Son publicadas por familiares de un misionero español que predicó en la ciudad boliviana de Sucre
Hutten, que murió en 2012, "nos dijo que había enviado cuatro o cinco carretes a la AFP en París" del cadáver del Che, relata Sylvain Estibal, responsable de fotografía de AFP para Europa y África. |
"Mi tía y mi madre me cuentan que se las dio un periodista francés", relata Arteaga, ahora depositario de los ocho clichés en blanco y negro, que su tío, al que estaba muy unido, trajo de Bolivia. |
El Che fue capturado el 8 de octubre de 1967 y ejecutado al día siguiente antes de ser sepultado a escondidas por los militares bolivianos la madrugada del 11 junto a otros seis guerrilleros. |
También hay una foto de una compañera del Che en Bolivia, Tamara Bunke, alias Tania, y otra que supuestamente muestra su cádaver en una camilla, con una camiseta y la cara manchadas. |
"Si le pidió (al misionero) que trajera las fotos sería porque era el único europeo que en ese momento se iba" de Bolivia, por si él mismo tenía algún problema para sacarlas, considera Arteaga. |
Che, la sospecha confirmada
Documentos. Una biografía ratifica el papel protagónico de la CIA en la muerte de Guevara
Exhibición. Luego de matarlo, lo llevaron a Valle Grande y lo mostraron en una conferencia de prensa. |
El ‘Che’ tiene entre 25 y 30 años. Es un hombre de
aproximadamente 1,80 metros de alto y alrededor de 75 kilos. Es más bien
bajo, fornido y fuerte, que magro y fibroso. Tiene cabello castaño y
lleva barba y bigote (…) El otro rasgo físico notable del ‘Che’ es su
suciedad. Odia bañarse y nunca lo hace. Es mugriento, incluso para los
estándares bastante bajos de pulcritud que rigen en las fuerzas de
Castro en Sierra Maestra (...) El ‘Che’ es bastante intelectual para ser
un ‘latino’”, se lee en uno de los documentos de la CIA, recopilado por
los abogados estadounidenses Michael Ratner y Michael Smith en su
último libro Quién mato al Che, cómo logró la CIA desvincularse del asesinato
, editado recientemente (Planeta y Paidós). Michael Smith vino a Buenos
Aires a presentar el libro y entonces contó en esta entrevista cómo
nació la idea de esta publicación cuando llegaron a sus manos documentos
de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos en los que se
demuestra que fue la CIA la que dio la orden de asesinar al Che en
Bolivia.
–¿Cuáles fueron las principales motivaciones para escribir este libro?
–Cuando
recibimos los documentos y los leímos, así como la bibliografía y las
biografías sobre el Che, nos dimos cuenta de que aunque sospechábamos,
como la gente de la Argentina y Cuba, que la CIA lo había asesinado,
hasta que escribimos el libro no se podía demostrar. Estos documentos
prueban que el gobierno de Estados Unidos, especialmente la CIA, junto
al Estado cliente de la dictadura militar de Bolivia, asesinaron al Che.
Veintiún hombres de los 23 líderes del Ejército boliviano fueron
entrenados en la Escuela de las Américas en Panamá. La Revolución Cubana
devolvió la propiedad de la tierra al pueblo y fue el Che Guevara quien
escribió la primera reforma agraria. Antes de la Revolución, un típico
campesino vivía en una choza, trabajaba sólo por temporada, era
analfabeto y siempre estaba enfermo. En represalia, el gobierno de
Estados Unidos comenzó con el bloqueo y aquellos países que no
estuvieron de acuerdo con el aislamiento a Cuba pagaron un precio muy
alto: cinco gobiernos democráticos fueron derrocados, primero en
Bolivia, después en Brasil, luego en Uruguay, en Chile y en la Argentina
y las dictaduras que les siguieron fueron respaldadas por Estados
Unidos.
–¿Cómo consiguieron los documentos?
–Los
conseguimos porque Michael Ratner los solicitó en 1990 en virtud de la
Ley de Libertad de Información, cuya premisa era que los documentos
producidos por un gobierno democrático les pertenecían al pueblo. Al
tiempo le llegó a Michael una caja enorme de documentos del FBI, de la
CIA, del Departamento de Defensa y de la Casa Blanca. Publicamos este
libro en inglés hace 3 años. Y ahora se tradujo al castellano.
–El
prólogo del libro es de Ricardo Alarcón, que hasta el año pasado fue el
presidente del Parlamento Cubano, ¿llegó el libro a manos de Fidel o
Raúl Castro?
–Estoy seguro de eso. Debby (mi mujer)
y yo conocemos a Ricardo, nos encontramos con él el año pasado cuando
todavía era el presidente del parlamento. Entonces el gobierno cubano
tradujo este libro y ahora está haciendo una edición económica para el
pueblo.
–Ustedes dicen en el libro que desde que fue creada la
CIA en 1947 actúa como una organización paramilitar y que el gobierno de
Estados Unidos estuvo involucrado en otros asesinatos de líderes
políticos en los 50 y 60. ¿Cómo lo demostraron?
–Cuando la CIA
fue creada, su tarea era la de proporcionar servicios de inteligencia
al presidente. Un año después, en 1948, su misión cambió totalmente
cuando se le permitió realizar muchas operaciones ilegales, que tenían
que ser realizadas en secreto porque justamente estaban fuera de la ley.
Debían hacerlo de una manera en que la CIA pudiera luego negarlas, y lo
hicieron a partir de la negación plausible que es un concepto
orwelliano para mentir. En 1975, el senador Frank Church le preguntó a
Richard Helms, que era el líder de la CIA en ese momento, si alguna vez
le habían informado al presidente sobre lo que habían hecho y Helms le
dijo: ‘No, no queremos ponerlo en ninguna situación embarazosa’.
Entonces tenían cierta autonomía para actuar. En cuanto a los
asesinatos, nos basamos en el libro de William Bloom Matar la esperanza , en el que se relata que desde 1948 hasta 1967, cuando asesinaron al Che, la CIA mató o intentó matar a líderes de 19 países.
–En
los documentos que ustedes reproducen hay una extensa descripción del
Che que demuestra la mirada que la CIA tenía sobre él...
–Cuando
el Che estuvo en Sierra Maestra, un infiltrado de la CIA estuvo con él
en el campamento por una semana y luego escribió un reporte que está
entre los documentos: dijo que el Che apestaba, que fumaba grandes
cigarros, que todas las noches les leía a sus hombres y que parecía
demasiado inteligente para ser latino.
–¿En qué medida fueron útiles las biografías ya escritas sobre el Che?
–La
biografía que ha sido de mayor ayuda para nosotros fue un libro escrito
por un ex diplomático estadounidense llamado Foz Buterfly Ryan que fue
profesor en la Universidad de Georgetown en Washington y que tenía
muchas conexiones con muchos miembros del Senado y del Congreso y que
pudo recibir muchísimos documentos que luego nosotros utilizamos. Su
conclusión fue que Estados Unidos quería al Che muerto y que se
regocijaron con este asesinato, pero se mantuvieron al margen como
Poncio Pilato. Creo que su libro fue excelente y lo agradecemos, pero
creemos que no entiende de manera completa el proyecto del imperialismo
estadounidense, la venalidad de la CIA. Otras biografías como las de
Taibo, Castañeda y Jon Lee Anderson fueron de gran ayuda.
–Ustedes
dicen también que el interés de Estados Unidos era que no se propagara
la revolución en América Latina, por eso la muerte del Che Guevara era
uno de los “intereses de Seguridad Nacional” clave para los Estados
Unidos.
–Históricamente la CIA ha estado cercana a los
intereses estadounidenses, especialmente sobre el petróleo. En los
documentos se lee cómo Walt William Rostow, uno de los asesores más
cercanos al presidente Lyndon Johnson, le escribió una carta y le dijo:
‘Las tropas que entrenamos fueron quienes capturaron al Che Guevara’.
Luego de que mataron al Che, lo llevaron a Valle Grande y pusieron su
cuerpo en el piso, en el sótano de un hospital y lo exhibieron para una
conferencia de prensa, lo llevaron atado al ala de un helicóptero. Luego
le cortaron las manos y las llevaron a Virginia, a la sede central de
la CIA, para analizar sus huellas dactilares y se las comparó con las
que tenía la Agencia de Inteligencia, que habían sido proporcionadas por
el gobierno argentino. Rostow –con papel membretado de la Casa Blanca–
le escribió otra carta al presidente Johnson en la que le decía que no
había ninguna duda de que el Che Guevara estaba muerto. Félix Rodríguez,
otro agente de la CIA, fue quien localizó al Che en Bolivia y quien
trasmitió la orden de matarlo. Sin embargo, dijo ‘no pude hacer nada, no
lo pude impedir’, lo cual es ridículo porque él era el oficial con
mayor rango, el gobierno boliviano era un cliente del gobierno
estadounidense. Esta historia de que Estados Unidos no pudo hacer nada
para evitar el asesinato fue justamente el pretexto que movilizó la
publicación de este libro, porque era ampliamente aceptada en algunos
círculos, incluso en espacios de izquierda.