Después del terremoto quedan solo escombros, se destruyen las pruebas de que algo existió, tal vez un amor, un delito, una infancia austera. Y, sin embargo, el mundo sigue su ritmo
Todas las obras de Haruki Murakami, en inglés./elespectador.com |
Los
hombres solitarios siguen haciendo fogatas al lado del mar, los
congresos sobre la tiroides siguen programándose, la gente se sigue
muriendo. En ese mundo que queda, que ya no será el mismo, se concentró
Haruki Murakami para escribir un libro de cuentos llamado Después del
terremoto
Estas son cinco razones para leerlo:
1. No se
trata de una obra recién escrita. Este libro se publicó originalmente en
el año 2000, pero solo hasta hace un par de meses llegó a Colombia con
la Editorial Tusquets. Es cuando un escritor logra conquistar a un país
con sus obras más famosas que tenemos el placer de conocer sus relatos
más sencillos, los feos de la familia si se quiere. Eso me gusta, pues
conocemos otras facetas de Murakami: tal vez más fantasiosas, sin
adornos, directas, de finales en punta, de personajes bien construidos
en unas pocas páginas. También hay un poco del erotismo sutil de Tokio
Blues, pero aún más tímido.
2. Escribir seis historias cruzadas
por el mismo tema (el terremoto que en 1995 azotó a la ciudad japonesa
de Kobe) podría caer en lo predecible o repetitivo. La buena noticia es
que a este libro no le suceden esos males. El terremoto se asoma de
manera oportuna en cada relato y se va a tiempo, mantiene su discreción,
no se roba el protagonismo. Es muy cierto lo que dijo Murakami en una
entrevista con El País: "Mis libros triunfan en el caos".
3. En
medio de la sencillez del lenguaje, hay eventos o frases que tienen la
capacidad para dejarlo a uno noqueado. Se me ocurre, por ejemplo, estos
apartes de la primera historia sobre un comerciante es abandonado por su
esposa abruptamente después del sismo. Las aparentes razones quedan en
un pedazo de papel: "Dentro de ti no hay nada que pueda llenarme. Vivir
contigo es como vivir con una masa de aire". Más adelante alguien le
dirá: ¿Qué diablos es el contenido? Mi madre decía que ojalá los
salmones tuvieran solo piel. ¿No pasaría a ser la piel, en sí misma, el
contenido?".
4. La aparición de varias excentricidades que matizan
la solemnidad de los hechos: una rana gigante que habla, un oso que
hace tortas de miel… En ciertos momentos recuerda al director de cine
japonés Hayao Miyazaki (Los Viajes de Chihiro).
5. Por el mismo
Murakami, por supuesto. Un maestro en aproximarnos sus personajes, en
crear un fino hilo para conectarse con lo que nos preocupa, en retratar
la soledad, el deseo y el amor. El escritor Jesús Ruiz Mantilla dijo que
Murakami nos deja “la sensación sistemática de pérdida, de no encontrar
nuestro sitio en el mundo, la atracción y el miedo hacia la muerte...”.
Murakami también sabe plasmar sus otras pasiones en sus escritos: de
repente nos encontramos en ellos una canción de jazz o con un pasaje de
Nietzsche (en Después del terremoto aparece: “El grado más alto de
conocimiento se alcanza con la superación del miedo”).