"No soy sólo una esnob de escudos nobiliarios, sino también una esnob de salones iluminados y de fiestas de alta sociedad", confiesa la autora de Orlando
Virginia Woolf. La autora inglesa se ríe de su fascinación por la alta sociedad./revista Ñ |
Mi padre solía usar la palabra con insuperable desdén. Si decía
de alguien que era “un esnob”(expresión popularizada por el novelista
inglés M. Thackeray a mediados del siglo XIX), todo menos aprecio podía
esperarse hacia el tilingo. Una muy documentada y recomendable Historia del esnobismo
, de Frédéric Rouvillois, editada por Claridad hace algunos años,
recuperó la larga data de esa práctica que consiste en imitar con
afectación las costumbres de aquellos a quienes se considera
distinguidos, replicando sus usos, maneras y, hoy más que nunca, sus
consumos (no es difícil trazar paralelos entre los esnobs de antes y los
fashion victims contemporáneos).
Hacía mucho que no
escuchaba la expresión hasta que me regalaron un delicioso librito
publicado por José J. Olañeta Editor que recupera dos agudas humoradas
de intelectuales sobre el universo de la apariencia: ¿Soy una esnob?, una charla pronunciada por Virginia Woolf en el Memoir Club en diciembre de 1936, y ¿Qué regalar a un esnob?,
un breve artículo de Walter Benjamin, que se detiene en una lista de
libros recomendados para sorprender al personaje y “neutralizarlo”. A la
vanguardia de las escrituras del yo, tan en boga en nuestro tiempo, el
Memoir Club nucleó a partir de 1920 a los integrantes que sobrevivieron a
la dispersión provocada por la Primera Guerra Mundial entre los
intelectuales del Círculo de Bloomsbury ( think tank londinense
del que participaron, entre otros, la pintora Dora Carrington y el
economista John Maynard Keynes). La consigna del grupo de memorialistas
era sencilla: se invitaba a los miembros a dictar una conferencia sobre
una experiencia propia, absolutamente verídica. Woolf pronunció tres (en
una de ellas reveló los abusos sexuales sufridos en su adolescencia por
parte de su hermanastro); la que nos ocupa se detiene en una secreta
debilidad. “No soy sólo una esnob de escudos nobiliarios, sino también
una esnob de salones iluminados y de fiestas de alta sociedad”, confiesa
la autora de Orlando . Y desgrana anécdotas de sus roces con ambos mundos. Es un festín de inteligencia que hace de la ironía el mejor escalpelo.
“La
verdad es que no me sentí halagada porque lady Oxford me considerase la
escritora más relevante del momento, pero sí porque me pidiera que
fuera a comer con ella a solas”, cuenta. Casi bromeando con su colega,
Benjamin responde desde su artículo, en el cual aconseja elegir libros
alejados de los gustos del homenajeado para eclipsar su natural
desinterés: “Regalar es un arte pacífico”, afirma. “Pero con un esnob
hay que practicarlo de manera marcial.” Téngalo en cuenta cuando se
cruce con alguno.