Hace tiempo que tengo el original en mi atestada mesa de noche, allí donde no hay espacio para novedades, sólo para libros a los que volver una y otra vez, en el silencio nocturno
La Antología noir estadounidense. |
Durante años, James Ellroy
(Los Ángeles, 1948) fue el dios primordial de mi panteón negro. Su
calidad, oscuridad y radical novedad le hacían irresistible. Su mirada a
la historia de EE UU en los años 40, 50 y 60 del siglo XX le convertían
en indispensable. Creo que ha decaído algo en los últimos años, que ya
no es el de la trilogía del sargento LLoyd o el Cuarteto de Los Ángeles,
pero lo que no se le puede negar es un enorme conocimiento de un género
que ama. El editor Otto Penzler (Nueva York, 1942) es, simplemente, el amo de la ficción criminal, su mayor sabio, su gran divulgador.
Juntar a los dos para que recopilen e introduzcan los
mejores cuentos del género en el siglo XX supone un lujo para el lector.
El resultado fue The Best American Noir of the Century, una joya que ahora edita Navona en español bajo el título American Noir
con una excelente edición en tapa dura y con la traducción de Enrique
de Hériz. Mejor imposible. Una apuesta a la altura de los autores
incluidos (David Goodies, Jim Thompson, el propio Ellroy, Joyce Carol
Oates, Dennis Lehane, Elmore Leonard...).
Hace tiempo que tengo el original en mi atestada mesa de
noche, allí donde no hay espacio para novedades, sólo para libros a los
que volver una y otra vez, en el silencio nocturno. Pero no por ello ha
dejado de emocionarme como a un niño la aparición en español de esta
joya, con algunos autores menos, pero igualmente genial.
Un libro que se inicia con la oda a los Súbditos de la
República Secreta de la Perversión que Ellroy perpetra con su descaro y
violencia habituales en la introducción para pasar sin anestesia a un
cuento descarnado sobre dos paletos lamentables escrito por James M. Cain tiene
que tener algo. Cada historia, precedida por una breve y sólida
introducción al autor en cuestión, es un viaje a un rincón del género,
una auténtica montaña rusa en la que el lector va de la prosa maligna y
pausada de Patricia Highsmith en su Lenta, lentamente al viento (1979) al golpe brutal de James Ellroy en Desde que no te tengo (1988); de la tristeza infinita de David Goodis en Un profesional (1953, mi historia preferida de este volumen) al misterio elegante, rural y con denuncia social de Joyce Carol Oates en Infiel (1997).
American Noir tiene verdaderos tesoros. Por
ejemplo, el relato de Highsmith fue siempre su preferido, con razón; el
de Goodis está escrito antes de que empezase a repetirse para siempre;
el de Ellroy puebla la mente del lector de sus habituales prostitutas
con apariencia de actriz, expolicías corruptos con el mafioso Mickey
Cohen y el loco de Howard Hudges como invitados de lujo en un viaje
alucinante que cambia por completo el ritmo del libro.
Más aspectos a reseñar: Dennis Lehane
sale de su Boston natal y escenario de gran parte de su obra para
retratar en un puñado de páginas un drama sureño de primera magnitud,
negro porque la vida es negra, poblado de seres perdidos y maltratados. Quedarse sin perros es una rareza en la obra del padre de Kenzie y Gennaro que merce ser visitada.
Enrique de Hériz, que vuelca en esta traducción, como en
tantas otras, toda su sabiduría sobre el asunto dice que todos los
cuentos “son buenos, algunos muy buenos”. No seré yo quien le
contradiga.
La obra tiene el sello inconfundible de Otto Penzler, fundador de Mysterious Press,
librero, editor, experto y amante del género negro por encima de
cualquier otra cosa. Su editorial y la librería en Nueva York son una
maravilla que recomiendo. Su visión pesimista en el prólogo de la obra
no deja de tener cierta gracia: “Si encuentra algo de luminosidad o de
comicidad en estas páginas, insistiré en recomendarle que acuda a la
consulta de algún especialista en trastornos mentales”, asegura. No hay
luminosidad más allá de la que cada uno consiga aportar a su vida con
una buena lectura, y esta lo es. Pero sí hay comicidad en algunas
situaciones muy negras.
Pero si hay alguien que deja claro de qué va esto es, de nuevo, Ellroy, ahora al final de la introducción:
“Lo negro no va a morir. Nos brinda una diversión demasiado demencial para no florecer en las mentes de los escritores modernos que desearían viajar en el tiempo para llegar a 1948 y vivir el malestar general y la psicosis de la posguerra. Los hoy jóvenes e ineptos ingresarán en la República Secreta de la Perversión, la reinventarán, la estrujarán hasta dejarla seca y la volverán a reiventar de nuevo. Los relatos de este volumen son una gozada. Ponga a trabajar su malsana curiosidad y léalos todos. Encontrará repulsión y atracción. Soportará el abandono moral. La condena es diversión. Usted es un pervertido por leer esta introducción. Lea el libro entero y terminará muriendo en una camilla, con una aguja clavada en el brazo”.
Pues eso. Lean, vivan y disfruten. Nunca mejor dicho: Vive le noir!