Me llamó por teléfono y me dijo: ‘La noticia buena es que terminé antes de mi plazo de entrega” –llamada difícil de recibir de un autor–, dijo Thomas. “Y después dijo: ‘La noticia mala es que lo vas a tener que publicar de manera póstuma’. Leí el manuscrito y supe de inmediato que era algo excepcional. David volcó allí –esto lo digo literalmente–, toda su vida: sus ideas, sus pensamientos, su ingenio, su gracia, su sentido trágico. Y manejó con maestría esta forma tan difícil.” Ira Glass, viejo amigo de David y productor ejecutivo del programa radial “This American Life”, dijo del libro: “Su secretito pecaminoso es que David probablemente haya sido mejor novelista de lo que fue como ensayista. Quiero decir, fue un gran ensayista, famoso y todo lo demás, pero eso le resultaba tremendamente difícil, y creo que escribir esto, escribir algo dramático, le dio muchísimo más placer”.
A lo largo de una serie de reuniones en el departamento de David, Thomas y él empezaron a planificar la publicación de Love, Dishonor, Marry, Die, Cherish, Perish (algo así como “Ama, deshonra, cásate, deléitate, perece”), presentado el pasado 16 de julio, menos de un año después de su muerte en agosto de 2012 a los 47 años. La historia abarca décadas, desde el pasaje al siglo XX en Chicago a Manhattan de mediados de siglo, al clímax de la crisis del sida en San Francisco, y luego al presente cercano, cuando un hombre con el corazón destrozado por la pena abre una caja envuelta largo tiempo atrás, y todos los años –con los anhelos y las humillaciones y los gestos de bondad pequeños y vívidos que contienen– se derrumban en un solo momento.
David escribió con mordiente ingenio sobre la inevitabilidad de la muerte y la futilidad del pensamiento positivo –en Half Empty , una etiqueta autoadhesiva advierte: “No se encontrará aquí lecciones de vida inspiradoras”– pero él vivió una vida notablemente entusiasta. Además de ensayista era actor, dramaturgo y guionista de cine (el cortometraje que adaptó y en el que aparecía, The New Tenants , ganó un Oscar de la Academia); era un colaborador frecuente y alborotadamente popular de “This American Life”; y como pueden afirmar los numerosos amigos a quienes les regaló dibujos, tallas en madera, cajas pintadas a mano y esculturas diminutas, un extraordinario artista visual.
Era extremado tanto en su generosidad como en su autosuficiencia; ser su amigo significaba tratar con lo que se percibía como una bondad desequilibrada. Para el pequeño círculo de amigos involucrados en el proyecto de publicar su novela, esta cualidad de David no hacía sino intensificar en ellos la sensación de urgencia y el deseo de traer esa novela al mundo –a un círculo más amplio de lectores que no conocían a David– de la manera que él hubiera querido.

Los dolores del mundo
“Lo que para mí es muy especial del libro”, dijo Thomas, “es que es la destilación más pura de la creencia de David de que vivimos en un mundo que es esencialmente cruel e indiferente, pero que hay remedios para eso. Y que esos remedios son la bondad y la belleza. Es muy inteligente y erudito, y es muy, muy gracioso, como lo era David, pero fundamentalmente es una indicación de que seamos bondadosos”.
“Le dije que era lo mejor que jamás había escrito”, continuó Thomas. “David era su peor crítico ante un error, pero dijo ‘Sé que lo es’. Cosa que no era muy de él.

Trabajar entre lágrimas
Para que se encargara del diseño del libro, Thomas recurrió a Chip Kidd, viejo amigo de David que diseñó su primer libro, Fraud (Fraude), en 2001. “Era cuestión de quizá dos semanas en aquel momento”, dijo Kidd sobre el declinante estado de David. “Trabajábamos todos a través de las lágrimas. Yo trataba básicamente de concentrarme en hacer el mejor trabajo que pudiera y no pensar en que iba a ser póstumo. Quería que el libro se viera vívido, porque la escritura es muy vívida.” Kidd dijo que David había querido hacer él mismo las ilustraciones, “pero estaba demasiado débil en ese momento, y veníamos corriendo contra el tiempo”. Kidd sugirió que el dibujante Seth –canadiense como David y romántico como él, que poco antes había realizado la cubierta de The Portable Dorothy Parker – tenía la sensibilidad perfecta para la novela, y David estuvo de acuerdo.
Lo que Kidd imaginó para la tapa fue una ilustración de la pelirroja que es centro de todo lo que sucede en la novela, con perforaciones troqueladas que revelan el título detrás de ellas. Hay un efecto de capas que reverberan, en el objeto mismo, del modo en que los años, las vidas y los incidentes de la historia se superponen entre ellos, llevando el presente, dentro de sí, el pasado. Cuando se abre la tapa aparece, como dice Kidd, “el remolino de las letras, como en un juego de buscar palabras”, que captura a la vez lo frondoso de la poesía de David y la idea de que en el libro hay secretos escondidos a plena vista.
Kidd hizo los prototipos a mano, cortando con un cutter cada troquel, “lo cual puede sonar extraño y sacrificado”, dijo, “pero sé que es como David lo hubiera hecho”.
Bill Thomas dijo que en aquellas semanas finales resolvieron el formato y el diseño con David. “Por lo general yo caía a su departamento y él había preparado galletitas para mis hijos, aunque su enfermedad avanzaba y él estaba cada vez más débil. Como puede imaginarse, aquellas conversaciones eran conmovedoras. Y después, de alguna manera, milagrosamente, David pudo también grabar el audio.
Murió el 9 de agosto a la noche, tarde. Durante el transcurso de la última semana de julio, grabó el audiolibro con Ira en el estudio de “This American Life”.
“Aclaró que quería leerlo él mismo”, dijo Ira. “Tenía una capacidad tremenda como lector y como actor –es uno de los más grandes intérpretes que jamás hayamos tenido en el programa– y creo que él acababa de escucharlo en su cabeza y sabía cómo quería que sonara.” Hicieron cuatro sesiones de dos horas, la última el sábado 28 de julio. “Hablamos de posponer la última para la semana siguiente, pero él no estaba seguro de tener la salud suficiente”, dijo Ira. Yo llevé a David a esa última sesión. Subiendo al estudio en el ascensor él se cayó contra mí y cerró los ojos, y cuando entramos se recostó en el sofá. Ira le preparó un té, y al cabo de un rato David se sentó y dijo que estaba listo. Entraron los dos en la cabina de grabación, y David se transformó. Su respiración era trabajosa y al cabo de unas pocas palabras lo interrumpían accesos de tos horribles, pero, como dijo Ira, “Extrajo de aquello maravillas con su interpretación. Aun cuando en ese punto tenía la voz como un auto descompuesto.” Durante semanas después de que grabaran el audio, Ira lo revisó y, donde era posible, quitó el respirar trabajoso de David y lo reemplazó con pausas. “Fue realmente una de las cosas al mismo tiempo más tediosas y tristes que yo haya hecho jamás”, dijo. “Esas dos cuestiones no se combinan a menudo. Fue un acto muy obsesivo. Fue como construirle un ataúd a alguien querido con trozos chiquitos de mosaico.” Me pareció hermoso y desconsolador escuchar los archivos de audio.
En un momento, David lee un fragmento sobre un artista gay, Cliff, que está muriéndose de sida: “Era tristeza lo que lo aferraba, mucho más que miedo/ Esto otro, si se hace frente a la verdad, lo tuvo quizás un año/ Cuando frases poéticas como ‘ojos, miren por última vez’/ Se hacen realidad, todo lo que quieres es quedarte, agarrarte./ Una nueva y furiosa unión a todo este mundo/ Lo perforaba, lo apuñalaba como un rayo/ Arrojado por deidades desde arriba./ Dejándolo mareado y lloroso. Amor joven parecía./ Se hubiera pensado él mismo inimitablemente eficaz/ Al ver, pero ahora esa sensación parecía insuficiente/ Quería atrapar, poseer, devorar/ Comer con sus ojos, cuánto necesitaba ese poder.” En una de sus últimas apariciones públicas, en mayo de 2012, en un programa en vivo de “This American Life”, David bailó una coreografía de Monica Bill Barnes & Company. Ya había visto antes a la compañía, en primavera, con Ira y su mujer Anaheed Alani. En una pausa de la grabación del audio le explicó a Ira que había escrito este pasaje inmediatamente después, para capturar la sensación de que se tiene apenas unos pocos meses para existir en el mundo.
Sugerir que el libro se obsesiona con la muerte, sin embargo, sería pasar por alto lo que es tan placentero de él, que es muy gracioso, guarango y que está atravesado por el anhelo de vivir. Hay un pasaje notable, donde se burla de sí mismo y en el que un personaje llamado Mindy se pone de pie para brindar en la boda de su hermana. Su especialidad personal, según explica ella a la multitud, es hacer brindis en versos con rima.
“Hola, soy Mindy, y éste es mi/ discurso./ Susan, eres la mejor hermana además de haber/ tenido siempre un gran sentido del tiempo para lo cómico./ De modo que sé que no lo vas a usar en mi contra/ cuando hago mi especialidad/ y / brindo en rima.” En el audio, David adopta el personaje de Mindy y lee el poema con un marcado acento de Long Island; en la cinta de audio editada se puede oír a Ira riéndose en el fondo.
“Pero preste atención a esto”, me dijo Ira cuando la puso para que yo la escuche. “Permítame poner más baja mi parte para que usted pueda oír lo que dice él.” La voz de David es finita y débil, pero muy claramente alegre. “Podría ser mi rol favorito”, dice. Quise escuchar ese momento una y otra vez, el sonido de David consciente de que había logrado algo que ni él mismo podía negar.
 Rakoff básico  
Canadá, 1964 - EE.UU, 2012 Escritor
Fue ensayista, periodista y actor. Colaboraba regulamente con ediciones como “WBEZ’s” y “This American Life”. Se calificaba a sí mismo como un “escritor neoyorquino” que también era un “escritor canadiense”, “escritor judío” y “escritor gay”. Nacido en Montreal, vivió casi toda su vida en la gran manzana. Sus ensayos mezclan el humor, la crítica y la autobiografía. Trabajó también en radio. Participó en volúmenes colectivos de no ficción como “Mi primera vez en Nueva York”, donde gente de todas las disciplinas recuerdan su llegada a la gran ciudad y “A member of the family”, donde escritores gays cuentan su entorno familiar. Publicó tres libros de su autoría, que tuvieron amplia repercusión.
(c) The New York Times. Traducción: Román García Azcárate