"Creo que uno tiene que tener el pavor a la posibilidad de estafar mínimamente a un lector con un adjetivo mal puesto, con un diálogo perezoso"
Este escritor y crítico cinematográfico participó en la apertura del programa 10 escritores bogotanos organizado por Biblored, que comenzó el 22 de junio en la Biblioteca Virgilio Barco y que recorrerá las diferentes bibliotecas de la capital del país con los 10 escritores invitados.
A sus 50 años, Chaparro Valderrama ha publicado las novelas El capítulo de Ferneli (1992), Si los sueños me llevaran hacia ella (1999) y No me olvides cuando mueras (2007). A estos títulos se suman los ensayos Lo viejo es nuevo, y lo nuevo es viejo, todo el jazz de New Orleans es bueno (1992), Alfred Hitchcock: El miedo hecho cine (2005) y Del realismo mágico al realismo trágico (2005).
También escribió dos libros de poemas que fueron merecedores del Premio Nacional de Poesía otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia: Imágenes de un viaje (1993) y Para un fantasma lejano (1998), y fue el autor de los cuentos infantiles El amor de una jirafa (2004) y El discreto encanto de los melancólicos (2011) y realizó una antología de testimonios cinematográficos titulada El evangelio según Hollywood (2005).
Este autor considera que el escritor depende de los demás para sobrevivir y cree que si el artista no es un buen observador de su entorno, sus prejuicios serán los mismos prejuicios de sus personajes.
Hace 25 años que inició con el oficio de la escritura. Sus primeras publicaciones fueron producto del periodismo en un diario, donde hacía artículos de cine, moda, literatura, tarot, etc.
Fue tal vez este inicio y el desarrollo de su carrera los que le llevaron a convencerse de que en la cultura todo tiene que ver con todo: "Rocío Durcal tiene que ver con Cantinflas, Cantinflas tiene que ver con Stravinski, Stravinski tiene que ver con Toscanini", plantea. Por esto cree que ningún editor puede ser tan presuntuoso como para pretender que tiene la exclusividad de considerarse dueño de algún autor o de algún tema.
En este trabajo adquirió destreza para escribir y leer, "como en la música, lectura inmediata con la partitura". Para sus escritos comenzó a utilizar diferentes seudónimos femeninos, pues siempre ha sido un admirador de las mujeres. "Había una mexicana y dos españolas que fueron mis desdoblamientos travestis en términos literarios". Estas le permitieron escribir artículos literarios de sus aficiones más profundas y de allí nació una de las características más propias y relevantes de este autor: Laboratorios Frankenstein.
Hugo Chaparro Valderrama terminó trabajando como el doctor Frankenstein construyendo sus propias criaturas para introducirlas muy sutilmente dentro de sus escritos. Fue así que constituyó esa marca y es este el rótulo que utiliza para sus artículos.
Como muchos escritores y artistas, Chaparro ha formado una disciplina en la que trabaja de lunes a lunes hasta la 1:00 de la tarde, no diferencia entre semana, ni fines de semana. "les juro que a veces quisiera romper mi rutina, pero tengo un carácter cuadriculado, al principio escribía un día sí, un día no, una semana sí, una semana no, hasta que un día cerré los ojos e hice un lanzamiento al vacío del que nunca me he arrepentido y ahora no puedo tener trabajos prolongados en un solo sitio".
En términos periodísticos hay una responsabilidad de quien escribe con quien lo lee y eso hace que haya una exigencia cada vez más profesional con el tema de la escritura, "a mí las palabras me parecen humildes y generosas, tanto que han derrumbado al poder, se han burlado de los actos civiles, tiranías, dictaduras y han vulnerado sus gobiernos", afirma.
A diferencia de muchos escritores colombianos, el interés literario de Hugo Chaparro Valderrama es el amor, la amistad y lo sobrenatural. Y en esto marca la diferencia, pues incluye estas temáticas en todas sus obras y además las vive idiomáticamente atendiendo su interés por los diferentes registros del español, "ritmos octosílabos para construir de una manera idiomática los textos".
Por ejemplo, la novela canadiense fue una historia de amor con un vampiro. Dentro de la historia esta idea es mostrada muy sutilmente, y nació por una amistad de un viaje muy largo con un personaje que había fracasado mucho en el amor. Chaparro decidió escribir esta obra y se la regaló diciéndole: "como tú has tenido tantos romances fallidos en la realidad, te voy a regalar uno perfecto en la ficción".
Este autor considera que los escritores colombianos han entrado en un cliché, ya que "en los últimos diez años las temáticas han sido la recopilación de historias criminales", y afirma que esto obedece a que los escritores cargan muchos fantasmas en su espalda y por eso buscan introducir la sociología a través de la ficción, con temas literarios como el sicarito y las masacres. No les interesa seducir con nueva literatura, pues consideran de manera unánime que estas son las únicas historias que interesan a la sociedad.
Durante el conversatorio con Hugo Chaparro Valderrama, un literato que estaba entre el público intervino diciendo: "parece que falló la estructura educacional colombiana en no distinguir los testimonios de vidas de personas destacadas como criminales, para hacer creer que eso es la literatura".
Como cualquier autor confiesa que ha tenido bloqueos en el momento de la escritura. "Mis bloqueos no son con las páginas en blanco, es uno peor con la página en negro, a veces tengo incontinencia verbal, o exceso de verborrea. Para mí la ficción es la mejor de las realidades posibles, en esa realidad posible la miseria se reordena de alguna forma mucho más grata".