La palabra "moral" cambiada erroneamente por "morral" , en uno de los textos, produjo una polisémica discusión, a partir de la lectura de "¡Qué viva
la música!" en tres distintas ediciones.
la música!" en tres distintas ediciones.
"Soy rubia. Rubísima. Soy tan rubia que me dicen: "Mona, no es sino que aletee ese pelo sobre mi cara y verá que me libra de esta sombra que me acosa". No era sombra sino muerte lo que le cruzaba la cara y me dio miedo perder mi brillo.
Alguien que pasara ahora y me viera el pelo no lo apreciaría bien. Hay que tener en cuenta que la noche, aunque no más empieza, viene con una niebla rara. Y además que le hablo de tiempos antes y que... bueno, la andadera y el maltrato le quitan el brillo hasta a mi pelo.
Pero me decían: "Pelada, voy a ser conciso: ¡es fantástico tu pelo!". Y uno raro, calvo, prematuro: "Lilian Gish tenía tu mismo pelo", y yo: "Quién será ésta", me preguntaba, "¿Una cantante famosa?". Recién me he venido a desayunar que era estrella del cine mudo. Todo este tiempo me la he venido imaginando con miles de collares, cantando, rubia total, a una audiencia enloquecida. Nadie sabe lo que son los huecos de la cultura.
Todos, menos yo, sabían de música. Porque yo andaba preocupadita en miles de otras cosas. Era una niña bien. No, qué niña bien, si siempre fue rebuzno y saboteo y salirle con peloteras a mi mamá. Pero leía mis libros, y recuerdo nítidamente las tres reuniones que hicimos para leer El Capital. Armando el Grillo (le decían Grillo por los ojos de sapo que paseaba, perplejo, sobre mis rodillas), Antonio Manríquez y yo. Tres mañanas fueron, las de las reuniones, y yo le juro que lo comprendí todo, íntegro, la cultura de mi tierra. Pero yo no quiero acostumbrarme a pensar en eso: la memoria es una cosa, otra es querer recordar con ganas semejante filo, semejante fidelidad.
Yo lo que quiero es empezar a contar desde el primer día que falté a las reuniones, que haciendo cuentas lo veo también como mi entrada al mundo de la música, de los escuchas y del bailoteo. Contaré con detalles: al estimado lector le aseguro que no lo canso, yo sé que lo cautivo."
Así, cautivante, fresca y juvenil es la prosa de Andrés Caicedo. Pero en la lectura que hicimos colectivamente en Bibliófilos, se suscitó una polémica, porque al llegar a la página 33 en el tercer párrafo, en la versión original de la edición de Colcultura, se lee:
"Vino, entonces, el encuentro, que más fue incidente. Me distrajeron los picos de las montañas, como espejos y "viene el sol", pensé, preparando mi moral y asegurándome "mi cara permanecerá fresca" y miré delante de mí, calculando las cuadras que faltaban para llegar a Oasis. Al término de la cuenta venían dos muchachos con botas de trabajo y libros hasta la coronilla, caminando cansados, patiabiertos y tímidos: Armando el Grillo y Antonio Manríquez."
En la primera edición de Colcultura , la que ilustra esta nota está tanto como en la posterior que sacó Plaza & Janes. Esa desteñida portada verde, el texto en papel bond blanco y letra normal figura el mismo párrafo como debe ser. Pero en la edición de editorial Norma, se llama Cara y Cruz, que ponen al revés de la portada comentarios sobre el autor, se lee:
"Vino, entonces, el encuentro, que más fue incidente. Me distrajeron los picos de las montañas, como espejos y "viene el sol", pensé, preparando mi morral y asegurándome "mi cara permanecerá fresca" y miré delante de mí, calculando las cuadras que faltaban para llegar a Oasis. Al término de la cuenta venían dos muchachos con botas de trabajo y libros hasta la coronilla, caminando cansados, patiabiertos y tímidos: Armando el Grillo y Antonio Manríquez."
Alguien que pasara ahora y me viera el pelo no lo apreciaría bien. Hay que tener en cuenta que la noche, aunque no más empieza, viene con una niebla rara. Y además que le hablo de tiempos antes y que... bueno, la andadera y el maltrato le quitan el brillo hasta a mi pelo.
Pero me decían: "Pelada, voy a ser conciso: ¡es fantástico tu pelo!". Y uno raro, calvo, prematuro: "Lilian Gish tenía tu mismo pelo", y yo: "Quién será ésta", me preguntaba, "¿Una cantante famosa?". Recién me he venido a desayunar que era estrella del cine mudo. Todo este tiempo me la he venido imaginando con miles de collares, cantando, rubia total, a una audiencia enloquecida. Nadie sabe lo que son los huecos de la cultura.
Todos, menos yo, sabían de música. Porque yo andaba preocupadita en miles de otras cosas. Era una niña bien. No, qué niña bien, si siempre fue rebuzno y saboteo y salirle con peloteras a mi mamá. Pero leía mis libros, y recuerdo nítidamente las tres reuniones que hicimos para leer El Capital. Armando el Grillo (le decían Grillo por los ojos de sapo que paseaba, perplejo, sobre mis rodillas), Antonio Manríquez y yo. Tres mañanas fueron, las de las reuniones, y yo le juro que lo comprendí todo, íntegro, la cultura de mi tierra. Pero yo no quiero acostumbrarme a pensar en eso: la memoria es una cosa, otra es querer recordar con ganas semejante filo, semejante fidelidad.
Yo lo que quiero es empezar a contar desde el primer día que falté a las reuniones, que haciendo cuentas lo veo también como mi entrada al mundo de la música, de los escuchas y del bailoteo. Contaré con detalles: al estimado lector le aseguro que no lo canso, yo sé que lo cautivo."
Así, cautivante, fresca y juvenil es la prosa de Andrés Caicedo. Pero en la lectura que hicimos colectivamente en Bibliófilos, se suscitó una polémica, porque al llegar a la página 33 en el tercer párrafo, en la versión original de la edición de Colcultura, se lee:
"Vino, entonces, el encuentro, que más fue incidente. Me distrajeron los picos de las montañas, como espejos y "viene el sol", pensé, preparando mi moral y asegurándome "mi cara permanecerá fresca" y miré delante de mí, calculando las cuadras que faltaban para llegar a Oasis. Al término de la cuenta venían dos muchachos con botas de trabajo y libros hasta la coronilla, caminando cansados, patiabiertos y tímidos: Armando el Grillo y Antonio Manríquez."
En la primera edición de Colcultura , la que ilustra esta nota está tanto como en la posterior que sacó Plaza & Janes. Esa desteñida portada verde, el texto en papel bond blanco y letra normal figura el mismo párrafo como debe ser. Pero en la edición de editorial Norma, se llama Cara y Cruz, que ponen al revés de la portada comentarios sobre el autor, se lee:
"Vino, entonces, el encuentro, que más fue incidente. Me distrajeron los picos de las montañas, como espejos y "viene el sol", pensé, preparando mi morral y asegurándome "mi cara permanecerá fresca" y miré delante de mí, calculando las cuadras que faltaban para llegar a Oasis. Al término de la cuenta venían dos muchachos con botas de trabajo y libros hasta la coronilla, caminando cansados, patiabiertos y tímidos: Armando el Grillo y Antonio Manríquez."
La palabra de marras: "moral" por "morral" nunca pasó inadvertida a los atentos lectores de Bibliófilos, donde discurrimos en una polisémica discusión. Lo que "crea" el descuidado cambio de una sencilla palabra, como es "moral" por otra tan parecida como "morral" para trastrocar todo el sentido de un párrafo, introduciendo en honduras de litigios de sentido y comprensión.... Al final, recayó en pestes y denuedos la descuidada edición de editorial Norma para las cuentas de nuevas ediciones y cuidadas transcripciones de los textos...
Estamos en las postrimerias de terminar la lectura de la novela "¡Qué viva la música!" del escritor colombiano, Andrés Caicedo.Fue de una precocidad literaria sorprendente. Son memorables sus cuentos "Maternidad" y el largo relato "El atravesado".
El escritor chileno Alberto Fuguet, a partir de las cartas que escribió el autor caleño a su madre, a sus amigos, a su novia Patricia, reconstruye la vida en una lúcida "autobiografia" que se llama " Mi cuerpo es una celda".
Su obra se encuentra en las bibliotecas de Biblored.
Caicedo Básico
El escritor chileno Alberto Fuguet, a partir de las cartas que escribió el autor caleño a su madre, a sus amigos, a su novia Patricia, reconstruye la vida en una lúcida "autobiografia" que se llama " Mi cuerpo es una celda".
Su obra se encuentra en las bibliotecas de Biblored.
Caicedo Básico
"Nació en Cali, Valle, en 1951 y, a pesar de su prematura muerte (1977), descolló en el campo literario colombiano. Escribió numerosos cuentos, recopilados en varios volúmenes: El atravesado (relato, 1975), Angelitos empantanados o historia para jovencitos (1977), y Berenice (1978). Su única novela ¡Qué viva la música! ha tenido gran difusión entre el público joven. Cuya trama trata, de una muchacha que se obsesiona por la música, vive para y por la música de la cual goza en la vida nocturna de Cali. La estrategia narrativa del autor es la de presentar las acciones a través de su narradora, dejando al lector la labor reflexiva e interpretativa. ¡Qué viva la música! capta las ambigüedades y las crisis culturales no sólo de Colombia sino de Latinoamérica con gran sutileza y con un impacto avasallador sobre el momento actual. Tal vez ignorándolo, Andrés Caicedo ha escrito una de las novelas de índole política más importante de la época."
Fuentes: Ediciones revisadas en lectura:"¡Qué viva la música!", Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, Colombia, 1977. "¡Qué viva la música!", editorial Plaza & Janes, Colombia,1985. editorial Norma, Colombia, 2008.