Aunque no pudo confirmarlo, en 1920 Borges leyó que descendía de judíos portugueses. Su cercanía a la cultura judía fue el tema de una conferencia en el V Simposio Internacional de estudios sefardíes
El arroyo de sangre judía en las venas de Borges./revista Ñ |
“Acabo de descubrir en un libro de un tal Ramos Mejía,
historiador grave muy conocido en Buenos Aires y completamente idiota y
verídico, que los Acevedo, la familia de mi madre son sefardíes, judíos
portugueses convertidos. No sé bien cómo celebrar ese arroyo de sangre israelita que corre por mis venas”, le dice un feliz Jorge Luis Borges por carta a su amigo Maurice Abramowicz.
Este texto borgiano, además de otras citas y poemas, fueron parte de la ponencia central de la primera noche del 5º Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, que termina hoy. La disertante fue la Investigadora y escritora María Gabriela Mizraje, filóloga, crítica literaria y, según expresó, “admiradora absoluta de la obra borgiana”. “Corría 1920 y Borges, que vivía en España, estaba feliz con el hallazgo –señala la investigadora–. No pudo menos que compartirlo con su gran amigo judío que había conocido en el Collège Calvin de Ginebra, donde había cursado el Bachillerato. Maurice es quien abre tempranamente las puertas del judaísmo. El tenía amor por el pueblo de Israel y fascinación por sus autores o sus obras modernas o legendarias. Por eso su compromiso con el judaísmo”.
Mizraje disertó sobre un Borges que apenas pasaba los 20 años y cómo su descubrimiento sefardí fue clave en su posterior desarrollo: “Se ha escuchado sobre la relación intensa ente Borges y el judaísmo. Es en general para referirse a sus famosas conferencias sobre la Cábala, a su poema El Golem y al cuento El Aleph, desde ya. Pero su amor viene de antes. Borges tiene una pasión literaria e histórica por la cultura judía. El no necesitaba conocer esta filiación para amar la tradición hebrea. Tenía 15 años cuando leía en el original alemán, por ejemplo, El Golem de Gustav Meyrink”.
En una carta posterior, Borges saluda a Maurice exclamando “Salve hermano de la raza y del ultraísmo”. “Pero e sta raza que Borges preconiza es siempre con minúscula –advierte Mizraje–. Está alejada de ciertos discursos nacionalistas que campearon en las primeras décadas del siglo XX en Argentina y en España. Frente a la raza con mayúscula se mantendrá alerta y manifestará desdén”.
En esa España donde Borges vivió desde 1918 a 1921 donde escribe su poema Judería, que se publica en 1923. “Su amor por la cultura judía se verá reflejado en muchos otros actos y textos. En 1934 lanza su proclama Yo, judío en un momento en que se había llamado a un progrom en las calles de Buenos Aires y se temía por un desenlace antisemita de alta envergadura y por suerte se llega a contener. También sabrá rendir tributo emocionado a uno de los sefardíes más grandes, Baruch Spinoza. Cuando Borges elige algunos de sus poemas que más le gustan, que son muy poquitos, justamente elige uno de sus dos sonetos para Spinoza”.
En marzo de 1921, Borges firmará una carta a su amigo Jacobo Sureda de una manera no habitual. “Estaba en el vapor regresando al país –explica Mizraje–. El cierra la carta firmando Jorge Luis Borges Acevedo y es la primera vez que incorporando el apellido materno y la huella sefardí. El que vuelve es otro”.
Este texto borgiano, además de otras citas y poemas, fueron parte de la ponencia central de la primera noche del 5º Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, que termina hoy. La disertante fue la Investigadora y escritora María Gabriela Mizraje, filóloga, crítica literaria y, según expresó, “admiradora absoluta de la obra borgiana”. “Corría 1920 y Borges, que vivía en España, estaba feliz con el hallazgo –señala la investigadora–. No pudo menos que compartirlo con su gran amigo judío que había conocido en el Collège Calvin de Ginebra, donde había cursado el Bachillerato. Maurice es quien abre tempranamente las puertas del judaísmo. El tenía amor por el pueblo de Israel y fascinación por sus autores o sus obras modernas o legendarias. Por eso su compromiso con el judaísmo”.
Mizraje disertó sobre un Borges que apenas pasaba los 20 años y cómo su descubrimiento sefardí fue clave en su posterior desarrollo: “Se ha escuchado sobre la relación intensa ente Borges y el judaísmo. Es en general para referirse a sus famosas conferencias sobre la Cábala, a su poema El Golem y al cuento El Aleph, desde ya. Pero su amor viene de antes. Borges tiene una pasión literaria e histórica por la cultura judía. El no necesitaba conocer esta filiación para amar la tradición hebrea. Tenía 15 años cuando leía en el original alemán, por ejemplo, El Golem de Gustav Meyrink”.
En una carta posterior, Borges saluda a Maurice exclamando “Salve hermano de la raza y del ultraísmo”. “Pero e sta raza que Borges preconiza es siempre con minúscula –advierte Mizraje–. Está alejada de ciertos discursos nacionalistas que campearon en las primeras décadas del siglo XX en Argentina y en España. Frente a la raza con mayúscula se mantendrá alerta y manifestará desdén”.
En esa España donde Borges vivió desde 1918 a 1921 donde escribe su poema Judería, que se publica en 1923. “Su amor por la cultura judía se verá reflejado en muchos otros actos y textos. En 1934 lanza su proclama Yo, judío en un momento en que se había llamado a un progrom en las calles de Buenos Aires y se temía por un desenlace antisemita de alta envergadura y por suerte se llega a contener. También sabrá rendir tributo emocionado a uno de los sefardíes más grandes, Baruch Spinoza. Cuando Borges elige algunos de sus poemas que más le gustan, que son muy poquitos, justamente elige uno de sus dos sonetos para Spinoza”.
En marzo de 1921, Borges firmará una carta a su amigo Jacobo Sureda de una manera no habitual. “Estaba en el vapor regresando al país –explica Mizraje–. El cierra la carta firmando Jorge Luis Borges Acevedo y es la primera vez que incorporando el apellido materno y la huella sefardí. El que vuelve es otro”.