Se encargó de revitalizar toda la obra del gran autor con su amiga Carmen Balcells
Aurora Bernárdez y Julio Cortázar, un pareja cómplice en la literatura y sus vidas./elpais.com |
Aurora Bernárdez, viuda de Julio Cortázar,
traductora literaria de Camus, Sartre, Durrell... , murió esta mañana a
los 94 años en un hospital de París. Había sufrido una caída el pasado
viernes, al salir de una vista médica, como consecuencia de un accidente
cerebrovascular. Estuvo casada con Cortázar desde los años 50, fue
relevante en la escritura de sus primeros libros más importantes,
incluyendo Rayuela; aparece en otros, como compañera fiel, como
una memoria inteligente e infatigable. Tras su separación, en los años
setenta, él vivió con otras compañeras, la agente Ugné Kurvelis y la
fotógrafa y escritora Carol Dunlop; a la muerte de esta, en 1983,
Cortázar enfermó gravemente. Fue Aurora Bernández quien lo cuidó hasta
el final. Después del fallecimiento del autor de Todos los fuegos el fuego,
fue Aurora Bernárdez, con su amiga Carmen Balcells, la que se encargó
de revitalizar la obra del gran cronopio, que sigue siendo leído en todo
el mundo de habla española como si nunca hubiera desaparecido. Esta y
sus admirables traducciones (de William Faulkner, por ejemplo) son sus
mejores obras, así como su capacidad para recordar y para contar con
todo detalle lo que vivió junto a Cortázar y junto a otros grandes
escritores del siglo XX.
Aurora Bernárdez fue la inteligente alegría, la fuerza de una memoria prodigiosa; ella hizo publicar las cartas de Cortázar, memorable empeño editorial, que ahora es un tesoro, sobre la vida del autor de Rayuela;
de ella fue también la mano que siguió hasta el último instante la
revitalización necesaria de la obra de este escritor capital en la
vocación literaria iberoamericana de nuestros días.
Todo lo que pasó con Julio Cortázar como autor, tras la muerte triste
en 1984, tiene que ver con esta mujer menuda y sonriente, que dejaba de
sonreír cuando a su alrededor se decían majaderías o inexactitudes.
Persiguió con sensatez la verdad sobre Julio, en contra de quienes
alimentaron, con buena intención a veces, falsedades que ella consideró
poco afortunadas. Quería que la gente supiera de veras quién fue Julio,
desde que lo conoció en los años 50 del siglo pasado hasta que se
separaron, sorpresivamente, y hasta que luego, en los últimos tiempos
del autor de Rayuela, regresó a su lado para cuidarle después de que él perdiera a su ultima mujer, Carol Dunlop, y de que además perdiera la salud.
En todo ese tránsito a ella no se le escuchó ninguna palabra más alta
que otra sobre su convivencia con Julio, y de manera milagrosa recordó
no sólo los periodos que se mantuvo a su lado sino que tenía viva
constancia de cosas que le ocurrieron a Cortázar cuando ya no estaban
juntos. Con una constancia que se debe al amor, nunca interrumpido, ella
retomó (con Carmen Balcells), en los años 90, la presencia de Cortázar
en las librerías, abordó reediciones de libros que volvieron a tener
vida y rescató del olvido (por ejemplo, el libro sobre Yeats)
manuscritos perdidos o ediciones que se hicieron inencontrables cuando
en España y en el mundo la mala memoria literaria había arrinconado a
Cortázar a ser, únicamente, el autor de aquella famosa novela.
Simbólicamente, ella acompañó a muchos jóvenes escritores y lectores,
en Madrid, en torno a 1994, cuando Alfaguara abordó esas reediciones de
rescate, que pusieron otra vez a Cortázar al alcance de todos los
gustos y de toda la gente. En los últimos tiempos, de la mano de Carles
Álvarez y de sus amigos del Centro de Arte Moderno de Madrid, esa obra
pasada y presente ha tomado una actualidad extraordinaria; en la Casa
del Lector, del Matadero madrileño, se puede ver una exposición que
expresa la vida de Cortázar como lector, montada por el citado centro de
Arte Moderno; ahí está Cortázar leyendo y escribiendo, y viviendo
después de haber sido declarado, estúpidamente, muerto para la
actualidad literaria.
La persona que hizo posible ese rescate que dura hasta hoy y que
perdura es Aurora Bernárdez, la inteligencia alegre que contaba sin
perder jamás ni un punto y coma la vida de Julio. Cuando se recuperó a
Cortázar, después de los años de olvido tras su muerte, se divulgó un
eslogan, Queremos tanto a Julio; a la cabeza de ese pelotón numeroso e inasible estaba Aurora Bernárdez.