¿Cómo debería leerse un libro?
Me enfrasqué en la lectura intermitente de El lector común de Virginia Woolf, al que ya le robé un párrafo en una entrada anterior. Ahora quiero compartir otros del capítulo "¿Cómo debería leerse un libro?", donde la lucidez de Woolf brilla con fuerza antes de caer en la agonía de su alma.
El libro es un conjunto de ensayos que se publicaron por primera vez en 1925 y 1932, y que ahora Lumen recupera después de casi dos décadas sin reeditarse. Lo interesante, más allá de sus textos sobre Defoe, Jane Austen o Conrad, es cómo ella disecciona la piel de ese "lector común" que "lee por su propio placer más que para transmitir un saber o corregir las opiniones de los demás", pegándole un palo a los críticos profesionales. Pero dejemos hablar a Virginia:
"Permitir que unas autoridades, por muy cubiertas de pieles sedosas y muy togadas que estén, entren en nuestras bibliotecas y dejar que nos digan cómo leer, qué leer, qué valor dar a lo que leemos es destruir el espíritu de libertad que se respira en esos santuarios. En cualquier otra parte nos pueden atar leyes y convenciones; ahí no tenemos ninguna".
"El único consejo, en verdad, que una persona puede dar a otra acerca de la lectura es que no se deje aconsejar, que siga su propio instinto, que utilice su sentido común, que llegue a sus propias conclusiones".
"Poemas y novelas, historias y memorias, diccionarios y libros verdes; libros escritos en todas las lenguas por hombres y mujeres de todos los temperamentos, razas y edades se apretujan en la balda. (...) ¿Por dónde hemos de empezar? ¿Cómo vamos a poner orden en este concurrido caos y obtener así el más hondo y completo placer de lo que leermos?"
"La mayoría de las veces llegamos a los libros con la mente confusa y dividida, exigiendo a la ficción que sea verdad, a la poesía que sea falsa, a la biografía que sea aduladora, a la historia que refuerce nuestros propios prejuicios. Si pudiéramos desterrar todas esas ideas precondebidas cuando leemos, sería un comienzo admirable. No le dictemos al autor; intentemos convertirnos en él. Seamos sus compañeros de trabajo y sus cómplices".
"Toda literatura, cuando envejece, tiene su pila de desperdicios".
Y presten especial atención a este redentor párrafo final del capítulo:
"Algunas veces he soñado, al menos, que cuando llegue el día del Juicio Final y los grandes conquistadores y juristas y hombres de Estado vayan a recibir su recompensa -sus coronas, sus laureles, sus nombres esculpidos indeleblemente en mármol imperecedero-, el Todopoderoso se dirigirá a Pedro y le dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea llegar con nuestros libros bajo el brazo. 'Mira, estos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles aquí. Han amado la lectura'."
tomado de En minúscula