martes, 20 de abril de 2010

La posmodernidad y sus demonios

Edgar Franz Milton, un novelista de ficción, acepta una entrevista sobre literatura experimental, blogs y lectores

fOTO;fUENTE:Revista Ñ

El personaje imaginado por Andres Neuman carga contra la impunidad de Internet, y los jóvenes autores "podridos de teoría" e incapaces de provocar emociones.


"Fragmento de la grabación de una charla entre Mathieu Vivant, joven reportero de Les inrockuptibles, y el popular novelista austronorteamericano Edgar Franz Milton, horas antes de que este ingiriese medio litro de desinfectante y agonizase en un hospital público de Tuckson, Arizona.
( ...) ­Señor Milton, ¿qué opina de los jóvenes escritores? ­¿Así, en general? ¿Es usted idiota? ­Ejem. Digamos los jóvenes narradores experimentales.
Hay jóvenes podridos de teoría. Incapaces de transmitir una sola emoción. Se han quedado inválidos. Son eunucos. Con todo mi respeto para los eunucos. Que deben de ser sujetos de lo más emocionados. ­
Algunos de ellos replicarían que lo que usted echa de menos son los moldes antiguos. ­
Usted entre ellos, supongo. Me meo de risa. El problema es el apropiacionismo. ¿Aparece un aeropuerto? Eso ya es posmoderno. ¿Capítulos breves? El fragmentarismo. El rizoma. Esa mierda. Los jóvenes no están obligados a inventar nada. Todo lo contrario. Pero si dicen que inventan, que no nos engañen. Dios santo, el otro día leí un artículo de Gustavo Adolfo Bécquer sobre la aceleración de la realidad que producían los trenes. ¡De Bécquer! ¿Puedes creerlo? ­¿Lee usted en español? ­Naturalmente. ¿Usted no? ­Me temo que no. ­
Así le va. Feo, gordo y anglófilo. ­
Perdone, pero soy francés. ­
Mucho peor. Feo, flaco e intrascendente. Por lo menos lo otro podría haberle interesado a Kennedy Toole. Con usted no habría manera de hacer una novela decente.
­Ignoraré ese comentario, señor Milton. Volviendo a los jóvenes posmodernos, permítame decirle que no están solos en absoluto. De hecho, están de moda.
­Muchacho. No sé si me conmueve o me da lástima. ¿De veras cree que una literatura experimental puede estar de moda? ¡Si casi nadie lee! Piénselo y verá que es totalmente al revés. Esos jóvenes no sólo no están de moda. Sino que acabarán con los pocos lectores que quedan. Son autores de los que se habla y no a los que se lee. Pero usted publica noticias sobre ellos. ¿Por qué no se ocupa de los libros que compran los buenos lectores literarios? A este paso en las librerías sólo habrá novelas ilegibles o mierda masiva. Y al final quedarán los best-séllers.
Muchos editores estarían encantados. ­
Cambiando de tema, ¿qué le parecen los blogs? ­Me parecen onomatopeyas. Es broma. Leo algunos. Pocos. Los de mis amigos y los de mis enemigos. Como todo el mundo. Pienso que los blogs siguen criterios bastante parecidos a los medios de comunicación tradicionales. No me sorprende. Porque los blogs importantes los hace la misma gente que ha estado, está o quiere estar en esos medios.
Y cuanto más poder tengan los blogs, más será así.
Si los blogueros amasen la libertad de contenidos, deberían desear que nadie los visite. ­
Pero usted ha defendido otras veces que la libertad de expresión en la Red no es ingenua, que debería tener los mismos límites éticos que los medios analógicos ... ­
El ingenuo es usted. Aunque me alegra que lea mis entrevistas. Como comprenderá me halaga. Lo que yo dije es que, si queremos tomarnos en serio Internet, deberíamos olvidarnos de la impunidad.
Lo otro es el juego imbécil del niño que no sabe qué hacer con su juguete. Hasta que no exista una Constitución Digital o algo parecido, vamos a perder el tiempo. Los internautas del futuro se van a reír de nosotros. Van a imaginarse que vivíamos en la selva.
­No lo entiendo. Usted siempre ha opinado, permítame decírselo, como le ha dado la gana. Sin pelos en la lengua.
­Efectivamente: usted no lo entiende. Yo no quiero quedar impune. Yo quiero que me metan en la cárcel. Por lo menos allí no hay debates literarios.
­Perdone, señor Milton, ¿queda más café? ­A esta hora yo sólo tomo whisky. Pero si quieres te doy un dólar y bajas a la calle.
(...)