Apple y Amazon no permiten legar las
canciones y libros adquiridos por sus clientes. El debate sobre la
transmisión de bienes culturales enfrenta a compañías y usuarios
Un usuario, en entorno musical enteramente Apple:iPhone,iTunes y un computador Mac.foto: Cordon Press. fuente:elpais.com |
Toda una vida escudriñando en cubetas de tiendas de vinilos de
segunda mano y clasificándolos obsesivamente en la estantería de casa
acaban creando un patrimonio considerable. Hoy es un poco distinto. El
obseso coleccionista, también el melómano corriente, compra rarezas,
novedades y recopilaciones en tiendas digitales percutiendo el dedo
índice sobre el ratón. El almacenamiento de música solo termina cuando
al enfermo (reconozcámoslo, el coleccionista es carne de psicoanálisis)
le sobreviene la muerte. Pero en ese interminable proceso de acopio
siempre subyació un secreto anhelo de trascendencia: legar aquel tesoro a
un heredero o, por qué no, a una fundación con el nombre de uno. El
interesado debe saber que si la compra se ha hecho a través de la tienda
de Apple, su obra magna se irá al otro barrio con él. Y lo
mismo le sucederá a su biblioteca adquirida en Amazon. Usted ya no es
propietario de un bien, simplemente el mero usuario de un servicio.
Toda esta regulación, reseñada en la letra pequeña de las condiciones
legales que uno acepta al comprar en el opaco mundo de las tiendas
digitales, ha vuelto a generar un debate cuando el Sunday Times publicó la noticia de que el actor Bruce Willis pensaba demandar a la empresa de la manzana por el asunto. Supuestamente, el protagonista de la Jungla de cristal
llevaba gastada una fortuna en música comprada en iTunes y quería que
sus tres hijas pudieran heredarla cuando él faltase. La noticia fue
parcialmente desmentida por la mujer del actor en Twitter, pero para
entonces el debate sobre las condiciones de las transmisiones de
herencias culturales ya estaba servido.
Uno ya no compra cosas, solo el derecho a usarlas. Algo muy
estadounidense, pero de difícil asimilación en países como España. la
filosofía empresarial, más allá de una protección contra la piratería al
borde de la ley, no está clara. Porque Apple no da explicaciones. Ni de
esto, ni de la mayoría de asuntos sobre los que se le inquiera que no
tengan que ver con sus lanzamientos comerciales. "No tenemos una persona
especialista que pueda hacer estos comentarios. No hacemos comentarios
sobre este tipo de cosas. Yo preferiría que no. No tengo un comentario”.
Paco Lara, responsable de comunicación de Apple, responde así a la pregunta sobre por qué la empresa de la que es portavoz actúa de este modo.
Amazon solo remite, a través su agencia de comunicación, un párrafo
con las condiciones legales para usuarios: “Salvo que se indique
específicamente lo contrario, no podrá vender, alquilar, distribuir,
emitir, otorgar sublicencias, ni de algún otro modo, asignar ningún
derecho sobre el Contenido Digital o parte del mismo a terceros [...]”.
Sobre por qué se aplican esas condiciones, ni palabra. Qué sucedería con
nuestra biblioteca si los servidores o las propias empresas que prestan
este servicio se fueran al traste, tampoco lo sabemos.
La música o libros que compramos pertenecen a la cuenta del usuario
mientras esté dada de alta. A veces pueden descargarse en otros
dispositivos, pero siempre deben ir asociados a esa identidad. Amazon
permite prestar los títulos adquiridos para Kindle, pero durante el
periodo de tiempo que los tiene otra persona, desaparecen del
dispositivo de su dueño (arrendatario). A cuya biblioteca, por cierto,
dicha empresa tiene un inquietante acceso.
En junio de 2009, la compañía vendió por error dos ediciones de 1984 y Rebelión en la Granja de George Orwell publicados por una editorial que no tenía sus derechos en EE UU. Amazon entró en los dispositivos de sus clientes, borró los libros
que no debía haber vendido y les devolvió el dinero. Rápido y aséptico
como un asalto nocturno. Como si la editorial entrase en casa mientras
dormimos, revolviese en nuestra biblioteca y dejase un cheque sobre la
mesa, como dijo The New York Times. A fin de cuentas, todo un
atentado contra la propiedad privada como se entendía en aquel mundo de
los objetos al que pertenecimos. Amazon se disculpó.
“Es un desastre que otros no puedan disfrutar la biblioteca que has
creado durante años. No quedará más remedio que dejar tu clave a los
herederos. Pero es una barbaridad que creo que se mejorará en algún
tiempo. A veces no damos la importancia que realmente tienen a estas
cosas”, opina Fernando García, periodista especialista en ebooks y autor del blog Sin tinta.
“El modo de distribución digital es distinto”, explica Paloma Llaneza,
abogada experta en propiedad intelectual. “Son empresas con una
jurisdicción diferente a la nuestra y las condiciones que firmamos están
sujetas a un derecho extranjero. Internet es hoy un entorno de
relaciones contractuales. El problema es que la posición negociadora de
las partes no es la misma. Son conglomerados que imponen unas
condiciones de prestación de servicio que decides si aceptas o no. Esto
es un negocio basado en el concepto de modelo cerrado, es decir, solo
podemos usarlos en sus dispositivos. Tu biblioteca está en sus
servidores. Eso te hace dependiente del dispositivo y de la empresa y
evitan problemas de derecho de autor. Algunos derechos de uso tienen
contenido patrimonial y se pueden heredar. Pero la ley de propiedad
intelectual no deja hacerlo en otros como las licencias de software”, añade Llaneza.
Al final, el tema desemboca en el recurrente debate sobre qué sucede con nuestras cuentas (correos, redes sociales, e-tiendas…)
y toda la información que albergan cuando morimos. En la mayoría de
casos (Facebook, correos…), y basado en el secreto de las
telecomunicaciones, los familiares pueden darlas de baja sin tener
acceso al contenido. Sucedió durante la Guerra de Irak, cuando muchos
quisieron entrar en el correo de algún pariente fallecido en el
conflicto y las empresas se lo denegaron. A lo sumo, empresas como
Facebook permiten construir una suerte de macabro memorial del
fallecido, pero lógicamente cancela todas las notificaciones (como el
recordatorio del cumpleaños o invitaciones a fiestas) que le llegarían
si viviera.
Las cuentas, al fin y al cabo, son de uso estrictamente privado e
intransferible. Y todo lo que llevan asociado, también. La restricción
ahorra problemas de piratería y multiplica los ingresos. Esa es la
cuestión. Por eso si Apple descubre que el usuario de una cuenta (quien
escucha las canciones, por ejemplo) no es la real o está compartiendo
las canciones, puede liquidar el servicio.
Los bienes inmateriales, ya lo sabíamos, no se poseen, solo se disfrutan hasta el último aliento. Pero ni un día más allá.
Polémicas en torno a las tiendas digitales
-Amazon se cuela en la biblioteca de sus clientes. En junio de 2009,
la empresa retiró de la biblioteca de sus clientes dos títulos de George
Orwell que había vendido por error. Recibió una oleada de críticas y
tuvo que disculparse.
-Los Beatles entran en iTunes. La obra de los cuatro de Liverpool llegó después de años de discusiones y negativas a la tienda digital de Apple. En noviembre de 2010, los dos iconos de la modernidad de los últimos años terminaron unidos, pese a que los herederos de los derechos y los supervivientes se negaban hasta la fecha al cambio de formato.
-Pink Floyd no se deja trocear. En 2011, el grupo ganó la batalla legal que mantenía con EMI por permitir que iTunes vendiera sus álbumes por canciones sueltas. Protegían su integridad artística, pero terminaron llegando a un acuerdo a cambio de perderla.
-Apple, a juicio por inflar los precios de los libros electrónicos. La compañía de la manzana y otras editoriales irán a juicio en 2013 acusadas de conspirar para inflar los precios de los libros electrónicos Según la magistrada, el acuerdo es “ilegal en sí mismo porque estaba constituido, en el fondo, para lograr un control horizontal del precio”.
-Los Beatles entran en iTunes. La obra de los cuatro de Liverpool llegó después de años de discusiones y negativas a la tienda digital de Apple. En noviembre de 2010, los dos iconos de la modernidad de los últimos años terminaron unidos, pese a que los herederos de los derechos y los supervivientes se negaban hasta la fecha al cambio de formato.
-Pink Floyd no se deja trocear. En 2011, el grupo ganó la batalla legal que mantenía con EMI por permitir que iTunes vendiera sus álbumes por canciones sueltas. Protegían su integridad artística, pero terminaron llegando a un acuerdo a cambio de perderla.
-Apple, a juicio por inflar los precios de los libros electrónicos. La compañía de la manzana y otras editoriales irán a juicio en 2013 acusadas de conspirar para inflar los precios de los libros electrónicos Según la magistrada, el acuerdo es “ilegal en sí mismo porque estaba constituido, en el fondo, para lograr un control horizontal del precio”.