Morir último
Germán Santamaría
Mire, mijo, ahora antecitos que se pierda en el llano, le quiero decir esto para que lo tenga muy en cuenta: la cosa no es ir sino volver. No es que se trate de sacarle el juste o el cuerpo al compromiso. Desde mucho antes se sabía que algún día tocaría ir. Pero eso sí, siempre hay que tirar a que los otros pongan los muertos. Mientras menos mueran de los nuestros mejor. No es miedo a la muerte, sólo es querer que estén más a la hora del triunfo. Uno siempre debe procurar morir último.
En el insomnio
Virgilio Piñera
El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarro. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormirse. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.
La verdad sobre Sancho Panza
Franz Kafka.
Sancho Panza -quien, por otra parte, jamás se jactó de ello-, en las horas del crepúsculo y de la noche, en el curso de los años y con la ayuda de una cantidad de novelas caballerescas y picarescas, logró a tal punto apartar de sí a su demonio –al que más tarde dio el nombre de Don Quijote- que éste, desamparado, cometió luego las hazañas más descabelladas. Estas hazañas, sin embargo, por faltarles un objeto predestinado, el cual justamente hubiese debido ser Sancho Panza, no perjudicaron a nadie. Sancho Panza, un hombre libre, impulsado quizás por un sentimiento de responsabilidad, acompañó a Don Quijote en sus andanzas, y esto le proporcionó un entretenimiento grande y útil hasta el fin de sus días.
Triunfo social
Logan Pearsall Smith
El criado me entregó el sobretodo y el sombrero y, como en un halo de íntima complacencia, salí a la noche. "Una deliciosa velada", pensé, "la gente más agradable. Lo que dije sobre las finanzas y la filosofía los impresionó; y cómo se rieron cuando imité el gruñido del cerdo". Pero, poco después, "Dios mío, es horrible", murmuré: "Quisiera estar muerto".
El cielo ganado
Gabriel Cristián Taboada
El día del Juicio Final, Dios juzga a todos y a cada uno de los hombres. Cuando llama a Manuel Cruz, le dice:
-Hombre de poca fe. No creíste en mí. Por eso no entrarás en el Paraíso.
-Oh Señor -contesta Cruz-, es verdad que mi fe no ha sido mucha. Nunca he creído en Vos, pero siempre te he imaginado.
Tras escucharlo, Dios responde:
-Bien, hijo mío, entrarás en el cielo; mas no tendrás nunca la certeza de hallarte en él.
Comercio
Julio Cortázar
Los famas habían puesto una fábrica de mangueras, y emplearon a numerosos cronopios para el enrollado y depósito. Apenas los cronopios estuvieron en el lugar del hecho, una grandísima alegría. Había mangueras verdes, rojas, azules, amarillas y violetas. Eran transparentes y al ensayarlas se veía correr el agua con todas sus burbujas y a veces un sorprendido insecto. Los cronopios empezaron a lanzar grandes gritos, y querían bailar tregua y bailar catala en vez de trabajar. Los famas se enfurecieron y aplicaron en seguida los artículos 21, 22 y 23 del reglamento interno. A fin de evitar la repetición de tales hechos.
Como los famas son muy descuidados, los cronopios esperaron circunstancias favorables y cargaron muchísimas mangueras en un camión. Cuando encontraban una niña, cortaban un pedazo de manguera azul y se la obsequiaban para que pudiese saltar a la manguera. Así en todas las esquinas se vieron nacer bellísimas burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecía una ardilla en su jaula. Los padres de la niña aspiraban a quitarle la manguera para regar el jardín, pero se supo que los astutos cronopios las habían pinchado de modo que el agua se hacía pedazos en ellas y no servía para nada. Al final los padres se cansaban y la niña iba a la esquina y saltaba y saltaba.
Con las mangueras amarillas los cronopios adornaron diversos monumentos, y con las mangueras verdes tendieron trampas al modo africano en pleno rodela, para ver cómo las esperanzas caían una a una. Alrededor de las esperanzas caídas los cronopios
bailaban tregua y bailaban catala, y las esperanzas les reprochaban su acción diciendo así:
- Crueles cronopios cruentos. ¡Crueles!
Los cronopios, que no deseaban ningún mal a las esperanzas, las ayudaban a levantarse y les regalaban pedazos de manguera roja. Así las esperanzas pudieron ir a sus casas y cumplir el m s intenso de sus anhelos: regar los jardines verdes con mangueras rojas.
Los famas cerraron la fábrica y dieron un banquete lleno de discursos fúnebres y camareros que servían el pescado en medio de grandes suspiros. Y no invitaron a ningún cronopio, y solamente a las esperanzas que no habían caído en las trampas del
rosedal, porque las otras se habían quedado con pedazos de manguera y los famas estaban enojados con esas esperanzas.
Las flores de la vida
Jairo Anibal Niño
Y el rey David, aterrorizado por su vejez, buscó por todos los medios algo que le permitiera recobrar su juventud. Un médico muy sabio le dio el remedio maravilloso. Tenía que hallar a una mujer pichona bella, con los ojos palomas, con el talle de palmera, con un ombligo como perfecto recipiente para en él gotas de brillante vino, y con dos pechos como las crías mellizas de una gacela. Tendría que hacerla su mujer y dormir con ella. El contacto de los dos cuerpos en el amor y el sueño haría que la juventud de la mujer contagiara a sus trajinadas carnes del calor y la brillantez y la fuerza de los verdes años.
La pollita fue buscada por tierras y mares hasta que uno de sus emisarios la halló apacentando un rebaño de cabras en un monte de Palestina.
El rey David yació con la jovencita y efectivamente empezó a sorberle la edad. Pero ocurrió que mientras más joven se ponía él, más vieja amanecía ella. David rejuveneció tanto y la doncella envejeció de tal manera que otra vez se repitió el prodigio y fue ella quien le empezó a sorber la juventud hasta que recobró su adolescencia.Y el rey David se enamoró profundamente de la muchacha y como no se sintió capaz de quitarle otra vez la juventud le ordenó que se la llevaran a una lejanísima aldea del Líbano. La vio partir con lágrimas en los ojos. Meses después, el rey David en una torre del palacio aspiraba el perfume de los nardos que venía de los valles y trataba desesperadamente de rejuvenecer con el recuerdo.
El acusado
Martin Buber
Cuentan:
En Viena el emperador proclamó un edicto que agravaría la ya miserable condición de los judíos de Galizia. Por aquellos años, un hombre serio y estudioso llamado Feivel vivía en la Casa de Estudio del Rabí Elimelekh. Una noche se levantó, entró en el cuarto del rabí y le dijo:
-Maestro, quiero entablar una demanda contra Dios.
Lo decía y sus propias palabras lo aterraban.
El rabí le contestó:
-Está bien, pero el tribunal no sesiona de noche.
Al día siguiente dos maestros llegaron a Lizhensk, Israel de Koznitz y Jacobo Yitzhak de Lublin y pararon en casa del rabí Elimelekh. Después de la merienda el rabí llamó al hombre que le había hablado y le dijo:
-Explícanos ahora tu demanda.
-Ahora no tengo fuerza para hacerlo -balbuceó Feivel.
-Yo te doy la fuerza -dijo el rabí.
Feivel empezó a hablar:
-¿Por qué nos mantienen en servidumbre en este imperio? Acaso no dice Dios en la Torah: Los hijos de Israel son mis servidores. Nos ha enviado a tierras extrañas, pero debe dejarnos en libertad, para que lo sirvamos.
A esto el rabí Elimelekh contestó:
-Ahora el demandante y el demandado deben salir del tribunal, como quiere la ley, para que no influyan en los jueces. Retírate, pues, rabí Feivel. A Ti, Señor del mundo, no podemos pedirte que te vayas, porque tu gloria llena la tierra y sin tu presencia no
podríamos vivir un momento. Pero tampoco dejaremos, Señor, que influyas en nosotros.
Los tres deliberaron en silencio y con los ojos cerrados. Al atardecer llamaron a Feivel y le comunicaron el fallo: su demanda era justa. En esa misma hora el emperador canceló el edicto.
Del rigor en la ciencia
Suárez Miranda
... En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.
La protección por el libro
G. Willoughby-Meade
El literato Wu, de Ch'iang Ling, había insultado al mago Chang Ch'i Shen. Seguro de que éste procuraría vengarse, Wu pasó la noche levantado, leyendo a la luz de la lámpara, el sagrado libro de las Transformaciones. De pronto se oyó un golpe de viento, que rodeaba la casa, y apareció en la puerta un guerrero, que lo amenazó con su lanza. Wu lo derribó con el libro. Al inclinarse para mirarlo, vio que no era más que una figura, recortada en papel. La guardó entre las hojas. Poco después entraron dos pequeños espíritus malignos, de cara negra y blandiendo hachas. También éstos, cuando Wu los derribó con el libro, resultaron ser figuras de papel. Wu las guardó como a la primera. A media noche, una mujer, llorando y gimiendo, llamó a la puerta.
-Soy la mujer de Chang -declaró-. Mi marido y mis hijos vinieron a atacarlo y usted los ha encerrado en su libro. Le suplico que los ponga en libertad.
-Ni sus hijos ni su marido están en mi libro -contestó Wu-. Sólo tengo estas figuras de papel.
-Sus almas están en esas figuras -dijo la mujer-. Si a la madrugada no han vuelto, sus cuerpos, que yacen en casa, no podrán revivir.
-¡Malditos magos! -gritó Wu-. ¿Qué merced pueden esperar? No pienso ponerlos en libertad. De lástima, le devolveré uno de sus hijos, pero no pida más.
Le dio una de las figuras de cara negra.
Al otro día supo que el mago y su hijo mayor habían muerto esa noche.
El ubicuo
Simao Pereyra S. J.
Una versión recogida por sir William Jones quiere que un dios del Indostán, a quien el celibato afligía, solicitara de otro dios que éste le cediera una de sus 14.516 mujeres. El marido consintió con estas palabras:
-Llévate a la que encuentres desocupada.
El necesitado recorrió los 14.516 palacios; en cada uno la señora estaba con el señor. Este se había desdoblado 14.516 veces, y cada mujer creía ser la única que gozaba de sus favores.
Cuento
Paul Valéry
El rey ordenó:
(Te condeno a morir, pero a morir como Xios y no como Tú) que Xios fuera llevado a un país enteramente distinto. Cambiado su nombre, artísticamente mutilados sus rasgos. La gente del país obligada a crearle un pasado, una familia, talentos muy diversos de los suyos. Si recordaba algo de su vida anterior, lo rebatían, le decían que estaba loco, etcétera...Le habían preparado una familia, mujer e hijos que se daban por suyos. En fin, todo le decía que era el que no era.
Provocación castigada
Autor anónimo
Modjalaid cuenta que Noé pasó junto a un león echado y le asestó un puntapié. Al golpearlo se hizo daño y no pudo dormir en toda la noche.
-Dios mío -exclamó- tu perro me ha lastimado.
Dios le envió esta revelación: "Dios reprueba la injusticia y tú fuiste el que empezó".
Ah'med el Qalyubi, Kitab en Nanadir.
La verdad sobre Sancho Panza
Franz Kafka.
Sancho Panza -quien, por otra parte, jamás se jactó de ello-, en las horas del crepúsculo y de la noche, en el curso de los años y con la ayuda de una cantidad de novelas caballerescas y picarescas, logró a tal punto apartar de sí a su demonio –al que más tarde dio el nombre de Don Quijote- que éste, desamparado, cometió luego las hazañas más descabelladas. Estas hazañas, sin embargo, por faltarles un objeto predestinado, el cual justamente hubiese debido ser Sancho Panza, no perjudicaron a nadie. Sancho Panza, un hombre libre, impulsado quizás por un sentimiento de responsabilidad, acompañó a Don Quijote en sus andanzas, y esto le proporcionó un entretenimiento grande y útil hasta el fin de sus días.
Triunfo social
Logan Pearsall Smith
El criado me entregó el sobretodo y el sombrero y, como en un halo de íntima complacencia, salí a la noche. "Una deliciosa velada", pensé, "la gente más agradable. Lo que dije sobre las finanzas y la filosofía los impresionó; y cómo se rieron cuando imité el gruñido del cerdo". Pero, poco después, "Dios mío, es horrible", murmuré: "Quisiera estar muerto".
El cielo ganado
Gabriel Cristián Taboada
El día del Juicio Final, Dios juzga a todos y a cada uno de los hombres. Cuando llama a Manuel Cruz, le dice:
-Hombre de poca fe. No creíste en mí. Por eso no entrarás en el Paraíso.
-Oh Señor -contesta Cruz-, es verdad que mi fe no ha sido mucha. Nunca he creído en Vos, pero siempre te he imaginado.
Tras escucharlo, Dios responde:
-Bien, hijo mío, entrarás en el cielo; mas no tendrás nunca la certeza de hallarte en él.
Comercio
Julio Cortázar
Los famas habían puesto una fábrica de mangueras, y emplearon a numerosos cronopios para el enrollado y depósito. Apenas los cronopios estuvieron en el lugar del hecho, una grandísima alegría. Había mangueras verdes, rojas, azules, amarillas y violetas. Eran transparentes y al ensayarlas se veía correr el agua con todas sus burbujas y a veces un sorprendido insecto. Los cronopios empezaron a lanzar grandes gritos, y querían bailar tregua y bailar catala en vez de trabajar. Los famas se enfurecieron y aplicaron en seguida los artículos 21, 22 y 23 del reglamento interno. A fin de evitar la repetición de tales hechos.
Como los famas son muy descuidados, los cronopios esperaron circunstancias favorables y cargaron muchísimas mangueras en un camión. Cuando encontraban una niña, cortaban un pedazo de manguera azul y se la obsequiaban para que pudiese saltar a la manguera. Así en todas las esquinas se vieron nacer bellísimas burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecía una ardilla en su jaula. Los padres de la niña aspiraban a quitarle la manguera para regar el jardín, pero se supo que los astutos cronopios las habían pinchado de modo que el agua se hacía pedazos en ellas y no servía para nada. Al final los padres se cansaban y la niña iba a la esquina y saltaba y saltaba.
Con las mangueras amarillas los cronopios adornaron diversos monumentos, y con las mangueras verdes tendieron trampas al modo africano en pleno rodela, para ver cómo las esperanzas caían una a una. Alrededor de las esperanzas caídas los cronopios
bailaban tregua y bailaban catala, y las esperanzas les reprochaban su acción diciendo así:
- Crueles cronopios cruentos. ¡Crueles!
Los cronopios, que no deseaban ningún mal a las esperanzas, las ayudaban a levantarse y les regalaban pedazos de manguera roja. Así las esperanzas pudieron ir a sus casas y cumplir el m s intenso de sus anhelos: regar los jardines verdes con mangueras rojas.
Los famas cerraron la fábrica y dieron un banquete lleno de discursos fúnebres y camareros que servían el pescado en medio de grandes suspiros. Y no invitaron a ningún cronopio, y solamente a las esperanzas que no habían caído en las trampas del
rosedal, porque las otras se habían quedado con pedazos de manguera y los famas estaban enojados con esas esperanzas.
Las flores de la vida
Jairo Anibal Niño
Y el rey David, aterrorizado por su vejez, buscó por todos los medios algo que le permitiera recobrar su juventud. Un médico muy sabio le dio el remedio maravilloso. Tenía que hallar a una mujer pichona bella, con los ojos palomas, con el talle de palmera, con un ombligo como perfecto recipiente para en él gotas de brillante vino, y con dos pechos como las crías mellizas de una gacela. Tendría que hacerla su mujer y dormir con ella. El contacto de los dos cuerpos en el amor y el sueño haría que la juventud de la mujer contagiara a sus trajinadas carnes del calor y la brillantez y la fuerza de los verdes años.
La pollita fue buscada por tierras y mares hasta que uno de sus emisarios la halló apacentando un rebaño de cabras en un monte de Palestina.
El rey David yació con la jovencita y efectivamente empezó a sorberle la edad. Pero ocurrió que mientras más joven se ponía él, más vieja amanecía ella. David rejuveneció tanto y la doncella envejeció de tal manera que otra vez se repitió el prodigio y fue ella quien le empezó a sorber la juventud hasta que recobró su adolescencia.Y el rey David se enamoró profundamente de la muchacha y como no se sintió capaz de quitarle otra vez la juventud le ordenó que se la llevaran a una lejanísima aldea del Líbano. La vio partir con lágrimas en los ojos. Meses después, el rey David en una torre del palacio aspiraba el perfume de los nardos que venía de los valles y trataba desesperadamente de rejuvenecer con el recuerdo.
El acusado
Martin Buber
Cuentan:
En Viena el emperador proclamó un edicto que agravaría la ya miserable condición de los judíos de Galizia. Por aquellos años, un hombre serio y estudioso llamado Feivel vivía en la Casa de Estudio del Rabí Elimelekh. Una noche se levantó, entró en el cuarto del rabí y le dijo:
-Maestro, quiero entablar una demanda contra Dios.
Lo decía y sus propias palabras lo aterraban.
El rabí le contestó:
-Está bien, pero el tribunal no sesiona de noche.
Al día siguiente dos maestros llegaron a Lizhensk, Israel de Koznitz y Jacobo Yitzhak de Lublin y pararon en casa del rabí Elimelekh. Después de la merienda el rabí llamó al hombre que le había hablado y le dijo:
-Explícanos ahora tu demanda.
-Ahora no tengo fuerza para hacerlo -balbuceó Feivel.
-Yo te doy la fuerza -dijo el rabí.
Feivel empezó a hablar:
-¿Por qué nos mantienen en servidumbre en este imperio? Acaso no dice Dios en la Torah: Los hijos de Israel son mis servidores. Nos ha enviado a tierras extrañas, pero debe dejarnos en libertad, para que lo sirvamos.
A esto el rabí Elimelekh contestó:
-Ahora el demandante y el demandado deben salir del tribunal, como quiere la ley, para que no influyan en los jueces. Retírate, pues, rabí Feivel. A Ti, Señor del mundo, no podemos pedirte que te vayas, porque tu gloria llena la tierra y sin tu presencia no
podríamos vivir un momento. Pero tampoco dejaremos, Señor, que influyas en nosotros.
Los tres deliberaron en silencio y con los ojos cerrados. Al atardecer llamaron a Feivel y le comunicaron el fallo: su demanda era justa. En esa misma hora el emperador canceló el edicto.
Del rigor en la ciencia
Suárez Miranda
... En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.
La protección por el libro
G. Willoughby-Meade
El literato Wu, de Ch'iang Ling, había insultado al mago Chang Ch'i Shen. Seguro de que éste procuraría vengarse, Wu pasó la noche levantado, leyendo a la luz de la lámpara, el sagrado libro de las Transformaciones. De pronto se oyó un golpe de viento, que rodeaba la casa, y apareció en la puerta un guerrero, que lo amenazó con su lanza. Wu lo derribó con el libro. Al inclinarse para mirarlo, vio que no era más que una figura, recortada en papel. La guardó entre las hojas. Poco después entraron dos pequeños espíritus malignos, de cara negra y blandiendo hachas. También éstos, cuando Wu los derribó con el libro, resultaron ser figuras de papel. Wu las guardó como a la primera. A media noche, una mujer, llorando y gimiendo, llamó a la puerta.
-Soy la mujer de Chang -declaró-. Mi marido y mis hijos vinieron a atacarlo y usted los ha encerrado en su libro. Le suplico que los ponga en libertad.
-Ni sus hijos ni su marido están en mi libro -contestó Wu-. Sólo tengo estas figuras de papel.
-Sus almas están en esas figuras -dijo la mujer-. Si a la madrugada no han vuelto, sus cuerpos, que yacen en casa, no podrán revivir.
-¡Malditos magos! -gritó Wu-. ¿Qué merced pueden esperar? No pienso ponerlos en libertad. De lástima, le devolveré uno de sus hijos, pero no pida más.
Le dio una de las figuras de cara negra.
Al otro día supo que el mago y su hijo mayor habían muerto esa noche.
El ubicuo
Simao Pereyra S. J.
Una versión recogida por sir William Jones quiere que un dios del Indostán, a quien el celibato afligía, solicitara de otro dios que éste le cediera una de sus 14.516 mujeres. El marido consintió con estas palabras:
-Llévate a la que encuentres desocupada.
El necesitado recorrió los 14.516 palacios; en cada uno la señora estaba con el señor. Este se había desdoblado 14.516 veces, y cada mujer creía ser la única que gozaba de sus favores.
Cuento
Paul Valéry
El rey ordenó:
(Te condeno a morir, pero a morir como Xios y no como Tú) que Xios fuera llevado a un país enteramente distinto. Cambiado su nombre, artísticamente mutilados sus rasgos. La gente del país obligada a crearle un pasado, una familia, talentos muy diversos de los suyos. Si recordaba algo de su vida anterior, lo rebatían, le decían que estaba loco, etcétera...Le habían preparado una familia, mujer e hijos que se daban por suyos. En fin, todo le decía que era el que no era.
Provocación castigada
Autor anónimo
Modjalaid cuenta que Noé pasó junto a un león echado y le asestó un puntapié. Al golpearlo se hizo daño y no pudo dormir en toda la noche.
-Dios mío -exclamó- tu perro me ha lastimado.
Dios le envió esta revelación: "Dios reprueba la injusticia y tú fuiste el que empezó".
Ah'med el Qalyubi, Kitab en Nanadir.