Pierre-Jean Benghozi es un experto francés en el análisis de cómo la era digital ha alterado el mercado del libro. En esta entrevista habla sobre el papel de las bibliotecas en este nuevo entorno
Pierre-Jean Benghozi, director del Congreso Internacional de Gestión Cultural y de las Artes. / Biblioteca Nacional./elespectador.com |
La promesa del libro digital es su ubicuidad, su facilidad de distribución: libros para todos, quizá.
Pero
toda esperanza con semejante nivel de grandilocuencia debe ser revisada
de cerca, someterse a un amplio examen de escepticismo, de ensayo y
error. En ese cruce de caminos, entre el experimento y las respuestas,
el libro digital ha ido creciendo de a poco, a veces, y muy rápido en
otros momentos. Y con la multiplicación de un nuevo formato han llegado
las preguntas y los problemas en temas como el derecho de autor y la
remuneración para editoriales y autores en préstamos de libros
digitales.
Uno de los temas que gozan de menos popularidad en este
debate es el papel de las bibliotecas en la era digital, un asunto que
no es menor cuando se está hablando de bienes culturales, de vehículos
para las ideas. Al no ser aplicaciones comunes y corrientes —juegos, por
ejemplo—, los libros digitales deben contar con una especie de
curaduría que excede los requisitos y alcances tecnológicos del producto
mismo: precisan de un editor que no será Apple o Google o Samsung.
¿Quién, entonces?
¿Hay espacio para que las bibliotecas
sigan existiendo en un entorno digital en el que los usuarios pueden
acceder más fácil al contenido?
Es una de las preguntas
más importantes. Yo, personalmente, tengo una perspectiva muy pesimista.
La cosa es que la transformación en los modos de diseminación del libro
y las funciones de búsqueda son temas que se realizan más fácilmente en
línea hoy en día. El futuro, entonces, depende de cómo estas
instituciones redefinan su rol.
¿Cuál debería ser el papel de las bibliotecas en la distribución de obras digitales?
En
la era digital, las bibliotecas son uno de los jugadores cuya posición
está efectivamente más amenazada. Con internet, estas instituciones
pierden su contribución específica: la provisión de un gran abanico de
títulos, la posibilidad de consulta gratuita, consejería para la
lectura... Cada una de estas funciones está llamada a ser revisada y
repensada en función de asuntos como los multimedia, la animación, las
comunidades locales, el intercambio con lectores, el apoyo personalizado
al público.
Francia ha sostenido un pleito largo con Amazon. ¿Cuál es su opinión de esta pelea?
La
pelea contra Amazon en Francia está centrada principalmente en defender
el precio de los libros, que requiere que todos los vendedores los
ofrezcan por la misma cantidad que establece la editorial. Este esquema,
puesto en marcha en 1981, ha permitido salvar la red de librerías en
las últimas décadas. Pero con el auge de internet se da la necesidad de
prevenir descuentos significativos que alteren este panorama. El
resultado de las acciones contra Amazon ha sido principalmente
simbólico, pues la tienda aún ofrece costos de envío muy bajos,
estrategia que desacomoda la posición de las librerías.
Multinacionales como Amazon han amenazado la supervivencia de las librerías. ¿Son una amenaza también para las bibliotecas?
Amazon
es una librería y, por tanto, amenaza principalmente a las librerías.
Pero siento que Google también representa un peligro para éstas con su
estrategia de digitalización de libros, que luego sube gratuitamente a
la red.
¿Además de resguardar la memoria, cree que las
bibliotecas públicas puedan convertirse en una especie de sellos
editoriales en la era digital?
Con seguridad va a haber
grandes perspectivas de acercarse a esto a través de la publicación por
demanda. Pero no estoy seguro de que este sea un camino para entrar a
competir, por ejemplo, con las editoriales o las librerías.
Algunos
estudios parecen señalar deficiencias en el proceso de aprendizaje en
lo que tiene que ver con el uso de libros digitales. ¿Qué piensa de
esto?
No creo que sea un asunto relacionado con el libro
digital, sino con el ecosistema entero del aprendizaje en línea. Es
cierto que los modos de almacenamiento e investigación han cambiado por
completo, pero la red y la tecnología en general ofrecen formas de
aproximarse a la información que ya existían en la era de los libros
impresos y que no presentan un cambio radical en los comportamientos de
las personas en estos ambientes. En últimas, estas nuevas prácticas son
diferentes, pero no necesariamente peores que las anteriores sólo porque
estén basadas en diferentes formas de acceder al conocimiento, al
texto, de investigar autores...
¿Hay una especie de
fórmula dorada para la distribución del libro digital, una que no mate a
las librerías e incluya las bibliotecas, las editoriales y los autores?
Las
editoriales y los autores están intentando cambiar sin cambiar nada:
adaptarse a la red sin tener que alterar el balance y la organización de
la cadena de valor y las reglas de distribución económica. Esto, por
supuesto, es una ilusión. El caso de la música, que va 10 años delante
de nosotros en esto, muestra que la emergencia de nuevas fuentes de
ingreso puede lograrse mediante la profunda modificación de los
principios fundamentales del negocio.
¿Qué piensa de las licencias ‘copyleft’ para material digital? ¿Cree que es adecuado repensar los modelos de derecho de autor?
Absolutamente.
Creo que es imperativo repensar el sistema de derechos de autor, que
fue diseñado hace siglos para la distribución de libros impresos y que
no es para nada adecuado para la era de la distribución masiva en línea o
las modalidades de mezcla y creación de nuevo contenido, por ejemplo.
Creative Commons, el movimiento copyleft, son, desde este punto de
vista, iniciativas de gran importancia e interés.
El
préstamo de libros digitales puede resultar incómodo para las
editoriales, en términos de negocio. ¿Qué oportunidades hay de balancear
esas prevenciones?
El préstamo de libros es un asunto
que pertenece específicamente a las bibliotecas. Ahora sucede a través
de libros digitales, pero en mi opinión no cambia nada del corazón del
negocio de las otras partes. Esto impacta a las editoriales y los
autores porque el modelo de compensación hacia ellos no ha sido revisado
y porque, en la visión de éstos, el préstamo digital facilitaría la
copia privada del material. La cosa es que este escenario ya está
presente, pues la piratería en el mundo del libro es muy fuerte.