sábado, 5 de octubre de 2013

La historia del culo

"El culo data de la más remota antigüedad. Apareció cuando a los hombres se les ocurrió alzarse sobre sus patas traseras y sostenerse así. Fue un momento capital de nuestra evolución, ya que los músculos glúteos se desarrollaron entonces de un modo considerable", comienza el ensayo provocador de Jean-Luc Hennig

En las calles del mundo,los hombres siempre están relojiando culos femeninos./radiomacondo.fm
El escritor francés no pierde el tiempo para entrar en materia en un libro de más de 200 páginas que repasa el simbolismo histórico del trasero, empezando por su origen milenario. “De las 193 especies vivientes de primates, solamente la especie humana posee unas nalgas hemisféricas que son permanentemente salientes, aunque algunos hayan podido argüir que ese tipo de nalgas se encuentran también en las llamas de los Andes. Comparados con los humanos, los chimpancés se han descrito como ‘monos de culo plano’, lo que más bien es lo contrario de lo que consideramos un culo. Así pues, el nacimiento del culo coincide con la posición erguida y la marcha bípeda, lo que, según Yves Coppens, se remontaría a tres o cuatro millones de años”, explica en el primer capítulo.
“Recientemente, se ha postulado otra hipótesis: el australopiteco no sería más que un gran mono cuyo desarrollo se vio perturbado y frenado por la mutación de un gen. El agujero occipital que une el cerebro a la columna vertebral seguiría fijado a la base del cráneo. Los músculos habrían modelado entonces las formas óseas y la pelvis se habría redondeado”.
“Lucy, la Australopitecus más célebre que conocemos, descubierta en 1974 en el Afar etíope, vivió hace tres millones de años. Nos permite hacernos una idea general de quienes tuvieron el privilegio de ostentar los primeros culos del mundo. De todas formas, cabe precisar que Lucy solo tenía un culo ocasional: seguía trepando a los árboles para alimentarse, dormir y escapar de los depredadores y, naturalmente, para trepar metía el culo hacia adentro. Dado que, como es evidente, no se ha encontrado más que su esqueleto, nos cuesta hacernos una idea del estado de su culo, pero podemos aventurar que se parecía bastante a la nuez de coco”.
Todavía quedaban muchos años de evolución, según el pensador francés, para que se formaran las facciones que hoy conocemos como culo. “Entre el culo intermitente del Homo habilis y el culo definitivo del Homo erectus hubo que esperar todavía cosa de un millón de años”.
“Después de leer Breve historia del culo, nunca volverá a sentarse como antes”, comentó André Rollin de Le Canard Enchaîné tras leer el ensayo de Jean-Luc Hennig. Aquí, un pequeño resumen para que juzguen ustedes mismos.

¿Satán tenía culo?

Históricamente, los estudiosos de religión han debatido a fondo si Satán poseía unas nalgas humanas o no. “En el siglo XIII, por la misma época en la que ofrecía su trasero en tímpanos, sillerías y capiteles de iglesias, Caesarius of Heisterbach hacía decir a los demonios que no tenían culo cuando adoptaban forma humana, lo que es aún es más extraño si se tiene en cuenta que se ha encontrado la huella de su trasero en Moisdon-la Rivière, capital del cantón de Loire Atlantique”.
“Bastase con mostrar el culo a Satán para recordarle su carencia y obligarle a desviar la mirada. Una estratagema que utilizó con frecuencia Lutero, quien creía que el demonio le atormentaba. En 1532, escribe en sus Propos de table: ‘Anoche, el diablo, discutiendo conmigo, me acusaba de ser un ladrón, de haber despojado al papa (…)’”.
Ante tal desafío del diablo Lutero le hizo frente con un contundente: “Chúpame el culo”, le respondí, y se calló”.
“En el jardín de las delicias de Jerónimo Bosch, un espejo de acero recubre también el culo de un personaje monstruoso que repta bajo el trono de Santán, mientras que una mujer con los brazos colgantes y un sapo entre los senos desfallece ante su imagen confusa. Así es que no se puede dudar ni de la existencia del culo del diablo ni de la malignidad de los espejos”.

La cirugía

Hay quien busca recurrir a la cirugía para moldear las nalgas. “Algunas mujeres, preocupadas por su perfil, se hacen remodelar un culo que consideran voluminoso con la técnica de la liposucción, que consiste en eliminar la grasa profunda mediante aspiración y con la ayuda de cánulas finas como pajas. Las mujeres son, sobre todo, aunque no exclusivamente, las que recurren a la liposucción para modelar el trasero de sus sueños”.
Es uno de los procedimientos más complicados de la cirugía plástica. “Los culos que se ponen a disposición del bisturí no están a salvo de enojosos accidentes. La técnica de implantar silicona es de las más delicadas, y en algunas mujeres, al sentarse, se ve cómo, de repente, sus nalgas parten hacia sus muslos. Tienen, en lugar de culo, unas pistoleras bastante comprometedoras. Es lo que, en términos médicos, se llama una “migración de la silicona” o, más llanamente, un corrimiento de culo, lo que es cargante ya que el culo continúa tal cual, pero no donde se le esperaba”.
Durante la Tercera República francesa se puso de moda una especie de culo postizo que ensalzaba las caderas de las mujeres de la época que lo llevaban. “Afloró un culo increíble y bastante suntuoso que recordaba al culo prehistórico. Aunque fuese totalmente artificial, se llamó “miriñaque”, “globo” o, sin más “falso culo”.
Pero por mucho que uno recurra a la cirugía, Hennig es tajante sobre esta extremidad del cuerpo: “el culo no puede ser recuperado, como el corazón o los riñones, y vivir en otro cuerpo. Nuestro culo nos pertenece y no se le encontrará nunca en otro sitio. Es un aliado leal”.

El culo es solo del humano (y del mono)

En el capítulo de Grupa, Hennig se pregunta si los animales realmente tienen culo. “Nadie niega que no tengan ano pero ¿culo? Veamos lo que dice Buffon, en su Historia natural (1749-1789): ‘Las nalgas, que son las partes más inferiores del trono, sólo pertenecen a la especia humana; ninguno de los animales cuadrúpedos tiene nalgas, lo que se toma por tales con sus muslos’”.
“Para Littré, en su Dictionnaire de la langue française (1863-1872), el culo es propio del hombre y del mono (…). Y para Pierre Larousse, se puede aceptar perfectamente que un caballo o un buey tengan culo; por otra parte, añade, la belleza de un culo animal reside en su longitud, su desarrollo y la firmeza de los músculos. Dicho esto, podemos preguntarnos por qué los caballos tienen nalgas tan opulentas, a pesar de que, en su caso, la postura vertical no sea muy corriente”.
Aun así, el pensador francés dice que históricamente hay pensadores y científicos que asignaron estas características a un animal. “Quizá sea inútil buscar con tanta obstinación el culo en los animales cuando todo el mundo está de acuerdo, desde el siglo XI, en asignarlas una grupa, es decir, un trasero en forma de bocio, joroba o panza, lo cual no es especialmente favorecedor”.

Canibalismo

Cuando Issei Sagawa mató y despedazó a una estudiante holandesa en 1981, unos años más tarde en una entrevista confesó que el culo era la parte del cuerpo femenino que más le fascinaba.
“Empecé por la nalga derecha. Mordí en el sitio más carnoso. Pero no conseguía arrancar ni un trozo. Me dolía muchísimo la mandibula de tanto intentarlo, así que fui a buscar un chuchillo a la cocina. (…) Nunca hubiera imaginado que la piel humana pudiera ser tan dura. Entonces me hice con un cuchillo más largo, un cuchillo de carne, que conseguí clavar. Intenté cortar un trozo, y no había sangre en absoluto. Simplemente vi unas cosas amarillas, como espigas de maíz. Estaba verdaderamente asombrado, porque pensaba que cuando se corta un culo la carne aparece inmediatamente. Pero ¡qué va!, lo que aparece es grasa, grasa muy espesa. Cortaba y cortaba y no acababa de encontrar la carne. Finalmente, después de haber separado casi todo, encontré unas cosas rojas y me las comí. Como estaban muy ricas, comí bastante”.

"Con la danza, el culo está por fin contento de ser culo"

La danza ensalza el culo e introduce vida a las nalgas, en opinión del escritor francés. “Con la danza se acabó el culo tristón sin energía ni perspectivas en la vida. Porque la danza crea en el culo algo prodigioso: el meneo. El meneo es un movimiento brusco que estremece el culo, provocándoles sacudidas, trepidaciones e incluso choques sísmicos. El meneo es algo así como la tormenta del culo. En resumen, con la danza, el culo está por fin contento de ser culo”.
La Iglesia no tardó en darse cuenta de los poderes que poseían unas nalgas sometidas al baile. “En un concilio, reunido en París en 1212, consideró que era más pecaminoso bailar que trabajar la tierra un domingo, ya que el baile es ‘la cerilla que prende la lujuria’”.
Más recientemente, en la década de los 80 en Senegal se creó una danza en la que el culo es el protagonista. “Se llama el ventilador. Basta con agacharse, apoyarse en las dos rodillas dobladas, levantar un poco la cabeza, arquear la espalda y seguir el ritmo del tema, el pequeño tambor. Se mueven los riñones y el culo a sacudidas, como las rotaciones de un ventilador”.

El piercing

Perforar el culo, como se hace frecuentemente en la lengua, labios o la oreja, no es algo común. Pero siempre hay personas dispuestas a hacerlo para destacar sobre los demás.
“Bruno, uno de los tatuadores más célebres de París, cita también a una cliente que quería que le pusieran dos anillos de oro en la punta de los senos y, como tenía el clítoris bastante desarrollado, que se le fijase allí una cadenilla de oro, lastrada en su extremidad por una pieza de plomo en forma de aceituna. Para completar su equipamiento, decidió fijarse otros dos anillos en los labios de la vulva “y engarzar en el recto una espiral de oro unida a una cadena que saliera libremente por el ano y terminara en un mosquetón”.
El tatuaje, en cambio, sí fija sus agujas frecuentemente sobre el culo. Cuando la expedición del Capitán Cook llegó a Tahití encontraron un pueblo nativo repleto de tatuajes. “Hay tal variedad en los modelos representados que su número y su ubicación parecen depender enteramente de la fantasía de cada persona. Pero todos están de acuerdo en llevar el trasero enteramente negro”.
De hecho, el autor comenta que la palabra tatuaje proviene “del tahitaiano tatau, onomatopeya que indica la realización de incisiones en la piel a base de golpecitos repetidos”.
En la época de la esclavitud, marcar el culo con incisiones irreversibles era una práctica común. Como si de un animal se tratara, el calor del metal se utilizaba para imprimir signos sobre el trasero de los esclavos africanos que permitiera reconocerles en caso de fuga. “Se utilizaba una delgada lámina de plata -cuenta el padre Labar-. Se calienta. Se marca con sebo el lugar donde se quiere aplicar. Se pone encima un papel untado con grasa o aceite y se aplica ligeramente la lámina. La carne se hincha, las letras aparecen en relieve y no se borran nunca”.
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Azotar

El culo y el azote han tenido siempre “una intensa atracción mutua. Incluso podríamos hablar de flechazo. En efecto, ¿qué hay que sea más tierno, más pasivo, más ciegamente confiado, más consagrado a los golpes y a la oscura abnegación que el culo? En el fondo, la azotaina es al culo lo que la bofetada a la mejilla”, defiende Hennig.
“La proximidad entre las mejillas y el culo está lejos de ser fortuita; a menudo se confunden al admirarlos. A propósito de unos mofletes redondeados, se puede hablar de “mofletes como culitos” y, a la inversa, también se habla de un buen culo mofletudo o de un culo abofeteable”.
Históricamente, señala Hennig, azotar era algo que proporcionaba placer a quien lo administraba. Se usaba para humillar al más débil y para someter a la población. Durante el terror, “Théroigne de Méricourt fue azotada a conciencia, en 1793, en el patio de los Bernardos, en las Tullerías, por ‘arpías jacobinas’”.
En estos eventos de escarnio público había gente que acudía para “regodearse e incluso para hacer el obsceno inventario de todos los culos acumulados (…) Las Recolectas de la calle del Bac presentaron sesenta culos resecos y amarillentos; parecían calabazas podridas”.
La noción de que el que recibe un azote en el culo también podría disfrutarlo es un constructo moderno “que aparentemente data del siglo XVIII”, según Hennig.
Concretamente, el escritor atribuye este cambio de actitud a Rousseau, a quien debemos el “relato de la primera zurra placentera. Sucedió en 1723. Él tenía por entonces 11 años y vivía en Bossey, cerca de Ginebra, en casa del pastor Lammbercier, cuando un día la hija del pastor le pegó unos azotes. Curiosamente, tras el castigo, quiso aún más a quien lo había impuesto. ‘Había encontrado en el dolor -escribe (Confesiones, I)-, en la misma vergüenza, una especie de sensualidad que me había provocado más deseo que temor de probarlo de nuevo por la misma mano’”.
En ese mismo texto dice que la situación marcó al filósofo de por vida. “Estar de rodillas ante un ama imperiosa, obedecer sus ordenes, suplicarle su perdón, eran para mí exquisitos goces, y cuanto más me inflamaba la sangre mi viva imaginación, más adquiría el aspecto de un amante transido”.

El Sumo y el culo

“Es en el momento del combate cuando el culo es más imponente, cuando los dos adversarios están frente a frente, con sus enormes posaderas al aire y se observan un momento antes de que sus dos masas de carne se peleen”.
Las gigantescas nalgas de los luchadores de sumo son fruto de un entrenamiento extremo que concentra la mayor parte de su peso y fuerza “en el estómago y las caderas, donde reside toda su fuerza de empuje y resistencia al adversario”, destaca Hennig.
Para conseguir esta forma física y un peso entre 180 y 250 kilos, “duermen catorce horas diarias e ingurgitan durante meses una espesa sopa a base de pescado, pollo, buey y una docena de huevos todo ello mezclado con puré de habas y acompañado por una salsa azucarada de soja: el chanko nabe. Lo rematan con cajas de cerveza Sapporo y sake caliente. El culo sumotori es un culo artificial, engordado a la fuerza, como antaño se hacía con las ocas galas cuyo hígado degustaban los romanos, y su esperanza de vida es limitada. A los 50 o 55 años, se acabó. La tensión arterial, el colesterol y la diabetes los acechan”.
En Mauritania también hubo en el pasado personas dedicadas a hacer crecer el trasero de las mujeres pero con otro propósito. “Existieron durante mucho tiempo casas de engorde, con una corporación de cebadoras destinadas a volver obesas a las jóvenes destinadas al matrimonio: ‘para ser una mujer de calidad -decían- hace falta ser una mujer de cantidad’”.

La sodomía

“Fueron los libertinos del siglo XVIII, y Sade en especial, los que permitieron que, por primera vez en Francia, la sodomía saliera de siglos de clandestinidad y se convirtiera en un argumento filosófico. Porque la época idolatraba al culo y Sade no escapó, ni mucho menos, al fetichismo culero”, explica el pensador francés.
“En Sade no hay striptease. No hay más que el “¡Arremánguese!” brutal mediante el que el libertino ordena al culo que se ponga en posición de ser admirado. Con una sola excepción, la del joven Rose, conducido a casa de Saint -Fond: “Sácamele el calzón, Juliette, súbele la camisa hasta los riñones, dejando que el calzón caiga agradablemente; me gusta con locura esa manera de ofrecer un culo. El culo es inmediatamente entregado ‘aquí está mi culo, ¡cogedlo todos!, gritaba la puta’”.

El placer de mirar el culo

Una de las grandes ventajas del culo es que es fácil admirarlo sin ser visto por la persona que lo posee. “El placer de mirar el culo tiene lugar a escondidas de la mirada del otro, y procede precisamente de que podría verte. Es cierto que a veces el placer se acrecienta cuando el otro sabe que le ves, como ocurre en algunos juegos de espejos bastante complicados. El culo y la mirada siempre juegan al escondite”.
Por eso se pregunta Hennig si esa es su principal función: “atraer la mirada voyeur, cuya máxima preocupación es siempre la de sisar, atrapar al vuelo, arramblar mediante la indiscreción”.
“Al contrario que el seno, la vagina o la verga, el culo es mucho más accesible, se ofrece con toda ingenuidad, muchas veces para esconder el resto, sin prejuicios, ni complicaciones. Un culo no es gran cosa. Y el ojo mirón puede hoy birlar culos más o menos como quiera, pulular de culo en culo, inconstante y frívolo”.